Extractos - John Levy
La Naturaleza del Hombre según el Vedanta
por John Levy
Primera Parte: Diferentes Puntos de Vista
Vigilia, Sueño, Sueño Profundo
I. Capítulo Introductorio
1. ¿A quién va dirigido este método de indagación?
Escribir un libro de esta naturaleza conlleva una gran dificultad. La mayoría de los hindúes lo hicieron en forma de versos aforísticos, fáciles de memorizar, pero que había que interpretar de acuerdo con la tradición viva. Pero el hecho es que el lector de entonces había crecido en esa tradición y por tanto tenía una íntima relación con su lectura que era asumida completamente hasta que recientemente, cuando las obras del Vedanta fueron impresas, y publicadas en lenguas extranjeras, terminaron al mismo tiempo con las viejas garantías. Como resultado, sería arriesgado ahora presuponer alguna verdadera familiaridad, incluso por parte de los estudiantes serios, ya sean hindúes o no; y por lo tanto al escribir este libro, mi única presunción ha sido que sus lectores busquen el conocimiento de la verdad última; y como añadidura, que se acerquen con una mente abierta y la capacidad de ir más allá de la palabra escrita. A tales almas gemelas me dirijo en las páginas que siguen. Aquí he tratado de dar una explicación clara del más alto Vedanta, conocido como Advaita (no-dualidad), sin detenerme a hacer ningún tipo de compromiso concomitante con el deseo infantil de convertir a otros.
2. El deseo de felicidad
No se puede negar que la felicidad es el único objetivo en la vida, pero a la mayoría de las personas les resultaría difícil estar de acuerdo con esta declaración sin alguna reserva. ¿Cuál es la causa fundamental de su desconcierto? ¿No sería que la vida termina con la muerte y que la perspectiva de la muerte está llena de incertidumbre? No todas las personas, por supuesto, se preocupan de pensar seriamente en la muerte, pero todas las personas, en circunstancias normales, huyen de forma espontánea del peligro, a no ser que correr riesgos sea su deber o su placer. En ese caso, han dejado por el momento de identificarse con el cuerpo; y esto es lo que nos sucede a todos nosotros en los momentos de felicidad. Ahora bien, si podemos trascender esta falsa identificación inconscientemente, ¿por qué no hacerlo conscientemente? El propósito de este libro es demostrar que podemos, no sólo de vez en cuando, sino definitivamente. De hecho, siempre somos, por naturaleza, diferentes del cuerpo, ya que mientras el cuerpo cambia continuamente desde el nacimiento hasta la muerte, nosotros, que parecemos ser uno con él, podemos observar y recordar sus modificaciones. De ello se desprende que si, en lugar de afirmar que somos nuestra personalidad cambiante, pudiéramos recuperar nuestro verdadero centro, ese yo (self) inmutable y consciente que observa la personalidad, seriamos de una vez y para siempre felices y estaríamos en paz, porque entonces sabríamos con certeza que lo que afecta al cuerpo no podría afectar a nuestro yo. Esto, en definitiva, sería la conclusión de nuestra Indagación.
3. Los tres estados del hombre
Para encontrar una paz y felicidad que esté más allá de toda posible circunstancia, incluyendo la muerte, debemos estar en condiciones de discernir el principio inmutable dentro de nosotros. Esto implicará examinar la experiencia humana en su conjunto. Como seres humanos, experimentamos tres estados, el de vigilia, el de sueño y el de sueño profundo, de los que se compone toda nuestra experiencia. Pero no va a ser suficiente considerar estos estados desde el punto de vista de la vigilia, como hacemos normalmente, porque poco se puede aprender acerca del todo desde la limitada perspectiva de una de sus partes. En consecuencia, consideraremos cada estado desde diferentes puntos de vista: desde el propio estado, desde el que es común a la vigilia y al sueño, y desde el que trasciende a todos los estados como tales. Este último es el punto de vista del yo real en el hombre, el yo que continúa sin modificaciones a lo largo de los tres estados, desde el nacimiento hasta la muerte, y, de hecho, más allá del nacimiento y la muerte.
II. La Vigilia y el Sueño
1. El estado de vigilia
Se cree habitualmente que el estado de vigilia consiste en pensar y sentir en la presencia de objetos tangibles. Los objetos tangibles se perciben a través de los cinco órganos de percepción sensorial. A estos órganos los llamaremos colectivamente los sentidos corporales.
2. El estado de sueño
El estado de sueño, desde el punto de vista del estado de vigilia, se compone sólo de pensar y de sentir. Pero el soñador no tiene ni idea de que está soñando, porque de acuerdo con su experiencia, se perciben también objetos tangibles. Así que el estado de sueño puede definirse exactamente en las mismas condiciones que el de la vigilia.
3. Una primera comparación de la vigilia y el sueño
Cuando comparamos los dos estados, si los observamos desde su propio punto de vista, no se pueden encontrar diferencias. Sin embargo, aparece una diferencia cuando consideramos los sueños desde el punto de vista de la vigilia, según la cual sólo la vigilia es una experiencia real. Al despertar, sabemos que el mundo soñado, junto con el cuerpo soñado cuyos sentidos perciben dicho mundo, eran productos de la mente. Surge entonces la pregunta de si los pensamientos del hombre despierto y toda la experiencia del soñador no son equivalentes.
4. Una comparación entre pensar y soñar
El pensar se supone que difiere mucho del soñar, a pesar de nuestro conocimiento de que ambos son mentales. Echemos un vistazo a algunas de estas supuestas diferencias:
- En primer lugar, se dice que los sueños se derivan, y no difieren, de la experiencia de vigilia. Si es así, esto también se aplicaría a los pensamientos que se producen en el estado de vigilia.
- En segundo lugar, se dice que algunos sueños se derivan del almacén de impresiones latentes que la psicología contemporánea llama la mente subconsciente. Suponiendo la existencia de una mente subconsciente, también sucede lo mismo con algunos pensamientos. (1)
- En tercer lugar, se dice que el cuerpo y la mente del sueño hace o piensa cosas que el cuerpo y la mente de la vigilia no puede. Esto es cierto con respecto al cuerpo, pero no con respecto a los pensamientos. Puedo imaginar, al igual que puedo soñar, que mi cuerpo está volando. Puedo imaginar que me encuentro y hablo con los muertos o con personas desconocidas para mí en mi experiencia de vigilia; y que son acontecimientos de este o de otros mundos y de esta o de otras épocas, al igual que también puedo soñarlo. Por otra parte, puedo imaginar, al igual que puedo soñar, que mi cuerpo está en alguna otra condición de salud y edad, o que mi mente está dispuesta de alguna manera diferente en una u otra forma.
- En cuarto lugar, en el estado de vigilia el pensar puede parecer que es a veces deliberado y otras veces involuntario, en cambio el soñar, desde el punto de vista del hombre despierto, siempre parece involuntario. Se trata de una confusión, porque si el estado de sueño se presenta involuntariamente, también lo hace el estado de vigilia. Pero tanto en el sueño como en la vigilia, nos parece que elegimos nuestros pensamientos.
- En quinto lugar, se supone que los acontecimientos que ocurren en los sueños ocupan menos tiempo que si esos mimos acontecimientos se produjeran en la experiencia de vigilia. Aquí se intenta equiparar el estándar de tiempo de nuestra percepción de los objetos tangibles con nuestro pensar acerca de ellos, cuando en realidad son dos estándares diferentes. Pensar en algún acontecimiento particular en el estado de vigilia no requiere más tiempo que soñarlo. Así como podemos dividir el estado de vigilia en el pensamiento y la percepción de objetos tangibles, debemos aplicar la misma distinción al estado de sueño, porque para el sujeto que sueña, su experiencia es también de vigilia, divisible de la misma manera, con dos estándares distintos de tiempo. Por lo tanto, no hay ninguna variación necesaria entre pensar y soñar en lo que respecta a nuestra experiencia del tiempo.
5. La equivalencia de pensar y soñar
Estas consideraciones han ayudado a establecer la equivalencia del pensar y el soñar ― ambos son estados de actividad mental. Si se descubre alguna diferencia en detalle, no es más que la diferencia entre un modo de pensamiento y otro.
6. Más comparaciones entre la vigilia y el sueño
Hemos visto que el pensamiento, la sensación y la percepción de los objetos tangibles son actividades comunes tanto en la experiencia de vigilia como en la de sueño, cada una vista desde su propio punto de vista. Pero al entrar en el estado de vigilia, al sueño se le considera como un producto mental en cada uno de sus aspectos; y sin embargo para el soñador el llamado estado de sueño fue uno de vigilia. ¿Qué razones tenemos para suponer que el actual estado de vigilia no es más que un producto mental, al igual que un sueño? En la segunda parte de este trabajo, vamos a llegar a ver que los objetos tangibles no tienen existencia independiente. Existen como nociones en la mente del que percibe, y de esta manera la distinción entre la mente y la materia es irreal, al igual que ocurre también entre el pensamiento y la percepción de un objeto tangible. Si esto se da por hecho, entonces estar despierto no tiene sentido y no existe un estado de vigilia: todo es un sueño. Pero un sueño, llamado así sólo desde el punto de vista de un estado de vigilia inexistente, también es un nombre inapropiado..
7. La necesidad de definir la experiencia objetiva
Ahora estamos mirando el sueño y la vigilia desde la posición ventajosa del yo único inmutable y consciente que penetra e ilumina toda nuestra experiencia objetiva. Al no haber ninguna diferencia esencial entre un estado de experiencia objetiva y otra, debe encontrarse un término que sirva igualmente para describir todos los estados en los que la mente está activa.
8. Dualidad
El sueño y la vigilia son estados de la actividad mental, cuya característica es la presencia de un conocedor y un conocido, o un pensador y un pensamiento, uno siendo consciente del otro. Por lo tanto, la actividad mental se define como el estado de dualidad, la dualidad es el sujeto y el objeto.