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Extractos - Ken Wilber

El Sabio del Siglo

Por Ken Wilber

Con motivo de la publicación de una nueva edición de Talks with Sri Ramana Maharshi (año 2000) Inner Directions pidió a Ken Wilber que escribiera un Prólogo para el libro. Lo siguiente es una adaptación de este prólogo.

 
Talks with Sri Ramana Maharshi

Talks with Sri Ramana Maharshi (Conversaciones con Sri Ramana Maharshi) es uno de los dos o tres libros que siempre he mencionado cuando me han preguntado: "¿Qué libros llevaría consigo a una isla desierta?" Se trata, en mi opinión, de la voz viva del sabio más importante de este siglo y, presumiblemente, de una de las realizaciones espirituales más elevadas que haya podido presenciar cualquier período histórico.

Una de las muchas cosas sorprendentes de estas "conversaciones" reside en la consistencia del tono, el estilo y la voz. Pero no estoy diciendo, con ello, que se trate de algo estático y rígido, sino que Maharshi se expresa con plena madurez desde la primera hasta la última palabra. Es como si ―o, mejor dicho, ése debe de ser precisamente el caso― la realización de Ramana hubiera llegado a él completamente formada ―aunque tal vez debiéramos decir completamente sin forma― y, por tanto, no hubiera necesitado un largo desarrollo. Maharshi simplemente habla desde y como el Absoluto, el Yo Superior, la Vacuidad pura, la Meta y el Fundamento del mundo manifiesto, que no es otro que ese mundo. Haciéndose eco de Shankara, Ramana Maharshi decía:

El mundo es ilusorio;
Sólo Brahman es real;
Brahman es el mundo.

¿Qué es y dónde está el Yo? ¿Qué tengo yo que ver con Eso? No existe la menor duda de la respuesta que Ramana Maharshi y tantos otros darían a esta pregunta: ¿Quién quiere saber? ¿Quién es, ahora mismo, consciente de esta página? ¿Quién es el Conocedor que conoce el mundo, pero que no puede conocerse a sí mismo? ¿Quién es el Escuchador que escucha el canto de los pájaros pero no puede escucharse a sí mismo? ¿Quién es el Veedor que ve las nubes pero no puede verse a sí mismo?

Ésta es, precisamente, la indagación sobre uno mismo que Ramana Maharshi regaló al mundo. Yo tengo sentimientos, pero no soy esos sentimientos. ¿Quién soy yo? Yo tengo pensamientos, pero no soy esos pensamientos. ¿Quién soy yo? Yo tengo deseos, pero no soy esos deseos. ¿Quién soy yo?

Así es como uno va acercándose gradualmente a la fuente de la conciencia, lo que Ramana llamó el "Yo-Yo" y que es consciente del yo normal o ego. Uno puede dar un paso atrás hacia el Testigo, hacia el Yo-yo y descansar en tanto que Eso. Yo no soy ningún objeto, ningún sentimiento, ningún deseo y ningún pensamiento.

Pero en esta indagación sobre uno mismo las personas suelen cometer un error bastante desafortunado porque creen que, cuando descansen en el Yo o Testigo, van a ver o sentir algo realmente asombroso, especial o espiritual, pero lo cierto es que uno no ve nada especial porque, en el caso de que se viera algo, eso no sería más que otro objeto, otro sentimiento, otro pensamiento, otra sensación u otra imagen... y todos ellos son objetos o, por decirlo de otro modo, son lo que tú no eres.

Cuando uno descansa en el Testigo y comprende que el yo no es ninguno de los objetos, que no es ninguna de las sensaciones y que no es ninguno de los sentimientos, lo único que advierte es una sensación de Libertad, una sensación de Liberación, la liberación de la terrible constricción que supone la identificación con esos pequeños objetos finitos, con el pequeño cuerpo, con la pequeña mente y con el pequeño ego, todos los cuales son objetos que pueden verse y, en consecuencia, no son el verdadero Veedor, el Yo real, el Testigo puro que tú realmente eres.

En tal caso, uno no ve nada en particular y todo lo que aparece está bien. Las nubes flotan en el cielo, las sensaciones flotan en el cuerpo, los pensamientos flotan en la mente y uno puede contemplarlo todo sin necesidad de realizar el menor esfuerzo. Todo emerge espontáneamente en tu conciencia presente, sin la necesidad de realizar esfuerzo alguno. Y esta conciencia testigo no es algo concreto que puedas ver, es la inmensa sensación de Libertad ―o Vacuidad pura― de la que emana la totalidad del mundo manifiesto. Tú eres esa Libertad, esa Apertura, esa Vacuidad y no cualquier cosa pequeña y finita que emerja en ella.

Descansa sin realizar esfuerzo alguno en ese Testigo vacío y libre y advierte que las nubes emergen en el inmenso espacio de tu conciencia. Las nubes emergen dentro de ti y, en esa misma medida, tú puedes saborear las nubes, tú eres uno con las nubes y tienes con ellas una intimidad que las torna tan próximas como si se hallaran en este lado de tu piel. El cielo y tu conciencia se han fundido y todas las cosas que hay en el cielo flotan en tu conciencia con tal proximidad que tú puedes besar el sol y tragarte la montaña o, como dice el zen, cuando dentro y fuera han dejado de ser dos, cuando sujeto y objeto son no duales, cuando el observador y lo observado son Un Solo Sabor, uno puede "beberse el océano Pacífico de un solo trago".

Así:

El mundo es ilusorio significa que tú no eres, en modo alguno, ningún objeto, nada de lo que puede verse es, en última instancia, real. Tú eres neti, neti, ni esto, ni aquello, y bajo ninguna circunstancia debes basar tu salvación en lo que es finito, temporal, pasajero, ilusorio, generador de sufrimiento e inductor de agonía.

Sólo Brahman es real, el Yo (el incalificable Brahman-Atman) ―el Testigo puro, el eterno No nacido, el Veedor sin forma, el Yo-Yo radical, la Vacuidad resplandeciente― es lo único real. Ésa es su condición, su naturaleza, su esencia, su presente y su futuro, su deseo y su destino que siempre está presente en tanto que Presencia pura, el único que es Único.

Brahman es el mundo, la Vacuidad y la Forma son no dos. Después de que comprendes que el mundo manifiesto es ilusorio y que sólo Brabman es real, puedes ver que lo absoluto y lo relativo son no dos o no duales, que el nirvana y el samsara son no dos, que el Veedor y todo lo visto son no dos, que Brahman y el mundo son no dos, el simple sonido del canto de esos pájaros. El mundo entero de la Forma sólo existe en tu propia Conciencia Presente Sin Forma. Puedes beberte el océano Pacífico de un solo trago porque la totalidad del mundo sólo existe literalmente en tu Yo puro, el gran Yo-Yo omnipresente.

Finalmente ―y mucho más importante―, Ramana nos recuerda que el Yo puro ―y, en consecuencia, la gran Liberación― no puede ser logrado, como tampoco tú puedes lograr tus pies o adquirir tus pulmones. Tú ya eres consciente del cielo, tú ya escuchas los sonidos que te rodean, tú ya contemplas el mundo. El cien por cien de la mente iluminada o del Yo puro ―no el noventa y nueve sino el cien por cien― se halla ya presente ahora mismo. Como continuamente señalaba Ramana Maharshi, en el caso de que el Yo (o el conocimiento del Yo) fuera algo que apareciese en algún momento en la existencia ―si su realización tuviera un comienzo en el tiempo―, no sería más que otro objeto, otro estado pasajero, temporal y finito. No hay que alcanzar el Yo que está leyendo ahora esta página. No hay que buscar el Yo, porque ese Yo está mirando desde tus ojos ahora mismo. No se trata, por tanto, de lograr el Yo, porque el Yo es el que está leyendo estas palabras. O, dicho más sencillamente, es imposible encontrar aquello que nunca se ha perdido. Y, como diría Ramana, en el caso de que lograras algo ―por más positivo que fuera―, eso no tendría nada que ver con el Yo.

Si cuando lees las siguientes palabras pronunciadas por el mayor sabio del mundo crees que no entiendes el Yo o el Espíritu, descansa en lo que no entiendes, porque Ése es el Espíritu, y en el caso de que creas que nunca "alcanzarás" el Yo o Espíritu, descansa en lo que no llegas a alcanzar, porque Ése también es el Espíritu.

Tanto si crees que comprendes el Espíritu como si piensas que no lo comprendes, Ése es el Espíritu. Proclamemos en voz alta, pues, el mensaje más secreto de Ramana Maharshi: la mente iluminada no es difícil de alcanzar sino imposible de evitar. Según las palabras del estimado Maestro:

No hay ni creación ni destrucción,
destino ni libre albedrío;
camino ni meta alguna.
Ésta es la verdad última.