Extractos - John Levy
La Naturaleza del Hombre según el Vedanta
por John Levy
Segunda Parte: La Experiencia Objetiva
XI. La Ilusión de la Materialidad
1. Materialidad
Nuestra noción de materialidad coincide con las ilusiones gemelas de que los objetos existen con independencia de ser percibidos; y que estos objetos, ya sean sólidos, líquidos o gaseosos, están compuestos de tres dimensiones. Con el fin de entender cómo surge la noción de un objeto tridimensional, será necesario primero entender cómo se forma la noción de extensión, de longitud y anchura.
2. Longitud y anchura
La extensión de largo y ancho, o ambas a la vez, es una idea formada por nuestra memoria de las sensaciones discontinuas aunque sucesivas que, desde el punto de vista del sentido común, pueden aparecer tanto física como mentalmente. Estas sensaciones nos dan la impresión de que hemos percibido una superficie. Pero no hay ninguna percepción inmediata de una superficie.
A modo de ejemplo, observe el lector esta página impresa, que está leyendo a una distancia de lectura (1). Se dará cuenta de que los ojos o la página se deben mover si se quiere ver más de una porción muy limitada: y que mientras se observa una porción, no puede observar las otras. Así que la impresión de haber visto una página no es el producto de un único y exhaustivo vistazo. Se deriva de la memoria de varios vistazos distintos. En este punto, podemos útilmente recordar que si el perceptor es repetida y similarmente afectado por un grupo más o menos constante de sensaciones, forma la noción de un objeto específico. (V, 1).
3. Profundidad
Habiendo visto que la extensión de la longitud y la anchura es una noción, vamos ahora a considerar la extensión de la profundidad, o desde una superficie hacia el interior. Nuestro conocimiento de esta dimensión tampoco puede ser el resultado de la percepción directa, porque las sensaciones son de superficies. Sin embargo, la idea de profundidad es inherente en la noción que tenemos de superficies, una superficie sin sustancia es bastante inconcebible (IV, 4), sin importar lo que los eruditos puedan decirnos.
4. El aspecto fisiológico de la tridimensionalidad
La noción de profundidad tiene su base fisiológica en dos factores paralelos, las convenciones del sentido del tacto y de la visión binocular, el segundo es imposible sin el primero. La visión binocular "proporciona el efecto estereoscópico, la apreciación de profundidad y la distancia; esto depende del hecho de que la imagen de un objeto formada por cada ojo es ligeramente diferente y estas dos imágenes se presentan simultáneamente al cerebro sin parecer doble". (2) Para que podamos entender de qué manera dos imágenes distintas, es decir, dos percepciones distintas, llegan a aparecer en la consciencia como una, examinemos un proceso similar realizado en el cerebro con respecto a las sensaciones táctiles, donde puede fácilmente ser verificado. "La piel ofrece un buen ejemplo de cómo nuestra lectura convencional de las sensaciones ('las palabras de un lenguaje sensorial', V, 6) depende meramente de la habituación. Un lápiz que se desliza entre las puntas de los dedos índice y corazón se siente como un estímulo, porque estas superficies son normalmente adyacentes y hemos aprendido a fusionar sus sensaciones; pero, si se cruzan los dedos, se unen superficies que normalmente no están en contacto y si se coloca un lápiz entre ellas ahora se siente como doble." (3) En este caso, la asociación no se produce automáticamente, como es normal; en lugar de las dos sensaciones que parecen como una, se experimentan dos sensaciones separadas. Si no tuviéramos el testimonio de los ojos o el conocimiento del experimento que estábamos haciendo, las dos sensaciones permanecerían, como de hecho lo son, completamente discretas. Esto ahora se debe aplicar a la facultad de comprender, en la que se encuentra sin duda la base fisiológica de la tridimensionalidad. Pero debe quedar claro a partir de estas consideraciones que el aspecto fisiológico de la percepción no puede separarse del psicológico. Esto será tratado en su momento.
5. Continuidad
La respuesta a los estímulos sensoriales que exceden un determinado umbral mínimo continúa durante un breve período después del evento. En última instancia esta respuesta es cerebral y pertenece al dominio de la bioquímica. En circunstancias normales, los distintos grupos de sensaciones y su prolongación, se suceden con la rapidez suficiente como para que parezca como si formaran una línea ininterrumpida. Sin embargo, no habrá ninguna dificultad en comprender que la continuidad objetiva es una ilusión, si se tiene en cuenta lo que se dijo en relación con el intervalo entre dos pensamientos (III, 7). Normalmente no nos damos cuenta de este intervalo, porque suponemos erróneamente que cuando nada objetivo está presente en la conciencia, lo que subsiste es la nada y no la conciencia. El sentido de continuidad, por tanto, no puede derivarse de lo objetivo, el lado fisiológico de la percepción; sino que se deriva de la consciencia individual, inmutable y atemporal en la que ocurren todas las percepciones, como veremos en un capítulo posterior.
6. El origen psicológico de la tridimensionalidad
Cuando nuestra atención se dirige hacia afuera, somos conscientes de las sensaciones e instintivamente realizamos el proceso mental que se describe en el artículo segundo de este capítulo, completándolo con otro, que es imaginar lo que no podemos percibir, a saber, el otro lado o el interior de la superficie que percibimos teóricamente. (4) Luego, obtenemos la impresión de haber percibido un objeto tridimensional. Nuestro hábito de combinar las sensaciones táctiles con las visuales y otras se debe en parte, si no totalmente, al hecho de que somos capaces de tener la sensación, o el tacto, de esas partes de nuestro cuerpo que no podemos ver: la analogía hace el resto. Como ilustración de cómo creamos la apariencia del mundo, sólo tenemos que mirar un cuadro y preguntarnos de dónde viene el reconocimiento de objetos no-existentes en un espacio no-existente. No viene de la tela coloreada: viene de nuestro hábito de asociar sensaciones experimentadas físicamente con sensaciones imaginadas para formar ideas. El sólido mundo de los cinco sentidos es creado por nosotros de la misma manera. (5)
7. El objetivo de este análisis
Para este trabajo he dado una descripción muy simplificada de un proceso complejo, como ya se dijo (IV, nota 3), está escrito desde un punto de vista y con un propósito esencialmente diferente del punto de vista de la ciencia empírica. Mi objetivo aquí es separar de la parte objetiva de la experiencia humana el principio consciente que le da forma. El significado de la percepción sensorial y de la memoria se tratará en una etapa posterior, cuando lleguemos a analizar la naturaleza del deseo.
8. Resumen
A partir de todas estas consideraciones, es evidente que la materialidad es una ilusión creada por la combinación a través de la memoria de las sensaciones visuales y táctiles, ya sean éstas experimentadas como físicas o mentales, en relación con los movimientos reales e imaginarios del cuerpo y los sentidos del perceptor.
XII. El Espacio
1. El concepto del espacio y la ilusión de la materialidad
La noción de un mundo, como hemos visto (V, 5), tiene su origen en la ilusión de que los objetos, ellos mismos simplemente nociones actuales, tienen una existencia independiente y simultánea. Esta ilusión, junto con el de la tridimensionalidad, da lugar a la noción de un espacio en el que las cosas materiales están localizadas y del que están impregnadas. En el intervalo que separa estos cuerpos supuestamente coexistentes, no hay nada que se corresponda con la noción común de un objeto. Por otra parte, este intervalo vacío en comparación con el volumen combinado de todos los cuerpos visibles y tangibles, parece ser inmensamente grande y totalmente independiente. A este espacio visualmente vacío, los hombres comunes le atribuyen existencia absoluta. Pero no podemos pensar en un intervalo o en un vacío en abstracto, es decir, no podemos pensar en el espacio sin referencia a cuerpos tangibles, comenzando siempre con el nuestro. De ello se desprende que el espacio, lejos de tener una existencia independiente y absoluta, coincide con la noción de la materia; y, en particular, coincide con la noción de nuestra propia encarnación.
2. Distancia y Proximidad
En otras palabras, el concepto de espacio y la idea errónea de que los objetos tienen una existencia independiente y simultánea van de la mano. Cuando esto no se comprende, a menudo se hace la siguiente pregunta, generalmente con una mirada y un tono de supremo triunfo: "Si los objetos son nociones que surgen y permanecen exclusivamente en mi cabeza, ¿no debería un objeto distante, cuando pienso en él, aparecer justo aquí delante de mí?". La pregunta se basa en un malentendido. Los pensamientos determinativos en cuanto a tiempo y lugar no siempre van acompañados de la idea de un objeto, a pesar de que casi siempre se hace, y eso con una rapidez tal que la pregunta parece plausible a primera vista (XI, 5). Sin embargo, el objeto en sí mismo, cuando estamos pensando específicamente en él, no tiene ninguna localización, es decir, no pensamos en él como estando cerca o lejos, aquí o allá: la noción del objeto está solo presente para la consciencia. Se necesita un pensamiento separado, o una serie de pensamientos, para situar el objeto en relación con los demás: esto será evidente si consideramos el tipo de impresiones sensoriales que espontáneamente son evocadas con las palabras "aquí" y "allí". Y, además, la misma memoria que nos hace creer en la existencia de los objetos ¡no permitirá que veamos el Vesubio en un escritorio!
En este punto, vuelvo a recordar a mis lectores lo que ya se ha dicho sobre el pensamiento abstracto (IV, 4). El espacio, la localización, la distancia, la proximidad y la dirección son términos abstractos que se derivan de las percepciones presentes, sin los cuales no tendrían sentido. Estas generalidades convenientes se tienden a convertir en entidades absolutas (6). Nunca se debe olvidar que cada vez que utilizamos tales palabras, estamos hablando de imágenes o sensaciones actuales, por vagas que puedan ser, porque no hay diferencia entre la conciencia mental y la física.
3. Conclusión
A partir de estas consideraciones, surge un hecho importante. Si los objetos materiales y su situación espacial son vistos como nociones separadas vinculadas únicamente por la memoria, es decir, en la mente, debe quedar claro que los objetos están situados, no en algún espacio invisible y externo, sino en la consciencia de su perceptor. (7)
XIII. La Ilusión de la Causalidad
1. Cambio
Una característica de la experiencia de la vigilia y el sueño es la de la mutación. Pero nada, en verdad, cambia, ya que cuando el prototipo ha cambiado, ha dejado de existir. En otras palabras, si el objeto supuestamente alterado ha dejado de existir en su forma anterior, no podemos entonces decir que la forma actual sea otra cosa que una nueva forma, es decir, otro objeto original de la consciencia. Puede surgir la pregunta de si los registros tomados del original, o de la memoria, no proporcionan una base adecuada para comparar y asociar los dos objetos, el viejo y el nuevo. Pero una fotografía, por ejemplo, sólo puede ser una extensión de la memoria, cuando no es simplemente un sustituto. Y en cuanto a las ideas del hombre común con respecto a la naturaleza de la memoria, se basan en un malentendido, como veremos en su momento. El recuerdo es meramente un tipo de pensamiento entre otros, formando cada recuerdo el actual, y por tanto completamente nuevo, objeto de consciencia.
2. Causalidad
Es imposible vivir en el mundo a menos que aceptemos la causalidad, pero es imposible entender la naturaleza del mundo si se acepta la causalidad. Su aceptación equivale a la concesión de la existencia independiente y simultánea de los objetos, cualquiera de los cuales puede ser afectado por otro. Hemos visto que esto es una imposibilidad, porque un objeto no puede existir a menos que se piense en él (IX, 1), y dos pensamientos no pueden ocurrir simultáneamente. Sin embargo, si hacemos esta concesión por el bien del argumento, de que los objetos podrían existir con independencia de ser conocidos, aún deberíamos ser incapaces de permitir la relación de causa y efecto. Estrictamente hablando, es sólo después de la ocurrencia que podemos tomarlo (al objeto) como efecto de una causa, momento en el cual la pretendida causa se debe suponer que ha pasado completamente al efecto, los dos nunca se han observado conjuntamente. Por lo tanto, la causalidad es un término sin sentido.
3. Relación
A pesar de que todos los hombres experimentan el yo (self) como una continuidad ininterrumpida, normalmente no se dan cuenta de su existencia excepto como el sujeto ante el cual los objetos aparecen de forma discontinua. Esto es de esperar, ya que no han investigado la naturaleza del sueño profundo. Por otra parte, ya que siempre enfatizan el aspecto objetivo de su experiencia y pasan por alto el subjetivo, transfieren la continuidad de la consciencia a los objetos de la consciencia en la forma de relación. La consciencia aparece entonces como el recuerdo que relaciona un pensamiento con otro. Pero el recuerdo, como ya se ha dicho, es sólo un tipo de pensamiento: y dos pensamientos no pueden ocurrir simultáneamente.
4. Resumen: La ilusión de la relación
Un pensamiento es la consciencia de un objeto y cada nuevo pensamiento nos indica un nuevo objeto. Puesto que dos pensamientos no pueden ocurrir juntos, se deduce que dos objetos no pueden coexistir. ¿Cómo entonces podrían relacionarse? Por lo tanto las ideas de cambio y causalidad son erróneas, ya que el incidente del cambio, o la relación de una causa con su efecto, es una ficción.