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Extractos - Mirabai Starr

La sabiduría de las místicas

Introducción al libro "Misericordia salvaje"

Por Mirabai Starr
Misericordia salvaje
Preliminares

Una fiesta secreta se celebra en un bosque silvestre, y tú estás invitada. Es una fiesta que se celebra desde hace miles de años. Sus anfitrionas son místicas procedentes de todas las ramas de la familia del alma: el hinduismo, el budismo, el taoísmo, el judaísmo, el cristianismo, el islam, y cualquiera de las formas que adopte la sabiduría indígena. Entre sus invitadas contamos con la presencia de cualquier persona cuyo corazón haya anhelado alguna vez la unión con el Amado y el alivio del sufrimiento de todos los seres vivos. Y esa persona eres TÚ.

La reunión es secreta, sencillamente porque la historia se ha encargado de demostrar que cuando las mujeres sabias se reúnen en público corren peligro mortal. Esas mujeres no temían a la muerte en sí, sino que más bien sentían en todos y cada uno de los poros de su piel que debían protegerse, porque sus conocimientos eran necesarios. Su amor y su claridad, y su belleza también, son necesarios, y lo son de un modo profundo y urgente. Por eso caminan disfrazadas, reparten invitaciones para asistir a la fiesta en las plazas públicas y esperan poder darnos la bienvenida cuando nos presentemos. Esperan con paciencia, pero con muchísima ilusión también.

Ven. Regocíjate con la misericordia de Quan Yin y la compasión de Tara, con el resplandor de Sofía y el cobijo de la Shejiná. Corta el pan de la valiente profeta, la Virgen María, y úntalo en los aceites especiados de Fátima, la hija sagrada. Empápate con embeleso de las canciones de la poetisa bajtí que entraba en éxtasis, Mirabai, y luego recupera la sobriedad con la rigurosa iluminación de santa Teresa de Ávila. Baila hasta reventar con la fiera diosa Kali y su majestuosa hermana Durga. Baja rodando el ilimitado valle del Tao. Refúgiate en las joyas de Buda-como-mujer, en el dharma tal y como lo enseñan las mujeres, en el shanga que reúne a un círculo de mujeres salvajes y acogedoras.

No tienes que ser mujer para cruzar esa verja. Los hombres también sois bienvenidos; lo único que tenéis que hacer es no empezar a mandar, a magrearnos los pechos, o a querer resolver nuestros problemas. Podéis saborear nuestra comida y bajarla con un trago de nuestro champán. Podéis pedirnos un baile, pero no pongáis mala cara si os rechazamos. Podéis estudiar nuestros textos, y ver si las preguntas que hacemos son provocativas. Podéis echaros sobre nuestro regazo y llorar si lo necesitáis. Os calmaremos, como siempre hemos hecho. Y luego os enviaremos de vuelta a la ciudad con los bolsillos llenos de semillas para que podáis plantarlas.

El secreto se ha desvelado. La fiesta está que se sale. Hay tanta alegría que es difícil de contener. El dolor se ha vuelto demasiado apremiante para ignorarlo. La tierra se ha abierto de par en par, y las mujeres salimos del escondrijo e invadimos las calles, ofreciendo nuestro sufrimiento con los brazos en alto, exigiendo justicia a los tiranos, apartando a empujones el patriarcado y poniendo en marcha un cambio de paradigma como el mundo nunca había visto antes.

Más allá de la religión

Las mujeres no siempre se sienten cómodas en el seno de las instituciones religiosas tradicionales; y eso es probablemente porque la estructura del edificio con que se han construido las religiones organizadas de este mundo y su mobiliario ha sido diseñada sobre todo por y para los hombres. Estas estructuras están hechas para encajar y sostener un paradigma que controlan los hombres. De todos modos, este arreglo que beneficia a los muchachos ya no descarta que las mujeres se sienten a la mesa si así lo desean. En todas las tradiciones de la fe, las mujeres son iniciadas, ordenadas y confirmadas como rabinos, acharyas, sacerdotes y sacerdotisas, ministras y murshidas, lamas y chamanas. Estamos cambiando el equilibrio de poder y reorganizando la conversación. Cada vez hay un número más creciente de hombres afianzados en sus posiciones de privilegio y autoridad que abdican voluntariamente y entregan su poder a las mujeres, que llaman a Dios «Ella» desde el púlpito y están sembrando el mundo académico de filósofas. La alienación de lo femenino les resulta tan obvio (y peligroso) como lo fue para las mujeres que históricamente fueron excluidas de los puestos de liderazgo.

A la mayoría, sin embargo, ni siquiera nos interesa que nos inviten a unirnos a la fraternidad. No se trata de que queramos irrumpir en las religiones dominadas por el hombre y recuperar lo que consideramos que es nuestro por derecho. No tenemos ningún deseo de cubrirnos con el manto del rey. Antes preferiríamos despojarnos de esas vestiduras y andar por ahí desnudas; substituir la corona de joyas por una corona de margaritas; alabarnos las unas a las otras por nuestra belleza y sabiduría, y encender hogueras para estar todas calentitas. Antes preferiríamos seguir en el anonimato que vernos ordenadas en tradiciones que no encajan con nuestras curvas.

Ahora bien, eso no significa que consideremos la religión una pérdida de tiempo. ¡Al contrario! Lo que vemos es que las grandes tradiciones sapienciales del mundo son como un gigantesco jardín del espíritu, y cada flor y cada arbusto, cada árbol y cada variedad de césped sembrado de flores es un único y glorioso ejemplo de la belleza del Amado. Como las abejas, libamos el néctar de todas las cosas. Polinizamos y contribuimos a propiciar y a defender una ecoesfera más fuerte y resistente. Y, como las abejas también, somos plenamente capaces de discernir entre el néctar de la vida y los nocivos deshechos. Sabemos mejor que nadie que no hay que beber ningún veneno. Las enseñanzas del amor y la compasión son nuestro néctar. Los mensajes que ensalzan la violencia y la convierten en lo otro son tóxicos. Recolectamos lo mejor de la cosecha y se lo devolvemos a la Abeja Reina, a la Fuente, que lo transforma en miel, en una dulce y dorada sustancia con la que nos nutrimos y alimentamos el mundo.

A pesar de que a la mayoría nos inspira desconfianza la jerarquía religiosa y nos sentimos alienadas por los dogmas religiosos, nos atrae profundamente la esencia de los caminos sapienciales de este mundo, y descubrimos el sabor de ese elixir en las enseñanzas de los místicos (sobre todo de las místicas) de todas las tradiciones espirituales. Si como mujer te has visto excluida de las instituciones religiosas establecidas, pero te has sentido iluminada ante la poesía extática de Matilde de Magdeburgo o de Rabia de Basora, si te sientes inclinada a establecer una relación personal con Quan Yin o con Kali, quizá este libro sea para ti. Si tu corazón sabe abrirse tanto a los pies de la Mujer Búfalo Blanco como a los de Nuestra Señora de Guadalupe y encuentras tanta sabiduría en el Corán como en el Tao Te Ching, este viaje tras las huellas de las místicas por (y más allá) de los paisajes de las tradiciones espirituales de este mundo, sin duda, es tu viaje.

Para mi sorpresa

Creo que debería contaros cómo llegué hasta aquí; cómo llegué a inclinarme ante los altares de tantas y tan distintas casas sagradas (de todas, en realidad), y cómo terminé escribiendo este libro.

Primero os contaré lo que no sucedió. No empecé arropada por una única religión de la que al final me vi obligada a escapar. No soy una refugiada del judaísmo ancestral, y tampoco una católica en vías de recuperación. Mi familia no era evangelista, y tampoco caí presa de las garras de una secta. Ni siquiera me enseñaron a creer que una sola religión tenía todas las respuestas y que las demás estaban equivocadas (o, peor aún, que eran el instrumento del diablo). Nadie me dijo jamás que ardería en el infierno por practicar yoga o entonar los noventa y nueve nombres de Alá.

Al contrario, me criaron en la contracultura de la década de 1970, en el seno de una comunidad que valoraba la sabiduría de los distintos caminos espirituales, así como rechazaba los dogmas divisorios que hacían palidecer estos tesoros. Crecí expuesta a todas las vertientes principales del budismo, desde la vacuidad barrida por los vientos del Zen japonés hasta las distintas capas de lujuria que encierra el Vajrayana, el camino tántrico del budismo. En nuestra familia honrábamos a Jesús como a un gran rabino, y consultábamos el I Ching, el libro chino de la adivinación, cuando teníamos que tomar una decisión importante. En cualquier momento un sadhu, un sabio errante de la India, podía estar sentado a nuestra mesa de la cocina junto a un anciano indigente del Pueblo de Taos, de Nuevo México. Eso era lo normal.

Me atraía cualquiera de los aromas que emanaban del alimento espiritual. Luego la curiosidad se transformó en pasión, y más tarde la aderecé con estudios. Conocí, abracé y asimilé todas las grandes religiones del mundo, y descubrí que podía acomodarlas perfectamente entre sí sin que colisionaran y me crearan un conflicto interno. Me quedé muy sorprendida, por lo tanto, cuando al salir al mundo vi que no todos éramos así. Mi vida adulta ha consistido en intentar familiarizarme con este hecho perturbador y en hacer todo lo posible por mitigarlo.

Los hombres no son los malos de la película

Dado que el equilibrio entre lo masculino y lo femenino siempre se ha visto alterado en la historia de la humanidad, a las mujeres podría tentarles echar la culpa de todo a los hombres, desde la explotación sexual en el lugar de trabajo hasta la cerniente catástrofe climática, y proyectar toda nuestra ira a la mitad de nuestra especie, concretamente a la mitad masculina. Me esfuerzo mucho para intentar no caer en esta trampa. La sabiduría indígena, la psicología moderna y la experiencia que ha vivido la mayoría de los seres humanos nos han demostrado que en nuestra psique hay elementos masculinos y femeninos, y que la proporción varía según la etapa de nuestra vida y en función de cómo vayan cambiando las circunstancias.

Veo la sexualidad de un modo muy parecido a como veo la religión. A medida que la humanidad va evolucionando, muchos nos situamos en un abanico sexual que siempre fluye (mujeres que nos regimos a partir de determinados impulsos masculinos, por ejemplo, y hombres con una sensibilidad femenina muy pronunciada). El movimiento contemporáneo interespiritual también es la respuesta natural a la diversidad de expresiones humanas de lo sagrado. Confinarnos a una identidad sexual binaria (individuos que afirman ser masculinos o femeninos) o a una tribu religiosa exclusiva (cristianismo, budismo, wicca) ya no nos parece una posición válida a la mayoría.

Y, sin embargo, hay joyas en las grandes tradiciones espirituales del mundo que vale la pena preservar... Asimismo, hay un elixir sanador en la experiencia femenina que históricamente se ha ido descartando y dejando al margen, y creo que la familia humana ya está preparada para poder reclamarlo. Por su énfasis en el valor de las relaciones, los sentimientos y el empoderamiento mutuo por encima del éxito individual y de los argumentos empíricos, creo en la energía sanadora de lo femenino como en un fuego capaz de derretir el helado corazón del mundo, la destreza que volverá a tejer la red hecha jirones de la interconexión.

El tapiz

Así es como he construido este libro: cada capítulo de Misericordia salvaje es un tapiz con las mejores cosas que he aprendido de mujeres sabias del pasado y del presente entremezcladas de reflexiones y de anécdotas personales, y al final concluyo proponiendo un ejercicio (que a veces, no siempre, es un tema de redacción) con el que puedes integrar el tema en tu propia experiencia. Como a mí me gustan muchísimo los haiku, empiezo cada capítulo con un poema de tres líneas escrito en la estructura tradicional de cinco, siete y cinco sílabas, que funciona como un destilado esencial del tema. Cada capítulo se centra en una estación particular del viaje de sabiduría de las mujeres, como caminar con el corazón partido o recorrer el sendero de la autoexpresión creativa. Para iluminar cada uno de los temas he elegido a místicas, diosas, maestras contemporáneas y exploradoras, entre muchos otros posibles casos. Podría haber incluido a otras personas, y haber permitido que la intimidad que me une a cada una de ellas guiara la mayor parte de mis elecciones.

Espero fervientemente que tú, como a mí me ha sucedido, descubras tu brillo en el luminoso espejo de estos seres llenos de sabiduría; que te identifiques con sus luchas y que sus descubrimientos te animen; que forjes relaciones vivas con ellas, porque son tus antepasadas y tus guías, que te inspire su poder, que encarnes sus cualidades esenciales. Rezo para que juntas demos la bienvenida al regreso de la sabiduría de las mujeres en el ámbito colectivo, para que esta pueda transformar la familia humana y sanar una tierra devastada.

Este libro es más que un libro; es una invitación. Hemos hecho una alfombra voladora para que nos lleve por la vida como místicas contemporáneas disfrazadas de personas normales (personas que sienten la llamada de volcarse hacia su interior y dar un paso adelante, de cultivar una vida contemplativa y ofrecer sus frutos como un servicio). Gracias a un grupo de mujeres sabias y salvajes, y de unas cuantas diosas, este camino está inundado de luz, aun cuando (y quizá sobre todo) nuestros ojos lo perciban como plagado de oscuridad.

Mirabai Starr

Mirabai Starr es autora, traductora de los místicos y una voz destacada en el movimiento interespiritual emergente, que utiliza un lenguaje lírico y fresco para ayudar a que la sabiduría intemporal sea accesible para un círculo contemporáneo de buscadores. Enseñó Filosofía y Religiones del Mundo en la Universidad de Nuevo México-Taos durante 20 años y ahora enseña y habla internacionalmente sobre la práctica contemplativa y el diálogo interespiritual.

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