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Extractos - Ken Wilber

Actualización de la Gran Cadena del Ser

Por Ken Wilber

Como han señalado tantos eruditos ―desde Ananda Coomaraswamy hasta Huston Smith―, el núcleo esencial de la filosofía perenne es la Gran Cadena del Ser, el Gran Nido del Ser. Pero ahora resulta evidente que la visión tradicional de la Gran Cadena presenta, al menos, cuatro grandes insuficiencias que debemos superar si queremos articular una visión realmente integral que resulte aplicable al mundo moderno y postmoderno.

La Gran Cadena habla, tradicionalmente, de materia, cuerpo, mente, alma y espíritu, pero son muchas las tradiciones que subdividen al alma en los niveles psíquicos y sutiles y al Espíritu en el nivel causal y el no dual. Una visión expandida del Gran Nido del Ser debería incluir, por tanto, a la materia, el cuerpo, la mente, el alma (psíquica y sutil) y el Espíritu (causal y no dual).

Nido del ser

Y eso está muy bien, pero los problemas comienzan a presentarse en cuanto caemos en la cuenta de que afirman incluir toda la realidad cuando, de hecho, sólo son aplicables al cuadrante superior izquierdo (el espectro de la conciencia interior). De modo que, como a menudo he tratado de señalar, debemos diferenciar cada uno de los niveles verticales de la Gran Cadena en cuatro dimensiones horizontales (los cuatro cuadrantes). Así pues, además del espectro subjetivo de la conciencia, deberíamos tener también en consideración los correlatos objetivos (el cuadrante superior derecho), el sustrato cultural intersubjetivo (cuadrante inferior izquierdo) y los sistemas sociales colectivos (cuadrante inferior derecho). De otro modo, la Gran Cadena no podrá superar las acertadas críticas que le lanza la modernidad.

Modelo AQAL

Es por ello que las grandes tradiciones rara vez comprendieron que los estados de conciencia (cuadrante superior izquierdo) tienen correlatos en el cerebro orgánico (cuadrante superior derecho), un hecho que ha revolucionado nuestra comprensión de la psicofarmacología, la psiquiatría y los estudios sobre la conciencia. Del mismo modo, las grandes tradiciones siempre se han mostrado muy renuentes a aceptar que la conciencia individual (cuadrante superior izquierdo) se halla muy determinada por el trasfondo impuesto por las visiones culturales del mundo (cuadrante inferior izquierdo) y por las modalidades de producción tecnoeconómica (cuadrante inferior derecho). Y esta situación coloca al Gran Nido en la incómoda situación de verse expuesto a la devastadora crítica de la moderna ciencia biológica, de los marxistas y de los estudios culturales e históricos, entre otros, todos los cuales demostraron que la conciencia no es un noumenon transcendental desencarnado, sino que se halla profundamente incardinado en contextos de hechos objetivos, sustratos culturales y estructuras sociales. Los teóricos de la Gran Cadena no tenían ninguna respuesta plausible a estas acusaciones (a causa, precisamente, de su deficiencia al respecto). Sólo cuando tengamos en cuenta el cuerpo, la mente, el alma y el Espíritu desde la perspectiva de los cuatro cuadrantes (o en el Gran Tres), podremos responder adecuadamente a todas esas objeciones.

El segundo problema es la necesidad de subdividir el nivel de la mente a la luz de su desarrollo temprano, un punto en el que resultan claves las aportaciones realizadas por la psicología occidental. Por decirlo en pocas palabras, la mente presenta, al menos, cuatro estadios diferentes del desarrollo: mágico (de los dos a los cinco años), mítico (de los seis a los once), racional (de los once en adelante) y aperspectivista integral o visión-lógica (madurez) [siempre que haya un buen y adecuado desarrollo].

Si tuviéramos en cuenta la evidencia proporcionada por las aportaciones orientales y occidentales dispondríamos de un Gran Nido del Ser que incluiría las siguientes diez esferas, cada una de las cuales engloba a su(s) predecesora(s) en un desarrollo que, al mismo tiempo, es envolvente:

  1. Sensoriomotor: El cuerpo físico, el nivel material, la fisiosfera.
  2. Emocional-sexual: Impulsos biológicos, percepciones, sensaciones, energía vital, élan vital, libido, prana, energía.
  3. Mágico: La forma más rudimentaria de la mente («preop» o primeros símbolos y conceptos), en donde el sujeto y el objeto se hallan escasamente diferenciados. Se trata de un nivel caracterizado por el egocentrismo, el artificialismo, el animismo, el antropocentrismo y la magia de la palabra. Y el hecho de que dentro y fuera se hallen pobremente diferenciados implica que los objetos se presenten preñados de intenciones humanas egoicas. Del mismo modo, el ego narcisista cree que puede operar de manera directa y mágica sobre el mundo (los dibujos animados de las mañanas de los sábados en los que los superhéroes pueden mover montañas, volar, fundir el acero y desintegrar a sus enemigos con el único poder de su mirada son un ejemplo claro de la estructura mágica). En resumen, pues, cuando sujeto y objeto no están claramente diferenciados, el ego mágico trata al mundo como una extensión de sí mismo y le imbuye de sus propios rasgos egoicos. Se trata, en suma, de un estadio dominado por el narcisismo y el egocentrismo.
  4. Mítico: Nivel intermedio de la mente («conop» o mente concreta regla/rol), en el que el poder mágico se transfiere desde el ego a los llamados dioses y diosas míticas, en cuyo caso, si el ego no puede cambiar milagrosamente el mundo a voluntad, deja que lo hagan los dioses y diosas. En el nivel mágico, el ego puede realizar milagros, mientras que, en el nivel mítico, ese poder se halla concreta y literalmente en manos de un gran Otro (como ocurre, por ejemplo, en el caso de Jehová separando las aguas del Mar Rojo). La magia utiliza el ritual para ejecutar sus poderes milagrosos, mientras que el mito utiliza la plegaria en un esfuerzo por conseguir que el dios o la diosa realicen el milagro por él. El mito, por consiguiente, constituye la primera comprensión de que el ego no puede transformar mágicamente el mundo que le rodea y, en ese sentido, representa una disminución del narcisismo, una disminución del egocentrismo.
  5. Racional: Se trata de una función altamente diferenciada de la mente («formop» o formal reflexiva), que trasciende los mitos literal-concretos y trata de satisfacer sus necesidades a través de la evidencia y la comprensión. Ni la magia egocéntrica ni las figuras de los dioses míticos intervendrán milagrosamente en el curso de los eventos kósmicos para satisfacer sus deseos del ego. Si usted quiere algo del Kosmos va a tener que comprenderlo en sus propios términos y siguiendo su propia evidencia. Este nivel supone el nacimiento de una actitud verdadera-mente científica, al tiempo que también supone una nueva disminución del narcisismo.
  6. Visión-lógica: La función más elevada de la mente ordinaria, una visión sintetizadora que conlleva una modalidad unificada de cognición. La visión-lógica no alcanza la unidad ignorando las diferencias sino englobándolas ―es por ello que también se denomina aperspectivista integral― y supone el descubrimiento del pluralismo universal y de la unidad-en-la-diversidad.
  7. Psíquico: Comienzo de los dominios transpersonales, supraindividuales y espirituales. Este nivel suele hallarse jalonado por una intensa unión mística con el reino ordinario, el reino de la naturaleza, de Gaia, del Alma del Mundo. Constituye el asiento del misticismo natural.
  8. Sutil: El reino sutil no es el hogar de las figuras mitológicas de los dioses y diosas del reino ordinario centradas en el ego, sino experimentadas de un modo directo y vívido y de las Formas ontológicamente reales de su propia Divinidad. Hogar del auténtico misticismo teísta.
  9. Causal: El reino causal per se, lo no manifestado sin forma, el nirvikalpa, el nirvana, la Vacuidad pura, el Abismo, ayin. Asiento del Testigo y del misticismo sin forma.
  10. No dual: Es, al mismo tiempo, la Meta más elevada de todos los estadios y su Fundamento omnipresente. Unión de la Vacuidad y la Forma, del Espíritu y del Mundo, del nirvana y del samsara, Un Solo Sabor, sahaja, samadhi, turiyatita. Hogar del misticismo no dual o integral.

Ésta es una Gran Cadena o un gran espectro de conciencia mucho más completo que se refiere al cuadrante superior izquierdo. Y no hay que olvidar que cada uno de esos niveles presenta cuatro dimensiones o cuadrantes, lo cual nos brinda una visión ampliada del Gran Nido que nos permite tener simultáneamente en cuenta lo siguiente:

  • Dejar de elevar la magia y el mito a lo psíquico y lo sutil, respectivamente. Y hay que decir, en este sentido, que la elevación del narcisismo mágico a la conciencia transcendental constituye, por más bienintencionado que pueda ser, el rasgo distintivo de muchos de los modernos movimientos de la nueva era.
  • Dejar de confundir las visiones mitológicas con la conciencia transpersonal directa e inmediata. Esta elevación del mito es muy frecuente en la espiritualidad característica de la contracultura.
  • Dejar de confundir a la indisociación mágica con la visión-lógico holística. Esta elevación de la cognición mágica (que confunde el todo con la parte) al estatus de la visión-lógica (que integra el todo con la parte), es prevalente en el ecoprimitivismo (en la creencia de que las tribus recolectoras integraban el yo, la cultura y la naturaleza cuando lo cierto es que ―como han señalado Lenski, Habermas y Gebser― ni siquiera llegaron a diferenciarlos).
  • Dejar de confundir la biosfera, la bioenergía y el prana (nivel 2) con el Alma del Mundo (nivel 7), uno de los rasgos más distintivos de la ecopsicología, del ecofeminismo y de la ecología profunda (que a menudo va unida a la confusión anterior de la visión mágica con la visión-lógica) que suele abocar a una regresión a la visión hortícola del mundo.

[Para esta visión simplificada de las cosas no he establecido diferencia alguna entre las estructuras básicas, las estructuras de transición (como las visiones del mundo, por ejemplo) y los fulcros del desarrollo del yo. Para nuestro interés actual bastará con este breve resumen. Digamos también, de paso, que los distintos niveles se ven definidos por las estructuras básicas propias de cada nivel (sensoriomotora, cognición regla/rol, reflexivo-formal, visión-lógica, etcétera), cada una de las cuales dispone de su propia visión del mundo (mágica, mítica, racional, existencial, etcétera), términos con los que también suelo referirme a los distintos niveles. En cualquiera de los casos, no hay que confundir las estructuras básicas con las visiones del mundo].

Y esos ejemplos podrían multiplicarse casi hasta el infinito. Baste, sin embargo, con decir que una Holoarquía expandida del Ser podría ayudarnos a descubrir la naturaleza regresiva de muchos de estos movimientos. De este modo, la integración de las grandes tradiciones de sabiduría con la psicología occidental nos ayudará a ir hacia adelante, no hacia atrás.

Veamos ahora un problema que la psicología occidental puede ayudar a corregir. La imagen tradicional de la Gran Cadena (es decir, cuerpo, mente, psíquico, sutil, causal y no dual) suele tener una visión tan pobre y limitada de los niveles pre-racionales del desarrollo que suele reducir el nivel de la «mente» a la facultad lógica o racional y ubicar todo lo que no es racional en los niveles trans-racionales más elevados. Pero éste es un problema que la psicología evolutiva occidental puede ayudarnos a enmendar.

Dicho en otras palabras, la visión tradicional del Gran Nido del Ser (una visión que suelen compartir el cristianismo, el hinduismo, el budismo, el sufismo, el taoísmo, el paganismo, el culto a la Diosa, etcétera) fue ―y lamentablemente sigue siendo― muy proclive a todo tipo de falacias pre/trans, porque no tiene forma alguna de diferenciar la magia y el mito de lo psíquico y lo sutil, con lo cual todo acaba calificándose erróneamente como trans-personal y trans-racional. Y esta desafortunada confusión (saturada, como estaba, de dogmatismo mágico y mítico) ha sido la principal responsable del rechazo de la Ilustración occidental hacia la espiritualidad. Así fue como Occidente se despojó oficialmente del agua del baño de la pre-racionalidad perdiendo con ella también, lamentablemente al bebé de la trans-racionalidad.

Veamos ahora la tercera de las insuficiencias que habíamos mencionado anteriormente. El hecho de que los teóricos de la Gran Cadena tradicional tuvieran una comprensión tan limitada de los estadios tempranos, infantiles y prerracionales del desarrollo humano, les impidió también comprender las psicopatologías que suelen derivarse de las lesiones en esos estadios tempranos. Digamos, en este sentido, que la psicosis suele originarse en problemas en los estadios 1 y 2; que los trastornos borderline y narcisistas suelen derivarse de lesiones en los estadios 2 y 3 y que las psiconeurosis suelen asentarse en dificultades del desarrollo de los estadios 3 y 4.

La psicología profunda occidental se ha dedicado a recopilar una abrumadora evidencia (de la que la Gran Cadena se halla muy necesitada) acerca de estas patologías y de su etiología. Porque, a falta de una adecuada comprensión de los estados prerracionales inferiores, cada vez que los teóricos de la Gran Cadena se enfrentaban a un caso de locura se veían obligados a interpretarlo como un descenso del Dios transracional, cuando, en la mayor parte de las ocasiones, se trataba sencillamente de un resurgimiento del id pre-racional. Así pues, los pobres locos rara vez están embriagados de Dios, de modo que tratarles como dioses es convertirlos en vacas sagradas y corroborar la sospecha de la modernidad de que todo fenómeno espiritual es una cuestión de locos. ¿Si los idiotas y las vacas están iluminados, para qué habría que escuchar a Eckhart, Teresa y Rumi?

La cuarta insuficiencia de la Gran Cadena tradicional es su inadecuada comprensión del fenómeno de la evolución, una aportación casi exclusiva del occidente moderno. Pero lo más curioso ―como tantos teóricos han señalado― es que la evolución no es más que el despliegue en el tiempo de la Gran Cadena del Ser, una temporalización, en suma, de la visión de Plotino.

Bien podríamos decir que, hasta la fecha, la evolución ―que comenzó en el Big Bang― ha desplegado unas tres quintas partes de la Gran Cadena, desde la materia insensible hasta los cuerpos vivos y la mente conceptual (o desde la fisiosfera hasta la biosfera y, desde ésta, hasta la noosfera). Bastaría simplemente con comprender que la Gran Cadena no es algo estático e inmutable que nos viene dado de una vez por todas, sino que evoluciona y se desarrolla a lo largo de grandes períodos de tiempo y que cada uno de los niveles superiores no es tanto la consecuencia de los inferiores sino que emerge a través de ellos. En cualquiera de los casos, lo cierto es que nadie comprende realmente cómo emergen los estadios más elevados, a menos que asumamos que lo hace vía Eros, vía Espíritu-en-acción.

La evolución en el dominio cultural es, obviamente, un tópico políticamente incorrecto del que se han ocupado multitud de teóricos (...). En este sentido, la obra pionera de Jean Gebser ―que considera que la evolución de las visiones culturales del mundo va, por usar sus términos, desde lo arcaico hasta la magia y, desde ahí, hasta el mito, la mente y la visión integral― resulta ciertamente paradigmática. ¿No les suena esto a algo familiar?

Porque el hecho es que una visión evolutiva y desarrollista de la Gran Cadena favorecería la integración con el Dios del moderno Occidente, es decir, con la evolución. Además, esto nos abre las puertas a posibilidades realmente extraordinarias ya que ¿no es probable ―si la evolución ha desplegado ya las primeras tres quintas partes de la Gran Cadena― que siga su camino desplegando las dos quintas partes superiores? Porque, en tal caso, el Jardín del Edén no descansará en el pasado sino en el futuro y Dios no estará detrás sino delante.

Resumiendo, pues, las cuatro insuficiencias de la Gran Cadena del Ser que han dificultado su aceptación por parte de la modernidad son las siguientes:

  1. No abarca los cuatro cuadrantes.
  2. No tiene en cuenta los estadios tempranos del desarrollo pre-racional (con lo cual se condena a caer en todo tipo de falacias pre/trans).
  3. Interpreta inadecuadamente las patologías tempranas del desarrollo y...
  4. No suele comprender la evolución.

Es muy probable, por tanto, que la superación de estas deficiencias haga compatible la Gran Holoarquía con los datos que nos proporciona la moderna investigación y nos permita así integrar lo mejor de la antigua sabiduría con lo mejor del conocimiento moderno... Ésta, precisamente, es la esencia del abordaje integral.

Llegados a este punto, no puedo sino pensar en Huston Smith, cuyo principal legado es la Gran Cadena, una idea que ha intentado introducir en el mundo moderno. Pero para que la Gran Cadena pueda sobrevivir, tendrá que ser reformulada en términos integrales.