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Extractos - Ken Wilber

Eternidad

Introducción al despertar

(Segunda parte)
Por Ken Wilber

Eternidad e infinito

Más adelante veremos, como ya hemos dicho, los dos estados más elevados del despertar ―el Testigo puro y Un Solo Sabor― y ejercicios que pueden ayudarte a experimentarlos directamente (véase el capítulo 16). Ahora quisiera exponer un par de ideas a las que, en algún que otro momento, se refieren casi todas las religiones o sistemas espirituales que suelen interpretarse de un modo muy equivocado: la eternidad y el infinito. Y, como estos son términos de los que lamentablemente suele hablarse en un lenguaje religioso (porque fueron descubiertos desde los estadios mítico-religiosos de la conciencia humana), quiero asegurarme de que, cuando el lector los escuche, no los interprete mal porque, del mismo modo que la «eternidad» no se refiere a un tiempo muy largo, el «infinito» tampoco tiene nada que ver con un espacio muy muy grande... porque eso es, precisamente, lo que no son.

Empezaremos hablando de la eternidad. Cuando la gente escucha hablar de «eternidad» suele entender que se está hablando de un período de tiempo muy largo, de un tiempo que se prolonga indefinidamente y no acaba nunca. ¿Pero cómo diablos podría alguien, si ese fuese el verdadero significado del término eternidad, experimentar una realidad espiritual que no acabase nunca? Para ello la persona no debería morir, cosa que definitivamente no va a ocurrir. De modo que, si la experiencia del despertar tuviese que ver con la experiencia de una realidad eterna y esa eternidad se refiriese a una duración eterna, jamás podríamos tener una experiencia del despertar. Hay algo que no cuadra en esta forma de entender el significado del término eternidad.

La solución a este problema es muy sencilla, porque el término eternidad no se refiere a una duración indefinida, sino a un momento atemporal, a un momento sin tiempo, a un momento en el que cabe toda la eternidad. No hay conflicto ni tensión, pues, entre la eternidad y el tiempo, porque toda la eternidad atemporal está completamente presente en cada momento del tiempo. Y esto significa que la eternidad es omnipresente, lo que quiere decir que, en cada momento del tiempo, el 100% de la eternidad está total y completamente presente. Ahora mismo, en este mismo instante, tienes acceso, en tu propia experiencia directa presente, al 100% de la eternidad, no al 95% ni al 99%, sino al 100%. A esto nos referimos cuando hablamos del «presente puro», es decir, del «ahora atemporal». La eternidad es de verdad atemporal porque está completamente presente en todos y cada uno de los instantes de cada Ahora atemporal, lo que significa que Ahora, en este mismo instante, tienes acceso a la vida eterna.

Experimentar la eternidad no significa vivir para siempre, no significa que debas creer palabra por palabra en mitos mágicos como los que afirman que Elías se elevó directamente a los cielos en un carro de fuego, que la mujer de Lot se convirtió en una estatua de sal o que, después de la muerte, vivirás para siempre en una especie de cielo. Despreocúpate de todas estas cosas porque el despertar no tiene que ver con nada de eso. Veamos lo que, a este respecto, dice Ludwig Wittgenstein, el filósofo más serio de Occidente que no aceptaba ningún tipo de galimatías religiosos y que, en su juventud, sentó las bases, con su obra Tractatus Logico-Philosophicus, del positivismo lógico. En el Tractatus, Wittgenstein da una definición perfecta de la eternidad al tiempo que avala su realidad (e invito al lector a que lea esto con suma atención, porque es la clave que explica todo esta cuestión): «Si, por eternidad, no entendemos una duración temporal eterna, sino un punto sin tiempo, la vida eterna pertenece a quienes viven en el presente». (5)

Exactamente. E insistamos en que esto significa que, en este mismo instante, tienes acceso a la vida eterna o, dicho de otro modo, que solo Ahora puedes acceder a la vida eterna (de ahí lo de «Ahora atemporal»). Caer en el Ahora atemporal es precisamente lo que ocurre durante el despertar, lo que, en consecuencia, incluye el descubrimiento de la vida eterna, de tu vida eterna.

¿Qué pasa entonces con este «Ahora atemporal»? ¿Si el Ahora atemporal es lo mismo que la eternidad omnipresente, está realmente accesible ahora mismo? ¿Es de verdad omnipresente, total y completamente presente en cada punto de la corriente del tiempo? Sí, desde luego. En su extraordinario La sabiduría de la inseguridad, Alan Watts explica muy bien este punto. La suya es una explicación muy sencilla y evidente a la que he aludido en reiteradas ocasiones y a la que voy a volver una vez más.

El problema es que vivimos dentro de una corriente temporal y que, en cada momento de esta corriente temporal, hay una eternidad omnipresente, un «Ahora atemporal» que no es difícil de alcanzar, sino imposible de eludir. Cobrar conciencia de ese Ahora atemporal es descubrir la eternidad y descubrir la eternidad es experimentar un auténtico despertar. Es por ello por lo que, si el Ahora intemporal es completamente eterno, el verdadero despertar también está ahora completamente presente. Y eso es bastante cierto. Date cuenta de que casi todos los caminos de liberación sostienen que la Mente Iluminada es imposible de alcanzar u obtener. Los místicos cristianos afirman que, para alcanzar la salvación, no tienes que hacer absolutamente nada porque, por la gracia de Dios, ya estás del todo salvado. En este mismo sentido, el zen dice que «la mente ordinaria, tal cual es, es el Tao», lo que significa que el estado cotidiano de conciencia que ahora mismo experimentas es, de hecho, la Mente Iluminada. El Sutra de la Prajnaparamita ―núcleo de casi todo el budismo Mahayana― insiste en que: «Si te dieras cuenta de que la Mente Iluminada es inalcanzable, estarías Iluminado». La Mente Iluminada es inalcanzable porque ya la tienes, toda ella. Es tan imposible alcanzar la Iluminación como alcanzar tus riñones o llegar a tus pies. Esa es la simple paradoja: siempre estás iluminado, pero ese es un hecho que todavía debes reconocer.

Los ejercicios que presentaré en un capítulo posterior te ayudarán a reconocer tu Mente Despierta omnipresente. Y esta omnipresencia se aplica también al «Ahora atemporal», que es igualmente omnipresente y solo debe ser reconocido. Este es, de hecho, el descubrimiento de la eternidad y la comprensión directa de que la eternidad es omnipresente, es decir, que está completamente presente en cada momento del tiempo, incluido este, razón por la cual se dice que «la vida eterna pertenece a quienes viven en el presente».

Aunque es muy posible que no lo reconozcas, tú ya vives completamente en el presente, en el Ahora atemporal. Y esta falta de reconocimiento del Ahora atemporal alienta la creencia en la realidad del tiempo. No vivimos en el presente porque creemos en la realidad del pasado y del futuro, y las ideas sobre esas realidades nos mantienen tan distraídos que no advertimos el presente atemporal ni la Mente Iluminada. Pero no olvidemos que los caminos de liberación afirman que la corriente del tiempo no es más que una ilusión ―es decir, que no está realmente aquí―, que forma parte del «mundo onírico» del que se supone que debemos despertar, aunque, en realidad, lo único que tenemos que hacer es reconocer el Ahora eterno, atemporal y omnipresente que nunca hemos abandonado.

¿Es real o ilusoria la corriente de tiempo que desfila por tu mente? Vamos a comprobarlo. Piensa en algún acontecimiento de tu pasado, algo que te parezca especialmente real. Trata de experimentar la sensación más vívida y clara de esa realidad y contémplala con atención. Este es el pasado que tan real consideras. Date cuenta de que, cuando ves claramente este acontecimiento pasado, eres tan solo consciente del recuerdo de ese acontecimiento y de que ese recuerdo solo aparece en este momento del tiempo. Y, cuando ese acontecimiento ocurrió, también tuvo lugar en un ahora presente. Tu conciencia nunca puede vivir un acontecimiento pasado, solo puedes ser consciente del Ahora omnipresente.

Imagina, de manera parecida, un acontecimiento futuro. Es evidente que lo mismo ocurre en este caso, es decir, que no estás viendo ningún futuro real y que lo único que ves es la imagen de un pensamiento del futuro que solo existe en este Ahora. Cuando piensas, pues, en algo que ocurrirá en el futuro, también se trata de algo que está ocurriendo Ahora, en este mismo instante.

No cabe la menor duda de que solo puedes ser consciente de este momento atemporal, el Ahora eterno y omnipresente. Este Ahora no se mueve en el tiempo, sino que es el tiempo el que se mueve a través de él. Y omnipresente quiere decir que siempre está presente. Como dijo Erwin Schrödinger, uno de los fundadores de la moderna mecánica cuántica: «El presente es lo único que no tiene fin» (6). El presente (es decir, el Ahora atemporal) no tiene fin... y tampoco tiene comienzo. Lo único que tiene comienzo y fin es el tiempo, no la atemporalidad. La eternidad es atemporal y eterna, pero no porque perdure mucho en la corriente del tiempo, sino porque, para empezar, nunca ha entrado en la corriente del tiempo.

Es por ello por lo que muchos de los caminos de liberación se refieren a la Mente Iluminada como «lo que nunca ha nacido», es decir, lo que nunca ha entrado en el tiempo, lo atemporal o lo que nunca se ha sumergido en la corriente del tiempo. Y ello también significa que, en tu conciencia directa actual, tu propia Mente Iluminada nunca ha nacido. Y nunca ha nacido porque, como siempre está completamente presente, es, como el Ahora atemporal, inalcanzable.

Los caminos de la liberación se refieren también a la Mente Iluminada como «lo que nunca muere». Y no muere nunca porque, al no haber nacido (y no haber entrado nunca en la corriente del tiempo), jamás puede abandonar la corriente del tiempo o, dicho en otras palabras, jamás puede morir. Esta es también la razón por la cual tu Yo Verdadero, la Gran Mente, nunca nace y la razón también por la que nunca muere, por la que nunca ha nacido y por la que nunca morirá. Y, como hemos visto con el Ahora atemporal, esta es una realidad omnipresente y por ello también ―por dar un solo ejemplo― la mayoría de la gente intuye que nunca morirá. Por supuesto que saben que su cuerpo y su yo superficial y convencional morirán, pero también saben que hay algo en ellos ―la parte más profunda y verdadera― que nunca morirá. Esto es algo que tú también sabes o intuyes y, por ello, no puedes ser directamente consciente de tu propia muerte, de tu propio dejar de ser. (No puedes hacerlo porque tu Yo Verdadero nunca ha nacido y nunca morirá y es imposible que puedas imaginar el nacimiento o la muerte de tu propia conciencia).

Insistamos en que la intuición de que la parte más profunda de tu ser nunca morirá (es decir, que es inmortal) no implica que vivirás para siempre en el tiempo, sino que tu Yo Verdadero está directamente conectado con el Fundamento eterno e infinito del Ser, un fundamento tan profundo, atemporal y eterno que su núcleo jamás se ve afectado por la corriente del tiempo. Cuando la gente intuye, aunque sea vagamente, ese fundamento o su Yo Verdadero, está intuyendo, en realidad, lo que nunca ha nacido y lo que nunca morirá. Y es que todo el mundo, en su conciencia más profunda, sabe que es Eso y no puede imaginar otra cosa.

Esto es algo que, en ocasiones, se conoce como «la paradoja de la instrucción». No hay nada que puedas hacer para traer a la existencia este estado del despertar porque, como ocurre con el Ahora atemporal, la Mente Iluminada siempre está completamente presente y en pleno funcionamiento en tu conciencia, y lo más paradójico es que todavía debes reconocerlo. Dicho en pocas palabras, necesitas un satori para darte cuenta de que no necesitas ningún satori (por ello volveremos a las «instrucciones para señalar» que te ayudarán precisamente a hacer esto).

¿Pero cuán serios son, sobre este Ahora atemporal o este Yo Verdadero atemporal totalmente omnipresente, los grandes caminos de liberación? Para ilustrar esto suelo emplear ejemplos procedentes del zen, pero no porque sea un orientalista apasionado, sino porque, de todas las grandes tradiciones, tanto orientales como occidentales, es la que más énfasis pone en la necesidad de tener un satori, una auténtica iluminación, un reconocimiento directo de la realidad omnipresente de tu verdadero Yo. Por ello el zen dice: «Muéstrame tu Rostro Original», tu Yo Verdadero omnipresente, el rostro que tenías antes de que tus padres nacieran». ¿Pero a qué se refiere la expresión «antes de que nacieran tus padres»? ¿Significa acaso que tu Yo Verdadero existía antes de que tus padres nacieran? ¿Se trata de una afirmación simbólica o metafórica, no es cierto? ¡No! ¡Se trata de una afirmación literal y directa que nada tiene de simbólico! Pero con ello no quiere decirse que tu Yo Verdadero existiera en algún punto de la corriente temporal anterior al nacimiento de tus padres. Lo que esa expresión significa es que tu Rostro Original, tu Yo Verdadero, es algo real y literalmente atemporal, omnipresente y eterno, que existe antes de la corriente del tiempo, es decir, que existe antes de que el tiempo se ponga en marcha. Tu Yo Verdadero existe antes del nacimiento de tus padres, antes del nacimiento de esta Tierra, antes del nacimiento de este sistema solar y antes del nacimiento de esta galaxia porque existe antes de la corriente del tiempo, y punto.

Esto significa que de ningún modo vives estabulado en un presente estrecho y pasajero atrapado entre un pasado que no tiene comienzo y un futuro que no tendrá final. En modo alguno estás aprisionado en una secuencia temporal que, comenzando en algún momento del pasado, atraviesa como un bólido el presente fugaz y se dirige hacia algún momento del futuro. Vives en la inmensa apertura en la que se entrecruzan un Ahora atemporal que todo lo abarca y un presente sin fronteras en el que emergen todos los acontecimientos tanto del pasado como del presente y del futuro. Tu Yo no está en una secuencia temporal que vaya desde el pasado hasta al presente y, desde este, hasta el futuro, sino que todo eso está dentro de ti. Tú lo abarcas todo, estás abierto a todo y, en esa conciencia, «cabe todo». Esa es la colosal totalidad que el despertar ofrece a todos los que se comprometen con ella en lo que se conoce como «la paradoja de la instrucción».

Estos son algunos de los puntos básicos sobre la eternidad que nunca deberías olvidar. Esto es algo evidente para todas las personas que han tenido alguna experiencia genuina de despertar y sienten que en ningún momento han dejado de estar directa y profundamente conectados con un ser eterno y absoluto, una realidad omnipresente que todo lo incluye y que no solo se experimenta como un despertar a la Realidad, sino también como un «regreso a casa», como una vuelta a un hogar al que en ningún momento han dejado de pertenecer. Entonces es cuando la Realidad se revela como una Identidad Suprema atemporal, omnipresente y eterna, cuyo impacto te muestra tu Rostro Original.

La explicación más sencilla de esta experiencia directa no es que tu cerebro haya experimentado un colapso fisiológico y estés empezando a delirar, sino que, en el Ahora atemporal del despertar, has experimentado, de manera directa e inmediata, el Fundamento básico, omnipresente y sin fondo de Todo-Ser, un fundamento atemporal, es decir, eterno. Da lo mismo que entiendas esta explicación de un modo metafórico, simbólico o filosófico, porque lo que realmente importa es que se trata de una experiencia «incuestionable».

Después de haber hablado de algunas explicaciones sencillas sobre la eternidad (y la Realidad atemporal que la gente experimenta al despertar), podemos abordar brevemente el infinito, porque los puntos básicos son los mismos, solo que aplicados, en este caso, al espacio.

Pues, del mismo modo que sucede con el caso de la eternidad, es mucha la gente que considera erróneamente que el infinito es «un espacio muy muy grande», sin darse cuenta de que eso es más o menos lo contrario de infinito. Porque, si infinito significase «un espacio inmenso», la experiencia del despertar espiritual que parece revelar una realidad infinita implicaría que tu alma se ha expandido física y literalmente más allá de la Vía Láctea. Y, si ese fuera el caso, no parece que sea mucha la gente que haya tenido un satori revelador del infinito. No, infinito no significa «un espacio muy muy grande» o «una cantidad inmensa de espacio», sino «un punto o un lugar ajeno al espacio». Y, como ocurre con la eternidad que, al ser atemporal, está completamente presente en cualquier momento del tiempo, el infinito, al carecer de espacio, está completamente presente en cualquier punto del espacio. Dicho en otras palabras, el 100% del infinito está total y completamente presente Aquí. El otro lado del planeta no tiene un infinito distinto al de este lado, como Júpiter tampoco tiene un infinito distinto al de la Tierra. Bien podríamos decir, de un modo, es cierto, un tanto burdo, que el número total de infinitos ―o de eternidades― es uno, razón por la cual la gente que ha experimentado un verdadero despertar siente una gran Unidad porque están conectados con el fundamento individual, no-dual, infinito y eterno de todos los seres, la Fuente, Condición y Naturaleza de todos los seres (y la Conciencia Absoluta, la parte «incuestionable» de esta experiencia). Es por ello por lo que basta con que descubras un infinito real Aquí para que lo hayas descubierto en todas partes.

Esta es, de hecho, la razón por la cual las personas que tienen una profunda experiencia del despertar se sienten uno hasta con las galaxias más distantes. Son uno con todo, lo que no significa que sean conscientemente uno con todas las verdades relativas (de la mayoría de la cuales ―como la estructura de los quarks o la existencia de los multiversos, por ejemplo― saben muy poco), sino que son uno con la Verdad última (que es su Naturaleza y Condición verdadera omnipresente, el Fundamento único de todo lo que existe, la Naturaleza de todas las naturalezas y la Condición de todas las condiciones).

De esta simple comprensión de la eternidad y el infinito se deriva precisamente el cliché «estar aquí y ahora». El universo manifiesto existe en el espacio y el tiempo concebido normalmente como un solo continuo espaciotemporal. Pero si estás plenamente «aquí», estarás en contacto directo con el infinito sin espacio que está en todas partes (porque el infinito está plenamente presente en todos y cada uno de los puntos del espacio) y, si vives directamente «ahora», estarás en contacto directo con la eternidad atemporal (puesto que la eternidad está plenamente presente en cada momento del tiempo). «Permanece aquí y ahora» y estarás en contacto directo con el fundamento eterno e infinito de todo ser. Este fundamento eterno e infinito no es algo difícil de alcanzar, sino que es literalmente inalcanzable, por la simple razón de que es imposible de evitar. No hay forma de pasar de un punto en el que no está a otro en el que sí está, porque no hay ningún punto en el que no esté: es la Talidad o Esencia de cada punto del continuo espaciotemporal en cualquier lugar de la existencia. Y tú eres Eso.

Por supuesto, por más absolutamente cierto que sea que ahora, tal cual eres, eres uno con el Fundamento de Todo Ser, aún debes reconocerlo. Esta es la mencionada paradoja de la instrucción según la cual necesitas un satori para darte cuenta de que no necesitas un satori. De eso precisamente trata el despertar, un proceso que la visión integral toma muy en serio. El despertar es la puerta a una Verdad última, Un Solo Sabor cuya realización te abre a una totalidad última que puede encontrarse en cualquier lugar.

Pero esta, por más extraño que te parezca, no es más que una ―la más grande, por cierto― de las totalidades a la que puedes acceder. Lo que llamamos Gran Totalidad incluye cinco tipos de totalidad y la totalidad proporcionada por el despertar no es más que una de ellas. Más adelante volveremos al despertar y profundizaremos en él, pero antes conviene presentar los otros cuatro grandes tipos de totalidad igualmente emocionantes.

¿Vamos a por ello?

Notas:
  1. Ludwig Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus (Mineola, NY: Dover Publications, 1998), prop. 6.4311. [Tractatus logico-philosophicus, Alianza Editorial, Madrid, 2012].
  2. Erwin Schrödinger, My View of the World (Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press, 1964), 22. [Mi concepción del mundo, Tusquets, Barcelona, 1988].