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Extractos - Abraham Maslow

Psicología transpersonal

Maslow y la psicología transpersonal

Por James Fadiman y Robert Frager

Abraham Maslow incluía la psicología transpersonal entre las primeras tres fuerzas de la psicología occidental: el conductismo, el psicoanálisis y la psicología humanista. Para él, el conductismo y el psicoanálisis tenían alcances demasiado limitados para conformar la base de una psicología completa de la naturaleza humana. En gran medida, el psicoanálisis se deriva de los estudios psicopatológicos. Por su parte, el conductismo intenta reducir a principios más simples las complejidades de la naturaleza humana, pese a lo cual no ha logrado dar cuenta satisfactoria de problemas como los valores, la conciencia y el amor.

En los primeros años de la década de 1960, la psicología humanista emanó de la obra de Maslow, Rogers y otros teóricos interesados en la salud psicológica y el funcionamiento eficaz. Numerosos psicólogos humanistas han utilizado las teorías de Maslow, en especial sus estudios en torno a la auto-actualización, como marco de referencia para sus textos e investigaciones.

En 1968, Maslow llamó la atención a las limitaciones del modelo humanista. Al explorar los confines de la naturaleza humana, descubrió que había otras posibilidades después de la auto-actualización. Cuando las experiencias cumbre alcanzan un grado especial de intensidad, el sentido del yo se disuelve para dar lugar a la conciencia de una unidad más general. El término auto-actualización no parece concordar con estas experiencias.

La contribución de la psicología transpersonal a los temas tradicionales de la ciencia psicológica estriba en el reconocimiento del aspecto espiritual de la experiencia humana. Este plano de la experiencia aparece sobre todo en la literatura religiosa con un lenguaje que, a menudo, resulta poco científico e imbuido de conceptos teológicos. La misión de la psicología transpersonal consiste, pues, en conferir una expresión y un marco científicos a estos materiales.

También he de señalar que considero la psicología humanista o tercera fuerza como una cosa transitoria, una especie de preparación para una cuarta psicología más “elevada”, transpersonal, transhumana, centrada en el cosmos y no en las necesidades e intereses de la humanidad, situada más allá de lo humano, de la identidad, de la auto-actualización, etc. [...] Necesitamos algo “más grande que nosotros”, algo por lo que sintamos reverencia y con lo que podamos comprometernos en un sentido nuevo, naturalista, empírico, no eclesiástico, quizá como hicieron Thoreau y Whitman, William James y John Dewey. (Maslow, 1968, p. iii-iv)

Uno de los preceptos básicos de la psicología transpersonal es que en cada individuo hay un yo más profundo y auténtico, el cual se experimenta en los estados de conciencia trascendentes. Diferente de la personalidad y del yo personal, se trata nada menos que de la fuente de la sabiduría interior, la salud y la armonía.

El Webster Tenth Collegiate Dictionary define transpersonal como “aquello que se extiende o va más allá de lo personal o individual”. Dicha expresión alude a una extensión de la identidad más allá de la individualidad y la personalidad. Una de las premisas de la psicología transpersonal es que desconocemos los verdaderos alcances del potencial humano. La percepción de un vasto potencial de crecimiento dentro del individuo proporciona un contexto para esta rama de la psicología. Entre las antologías de ensayos y artículos básicos en torno a la psicología transpersonal merecen mencionarse las siguientes: Ornstein (1973), Tart (1969, 1975), Walsh y Shapiro (1983), Walsh y Vaughan (1980, 1993), Frager (1989) y Valle (1989), todos los cuales presentan perspectivas generales acerca de esta teoría psicológica.

Enfoques de la psicología transpersonal

Los principales exponentes de la psicología transpersonal difieren tanto en sus enfoques como en sus intereses. A continuación presentamos varios fragmentos que ilustran dichas diferencias.

Una de las primeras definiciones formales de esta disciplina se publicó en el primer número del Journal of Transpersonal Psychology:

Psicología transpersonal (o cuarta fuerza) es el nombre que da a una nueva corriente psicológica un grupo de psicólogos y profesionales de varias disciplinas, quienes se interesan en las capacidades y potencialidades últimas que carecen de un lugar sistemático en la teoría positivista o conductista (“primera fuerza”), la teoría psicoanalítica clásica (“segunda fuerza”) o la psicología humanista (“tercera fuerza”). (Sutich, 1969, p. 15)

Para algunos, la psicología transpersonal encierra una importancia especial en virtud de que incorpora el saber psicológico de otras culturas y tradiciones:

La psicología transpersonal fusiona los conceptos de las psicologías individualistas de Occidente con las psicologías espirituales del Oriente Lejano y Medio. El descubrimiento de que nuestra propia instrucción es deficiente y que las ideas occidentales no constituyen el centro del universo psicológico tiene efectos perturbadores, al menos al principio. Esta impresión desaparece no bien tomamos conciencia de la inmensa cantidad de trabajos que se han realizado, los cuales, empero, aún esperan ser validados por las herramientas científicas y experimentales de la psicología occidental para apreciar plenamente sus posibilidades. (Fadiman, 1980, p. 181)

Otro de los enfoques mencionados insiste en la inclusión, dentro de la esfera transpersonal, de las experiencias que han sido omitidas o racionalizadas en otros ámbitos de la psicología:

Las experiencias transpersonales pueden definirse como las vivencias en las que el sentido de la identidad o del yo se extienden más allá (trans) de lo individual o lo personal para abarcar aspectos más amplios de la humanidad, la vida, la psique y el cosmos [...] La psicología transpersonal es el estudio psicológico de las experiencias trascendentes y sus correlativos [los cuales comprenden la vida cotidiana, la creatividad o la espiritualidad que inspiran dichas experiencias]. (Walsh y Vaughan, 1993, p. 3)

Tras realizar un sondeo en el que se reunieron 40 definiciones de esta especialidad (Lajoie y Shapiro, 1992), los autores sintetizaron dichas definiciones en el siguiente enunciado: “La psicología transpersonal se ocupa del estudio del potencial más elevado de la humanidad, así como del reconocimiento, la inteligencia y el estudio de las experiencias de unidad, espirituales y trascendentes.”

El modelo perenne

En la psicología transpersonal, el concepto de la naturaleza humana no tiene nada de novedoso, pues siempre ha existido en las culturas humanas. Se la ha llamado filosofía perenne (Huxley, 1944), religión eterna (Smith, 1976) y psicología imperecedera (Wilber, 1977). Ahí, lo verdaderamente nuevo estriba en el esfuerzo por fundir ideas de muchas tradiciones y culturas en un lenguaje psicológico y un marco de referencia científico modernos (véase, por ejemplo, Vaughan, 1995).

No todos los psicólogos transpersonales o los estudiosos de las religiones aceptan el supuesto de que hay una tradición perenne común a las diversas formas que adopta la religión. En el otro extremo se encuentran quienes afirman que no hay una experiencia mística y neutra fundamental que después sea interpretada por cada místico. La propia experiencia mística está determinada por la tradición del místico y no se le puede separar de su contexto religioso y cultural sin que pierda su significado (véase, por ejemplo, Katz, 1978).

El modelo perenne se compone de cuatro premisas básicas (Valle, 1989):

  1. Hay una realidad o unidad trascendente que infunde cohesión a fenómenos aparentemente aislados.
  2. El yo o el self individual no representa sino un reflejo de un self o unidad transpersonal (“después de lo personal”) más grande, de la cual provenimos y participamos. No obstante, nos hemos alejado de nuestros orígenes, de ahí la necesidad de regresar a los mismos a fin de recuperar la salud y la humanidad auténticas.
  3. El hecho de que las personas puedan experimentar directamente esta realidad o self superior se encuentra en el centro de las dimensiones espirituales de la vida.
  4. Esta experiencia implica un cambio cualitativo en la percepción de sí mismo y del mundo circundante, Trátase de una experiencia profunda tras de la cual se alcanza una humanidad auténtica.

Otro teórico de la psicología transpersonal, Ralph Metzner (1986), ha reunido crónicas del crecimiento transpersonal, es decir, de la transformación de la conciencia humana. Dichas crónicas contienen metáforas clave, como la transformación de la oruga en mariposa, el despertar de un sueño a la realidad, el tránsito del cautiverio a la liberación, la victoria de la luz sobre las tinieblas, la purificación por el fuego interior, el paso de la fragmentación a la unidad, el viaje a un lugar donde las visiones se tornan realidad, el retorno al origen y morir para renacer.

Un nuevo paradigma

En este momento de nuestra exposición debería resultar evidente que la psicología transpersonal se basa en premisas radicalmente distintas de las de las otras corrientes de la psicología. Se trata de lo que Thomas Kuhn (1962) dio en llamar un nuevo paradigma.

Kuhn definía la expresión paradigma como un conjunto de valores y conceptos compartidos por los miembros de una comunidad científica. En ésta, tanto la teoría como la investigación concuerdan con tales conceptos y valores fundamentales, Según Kuhn, es frecuente que los avances científicos más decisivos se originen en un cambio de paradigma. Por desgracia, la resistencia que suele oponerse a los nuevos paradigmas es casi inevitable, A menudo, se acusa a los representantes del nuevo paradigma de usar métodos anticientíficos o de empeñarse en resolver aporías.

Tart (1975) ofrece un detallado análisis de las formas en las que el paradigma de la psicología transpersonal difiere de la psicología tradicional. Vale la pena reproducir las siguientes:

  1. Viejo: La física es la ciencia última, el estudio del mundo real. En términos generales, los sueños, las emociones y la experiencia humana son fenómenos derivados.
    Nuevo: La realidad psicológica es tan real como la realidad física. La teoría física moderna indica que ambas no están separadas como parecería a primera vista.
  2. Viejo: El individuo existe en un aislamiento relativo respecto del entorno. Somos criaturas esencialmente independientes (y, por ende, podemos esforzarnos por controlar el mundo, como si no formáramos parte de éste).
    Nuevo: Hay un plano profundo de conexión psicológica espiritual entre todas las formas de vida. Cada individuo es una criatura cósmica con hondas raíces en el universo.
  3. Viejo: Nuestro estado de conciencia ordinario representa la forma más racional, adaptada y eficaz en la que la mente puede organizarse. Todos los demás estados son o inferiores o patológicos. Aun los “estados creativos” son sospechosos, pues a menudo lindan con lo patológico (por ejemplo, la “regresión”).
    Nuevo: Es posible alcanzar tipos superiores de emociones, conciencia y hasta racionalidad. Lo que llamamos conciencia despierta es mucho más que el “sueño despierto”, en el cual no usamos más que una parte mínima de la conciencia o las capacidades propias.
  4. Viejo: La búsqueda de estados de conciencia alterados es señal de un trastorno patológico o inmadurez.
    Nuevo: El interés por experimentar estados de conciencia diferentes es un aspecto natural del sano crecimiento humano.
  5. Viejo: El desarrollo básico de la personalidad culmina en la edad adulta, con excepción de los neuróticos, las personas con traumas infantiles, etcétera.
    Nuevo: El adulto común presenta un grado de madurez apenas rudimentario. Básicamente, la personalidad del adulto “sano” no es más que el fundamento del trabajo espiritual y el desarrollo de un nivel de sabiduría y madurez mucho más profundo.

Según los entendidos, hay diversas tradiciones espirituales en las que el estado de conciencia cotidiano resulta no sólo limitado, sino también ilusorio y comparable a un sueño. Desde esta perspectiva, las psicoterapias que sólo se ocupan de la dinámica de la personalidad constituyen paliativos superficiales, en la misma medida en que suministrar caramelos a un amigo enfermo es consolador, aunque en realidad resulta ineficaz como tratamiento curativo.

La obra de Ken Wilber

Ken Wilber es un destacado teórico de la psicología transpersonal. En su primera obra importante, The Spectrum of Consciousness (1977), elabora un modelo compuesto por gran cantidad de conceptos tanto orientales como occidentales. Según Wilber, el crecimiento es la curación de los efectos de una serie de dicotomías que se presentan dentro del individuo. Primero, se verifica la división entre el consciente y el inconsciente, o entre persona y sombra. A continuación, tenemos la escisión entre mente y cuerpo. En seguida viene la separación del organismo y el entorno. La última etapa es la consecución de la unidad con el universo. Para Wilber, cada plano de la conciencia tiene sus propios dilemas, problemas y formas apropiadas de terapia o práctica espiritual.

Wilber (1980) también ha escrito acerca del crecimiento y el desarrollo humano a la luz de dos procesos fundamentales. Primero, tenemos el arco exterior, o proceso de desarrollo del yo personal. El segundo proceso está simbolizado por el arco interior, o desarrollo transpersonal y espiritual de la conciencia de sí mismos a la superconciencia.

La historia del arco exterior es la historia del héroe, la crónica de la encarnizada batalla que se precisa librar para liberarse del sueño inconsciente [...] La historia del arco exterior también es la historia del yo, ya que éste es el héroe [...] Empero, el arco exterior, el movimiento del subconsciente a la conciencia de sí mismo, no es más que la mitad de la historia de la evolución de la conciencia [...] Según los maestros místicos, después del yo consciente de sí se encuentra la vía del retorno y la psicología de la eternidad, el arco interior. (Wilber, 1980, p. 4)

En el arco exterior, comenzamos con lo que Wilber denomina el self de la pertenencia, cuando adquirimos el lenguaje y socializamos en una cultura particular. En seguida viene la etapa del self yóico mental, en la cual adoptamos un auto-concepto positivo y un yo sano y equilibrado. La última fase del arco exterior es el self integrado, la etapa de la auto-actualización, la cual representa por lo general el grado de desarrollo más alto que identifica la psicología occidental.

El arco interior comienza con el self de baja sutilida, el cual comprende una intuición bastante desarrollada y diversos tipos de percepciones extrasensoriales. La siguiente etapa, la del self de alta sutilidad, ha sido definida por los grandes místicos del mundo como la experiencia de la beatitud y las visiones de las esferas divinas. Las últimas etapas son el self de baja causalidad y el self de alta causalidad, descritas en los textos místicos como los estratos de iluminación y vida espiritual más altos.

Wilber (1995, 1996) visualiza el curso de la evolución como una manifestación viva del Espíritu, En las etapas superiores del desarrollo espiritual, el Espíritu adquiere conciencia de sí mismo.

Son muchos los psicólogos transpersonales que han intentado incorporar los conceptos y el saber de las fuentes asiáticas (véase, por ejemplo, Frager, 1989; Walsh, 1989; y los capítulos 15 y 17 de esta obra), Por lo común, las psicologías asiáticas prefieren centrarse en los planos espirituales de la experiencia y no tanto en su dimensión patológica. Para ello, cuentan con toda una cartografía de los estados de conciencia, estudios de los grados de desarrollo y etapas que se extienden más allá de las formulaciones psicológicas tradicionales. Walsh (1989) atribuye virtudes psicoterapéuticas a los textos orientales sobre meditación y otras prácticas afines.

La obra de Stanislav Grof

Otro teórico transpersonal importante es el psiquiatra europeo Stanislav Grof, quien ha escrito numerosos textos en torno a la indagación psicodélica y los estados alterados de conciencia, Para Grof (1983), la mente puede compararse con un holograma, una de cuyas piezas contiene toda la información del conjunto original. Explica que, aun cuando seamos entidades separadas, nuestra mente contiene pautas y verdades universales además de la experiencia personal.

Grof (1975, 1993) describe las principales características de la experiencia psicodélica, entre las cuales se cuenta la trascendencia del tiempo y el espacio, la trascendencia de las distinciones entre materia, energía y conciencia, y la trascendencia de la separación entre el individuo y el mundo externo.

Grof (1975) divide la experiencia psicodélica en cuatro categorías: abstracta, psicodinámica, perinatal y transpersonal,

  1. Experiencias abstractas, las cuales poseen un carácter eminentemente sensorial, como la percepción extraordinariamente vívida de los colores o los sonidos.
  2. Experiencias psicodinámicas, en las que se reconstruyen los recuerdos más cargados de emociones. También comprenden experiencias simbólicas similares a las imágenes oníricas.
  3. Experiencias perinatales, las cuales se relacionan con el nacimiento y la muerte. Grof concibe cuatro etapas en el proceso de alumbramiento. El primero comienza antes del trabajo de parto, cuando el feto vive cómodamente en el seno materno. Esta etapa se asocia con sensaciones de infinito y con símbolos como el mar. La segunda etapa, el inicio del trabajo de parto, se relaciona con la angustia y el sentirse amenazado, como si el producto se sintiera atrapado. Durante la tercera etapa, el feto se desplaza por el canal del nacimiento. Simboliza esta etapa la lucha por la supervivencia, la presión aplastante y una sensación de ahogo. La cuarta etapa es el alumbramiento mismo, la lucha que termina en alivio y relajación. Puede contener visiones de luz y belleza, el sentirse liberado o salvado o la experiencia de la muerte y el renacer.
  4. Experiencias transpersonales, que comprenden la sensación de una conciencia que se expande más allá de las fronteras del yo, así como de las dimensiones espacial y temporal. Otras experiencias incluyen la percepción extrasensorial, las visiones de imágenes arquetípicas, los recuerdos ancestrales, la memoria de encarnaciones anteriores o la sensación de fundirse por completo con los demás.

Según Grof, estos cuatro grados guardan una estrecha interrelación, pues observa que el trabajo con los recuerdos psicodinámicos suelen traducirse en experiencias perinatales y, en seguida, transpersonales. A la inversa, para quienes tienen experiencias espirituales o transpersonales profundas resulta más fácil trabajar con los aspectos psicológicos.

Se deben a Grof (988) las técnicas de los ejercicios respiratorios holotrópicos, los cuales permiten acceder a estados de conciencia similares a las experiencias psicodélicas. Muchas personas refieren efectos de los ejercicios respiratorios que coinciden con los resultados de los estudios en torno al LSD.

Psicosíntesis

Otro precursor significativo de la psicología transpersonal es Roberto Assagioli (1971), un psiquiatra italiano que estudió con Freud y Jung y a quien se debe la creación del sistema conocido como psicosíntesis.

El que nos hayamos referido a un self ordinario y a un self profundo no debe interpretarse en el sentido de que hay dos “yo” separados e independientes en nosotros. En realidad, el self es uno. Lo que denominamos el self ordinario es aquella mínima parte del self profundo que la vigilia consciente es capaz de absorber en un momento determinado [...] Representa un reflejo de lo que puede tornarse más claro y vívido aún y que acaso un día logre fundirse con su fuente. (Assagioli, en Hardy, 1987, p. 31)

Assagioli concibe dos planos de trabajo en la psicosíntesis: personal y transpersonal. La psicosíntesis personal se centra en la integración de la personalidad alrededor del self personal. La psicosíntesis transpersonal implica la alineación de la personalidad con el self transpersonal. Assagioli señala que el self, en el plano de la personalidad, es básicamente un reflejo del self transpersonal.

Evaluación de la psicología transpersonal

Otrora, el reino transpersonal de la experiencia humana era coto exclusivo del sacerdote, el chamán o el maestro espiritual. En la actualidad, lo transpersonal atrae buena parte de la atención del quehacer psicológico. Cuando abordamos temas específicamente humanos como los valores, el significado y la finalidad, inevitablemente planteamos problemas de tipo espiritual y transpersonal.

Carl Jung solía afirmar que el cambio y el crecimiento se alcanzan por la vía exclusiva de la transformación de la conciencia.

Los problemas significativos e importantes de la vida son irresolubles [...] No se les puede solucionar, sino tan sólo superar. Tras un análisis detallado, resulta que esta “superación” requiere un nuevo plano de conciencia. Es entonces cuando, en el horizonte del paciente, aparece un interés más elevado o amplio. (Jung en Jacoby, 1959, p. 302)

En tanto especialidad, la psicología transpersonal se dedica al estudio y la elucidación de este proceso de crecimiento, así como a la investigación de los nuevos planos de la conciencia a los que alude Jung.

Fuente: Extracto del artículo 14 titulado “Abraham Maslow y la psicología transpersonal” en el libro Teorías de la personalidad de James Fadiman y Robert Frager (Oxford University Press) Alfaomega Grupo Editor (México)