Extractos - Consuelo Martín
El yoga de la sabiduría
Por Consuelo MartínLa palabra yoga hace referencia, lo mismo que la palabra "religión" (religare) al acto de unir algo. Y es correcto su sentido desde la posición de una mente dual que vive en la ilusión de la separación y anhela la unidad. Las diversas y específicas actividades de los distintos actos religiosos o yógicos, occidentales u orientales, no deben alejarnos del significado esencial que subyace en todas las tradiciones.
En la tradición advaita se enseña que los distintos yogas conocidos son medios para alcanzar el cielo (1), pero para acceder a la liberación se necesita un camino excepcional: el yoga de la sabiduría (jnana-yoga).
En el camino del amante de la verdad como sabiduría no sirven las prácticas conocidas en los diferentes yogas. No existe en él más método que el ejercicio del discernimiento, completamente ametódico. La austeridad, el desarrollo de las virtudes y demás actos que suponen esfuerzo personal o sacrificio nunca pueden conducir a la sabiduría. Porque la verdad última en que la sabiduría descansa es ajena a la relación causa-efecto del ámbito fenoménico, como hemos visto en capítulo anterior. No se puede decir, sin embargo, que no sean de utilidad para muchos seres humanos, pues facilitan la preparación de la mente, aunque no condicionan y por tanto no garantizan el nacimiento de la comprensión de la verdad que siempre será espontáneo.
La comprensión se presenta como una revelación de lo que siempre estuvo ahí, aunque encubierto por los entretenimientos de los sentidos y del pensar. El discernimiento es el único camino que conduce al descubrimiento de la verdad. Pero sólo cuando la verdad está ahí, revelándose por sí misma en la mente iluminada o budhi, se pone de manifiesto la capacidad espontánea de discernir. Para el pensamiento representativo dual es un círculo vicioso sin salida. La salida está en la sabiduría que no es lógica sino supra-lógica, y sobreviene por inspiración.
El maestro Gaudapâda llama asparsa-yoga al camino hacia la unidad por la sabiduría, la vía de la unión sin relación (asparsa yoga).
"Admiro aquel camino de unión (yoga) que no tiene relación de dualidad (asparsa), el que produce alegría en todos los seres, es bueno y libre de contradicciones y oposición, el yoga que enseñan las escrituras."
(Mandukya Upanisad, Karikas IV, 2)
Se trata de una unión sin contacto entre dos, es decir, camino a la unidad no relacional, no relativa. En él no se intenta juntar dos entidades separadas, sea el adorador y lo adorado, la mente humana y la mente divina o la conciencia individual y la total. Si la verdad última es que no hay dos sino "uno sin segundo", según afirma y demuestra la filosofía advaita, todo intento de llegar a algún lugar y el esfuerzo de conseguir algo aparte de lo que es, será ilusorio.
"Para él (el sabio) no tiene aliciente alguno actuar o no actuar aquí. No necesita depender de nada para conseguir algo."
(Bhagavad Gita III, 18)
Lo que se entiende por yoga es una disciplina progresiva. Por ello en el mismo camino del investigador para alcanzar lo que cree ajeno a él se encuentra con la desviación solapada de la ilusión de dualidad.
"Este yoga, esta unión sin contacto es difícil de comprender incluso para muchos yoguis. Porque estos yoguis ven miedo donde no lo hay, y se asustan."
(Kârikâ de Gaudapâda, III, 39)
El miedo al que se alude aquí es el de perderse al disolver la identidad individual en lo absoluto, la conciencia personal en la conciencia en sí. No existe tal miedo, nos dice Gaudapâda. Sin embargo lo siente el psiquismo de los seres humanos. Pero el maestro no acepta la existencia real de esa entidad psíquica. Y por consiguiente no habrá ninguna entidad real que perder en la unión no-dual. El miedo psicológico es consecuencia de un pensamiento erróneo de separación que produce emociones en el cuerpo energético psico-físico con el que los seres humanos se identifican.
A la liberación del error básico de la dualidad no se llega por caminos espaciales o temporales, los cuales denotan la intervención de la mente dual con sus categorías limitativas de espacio y tiempo. Se arriba en una visión directa a la que la metafísica advaita llama parâ vidya o conocimiento trascendente. La revelación del ser es pura lucidez. Se produce al acceder a ese lugar contemplativo de la mente iluminada. Allí donde conocer y ser comienzan a indiferenciarse. Es el simple descubrimiento de la verdad de lo real, en un nuevo estado de conciencia desconocido para el pensar.
La vivencia de la realidad es directa. No requiere mediación de los sentidos ni de la mente, los cuales deben permanecer en serenidad y equilibrio para que sea posible la eclosión de un estado contemplativo en la conciencia. Es indudable que debe haber serenidad para contemplar, como lo es que la contemplación es la única vía directa a la unidad de conciencia. Porque la verdad que se descubre al contemplar es constatada directamente y su verificación es inmediata. No depende de análisis pensados ni de comparaciones entre pensamientos por autoridad intelectual, cultural o religiosa.
La verdad última es evidente por ella misma. Excluye toda duda por su misma esencia. Y viene siempre acompañada de alegría, paz, compasión y confianza. Es fácil constatar que la tristeza, el miedo, las dudas, las inquietudes o angustias y el odio o el desprecio se deben a los errores que se viven al dar realidad a las situaciones relativas de la existencia. Por ello el descubrimiento de la verdad no-dual, el gran misterio que hace inseparables el conocer y el ser, es para quien intuye su posibilidad como la máxima meta, y la atracción a ella es la más intensa que pueda concebirse. Para quien comienza a intuir algo en esa dirección se abre un camino nuevo que llena de sentido la existencia. De cualquier manera que se comience la andadura por él será siempre la gran aventura existencial de un ser humano.