Extractos - Kabir Edmund Helminski
¿Qué es el Sufismo?
Por Kabir Edmund HelminskiEl sufismo es una forma de vida en la que se descubre y se vive una identidad más profunda. Esta identidad más profunda, más allá de la personalidad ya conocida, está en armonía con todo lo que existe. Esta identidad más profunda, o yo esencial, posee ciertas capacidades de conciencia, acción, creatividad y amor que están mucho más allá que las de la personalidad superficial. Con el tiempo se llega a comprender que estas habilidades pertenecen a una vida y ser más grandes que individualizamos a nuestra propia manera única sin separarnos nunca de él.
El sufismo es más una experiencia y un modo de vida que una doctrina o un sistema de creencias. Es una tradición de sabiduría que transmite la verdad esencial a través del tiempo. La tradición, sin embargo, debe ser concebida de forma vital y dinámica. Su expresión no debe limitarse a las formas religiosas y culturales del pasado. La verdad del sufismo precisa ser formulada y expresada adaptándose a cada época.
Esto no quiere decir que el sufismo transija en su desafío a una sociedad obstinadamente materialista. Es y seguirá siendo crítico con lo mundano ― y esto incluye todo lo que nos hace olvidar la realidad divina. Es y debe ser una vía de escape del laberinto de una cultura materialista en bancarrota. Pero lo más importante es que es una invitación a la coherencia y el bienestar.
El sufismo, tal como lo conocemos, se desarrolló dentro de la matriz cultural del Islam. La revelación islámica se dio a conocer como la expresión del mensaje esencial traído a la humanidad por los profetas de todos los tiempos. El Corán reconoce la validez de 120.000 profetas o mensajeros que han venido para despertarnos de nuestro egoísmo y recordarnos nuestra naturaleza espiritual. Confirma la validez de las revelaciones anteriores, al tiempo que afirma que el mensaje original sufrió frecuentes alteraciones en el de venir del tiempo.
El sufismo basa su reivindicación de universalidad en el reconocimiento general de que existe un solo Dios, el Dios de todas las personas y de todas las religiones verdaderas. El sufismo se considera a sí mismo la sabiduría alcanzada por los grandes profetas, incluyendo explícitamente a Jesús, Moisés, David, Salomón y Abraham, entre otros, e implícitamente a muchos seres iluminados de todas las culturas, pero que quedaron en el anonimato.
Hoy encontramos en Occidente diferentes grupos bajo el nombre de sufismo. Por un lado están los que piensan que no puede existir un sufismo auténtico sin el reconocimiento y la práctica de los principios del Islam. Por otro, algunos grupos ignoran más o menos las raíces islámicas del sufismo y toman sus enseñanzas de más atrás, de sufíes que pueden o no haber tenido contacto con enseñanzas islámicas específicas. Además, hay quienes aceptan el sufismo tanto en la forma como en la esencia, mientras que existen otros que son sufíes en la esencia pero no en la forma. Opino que la valoración y comprensión del Corán, las palabras de Mahoma y el sufismo histórico, tienen un valor inestimable para el que sigue el camino sufí.
Históricamente el sufismo no fue concebido como algo distinto de la esencia del Islam. La sabiduría de todos sus maestros tiene su origen en la cadena de transmisión que se remonta a Mahoma. Aunque pudiesen no estar de acuerdo con ciertas interpretaciones del Islam, nunca pusieron en duda la validez esencial de las revelaciones del Corán, ni fueron fundamentalistas interpretando rígidamente esas revelaciones o desacreditando otras creencias. Generalmente eran personas reputadas dentro de la cultura islámica, y una fuerza de tolerancia y moderación.
Durante catorce siglos la vasta tradición sufí ha generado una literatura sin par. Las directrices del Corán y la virtud inquebrantable de Mahoma y de sus discípulos generaron, de algún modo, un impulso que permitió florecer una espiritualidad de amor y consciencia. Los que hoy recorren la senda sufí son los herederos de un inmenso tesoro de sabiduría y literatura.
A partir de las raíces echadas en la época de Mahoma, el sufismo ha crecido orgánicamente como un árbol con muchas ramas. La causa de la ramificación ha sido, por regla general, la aparición de un maestro iluminado, cuyos métodos y contribución a la enseñanza han sido suficientes para iniciar una nueva línea de crecimiento. Estas ramificaciones no suelen considerarse rivales. En algunos casos un sufí puede ser iniciado en más de una rama con el fin de recibir la gracia (baraka) y el conocimiento de algunas órdenes en particular.
No existe secretismo en el trabajo de los sufíes. Los sufíes de una orden pueden, por ejemplo, visitar las reuniones de otra. El carisma de un maestro en particular siempre es visto desde la perspectiva de que ese don pertenece íntegramente a Dios. El carisma es valioso en la medida en que puede ligar los corazones de los discípulos a un ser humano que representa la verdad de la enseñanza, pero existen muchos métodos preventivos para recordarle a cada uno que el culto a la personalidad y el orgullo desmedido por ser un afiliado son formas de idolatría, es decir, un pecado capital.
Si el sufismo reconoce una verdad fundamental, ésta es la unidad del ser; que no estamos separados de lo divino. Nuestra era está en excelente posición para apreciar esta verdad ― emocionalmente, debido a que las comunicaciones y el transporte han reducido nuestro mundo, e intelectualmente, a causa de la evolución de la física moderna. Somos Uno: un pueblo, un sistema ecológico, un universo, un ser. Si existe una verdad digna de este nombre es que formamos un todo con la Verdad, no somos partes separadas. Darse cuenta de esta verdad tiene sus efectos sobre nuestra concepción de quiénes somos, sobre nuestras relaciones con los demás, y sobre todos los aspectos de la vida. El sufismo consiste en darse cuenta de la corriente de amor que recorre toda la vida, la unidad detrás de las formas.
Si el sufismo tiene un método fundamental, éste es el desarrollo de la presencia y el amor. Sólo la presencia puede despertarnos de nuestra esclavitud al mundo y a nuestros propios procesos psicológicos, y únicamente el amor cósmico puede abarcar lo divino. El amor es la más elevada activación de la inteligencia, ya que sin él no lograríamos nada significativo, ni a nivel espiritual, artístico, social o científico.
El sufismo es el atributo de los que aman. Los amantes son quienes han sido purificados por el amor, libres de sí mismos y de su propia singularidad, y completamente entregados al Amado. Esto quiere decir que los sufíes no rinden pleitesía a ninguna facultad que pudiesen poseer, porque entienden que todo lo que son y tienen pertenece a la fuente original. Uno de los primeros sufíes, Shebli, dijo: "El sufí no ve nada más que a Dios en los dos mundos".
Este libro* trata un aspecto del sufismo ―la presencia― y cómo ésta se puede fomentar y utilizar para activar nuestras cualidades humanas esenciales. Abu Muhammad Muta'ish dice: "El sufí es aquél cuyo pensamiento va al mismo paso que su pie, es decir, está enteramente presente: su alma está donde está su cuerpo, su cuerpo donde está su alma, su alma donde está su pie, y su pie donde está su alma. Esta es la muestra de presencia sin ausencia. Otros dicen por el contrario: 'El está ausente de sí mismo pero presente con Dios'; No es así: él está presente consigo mismo y con Dios".
Vivimos en una cultura que ha sido descrita como materialista, alienante, neuróticamente individualista, narcisista, y que sin embargo vive atormentada por la ansiedad, la vergüenza y la culpa. Desde el punto de vista sufí, la humanidad está sufriendo hoy en día la peor de las tiranías, la tiranía del ego. Adoramos innumerables ídolos falsos, pero todos ellos son formas del ego.
El ego humano dispone de muchas estratagemas para usurpar incluso los más puros valores espirituales. El auténtico sufí es aquel que no proclama ninguna virtud o verdad, sino el que vive una vida de presencia y de amor abnegado. Es más importante cómo vivimos que lo que creemos. Si ciertas creencias conducen al exclusivismo, a la hipocresía y al fanatismo, el problema reside en la vanidad del creyente. Si el remedio aumenta la enfermedad, hay que recurrir a un remedio aún más básico.
La noción de presencia con amor puede ser el antídoto más sencillo para el materialismo imperante, el egoísmo y la inconsciencia de nuestra era. Obsesionados con nuestros falsos yoes, dándole la espalda a Dios, también hemos perdido nuestro yo esencial, nuestra chispa divina. Al olvidar a Dios nos hemos olvidado a nosotros mismos. Recordar a Dios es el punto de partida para recordarnos.
* De un extracto de: living presence: a sufi way to mindfulness and the essential self.La versión española se titula: Presencia viva.
Kabir Helminski es el co-director de la Sociedad Threshold (sufism.org), una Fundación sin fines de lucro que ha desarrollado programas que proporcionan una estructura para la práctica y estudio del sufismo y la psicología espiritual. Ha traducido varios volúmenes de la literatura sufí, incluyendo muchas obras de Rumi, y es autor de dos libros sobre sufismo: Presencia viva y El corazón sabe. Su libro más reciente es la maduración del amor, Rumi y el viaje del corazón.
Kabir comenzó el estudio del sufismo con Suleyman Loras de Konya y fue reconocido oficialmente como un jeque de la Orden sufí Mevlevi en 1990.. / Más información