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Extractos - Rafael Redondo

Vacuidad

Por Rafael Redondo
Vacuidad

La forma es el vacío, el vacío es la forma. Que también puede formularse como el acontecimiento es el vacío, el vacío es el acontecimiento. Es difícil referirse a la vacuidad, concepto central del budismo, que se alcanza por experiencia más que por vía intelectual. La vacuidad es en el budismo la verdad última, que, no obstante, nada tiene que ver con el sinsentido que en Europa otorgamos a la nada nihilista.

La nada preexiste, se la presupone como condición de todos los eventos, formas y fenómenos, del mismo modo que el calor es la condición del fuego, la humedad condición del agua, y la cualidad de la roca es la dureza.

Si cualquier evento, objeto o hecho se fraccionara hasta el último límite racional, se quedarían reducidos a nada. Toda forma se relaciona con otra, y son, a su vez, condiciones una de otra, como el sol, el agua, y la tierra con las plantas. De ahí que cuando en el terreno humano-espiritual nos libremos de todo apego, querencia o adhesión, caeremos en la cuenta, experimentaremos, la ficción del mundo de las formas, o, lo que es lo mismo, su ausencia de identidad fija. El mundo de las apariencias es vacío desde su origen.

La naturaleza de las formas es el aliento de la vacuidad y la naturaleza de esta es la forma. Estamos hablando de ese soplo que lo atraviesa todo y en todo se expresa y dice en el mundo de los fenómenos. El Vacío origen del Big-Bang, la plenitud de la nada que es la plenitud de la forma en la unidad más allá de los opuestos.

Estas afirmaciones, más bien asertos nacidos de la experiencia, forman parte del Sutra de la Perfección de la Gran Sabiduría, corazón del budismo Mahayana, de ellas dijo el gran Maestro Hui-neng: «utilizad su gran sabiduría para llegar a la otra orilla...» «...si las practicáis llegaréis con certeza a Buda».

Dada la importancia de esta enseñanza, hacemos seguir su fuente original:

Cuando el Bodhisattva Avalokitesvara practicaba profundamente la meditación de la sabiduría más elevada, comprendió claramente que la naturaleza de los cinco componentes de la realidad es el vacío, y de este modo superó la raíz del sufrimiento y la inquietud.

Ob Sariputra, dijo, ahora veo que los seres materiales no son diferentes del vacío, que la vacuidad es verdaderamente la forma material y la forma material el vacío; y lo mismo vale para el resto de los componentes, la sensación, la percepción, los afectos y formaciones mentales, y la conciencia.

Aquí, oh Sariputra, todas las cosas tienen el carácter de vacío, no nacen ni mueren, no son impuras ni puras, no empeoran ni mejoran. Por lo tanto, oh Sariputra, en este completo vacío no hay objetos materiales, ni sensación, ni percepción, ni afectos y formaciones mentales, ni conciencia. No hay ojos, ni oídos, nariz, lengua, cuerpo, mente. No hay formas, ni sonidos, olores, sabores, texturas, objetos mentales. No hay sensaciones visuales, auditivas, olfativas, gustativas, táctiles, ni aprehensión o juicio.

Aquí no hay algo semejante a la ignorancia ni a la superación de la ignorancia, y por tanto no hay algo equivalente a la decadencia y la muerte, ni superación de la decadencia ni de la muerte; no hay sufrimiento, ni origen del sufrimiento, ni fin del sufrimiento, ni sendero para eliminarlo. Aquí no hay algo semejante a la sabiduría ni a los beneficios espirituales, puesto que no hay nada que se pueda lograr.

Sariputra, los Bodhisattvas que permanecen en esta sabiduría perfecta no tienen inquietud en su corazón ni aflicción, pues en ese estado nada puede ser penoso o turbador. Y así, sin miedo ni temor del mal, apartando de ellos las influencias distorsionantes del pensamiento ilusorio, llegan a la meta del Nirvana.

Todos los Budas del pasado, presente y futuro, refugiados en esta sabiduría perfecta han llegado a la suprema e insuperable iluminación.

Por lo tanto, oh Sariputra, deberíamos conocer el gran mantra de la sabiduría perfecta, el mantra que ilumina, el mantra insuperable, el mantra inigualable que destruye todo dolor; verdadero y pleno de sentido, no vano. Repitamos, pues, el mantra de la sabiduría perfecta y digamos:

Gate gate pâragate pârasamgate Bodhisvâhâ

Se ha ido, se ha ido, se ha ido más allá, total y definitivamente más allá; ¡Iluminación!; que así sea.

Traducción y edición: Javier Echegoyen (Kôkan).
Traducción a partir principalmente de las ediciones de Samuel Beal (1871), Max Miiller (1894) y Léon Feer (1883).