David Rodrigo
La solución del mal
Proceso de Saberse Verdad
Por David RodrigoLlena tu inteligencia y tu voluntad de:
- Fe en la Enseñanza tradicional, la que no tiene dueño y es de todos por igual, con la única jerarquía de si es o no deseada y con qué intensidad, y que te muestra que tú eres lo innegable, la Luz ―quien ve―, que tanto ilumina como oscurece en sí misma el mundo ordinario y sobrehumano, lo visto por cualquier ser en cualquier lugar y tiempo. Lo innegable es la Verdad, lo que existe siempre y es siempre igual: Existencia misma.
No hay nada que no sea Verdad. No hay nada más allá ni fuera de la Verdad.
Yo soy.
La Verdad es Luz: Consciencia auto-luminosa, que existe siempre y es siempre igual.
Yo sé.
¿Y los cambios?
Son vistos y sentidos, pero no modifican la Verdad, donde suceden.
Eso es la Enseñanza.
El estudio tradicional con el maestro/a competente de las Escrituras, con devoción, inteligencia y soberanía, es un método común ―universal― para realizarla, que es realizarse; es una forma de tu vida destinada al fin último de toda vida.
- Esperanza -- determinación, puedes lograr lo que deseas, está a tu alcance. Donde hay voluntad, hay camino. Tan cierto como el diario amanecer.
- Compasión -- solidaridad con el sufrimiento ajeno, empatía.
- Amor -- veneración apasionada a lo más Grande ―lo ilimitado― y no simple amor empequeñecido en pasión de necesidad, dependencia y vulnerabilidad del ego identificado con los placeres y miedos que siente a través del cuerpo presente.
- Alegre auto-disciplina, atención, auto-control para ser maestro/a de tu mente, emociones, sentidos de percepción y órganos de acción. Así purificas tu alma. Es decir, vas pudiendo concentrarte en la búsqueda auténtica de lo más profundo de tu ser.
Si sigues bien guiado acabarás sintiendo directamente la Verdad: Vida, Luz, Infinitud, como tu propio ser.
- Fortaleza para seguir, sorteando obstáculos, sin mirar, es decir, sea lo que sea aquello que te distrae, que te saca de tu vida que es la realización de la Verdad. Sé como el agua topándose en ocasiones con grandes rocas que no puede arrastrar ni destruir, pero que esquiva continuando su camino. No te detengas en tu objetivo vital o serás la encarnación de la tristeza. ¿Qué puede dar la tristeza? Se da lo que se tiene.
Trae tu objetivo al presente en tu vida. Aquí y ahora. Si lo dejas para el futuro, para "otro momento mejor, más fácil, menos dramático", te debilitas y puede que no llegue a materializarse con suficiente fuerza transformadora jamás porque tu propia decisión te hace débil al creerte el disfraz de tu incapacidad, de la duda.
Alimenta tu fortaleza interior sabiendo con claridad que lo que estás haciendo ―recrear tu vida con claridad y soberanía con elementos que favorecen tu concentración en la Verdad directa, lo cual implica recolocar, poner y quitar― no es sólo el deseo más grande de tu alma sino el objetivo último de toda existencia. Esos "elementos" incluyen personas que amamos. Por ello, suele ser un proceso extremadamente duro y doloroso de readaptación, no necesariamente de ruptura.
- Paz interior -- pase lo que pase externamente para no ir dando tumbos con los acontecimientos que te sacan de ti alejándote de tu voluntad, cual hormiguita caída en el río, que hoy grita "¡soy feliz!" relajada sobre una hojita en aguas tranquilas, no viendo el torrente rabioso unos metros más allá. Mañana escupirá, maldecirá y negará en desesperación. Viviendo así esclavo de la duda, la confusión y el dolor.
Amigo mío, aclárate, reafírmate en tu centro, en tu inteligencia y voluntad puras. Madura, de una vez, estableciéndote en tu paz interior, flexible e inquebrantable por el viento afuera. No mueras con la ignorancia de un recién nacido pero con toda la suciedad acumulada en vida vieja.
- Renuncia -- no hay otra misión. No tienes ninguna otra responsabilidad ni objetivo más que conocerte completo. Deja ya de arrastrar penosamente la cruz del martirio. Sólo así serás Luz que guía bien a otros, al mundo, si es que hay alguien ahí interesado en la expresión de la Luz a través de ti. Si no lo hay, no es asunto tuyo. ¿Quién te has creído que eres para cambiar el destino, el deseo, de la gente, Dios?
- Siente siempre ―continuamente, sin fragmentos, sin ruptura, independientemente de la confusión de los seres y, por tanto, de sus formas, expresiones y acciones―, el Espíritu uno de la Vida misma, plenitud que es y se siente por sí mismo, en sí mismo, Solo, pura Luz, Consciencia, y entiéndelo como tu verdadero ser.
Para eso meditamos con consciencia. Meditar con consciencia es ser consciente de la consciencia pura, de la consciencia en sí misma, como el propio ser, distinguiéndola de la consciencia iluminando y asumiendo formas limitadas, diferenciadas, y sus resultantes relaciones y experiencias, tanto dentro como fuera de tu propia mente.
Es decir, cosas y seres externos y tus impresiones de mundo como ser individual.
Distinguiendo así la consciencia pura de la que ilumina y asume la maravilla de la multiplicidad infinita de las formas y la acción no negamos esta última, sino que negamos la separación; y negar la separación es negar la dualidad; y negar la dualidad es reconocer la Verdad que existe siempre y es siempre igual, donde todo sucede y nada cambia; y reconocer la Verdad es realizar la Verdad; y realizar la Verdad es ser la Verdad: Saberse Verdad.
Haz esto y te colmarás para siempre de Paz completa, Conocimiento absoluto, Felicidad plena y Vida eterna, porque en la Verdad de tu propio ser no hay deseo porque no hay otro, sino plenitud; no hay dependencia ni vulnerabilidad sino Libertad; no hay pasión de necesidad sino Amor dichoso que brota espontáneamente de tu ser sin límites; no hay esfuerzo sino siendo; es eterno porque no hay tiempo. Haz esto o similar ―lenguaje diferente apuntando a lo mismo― y te reconocerás.
Te reconocerás como lo que eras antes del nacimiento de tu cuerpo presente, durante su vida y tras su muerte. Tu cuerpo viene de ti, es en ti y va a ti. Tú eres el Espíritu uno de la Vida misma, que es y se siente por sí mismo, en sí mismo, Solo, ya que es Luz auto-luminosa, "la Luz del mundo" (Evangelio según San Juan), que para ti habita ahora en tu cuerpo individual presente para experimentar el fruto de tu acción ignorante de ti mismo, alimentar tu dolor ―efecto de tu confusión―, o liberarte completamente negando tu confusión sobre uno mismo.
¡Blasfemia! ― se desgarran las ropas los del templo del mercado.
"El Padre existe en mí, y yo existo en el Padre", "yo y el Padre somos uno" (ibid), no prueba sólo al Mensajero, sino a todos los seres creados, es decir, que aparecen en la Existencia: una sola Existencia, sin partes en sí, que a veces llamamos Dios, otras, Ser, otras individuos.
Eso es la Verdad, lo que existe siempre y es siempre igual. No hay nada fuera de la Verdad, no hay nada que no sea Verdad. Sólo lo parece. Eso es la ignorancia innata de quien nace creyendo ser diferente a la Verdad, de quien adquiere la idea de haber sido creado como parte individual del conjunto del mundo por parte de un creador, personificado en Dios o despersonificado en la Naturaleza o el Universo.
La Verdad es el Espíritu Santo de la Vida una, Existencia misma, sin principio, fin ni diferenciación. Tú eres Eso y lo reconoces directamente sintiendo en sí la Luz en ti, pura Consciencia auto-luminosa independiente de la acción diversa y, a la vez, energía pura en movimiento que hace aparecer la infinita multiplicidad de la acción en su propia Luz, en tu verdadero Yo ilimitado que existe dentro y fuera de las vallas porosas de tus cuerpos (físico y sutil), el espacio y el tiempo, sustancias discontinuas o continuidad que se rompe (cambia) acogiendo atributos discontinuos.
Haz esto y te reconocerás en cada experiencia de placer y dolor en tu cuerpo-mente estando colmado de tu propia Felicidad completa e intocable, que no es efecto de ninguna acción ni nacimiento, sino que es tu propia naturaleza, la Vida misma que es y se conoce a sí misma, por sí misma, para sí misma, pues Eso es la Verdad, lo que existe siempre, en todo y es siempre igual. "Existe en todo" no significa que la Verdad tenga partes diferentes que verdaderamente la modifican sino que no hay nada fuera de la Verdad y que no hay cambio en la Verdad. "Todo, fuera, etc." son meras palabras para mostrarte la Verdad que eres pero que ahora no reconoces completamente. Las palabras jamás van a iluminarte la Verdad, ya que ésta sólo se conoce directamente, a sí misma por sí misma, pues es Luz, auto-luminosa, independiente, por tanto. Las palabras y sus ideas y objetos son iluminados por la Luz y no al revés.
Entonces, ¿por qué debe haber Palabra?
Para negarte la confusión, no para iluminar la Verdad.
En cuento niegues completamente la confusión, la Verdad brilla por sí misma, como siempre, ninguna novedad, salvo que entonces la reconoces claramente, porque no hay ocultismo, no hay dedicación a la oscuridad.
Por eso la Palabra.
Niega tu confusión sobre uno mismo con su contrario, el conocimiento correcto de uno mismo, y te reconocerás sin método, maestro/a ni Señor, directamente.
Sólo esto es el sentido del nacimiento: reconocerse completamente.
Mientras tanto sólo se experimenta limitación en forma de placer y dolor en función de la acción buena o mala ―respectivamente y según el juicio relativo del mundo de las apariencias―, que es ordenada y ejecutada por tu mente confundida, sin saber de sí, sin noticias de uno mismo.
No hay mandamientos fijos en el mundo de bien y mal, sino generalidades. No existe el bien ni el mal absolutos en el mundo. Conoce la persona detrás de la acción maléfica y llegarás a amarla.
Por ejemplo, comer carne o beber alcohol es considerado pecado en la India tradicional más espiritual, pero no en otros lugares, no por ello necesariamente menos espirituales. O en ocasiones decir una mentira u ocultar la verdad es preferible para no causar un dolor más grande. Todos conocemos muchos ejemplos de esto último, ¿verdad? "Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra" (ibid). O incluso matar en ocasiones es necesario, como Dios mismo en la forma de Krishna explica a su discípulo en la forma de Arjuna en su Bhagavad Guita ―forma de Palabra―, o como el sacrificio de animales en ciertos rituales védicos.
Este mal necesario para un bien superior no significa que el mal no sea mal ni que deje de producir dolor a quien lo ejecuta, sino que, si verdaderamente se enmarca y si es necesario para materializar un bien superior y no es mero fruto de la fantasía y el deseo del ego, el dolor efecto del mal se experimenta al madurar la felicidad efecto del bien en el que la acción maléfica se incluye, de modo que la experiencia de mal sólo restará levemente a la experiencia de felicidad superior provocada por el bien superior en aquella acción tacada de mal inferior que causa dicha experiencia. Con esa misma proporción es el resultado: experiencia de felicidad con cierto dolor, de luz con cierta oscuridad, de verdad con cierto error. Incluso el Cielo contiene cierto dolor y mal en sus entrañas, aunque poco notorio cuando se está inmerso en esa experiencia celestial que, por otra parte, es efímera, como todas las que son resultado de la acción "karma". Y perder el Cielo es nuevamente doloroso.
La realización de tu propio ser no es efecto de ninguna acción. Por tanto, tu verdadero ser:
- - no se logra
- - no se crea (no nace)
- - no se purifica
- - no se transforma (no se mezcla con otra cosa diferente dando lugar a otra cosa)
- - no se pierde (no muere)
- - no degenera
- - no es mantenido
Hay que aprender a leer el libro abierto de la vida en el mundo para saber adaptar las recomendaciones generales de bien y mal a cada situación personal, pero sin moverse por el ego (ideas equivocadas sobre uno mismo: "yo soy esto, esto es mío"…) sino por el bien superior, es decir, más allá tanto del egoísmo como del ego.
No existe jamás perfección ni belleza pura, ni bien total, en la ignorancia, es decir, en la identificación de uno mismo con el ser individual, que es quien ilumina la dualidad aceptando que su percepción es la Verdad, y pensando, sintiendo y actuando en consecuencia y experimentando el resultado de todo ello en forma de placer y dolor limitados, caras de la misma moneda de ignorancia.
El ser individual o complejo de mente-cuerpo es por naturaleza imperfecto como igualmente imperfecta es su obra. Lo individual es imperfección y lucha en sí. Es lo que hay. No podemos evitarlo. No lo hemos inventado nosotros.
Ahora, podemos luchar para seguir luchando o para vencer. Vencer es dejar de luchar, no por incapacidad o hastío sino por victoria definitiva, que sólo sucede en la realización de la perfección de ser, de la Vida en toda su plenitud.
Buscando la perfección en lo imperfecto se vive en vano. ¡Y es un verdadero crimen malgastar la vida humana!
La purificación del propio mente-corazón-cuerpo es finalmente abandonar la identificación con sus movimientos, mezclas e imperfección de modo que estos dejan de ser un velo oscuro que cubre lo perfecto, su propio ser interior. Purificación del individuo no es por tanto empecinarse inútilmente en convertir en perfecto lo naturalmente imperfecto, el mente-cuerpo, sino en lograr trascenderlos ―penetrar en su ser interior― para realizar directamente lo naturalmente perfecto.
Obrar correctamente es hacer eso posible mediante el hacer apuntado en los puntos de arriba, etc. "Etc." quiere decir mediante cualquier forma y lenguaje que a ello señale claramente, sin distracciones que se pierden en ramas muertas ―inútiles― separadas del árbol completo del método de reconocimiento de la Verdad, del árbol Proceso de Saberse Verdad, cuyas raíces se nutren del Cielo y no de la tierra.
El mal tiene solución definitiva, que no es simplemente hacer el bien relativo y condicionado, sino que finalmente es negar la ignorancia original, con la que nace todo lo que se identifica con lo nacido: tu mente o cuerpo sutil, que es eterna y transmigra de cuerpo en cuerpo, muerte tras muerte. Al negar conscientemente y bien guiado, la idea, mental, por tanto, de realidad en los seres vistos efímeros, individuales, sentidos en continúa necesidad y lucha y que obran ―bien, mal o mezclado― y experimentan consecuentemente placer, dolor o mezcla, uno se despierta del sueño de vigilia de los sentidos que llamamos vida y realidad y reconoce directamente ―igual que ahora vemos sólo cosas y seres individuales― la Vida en toda su plenitud.
La Vida en Verdad está más allá del bien y del mal, porque no hay acción, ya que no hay diferenciación ―no hay otro ni partes en el uno―, y toda acción requiere para producirse de la trinidad de quien actúa (sujeto), la acción (método) y objeto en el que se actúa.
No hay acción en la Verdad, pero ¡Dios mío, cuánto hay que arremangarse y luchar para girar radicalmente el fluir del propio pensar y sentir en la ignorancia innata! Luchar a muerte contra la ignorancia pero con el arma adecuada: el fuego del Conocimiento de lo innegable, la Luz que ilumina y oculta en sí misma el mundo conocido y desconocido reconociéndola directamente, siéndola siempre y sin permiso, ya que es el propio ser de uno mismo.
Caminante sí hay camino; el primer paso es tu inteligencia y tu voluntad decidida y bien orientada.