Extractos - René Guénon
Sobre René Guénon
Prólogo de William StoddartRené Guénon (1886-1951) y Frithjof Schuon (1907-1998) fueron los creadores de lo que posteriormente se conocería como la escuela «tradicionalista» o «perennialista» de sabiduría. Guénon fue el pionero, y Schuon la culminación. Otras escuelas de sabiduría con una dualidad de creadores y expositores son las escuelas asociadas con Sócrates y Platón en la Atenas del siglo quinto, y con Jalál ad-Din Rúmi y Shams adDin at-Tabrizi en la Turquía del siglo trece.
Guénon y Schuon fueron filósofos de un tipo completamente tradicional, inspirados ante todo por la doctrina vedántica del advaita (no-dualidad), especialmente tal como la expresó el sabio hindú Shankara. En otro sentido, se podría decir que fueron filósofos en la tradición de Pitágoras, Sócrates y Platón, y también de los escolásticos medievales. Desde su punto de vista, la filosofía occidental finalizó en la Edad Media, y los «pensadores» posteriores ―tales como Descartes (1596-1659) y Kant (1724-1804) y los que los siguieron― deberían designarse con otro nombre. La separación es profunda: el punto de partida de los filósofos («amantes de la sabiduría») griegos y medievales era la certeza, mientras que el punto de partida de los filósofos modernos es la duda.
Guénon situó el origen de lo que él llamaba la desviación moderna en la llegada del Renacimiento, aquella irrupción catastrófica de secularización, cuando el nominalismo venció al realismo, el individualismo (o humanismo) sustituyó al universalismo y el empirismo desterró al escolasticismo. Una parte importante de la obra de Guénon fue, por consiguiente, su crítica del mundo moderno desde un punto de vista implacablemente «platónico» o metafísico. Esta crítica la expuso plenamente en sus dos magistrales volúmenes La crisis del mundo moderno y El reino de la cantidad. El lado positivo de la obra de Guénon fue su exposición de los principios inmutables de la metafísica universal y la ortodoxia tradicional. Como dijimos más arriba, su fuente básica era la doctrina shankariana de la «no-dualidad», y su obra principal a este respecto es El hombre y su devenir según el Vedánta. Sin embargo, también recurrió libremente a otras fuentes tradicionales, puesto que consideraba que todas las formas tradicionales eran expresiones diversas de la Verdad supraformal única. Un aspecto decisivo de la obra de Guénon fue su brillante exposición del contenido intelectual de los símbolos tradicionales, cualquiera que fuera la religión de la que provinieran. Véase a este respecto su Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada.
Es importante señalar que los escritos de Guénon, por muy decisivamente importantes que fueran, eran de carácter puramente «teórico» y no pretendían tratar de la cuestión de la realización. En otras palabras, se referían de modo general a la intelectualidad (o doctrina) y no directamente a la espiritualidad (o método).
Para la escuela tradicionalista, el sol salió con la aparición de la obra de Frithjof Schuon. Hace treinta años, un tomista inglés, Bernard Kelly, escribió acerca de él: «Su obra tiene la autoridad intrínseca de una inteligencia contemplativa». Más recientemente, un veterano universitario norteamericano, el profesor Huston Smith, declaró: «En profundidad y envergadura, un parangón de nuestro tiempo. No conozco a ningún pensador vivo que ni de lejos pueda rivalizar con él». La percepción de T. S. Eliot era similar. En relación con el primer libro de Schuon, escribió en 1953: «No conozco ninguna obra tan impresionante en el estudio comparativo de la religión oriental y occidental».
Guénon y Schuon mantuvieron correspondencia durante un período de muchos años y Schuon hizo dos visitas a Guénon en El Cairo en los últimos años de la década de 1930. Hasta el día de su muerte, Guénon, siguiendo una práctica árabe, se dirigió a Schuon en su correspondencia como «mi querido hermano» y, en las páginas de Études Traditionnelles, como «nuestro eminente colaborador».
La obra de Schuon empezó a aparecer durante la última parte de la vida de Guénon, y él continuó, de un modo aún más notable, la crítica perspicaz e irrefutable que hizo Guénon del mundo moderno, alcanzando alturas insuperables en su exposición de la verdad esencial ―iluminadora y salvadora― que yace en el corazón de toda forma revelada. Schuon llamó a esta verdad supraformal la religio perennis. Este término, que no implica un rechazo de los términos similares philosophia perennis y sophia perennis, contiene sin embargo una alusión a una dimensión adicional que está constantemente presente en los escritos de Schuon, a saber, que la comprensión intelectual trae consigo una responsabilidad espiritual, que la inteligencia exige ser complementada por la sinceridad y la fe, y que «ver» (en altura) implica «creer» (en profundidad). En otras palabras, cuanto mayor es nuestra percepción de la verdad esencial y salvadora, mayor es nuestra obligación respecto a un esfuerzo de «realización» interior o espiritual.
Schuon, que aprendió el francés de niño, escribió más de dos docenas de libros en este idioma, todos ellos traducidos a varios idiomas. Su primera obra fue un amplio estudio general, cuyo mismo título sirve para describir el escenario: De la unidad transcendente de las religiones. Otras obras suyas son: Language of the Self (sobre el hinduismo), Tesoros del budismo, Comprender el Islam, Castas y razas, Lógica y transcendencia, y un amplio compendio de instrucción filosófica y espiritual titulado El esoterismo como principio y como vía. Aunque ninguno de sus libros trata exclusivamente sobre el cristianismo, muchos de ellos contienen tratamientos sistemáticos de los principales temas cristianos, sobre todo la doctrina de la Trinidad. En los años inmediatamente anteriores a su muerte, compuso un largo ciclo de poemas didácticos y líricos (más de tres mil en total). Una selección de un centenar de estos poemas se ha publicado en una edición bilingúe alemán-inglés titulada Songs for a Spiritual Traveler. También escribió Road to the Heart, un libro de poemas en inglés. Sus últimos tres libros fueron en cierto sentido la apoteosis de su carrera de escritor. Son: Raíces de la condición humana, El juego de las máscaras y La transfiguración del hombre.
A Guénon y a Schuon les interesaba la Verdad Total, y sus exposiciones doctrinales se basaban en el intellectus purus. Sus tesis principales incluyen los principios fundamentales y esenciales de la metafísica universal (con sus ramificaciones cosmológicas y antropológicas), la intuición intelectual, la ortodoxia, la tradición, la universalidad, la ciencia del simbolismo; la espiritualidad en el sentido más amplio; la estética y el significado y la importancia del arte sagrado; la moralidad intrínseca. Como se ha dicho más arriba, una característica muy importante es su profunda crítica del mundo moderno, sobre la base de principios estrictamente tradicionales.
Esta corriente perennialista de la intelectualidad y la espiritualidad ha sido calificada, y con razón, de «fenómeno de nuestro tiempo», pero, a diferencia de otros fenómenos contemporáneos, sigue siendo en gran parte secreta, una «voz débil y queda», una presencia oculta, sólo buscada por los que tienen sed de ella, y sólo conocida por los que tienen ojos para ver y oídos para oír.
En todo esto, Guénon fue pionero. Antes de él, nadie en los tiempos modernos había expuesto los principios de la verdad y la intelectualidad de una manera tan completa y rigurosa; y, sobre todo, nadie había percibido y definido los errores y desviaciones del mundo moderno con tanta perspicacia y claridad filosófica. Sin embargo, al labrar este surco Guénon estaba completamente solo, y fue probablemente su aislamiento, unido a su naturaleza inflexible, lo que le condujo ocasionalmente a cometer ciertos desaciertos en sus análisis y sus escritos. Es en relación con estos desaciertos en lo que Schuon nos hace un gran servicio, al describir y corregir determinados puntos débiles al tiempo que reconoce, y ofrece a nuestra consideración, la grandeza de Guénon. En su crítica, Schuon pone en práctica uno de los principios del propio Guénon: hay que poner cada cosa en su lugar.
Un notable don de Schuon es que, cuando se dispone a «criticar» a alguien de valor, el lector acaba (no sólo por la fuerza de lo que dice, sino también por su caridad) teniendo por el criticado una estima aún mayor que antes. Serían los casos de San Juan de la Cruz y de René Guénon. En el caso del primero, uno se ve capacitado positivamente para «sentir» su santidad, y, en el caso del segundo, adquiere una idea deslumbrantemente clara de sus grandes dones y de su papel pionero y fundamental.
William Stoddart