Artículos - Bede Griffiths
La Meditación y la Nueva Creación en Cristo
(Tercera Parte)
Por Bede Griffiths Versión PDFEstas charlas proceden del Seminario John Main de 1991.
Las charlas completas han sido publicadas bajo el mismo título por Medio Media.
© Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana 2007
5. Unidad más allá de la dualidad
Nuestra meditación nos expone a heridas profundas en nuestra naturaleza, y nos obliga a enfrentar el sufrimiento de la humanidad desde el principio de los tiempos. La meditación cultiva la compasión, y esto a su vez es necesario para expresar la compasión en nuestras vidas.
Tenemos que superar la dualidad de la mente consciente, que nos separa de Dios y de los demás, y darnos cuenta de que en Cristo, esta dualidad ha sido superada. El pecado original es una caída en la dualidad. El ser humano original fue creado para ser unificado en cuerpo, alma y espíritu, y así estar abierto a Dios. La caída de la humanidad es la caída del espíritu en la psique, es decir el ego, el yo separado. En lugar de abrirnos continuamente a Dios en el espíritu, caemos en nuestro ego, y nos encerramos en el miedo y la lucha por nuestra supervivencia. Cristo vino a liberarnos de esta dualidad. Una vez que caes en la psique, todo se vuelve dual ― bueno y malo, correcto e incorrecto, blanco y negro, consciente e inconsciente, mente y materia, sujeto y objeto, verdad y error. La mente racional lo vuelve todo dual. Lo ve todo en términos de opuestos.
Pero siempre más allá del dualismo de la mente está el espíritu unificador. La meditación nos lleva más allá de las dualidades hacia el espíritu unificado. Jesús es el que rompió la división en nuestra naturaleza. San Pablo nos dice que «derribó el muro de separación» y nos reconcilió en un solo cuerpo en la cruz. En el templo de Jerusalén, había un muro que ningún gentil podía cruzar. Si lo hiciera, sería ejecutado. Era para los judíos, el pueblo elegido. Estas personas se quedaron fuera. Jesús derribó ese muro divisorio, abriendo el templo a toda la humanidad. Pero nosotros hemos vuelto a construir todos esos muros y a dividir el mundo.
Jesús «derribó el muro de separación» y nos reconcilió en un solo cuerpo en la cruz. Hoy necesitamos tomarnos en serio la idea de que la humanidad es un solo cuerpo, un todo orgánico. Los Padres tenían un sentido muy fuerte del Adán que hay en toda la humanidad. Santo Tomás de Aquino, en una bella frase, dijo: Omnes homines, unus homo, «Todos los hombres son un solo hombre» ― un todo orgánico. Todos somos miembros de ese único Hombre que cayó y se dividió en conflicto y confusión. Y Jesús devolvió a la humanidad, no sólo a los judíos o a los cristianos o a cualquier grupo en particular, sino a la humanidad, a esa unidad ― el nuevo Adán, la raza humana consciente de su unidad fundamental y de su unidad con el cosmos. Eso es lo que estamos recuperando hoy. Estamos empezando a redescubrir nuestra humanidad común. El hecho de que la televisión acerque tanto a la gente los acontecimientos de todo el mundo nos está ayudando a darnos cuenta de que lo que ocurre en Irak y en otros lugares forma parte de nuestro propio problema. Vemos a la humanidad como parte del todo cósmico. Todos formamos parte de este planeta, unidos por él y creciendo y viviendo de él. Todos somos partes unos de otros, creciendo a través del contacto con los demás como un todo orgánico. Estamos recuperando esa unidad más allá de la dualidad, que es nuestro derecho de nacimiento.
En nuestra tradición hebrea, la dualidad es muy fuerte. La humanidad tuvo que pasar por el dualismo, para aprender la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto, el bien y el mal, la verdad y el error. Hay que pasar por esa etapa de separación y división, pero luego hay que trascenderla. En general, el Antiguo Testamento refleja esta dualidad: los israelitas eran siempre el pueblo santo, y fuera estaban los gentiles que debían ser rechazados. Había que separar a los buenos y condenar a los malos. Este dualismo impregna toda la tradición judía.
Jesús procedía de esa tradición judía y a menudo utiliza su lenguaje de rechazo y condena, sin embargo, iba más allá en todo momento y nos llevaba al punto en el que trascendemos todas las dualidades. Hay una expresión maravillosa de esto en el Evangelio de San Juan: «Que todos sean uno: como tú, Padre, eres en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros». Jesús es totalmente uno con el Padre y, sin embargo, no es el Padre. Es una relación no-dual. No es uno ni es dos. Es un misterio de amor. Cuando dos personas se unen en el amor, se convierten en una y, sin embargo, conservan su carácter distintivo. Jesús y el Padre tenían esta comunión total en el amor, y Él nos pide que seamos uno como Él es uno con el Padre ― unidad total en el ser no-dual del Padre. Recuperar esta unidad es la vocación cristiana.
En la India, esta idea de la no-dualidad, advaita, es fundamental. La tradición de la India tiene ese sentido de ir más allá de las dualidades. Los cristianos de hoy pueden aprender muchas cosas de la tradición de la India y en particular esta comprensión del advaita, la no-dualidad. El cristianismo desarrolló a partir de Israel una tradición de dualismo moral. Pasó por la cultura grecorromana, que se basaba en un dualismo metafísico. Pero hoy nos encontramos con las religiones de Asia, y empezando a descubrir el principio de la no-dualidad. La mente racional exige que todo sea uno o dos, mientras que la no-dualidad, que está más allá de lo racional, de acuerdo a una relación que no es uno ni dos. Sólo a través de la meditación superamos esta dualidad. Estamos llamados a recuperar la unidad más allá de la dualidad, que es nuestro derecho de nacimiento, y que es la única que puede responder a la necesidad más profunda de la humanidad actual.
Estoy planeando escribir un libro sobre las Escrituras del mundo, para ser leído por cristianos y otras personas, en el que intento mostrar que todas las religiones ―hinduismo, budismo, taoísmo, islamismo, judaísmo y cristianismo― tienen un elemento dualista del que parten y todas se mueven hacia este no-dualismo. El Judaísmo y el Islam son particularmente dualistas y en sus escrituras tienden a ser siempre dualistas y pueden estar llenas de terribles acusaciones contra los infieles y descripciones de su condena y castigo. Esta es una etapa de la religión por la cual hay que pasar. En el Islam, los sufíes de los siglos ocho y nueve fueron más allá, hacia el no-dualismo, como los judíos en la Cábala y el Maestro Eckhart en nuestra tradición cristiana. Todas las religiones van más allá del dualismo a través de su tradición mística hacia lo no-dual. Esa es nuestra vocación ― ir más allá del dualismo.
La meditación es la única forma de ir más allá del dualismo. Cuando detienes tu mente, descubres el principio unificador que hay detrás de todo. Esta es nuestra verdadera esperanza y nuestra vocación. Esto es importante y creo que en el movimiento de la meditación, Dios nos está guiando a nosotros y a la humanidad a través de nosotros. Es una llamada que se ha extendido por todo el mundo. En todas partes la gente se está reuniendo, descubriendo esta necesidad y respondiendo a ella en las diferentes formas de meditación.
Todos estamos llamados a abrir nuestros corazones al misterio no-dual que es la Santísima Trinidad. No es una persona solitaria. Es una comunión de amor. Esa es la Realidad no-dual. Esa es nuestra vocación.
6. El objetivo común de las religiones
Los grupos de meditación están introduciendo una nueva forma de vida en la Iglesia y para toda la humanidad. El padre John Main, al introducir la meditación con un mantra, renovó una antigua tradición de oración contemplativa en la orden benedictina. A continuación, extendió este modo de meditación y de vida contemplativa a los laicos. Esta tradición de meditación procede de los Padres del Desierto y fue transmitida por Casiano a San Benito. Ahora se ha extendido por todo el mundo. Tiene sus raíces en la tradición de la antigua India y se ha convertido en un método típico de oración en la tradición oriental. Se encuentra no sólo en el hinduismo y el budismo, sino también entre los sufíes del Islam y el movimiento jasídico del judaísmo.
¿Cuál es el futuro de la vida contemplativa basada en esta tradición en la Iglesia y en el mundo? En primer lugar, creo que debemos reconocer que la tradición cristiana no puede permanecer sola. Hoy se nos desafía a ver nuestra religión en el contexto de otras religiones del mundo. En particular, esta forma de meditación se encuentra en todas las grandes religiones y la vida contemplativa debe verse como un llamamiento a la humanidad. Estamos pasando de una civilización materialista centrada en la ciencia y la tecnología a una nueva era en la que la gente de todo el mundo se está dirigiendo conscientemente hacia un camino espiritual, buscando integrar sus vidas llevando todo al centro interior del corazón y encontrando el sentido de la vida, no en el mundo exterior, sino en la realidad interior de la que el mundo exterior es un reflejo. Es en el contexto de este nuevo mundo que tenemos que ver el lugar de la vida contemplativa en la Iglesia y el lugar de las comunidades oblatas en el fomento de este modo de vida.
Insisto una vez más en la idea de que el mundo exterior es el reflejo, como en un espejo, de un mundo interior. Esa es la visión de la física moderna ― que cuando vamos más allá de las apariencias externas, primero de los cuerpos externos, luego de los átomos, protones y electrones, finalmente llegamos a un campo de energías. Tenemos que reconocer que nosotros mismos somos un campo de energía que funciona dentro del vasto campo de energías del universo. Proyectamos este mundo tridimensional a nuestro alrededor a través de nuestros sentidos y nuestra mente. Ese mundo tridimensional es transitorio. Es una expresión del vasto misterio de la energía, que creamos y en el que vivimos y que tenemos que trascender. Siempre estamos confundiendo los fenómenos exteriores, las apariencias, el mundo en el espacio y el tiempo, con la Realidad, pero poco a poco estamos aprendiendo que todo esto es pasajero.
Estas son las grandes intuiciones de la India. Creo que Buda tuvo la visión más profunda de la naturaleza del universo que cualquier ser humano. Vio a través del mundo de las apariencias, de los sentidos. Lo vio como algo pasajero. Todo es pasajero. Todo es dolor [en el sentido de «insatisfacción», que no da satisfacción final]. «Todo es irreal», sin sustancia, sin ninguna base real. Todo el mundo en el que vivimos, el mundo de los sentidos, es un mundo de fenómenos, de las apariencias. Pero estas apariencias reflejan la realidad eterna. Así que vivimos en un mundo de fenómenos pasajeros y todo está cambiando todo el tiempo, todo está en flujo y conflicto como en un espejo o en un lago de agua que refleja la realidad divina. En el momento de la muerte, vamos más allá del flujo de los fenómenos y del cuerpo tal como lo conocemos, y entramos en la realidad. Es un poco como ver una pantalla de televisión. Vemos los acontecimientos que suceden y, si no lo supiéramos, podríamos pensar que están ocurriendo allí. Pero no están ocurriendo en la pantalla. Están más allá y lo que estamos viendo es una representación. Así que todo el mundo físico es una representación, una manifestación de una realidad invisible.
Cada tradición religiosa tiene una palabra para designar esta realidad invisible. En la India tenemos Brahman. Eso es lo que hay detrás de todos los fenómenos, el único e imperecedero Brahman. Y detrás del cuerpo humano, está Atman, el único Ser. Buda lo llamó nirvana. Cuando todos los fenómenos desaparecen, se «apagan» todas las apariencias, todos los cambios y devenires, y se entra en la Realidad Eterna. En la tradición budista posterior, la Realidad se denomina sunyata, el vacío. Cuando todo se vacía, tienes el vacío, que es la plenitud.
En China existe el Tao. Confucio y sus seguidores tenían sus rituales y su vida social y política organizada, pero Lao Tsu veía detrás de todo esto el Tao, el ritmo del universo, el orden maravilloso que está detrás de todo pero que no se puede ver. Siempre utiliza esta bella ilustración del vacío: «Hacemos radios y una rueda con el fin de conducir un carro, pero es el espacio vacío en el centro lo que permite que la rueda gire. Hacemos vasijas de barro, pero es el espacio vacío de la vasija lo que la hace útil. Construimos casas de ladrillo, mortero y madera, pero son los espacios vacíos de las puertas y ventanas los que hacen que la casa sea habitable». Así que el vacío es tan importante como la plenitud.
En la tradición musulmana, el sufí Ibn Al Arabi demostró que detrás del Dios del Corán está Al Haqq, la Realidad. En el Judaísmo, en la Cábala, hablaban de Ein Sof, el Infinito. Detrás de Yahvé, de la Ley, de los Profetas y de todo, está Ein Sof, el Infinito.
Todos estamos descubriendo que detrás de las proyecciones del mundo físico, del mundo psicológico, e incluso de la religión, está la Realidad que buscamos. Karl Rahner lo llamó «el misterio sagrado», el misterio que está más allá de todo. Ese es el objetivo de nuestra búsqueda religiosa. Necesitamos un mundo físico y necesitamos los símbolos de la religión, pero tenemos que ir más allá de ellos hacia la Realidad. Ésa es nuestra vocación.
PAZ PAZ PAZ