Extractos - Michael James
La Naturaleza de la Realidad
Parte 2: La persona imaginaria, Dios y el mundo / Ser y hacer
Por Michael JamesEN cada estado de experiencia dualista ―es decir, en cada uno de los muchos sueños que experimentamos, de los que nuestro estado de vigilia presente es solo uno― devenimos una persona, que es una parte íntima de ese estado dualista, y que, por lo tanto, está enteramente atrapada en la realidad aparente de todo lo que experimenta en ese estado. Puesto que todo lo que experimentamos en cualquier estado de dualidad es un producto de nuestra imaginación, la persona imaginaria por la que nos tomamos erróneamente siempre que experimentamos un estado tal, no es más real que cualquiera de todas las otras gentes y cosas imaginarias que experimentamos en ese estado.
La única cosa en esta persona imaginaria que le distingue de todas las otras gentes imaginarias en ese estado, es que nuestra experiencia de esta persona imaginaria está mezclada y confundida con la consciencia «yo soy», y, por lo tanto, sentimos «yo soy esta persona que está experimentando todo esto». Debido a que nos imaginamos así ser esta persona experimentadora, que es una parte del mundo que estamos experimentando en ese estado, devenimos atrapados y enredados en la realidad aparente de todo lo que estamos experimentando entonces.
Es decir, debido a que confundimos la consciencia esencial «yo soy» con esta persona imaginaria, que parece estar experimentando el estado actual, la tomamos erróneamente por real. Y debido a que así atribuimos realidad a esta persona experimentadora, atribuimos con ello el mismo grado de realidad a todo lo que está experimentando. Por lo tanto, aunque todo lo que experimentamos es solo tan real como esta persona experimentadora, que imaginamos que es nosotros, todo lo que experimentamos de hecho obtiene su realidad aparente solo de esta persona experimentadora, que a su vez obtiene su realidad aparente solo de la auto-consciencia esencial «yo soy». En un sueño, algunas veces podemos pensar que solo estamos soñando, pero incluso entonces somos incapaces de cambiar lo que estamos experimentando en ese sueño. Puesto que el sueño es nuestra imaginación, ¿por qué no podemos imaginarlo de cualquier modo que deseemos?
La razón es que nosotros, que deseamos cambiar esa experiencia imaginaria, somos una parte de ella. Debido a que nos hemos imaginado ser una persona que no solo está experimentando un mundo imaginario, sino que es también una parte de ese mundo imaginario, hemos devenido en efecto una ficción de nuestra imaginación. Al ser una parte del sueño que hemos imaginado, no tenemos poder para cambiarlo. Nuestro poder de imaginación es tan intenso y vívido que siempre que imaginamos algo, devenimos atrapados en nuestra imaginación.
Puesto que nosotros, que experimentamos nuestra imaginación, somos incapaces de controlarla, ¿quién o qué la controla? ¿Está fluyendo al azar, o está siendo regulada de alguna manera? Aunque a menudo parece haber un elemento de desorden y azar en los acontecimientos que experimentamos en un sueño, al menos en nuestro mundo de vigilia parece haber un alto grado de orden y regularidad. ¿Cuál es entonces el poder o fuerza controladora que regula todos los acontecimientos que experimentamos en este mundo imaginario que estamos experimentando ahora? Claramente no es nosotros como un individuo, debido a que como una parte de este mundo imaginario, estamos sujetos al orden por el que está fluyendo. No podemos cambiar este mundo a voluntad, lo mismo que no podemos cambiar nuestro mundo soñado a voluntad.
Aunque el mundo que experimentamos es un producto de nuestra imaginación, como un individuo en este mundo, somos incapaces de regular el orden por el que está fluyendo. Por lo tanto, el poder que está regulando este mundo imaginario está separado de este individuo que nos imaginamos ser ahora. ¿Cuál es entonces ese poder? ¿Es nuestro sí mismo real?
No, no puede ser nuestro sí mismo real, debido a que él es solo ser, y no conoce nada más que mero ser. Nuestro sí mismo real es solo la consciencia esencial de ser, «yo soy», y puesto que solo conoce su propio ser, en su visión no hay ninguna imaginación ni ningún producto de la imaginación. Puesto que es infinito, ininterrumpido y no-dual, solo él existe verdaderamente, y no hay nada más que él para conocerle. Es decir, nuestro sí mismo real es la realidad absoluta, y como tal no tiene ninguna función, sino que es solo el substrato, soporte y única sustancia verdadera de este mundo de relatividad y dualidad.
Puesto que no es nosotros como la mente individual, ni como nuestro sí mismo real, el poder que regula todo lo que imaginamos aparece ante nosotros como algo separado. Ese poder aparentemente separado es a lo que comúnmente nos referimos como «Dios».
Aunque Dios parece estar separado de nosotros, su separatividad existe solo en la visión distorsionada y limitada de la mente. En la visión ilimitada de Dios, ni nosotros ni este mundo estamos separados de él, sino que somos solo formas distorsionadas de su propio ser esencial.
En realidad, Dios no es otro que nuestro sí mismo real, pero lo que le distingue aparentemente de nuestro sí mismo real es su función. La única «función» de nuestro sí mismo real es ser, mientras que la función de Dios es regular este mundo entero de nuestra imaginación. Debido a que él tiene esta función de regular o gobernar este mundo entero, Dios es en efecto una entidad o ser que está separado tanto del mundo como de nosotros como individuos.
En realidad, ni este mundo, que imaginamos que experimentamos a través de los cinco sentidos, ni Dios, que regula exactamente lo que experimentamos en este mundo, están separados de nosotros, es decir, de nuestro sí mismo real. Sin embargo, debido a que nos hemos separado como una mente o consciencia individual finita, tanto el mundo como Dios parecen estar separados de nosotros. Por lo tanto, la causa raíz de la separación o división aparente que experimentamos entre nosotros, el mundo y Dios, es nuestra imaginación básica de que somos una consciencia individual separada.
En un estado exento de forma, no puede haber ninguna separación, de modo que somos capaces de separarnos solo imaginándonos ser una forma. Debido a que nos imaginamos ser una forma distinta, también parecen existir otras formas que están separadas de nosotros. La forma básica que imaginamos ser nosotros es nuestro cuerpo físico, pero al imaginarnos ser este cuerpo, también damos surgimiento a una forma más sutil, a saber, la mente, que es la consciencia individual que siente «yo soy este cuerpo», y con ello nos sentimos ser esta forma más sutil también. Así pues, la forma que nos distingue como un individuo es una forma compuesta que consiste en la forma física de este cuerpo y la forma sutil de esta mente.
Al imaginar ser nosotros esta forma compuesta, nos dividimos o separamos aparentemente de nuestra realidad absoluta ―nuestro sí mismo real sin-forma, infinito e indivisible― y habiéndonos separado así, experimentamos nuestro sí mismo como otras dos entidades básicas, a saber, el mundo y Dios. Debido a que imaginamos el mundo y Dios como separados de nosotros, imaginamos que son formas como nosotros. Por lo tanto, en el verso 4 de Ulladu Narpadu Sri Ramana dice:
Si somos una forma, el mundo y Dios son lo mismo. Si no somos una forma, ¿quién podría ver su forma [del mundo y Dios], [y] cómo? ¿Puede la vista [lo que quiera que es visto] ser otra que el ojo [la consciencia que lo ve]? Nosotros, ese ojo [la consciencia sin-forma «yo soy»], somos el ojo ilimitado [la consciencia infinita].
La forma en la que este mundo existe en nuestra imaginación es una forma física, lo mismo que nuestro cuerpo físico, y la forma en la que Dios existe en nuestra imaginación es una forma más sutil, lo mismo que la mente. Lo mismo que no podemos ver la mente como una entidad física, no podemos ver a Dios como una entidad física, pero eso no significa que él no tenga una forma. Aunque no podemos ver su forma de la misma manera en que vemos la forma física de este mundo, por esa razón él no es menos real que este mundo.
Lo mismo que la mente es el alma que anima la forma física de nuestro cuerpo, así también Dios es el alma que anima la forma física de este mundo entero. No podemos ver la mente en el cuerpo físico de otra persona, pero por la conducta de ese cuerpo físico, somos capaces de inferir que una mente está presente dentro de él. De la misma manera, somos capaces de inferir la presencia de Dios en este mundo aunque no podamos verle.
Lo mismo que la mente es una forma sutil e intangible, una forma que experimentamos como nuestro primer pensamiento «yo», así también Dios es una forma sutil e intangible, una forma que podemos experimentar solo como un pensamiento, un concepto, una creencia o una imagen mental. Sin embargo, aunque la forma de Dios como le conocemos es solo un pensamiento o imagen mental, esto no significa que él sea irreal. Como una forma o ser separado, Dios es tan real como este mundo y como nuestro sí mismo individual.
Incluso las formas físicas de nuestro cuerpo y de este universo entero, son efectivamente solo pensamientos o imágenes mentales, pero eso no significa que sean irreales. Nuestro sí mismo individual, el mundo y Dios son todos pensamientos, y como tales son reales, pero solo relativamente reales. Como entidades separadas, ninguno de ellos es la realidad absoluta, pero cada uno es una realidad relativa. El mundo y Dios son tan reales como la mente, la consciencia individual, que los experimenta como imágenes mentales.
Como imágenes mentales distintas, no solo el mundo y Dios sino incluso nuestro sí mismo o mente individual, existen solo en nuestra imaginación. Tan pronto como nos imaginamos ser un individuo separado, el mundo y Dios también vienen a la existencia como entidades separadas. La realidad de cada una de estas tres entidades básicas, es inseparable de la realidad de las otras dos. Aunque las tres son imaginarias, mientras experimentemos la existencia de nosotros como un individuo, también experimentaremos la existencia del mundo y de Dios.
Como Sri Ramana dice en el párrafo diecisiete de Nan Yar?, que discutimos en el capítulo anterior:
Eso que existe realmente es solo atma-svarupa [nuestro sí mismo esencial]. El mundo, el alma y Dios son kalpanaigal [imaginaciones, creaciones o fabricaciones mentales] en nuestro sí mismo esencial, lo mismo que la plata imaginaria que vemos en una concha. Estos tres elementos básicos de relatividad o dualidad aparecen al mismo tiempo y desaparecen al mismo tiempo. Solo svarupa [nuestra «propia forma» o sí mismo esencial] es el mundo; solo svarupa es «yo» [la mente o sí mismo individual]; solo svarupa es Dios; todo es siva ―svarupa [nuestro sí mismo esencial, que es siva, la única realidad absoluta verdaderamente existente].
Por lo tanto, aunque Dios como una entidad separada es solo una ficción de nuestra imaginación, él es sin embargo tan real como este mundo, y también tan real como la mente, que le imagina ser separado de sí misma. Mientras experimentemos la mente como si fuera real, no podemos negar la realidad relativa de Dios. Puesto que él es el poder infinitamente sutil que regula todo lo que experimentamos en este o en cualquier otro mundo, él es tan real como todo lo demás que experimentamos.
Ser y hacer
Aunque en la visión limitada y distorsionada de la mente Dios parece cumplir ciertas funciones, en realidad él es solo ser, y, por consiguiente, no hace nada. Todas las funciones que parece hacer acontecen debido a su mera presencia, sin que él haga nada realmente…
Lo mismo que el sol, cuya mera presencia causa que muchas cosas acontezcan en esta tierra, Dios no tiene deseo o intención, y, por consiguiente, él nunca hace ningún esfuerzo por hacer nada, y sin embargo su mera presencia causa que todos los seres vivos actúen, cada uno acordemente a su propio destino e inclinaciones personales. Aunque todo lo que acontece, acontece debido a su mera presencia, él permanece completamente inafectado por cualquier cosa que acontezca ―ni por ninguna acción ni por sus efectos. Él no hace nada, y no es afectado por nada que parezca ser hecho, debido a que él es ser puro.
Ser es la «eseidad» o esencia única, no-dual, indivisa e infinita de todo lo que es, y como tal solo es, y nunca hace nada. Lo que quiera que nosotros o cualquier otra cosa parezcamos hacer, nuestra «eseidad» o ser esencial permanece como él es. Todo karma, toda acción o «hacer», es finito y por lo tanto relativo y superficial. Eso que es infinito, absoluto y esencial es solo ser. Todo «hacer» depende de «ser», y solo puede acontecer en la presencia de «ser». A no ser que seamos, no podemos hacer, pero lo que quiera que hagamos de ninguna manera afecta, cambia o modifica el hecho de que somos. Ser por lo tanto trasciende todas las formas de hacer.
Dios es la infinitud o plenitud de ser. Él es la «eseidad» o esencia de todo lo que es. Debido a que él es la esencia de todo, él está presente en todas partes, en todos los lugares y en todos los tiempos. Su presencia omnipenetrante es por lo tanto solo su ser, que es el ser o «eseidad» esencial de todo. Debido a que él es el único todo o plenitud infinita de ser, nada puede existir aparte de él, y, por consiguiente, él está presente en todo como todo.
Debido a que él es todo, también se dice que él es mahakarta, el «gran hacedor», o sarvakarta, el «omnihacedor», el que hace todo, incluyendo las cinco acciones fundamentales o panchakrityas, a saber srishti, la creación o proyección de esta apariencia de dualidad entera, que llamamos el «mundo» o «universo», shiti, el sostenimiento o mantenimiento de esta apariencia, samhara, la disolución o retirada de esta apariencia, tirodhana o tirobhava, la ocultación o velamiento de la realidad, que no solo permite que srishti, sthiti y samhara tengan lugar, sino que también permite más específicamente que los seres vivos continúen haciendo karmas y experimentando sus consecuencias mientras tengan deseo de hacerlo, y anugraha o gracia, la revelación de la realidad, que nos permite experimentar el auto-conocimiento verdadero y con ello trascender el estado de dualidad irreal en el que todos estos panchakrityas parecen acontecer.
Sin embargo, aunque en nuestra perspectiva limitada, parece que Dios hace estas «cinco acciones» o panchakrityas, de hecho él no hace nada. Él solo es, y debido a su mera presencia de su «eseidad» o ser, todos estos panchakrityas acontecen automática y espontáneamente.
Por lo tanto, si deseamos decir que Dios hace todo, eso es verdadero solo en el sentido en que él lo hace todo solo siendo. Por eso es por lo que Sri Ramana dice que estos panchakrityas acontecen debido a isan sannidhana visesha matra, que significa debido a «nada sino la naturaleza especial de la presencia de Dios».
El hecho de que Dios es solo la plenitud de ser infinita y por lo tanto no hace nada, es la verdad última y absoluta. Sin embargo, desde el punto de vista limitado de la mente finita, el hecho de que él esté separado de nosotros y tenga ciertas funciones que cumplir, es relativamente real. Es decir, mientras nos sintamos ser un hacedor de acción, nos parecerá que las funciones de Dios son acciones que él está haciendo efectivamente.
Mientras una acción sea hecha, tiene que haber algo o alguien que esté haciendo esa acción, de modo que desde nuestro punto de vista relativo, estamos acertados al creer que Dios es el hacedor último de todo. El hecho de que él es solo ser, y que debido a su mero ser o presencia todas las acciones parecen ser hechas, solo puede ser comprendido plenamente por nosotros cuando nos experimentemos como solo ser, y con ello descubramos que nunca hemos hecho nada, y que toda acción o «hacer» era una mera imaginación que existía solo en la visión distorsionada de la mente irreal.
Todo «hacer» es meramente una distorsión de ser. Aunque ser es verdaderamente la única realidad, y aunque solo es, en la visión limitada y distorsionada de la mente es experimentado como hacer. Aunque todo hacer es una apariencia irreal, al ser una mera ficción de nuestra imaginación, no podría siquiera parecer ser real si no estuviera soportado por la realidad de ser subyacente. Antes de que podamos imaginar que estamos haciendo algo, primero debemos saber que somos. La imaginación de que estamos haciendo aparece y desaparece, pero el conocimiento de que somos permanece. Puesto que solo nuestro ser permanece, es la única realidad permanente y absoluta, y por lo tanto la apariencia de hacer, es una ilusión que puede acontecer debido solo a ser, o más bien, debido a la visión de ser distorsionada de la mente.
La realidad absoluta y relativa
Por lo tanto, en la filosofía no-dualista del vedanta advaita, se hace siempre una distinción importante entre la realidad absoluta y la realidad relativa, que en sánscrito son llamadas respectivamente satya paramarthika y satya vyavaharika. La palabra satya significa «verdad» o «realidad», y la palabra paramarthika es una forma adjetival de paramartha, que en este contexto significa la «sustancia última» o esencia. Así pues, el término satya paramarthika, que usualmente es traducido como la «realidad suprema» o la «realidad absoluta», significa literalmente la realidad que es la sustancia última o esencia de todas las cosas. La palabra vyavaharika es una forma adjetival de vyavahara, que significa hacer, acción, práctica, conducta, comportamiento, ocupación, actividad o cualquier interacción mundana tal como negocio, tráfico, comercio o litigio, y así satya vyavaharika significa realidad mundana, práctica o interactiva. Por consiguiente, en el vedanta advaita, el término satya vyavaharika es usado para denotar la realidad relativa de la mente y todo lo que experimenta, mientras el término satya paramarthika es usado para denotar la realidad absoluta de nuestro ser esencial.
Además de estas dos formas de realidad completamente distintas, algunos eruditos gustan distinguir una tercera forma de realidad llamada satya pratibhasika. La palabra pratibhasika es una forma adjetival de pratibhasa, que significa una apariencia, una semblanza o una ilusión, y así satya pratibhasika significa «realidad aparente» o «realidad ilusoria». En ciertos textos filosóficos del vedanta, el mundo que experimentamos en el estado de vigilia es descrito como satya vyavaharika o «realidad práctica», mientras que el mundo que experimentamos en un sueño es descrito como satya pratibhasika o «realidad aparente». Sin embargo, los mismos textos también dicen que ciertas cosas que experimentamos en el estado de vigilia, tales como un espejismo o la ilusión de una serpiente en una cuerda, no son satya vyavaharika sino solo satya pratibhasika. Así pues, la distinción que se supone que existe entre satya vyavaharika y satya pratibhasika, es que la primera es una realidad experimentada «objetivamente» por muchas gentes, mientras que la segunda es una realidad experimentada «subjetivamente» por una sola persona.
Sin embargo, esta distinción es falsa, y parece ser verdadera solo en relación a nuestra experiencia presente en este mundo de vigilia. Lo mismo que ahora imaginamos que este mundo de vigilia es experimentado objetivamente por muchas gentes, así también en el sueño imaginábamos que ese mundo soñado era experimentado objetivamente por muchas gentes. En ambos estados, sin embargo, las «muchas gentes» existen solo como imágenes en la mente. Todas las formas de realidad relativa o satya vyavaharika, son de hecho solo una ilusión, una realidad aparente o satya pratibhasika, y a la inversa, todas las formas de realidad aparente, son reales en relación a la mente que las experimenta. Por lo tanto, aunque la distinción entre satya vyavaharika y satya pratibhasika pueda parecer ser verdadera desde un punto de vista mundano, desde un punto de vista estrictamente filosófico, ambos términos denotan la misma forma de realidad, la realidad relativa pero ilusoria experimentada por la mente.
Básicamente hay solo dos formas de realidad, realidad absoluta y realidad relativa. Todo lo que experimentamos es o absolutamente real o solo relativamente real. Puesto que verdaderamente solo puede haber una realidad absoluta, todo lo demás es solo una forma de realidad relativa. Aunque podamos ser capaces de distinguir diferentes formas de realidad relativa, tales distinciones no son de ninguna utilidad para nosotros si nuestro objetivo es experimentar la realidad absoluta.
Distinguimos la realidad relativa de la realidad absoluta debido solo a que, para experimentar la realidad absoluta, debemos aprender a ignorar todo lo que no es absolutamente real, y focalizar la atención solo en eso que es absolutamente real. Sin embargo, cuando experimentemos efectivamente la realidad absoluta como ella es, descubriremos que solo ella existe, y que no hay nada más que ella. En ese estado, toda realidad relativa se habrá sumergido y desaparecido, al encontrarse que no es nada más que la única realidad absoluta, infinita, indivisa y no-dual.
Algunos filósofos académicos describen la realidad absoluta y la realidad relativa como si fueran diferentes «niveles» o «planos» de realidad. Sin embargo, la realidad absoluta y la realidad relativa no pueden ser comparadas de esta manera. La realidad absoluta es absolutamente real, de modo que ella no es relativa a nada, y por lo tanto no puede ser comparada de ninguna manera a nada más.
Sin embargo, desde la perspectiva limitada y distorsionada de la realidad relativa, tenemos que decir que la realidad absoluta es el fundamento, substrato o soporte último de toda esta realidad relativa. Por lo tanto, aunque la realidad absoluta no esté relacionada de ninguna manera con la realidad relativa, la realidad relativa está relacionada íntima, intrínseca e inevitablemente con la realidad absoluta, debido a que depende enteramente de ella. Es decir, toda relatividad depende para su propia realidad aparente de la realidad verdadera de la única esencia absoluta, que es nuestro ser auto-consciente o «soydad», mientras que esta esencia absoluta no depende de nada más.
El concepto de tal relación unilateral carecería de significado y sería autocontradictorio si estuviera formado con respecto a cualquier otra relación que no sea esta «relación» entre la realidad absoluta y la realidad relativa. Sin embargo, no podemos explicar esta «relación» particular de otro modo que como una relación unilateral, debido a que de los dos asociados de esta relación, solo el primero es verdaderamente real, mientras que el segundo es una mera apariencia ―una ilusión que existe solo en la perspectiva de la mente, que es ella misma parte de la ilusión que experimenta.
Por lo tanto, el concepto de «niveles» o «planos» de realidad puede ser aplicado solo a las diversas formas de realidad relativa. Mientras la realidad relativa parezca existir, puede parecer que hay cualquier número de «niveles» o «planos» diferentes de tal realidad. Sin embargo, puesto que nuestro objetivo es trascender toda realidad relativa y experimentar solo la realidad no-dual absoluta, no necesitamos preocuparnos de ningún análisis ni de discusiones sobre cualesquiera «niveles» o «planos» de realidad diferentes, debido a que en verdad solo hay una única realidad, y somos eso.
La raíz de todos los problemas relativos que experimentamos en nuestra vida, es la mente. La mente, por su poder de imaginación, crea toda la dualidad y la relatividad, y la dualidad y la relatividad dan surgimiento inevitablemente al conflicto y a la complejidad. Los problemas del mundo relativo persistirán en una forma u otra mientras busquemos resolverlos solo por medios relativos.
Ninguna solución relativa puede resolver un problema relativo perfecta o absolutamente. Tan pronto como un problema relativo es resuelto, o parece ser resuelto, otro problema relativo salta. En un mundo relativo, por lo tanto, una vida libre de problemas es inconcebible. La utopía nunca puede ser experimentada en un mundo de dualidad y relatividad, sino solo en un estado más allá de toda dualidad y relatividad ―en un estado de no-dualidad absoluta.
Puesto que toda dualidad y relatividad son experimentadas solo dentro de la mente, si deseamos encontrar una solución perfecta a todos los problemas relativos de la vida, debemos mirar más allá de la mente a la realidad absoluta que subyace a su apariencia. La mente es una forma relativa de consciencia y como tal es extremadamente compleja y cargada de problemas. En realidad, la mente prospera con la complejidad y los problemas, y huye instintivamente de un estado perfectamente simple y libre de problemas de auto-consciencia no-dual. ¿Por qué? Porque en un estado de consciencia no-dual perfectamente clara, un estado de auto-conocimiento simple y verdadero, la mente no puede sobrevivir.
Al ser un fantasma ilusorio, la mente puede parecer existir solo en la confusión y oscuridad de la compleja dualidad de su propio estado auto-creado de consciencia relativa. En el estado de auto-consciencia no-dual perfectamente clara, todo lo que se conoce es la consciencia simple de nuestro ser, «yo soy». En la claridad de tal auto-consciencia no-dual absoluta, por lo tanto, la apariencia ilusoria de la consciencia relativa que conoce objetos llamada «mente» ―la consciencia que no siente meramente «yo soy», sino «estoy conociendo esto» o «estoy conociendo eso»― se disolverá y desaparecerá.