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Extractos - Michael James

Ego Sum
Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida

La Verdad Absoluta y Relativa

Por Michael James

Esta realidad no-dual es la única verdad sobre la que hablan todas las religiones. Aunque ellas no siempre describen la naturaleza no-dual de esta verdad en términos explícitos, todas las religiones lo hacen implícitamente de una manera u otra.

Ninguna religión tiene un monopolio sobre la verdad. Lo que es verdadero en una religión es verdadero en toda religión. La verdad no puede ser nunca de ninguna manera exclusiva, debido a que si lo fuera, sería solo una verdad parcial y no toda la verdad ―una verdad relativa y no la verdad absoluta. Para ser total y absolutamente verdadera, la verdad debe ser omni-inclusiva― debe ser el único todo que incluye todo dentro de sí mismo.

La única verdad total que incluye todo dentro de sí misma es el espíritu infinito, la única consciencia que todos conocemos como "yo soy". Todo lo que parece existir, existe solo dentro de esta consciencia. Aunque las múltiples formas en las que las cosas aparecen son irreales como tales, la única sustancia real de todas las cosas es la consciencia en la que ellas aparecen. Por lo tanto, la única verdad sobre la que hablan todas las religiones es el espíritu o consciencia única, omni-inclusiva y no-dual en el que todas las cosas aparecen y desaparecen.

Sin embargo, debido a que ellos interpretan las enseñanzas espirituales de su religión de una manera dualista, la mayoría de los seguidores de las diversas religiones tienden a creer que su propia religión de alguna manera tiene un monopolio o derecho exclusivo sobre la verdad, y que, por lo tanto, es el único medio para la salvación. Por ejemplo, a la largo de la historia del cristianismo, la mayoría de los cristianos ordinarios han creído que la verdadera salvación solo puede ser obtenida a través de la persona de Jesucristo, y que los ateos, agnósticos y los seguidores de otras religiones solo pueden ser salvados convirtiéndose al cristianismo. Han justificado esta creencia irracional y arrogante mediante su interpretación dualista de las palabras de Cristo, "Yo soy el camino, la verdad y la vida: ningún hombre llega al Padre sino por mí" (San Juan 14.6). Debido a su comprensión dualista de sus enseñanzas espirituales, ellos interpretan las palabras "yo soy" y "mí" que él usó en este pasaje para denotar solo la persona individual de Jesucristo, que nació en un cierto tiempo en un cierto lugar llamado Belén.

Sin embargo, Cristo no se tomó erróneamente a sí mismo meramente como una persona individual cuya vida estaba limitada dentro de un cierto ámbito de tiempo y espacio. Él se conocía a sí mismo como el espíritu real y eterno "yo soy", que no está limitado por el tiempo ni el espacio. Por eso es por lo que dijo, "Antes de que Abraham fuera, yo soy" (San Juan 8.58). La persona que fue Jesucristo, nació mucho tiempo después de Abraham, pero el espíritu que es Jesucristo existe siempre y por todas partes, trascendiendo los límites del tiempo y el espacio. Debido a que ese espíritu es atemporal, él no dijo, "Antes de que Abraham fuera, yo era", sino "Antes de que Abraham fuera, yo soy".

Ese espíritu atemporal "yo soy", que Cristo conocía así ser su propio sí mismo real, es el mismo "yo soy" que Dios reveló como su sí mismo real cuando dijo a Moisés, "YO SOY EL QUE SOY" (Éxodo 3.14). Por lo tanto, aunque Cristo nos parezca ser una persona individual separada, él y su Padre Dios son de hecho una y la misma realidad, el espíritu que existe dentro de cada uno de nosotros como la consciencia fundamental "yo soy". Por eso es por lo que él dijo, "Yo y [mi] Padre somos uno" (San Juan 10.30).

Por lo tanto, cuando Cristo decía, "Yo soy el camino, la verdad y la vida: ningún hombre llega al Padre sino por mí" (San Juan 14.6), por las palabras "yo soy" y "mí" él se estaba refiriendo no meramente al individuo limitado por el tiempo llamado Jesús, sino al espíritu eterno "yo soy", que él sabía ser su propio sí mismo real. El significado interno de sus palabras, por lo tanto, puede ser expresado reescribiéndolas así, "El espíritu 'yo soy' es el camino, la verdad, y la vida: ningún hombre llega al espíritu 'yo soy', que es el Padre o fuente de todas las cosas, sino por este mismo espíritu".

El espíritu "yo soy" no es solo la verdad o realidad de todas las cosas, la fuente de la que todas ellas se originan, y la vida o consciencia que anima a todo ser senciente, sino que es también el único camino por el que podemos volver a nuestra fuente original, que llamamos con diversos nombres tales como "Dios" o el "Padre". Excepto volviendo la atención dentro hacia el espíritu, la consciencia que cada uno de nosotros experimenta como "yo soy", no hay ningún camino por el que volver y devenir uno con nuestra fuente. Por lo tanto, la verdadera salvación solo puede ser obtenida no meramente a través de la persona que era Jesucristo, sino a través del espíritu que es Jesucristo ―el espíritu eterno "yo soy" que existe dentro de cada uno de nosotros.

Cristo no solo afirmó su unidad con Dios, su Padre, él también quiso que deviniéramos uno con él. Antes de su arresto y crucifixión, Cristo oró por nosotros, "Padre santo, ...para que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, para que también ellos sean en nosotros ...como nosotros somos uno: yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectamente uno" (San Juan 17.11 y 21-23). Es decir, el propósito de Cristo era que dejáramos de tomarnos erróneamente como un individuos separados de Dios y que nos conociéramos como el único espíritu indivisible, la pura consciencia fundamental "yo soy", que es la realidad de Dios. Así pues, la unidad o no-dualidad es el propósito central de las enseñanzas espirituales de Jesucristo.

 

Toda religión consta de un núcleo vital central de verdad no-dualista, expresada explícita o implícitamente, y una gruesa coraza externa de creencias, prácticas, doctrinas y dogmas dualistas. Las diferencias que vemos entre una religión y otra ―las diferencias que a lo largo de todas las edades han dado surgimiento a tanto conflicto, intolerancia y cruel persecución, e incluso a sangrientas guerras y terrorismo― están solo en las formas superficiales de esas religiones, sus caparazones externos de creencias y prácticas dualistas.

Toda desarmonía, conflicto y contienda que existe entre una religión y otra surge debido solo a que la mayoría de los seguidores de esas religiones están demasiado apegados a un punto de vista dualista de la realidad, que limita su visión y les impide ver lo que todas las religiones tienen en común, a saber, la única verdad de la no-dualidad subyacente. Por lo tanto, la verdadera paz y armonía prevalecería entre los adherentes de las diversas religiones solo si todos ellos quisieran mirar más allá de las formas externas de esas religiones y ver la única verdad simple y común de la no-dualidad que yace en el corazón de todas ellas.

Si aceptamos y comprendemos verdaderamente la verdad de la no-dualidad, no tendremos motivo para reñir o luchar con nadie. En lugar de ello estaremos felices dejando que cada persona crea lo que quiera creer, debido a que si una persona está tan apegada a su individualidad que no quiere dudar de su realidad, ninguna suma de razonamiento o argumento le convencerá de la verdad de la no-dualidad. Por lo tanto, nadie que comprenda verdaderamente esta verdad tratará de convencer nunca al que no quiere. Si alguien trata de forzar la verdad de la no-dualidad sobre alguien que no quiere aceptarla, sólo está mostrando su propia falta de comprensión correcta de esa verdad.

La no-dualidad no es una religión que necesite evangelistas para propagarla, o conversos que se unan a sus filas. Es la verdad, y seguirá siendo la verdad tanto si alguien elige aceptarla y comprenderla como si no. Por lo tanto, no podemos ni debemos hacer nada más que poner esta verdad a disposición de quienquiera que esté dispuesto a comprenderla y aplicarla en la práctica.

 

Muchas gentes religiosas creen que es blasfemia o sacrilegio decir que somos uno con Dios, debido a que entienden erróneamente que esta declaración significa que un individuo está pretendiendo que él mismo es Dios. Pero cuando decimos que somos Dios, lo que queremos decir no es que como un individuo separado seamos Dios, lo cual sería absurdo, sino que no somos un individuo separado de Dios. Al negar así que tengamos ninguna existencia o realidad separados de Dios, estamos afirmando que la realidad que llamamos Dios es una, total e indivisa.

Si en lugar de ello pretendiéramos que estamos en realidad separados de Dios, como la mayoría de las gentes religiosas creen que estamos, eso sería blasfemia o sacrilegio, debido a que implicaría que Dios no es la única y sola realidad. Si tuviéramos alguna realidad nuestra separada de Dios, entonces él no sería la verdad total, sino solo una parte o división de alguna verdad más grande.

Si creemos que la realidad que llamamos Dios es verdaderamente la infinita "plenitud de ser", el único todo ininterrumpido, entonces debemos aceptar que no puede existir nada como otro que él o separado de él. Solo él existe verdaderamente, y todo lo demás que parece existir como separado de él, de hecho no es nada sino una ilusión o apariencia falsa cuya única realidad subyacente es Dios. Solo en el estado de no-dualidad perfecta, está la verdadera gloria, totalidad y plenitud de Dios revelado. Mientras experimentemos un estado de aparente dualidad tomándonos erróneamente como un individuo separado de Dios, estamos degradándole y envileciéndole, negando su unidad, totalidad e infinitud indivisibles, y convirtiéndole en algo menos que la única realidad existente que él es verdaderamente.