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Extractos - Wei Wu Wei

Dedos apuntando a la luna

Reflexiones de un Peregrino en el Camino

Por Wei Wu Wei CAPÍTULO III

Realidad y Manifestación - II

La Realidad y el Ego. I

Nueve de cada diez ideas que ocupan nuestros pensamientos, que tienen que ver con nuestras conversaciones, discusiones, discursos públicos y privados, no tienen existencia en Realidad.

Los conceptos políticos, éticos y sociales están en esta categoría. Son fantasías, ficción, comparables con los juegos infantiles de "vamos a fingir". (Ouspensky descubrió que no podía obtener respuesta a tales preguntas cuando estaba en contacto con el plano nouménico, y cuando buscó la razón, descubrió que era porque las preguntas se referían a algo que no tiene existencia).

Los dogmas religiosos, políticos o morales, son ipso facto falsos. La verdad misma no puede ser expresada en palabras. La verdad relativa no puede ser transmitida dogmáticamente. ¡Pero confundimos dogma con verdad! (Ver Capítulo 13: Realidad y Manifestación IV; La realidad y el Ego 2)

 

La unidad y la identidad última de lo que distinguimos como Espíritu y Materia, que es un concepto metafísico y un principio del Zen, parecen hacer inevitable que lo que vemos como "materia" pueda considerarse como ese aspecto del "espíritu" que nuestros sentidos son capaces de percibir. Lo percibimos como tal, una fracción a la vez, y son lo suficientemente simples como para suponer que lo que percibimos es la única realidad.

 

Solo somos conscientes de ese aspecto del universo que los sentidos que poseemos pueden informarnos.

Un insecto con antenas puede tener un solo sentido: su conciencia del universo está restringida en relación con la nuestra. Un hombre que nace ciego, es menos consciente del universo que un hombre con vista. Un animal tiene solo cinco sentidos: tiene una psique y la usa, pero al tener percepciones sin conceptos, es poco probable que sea consciente de ello. Un hombre tiene seis sentidos –como la psicología oriental lo ha comprendido siempre– porque es consciente de ese aspecto del universo que es su mente. Si tuviéramos otros sentidos, podríamos suponer que deberíamos tener conciencia de otros aspectos del universo. Imaginar que el universo está restringido a aquello de lo que somos conscientes, es probablemente tan infundado en nuestro caso como en el del insecto.

En la escala de color solo podemos distinguir siete grados, y lo que es oscuridad para nosotros no es oscuridad para el gato, mientras que lo que es oscuridad para las aves no lo es para nosotros.

En la escala del olfato muchos animales tienen una gama más amplia que la que tenemos nosotros.

En las escalas de tacto y sonido, el murciélago ciego tiene una sensibilidad mayor que la nuestra, igual que en el caso de diversos insectos. Nuestros sentidos tienen un rango más limitado que los de muchas otras criaturas, y un rango más amplio que el de otras. Hasta cierto punto, el alcance de nuestro conocimiento del universo es menor o mayor que el de ellos. Hasta cierto punto, tenemos evidencia experimental de que el universo está menos o más restringido que el que conocemos.

El "nacimiento" parece como si fuera una materialización en la tridimensionalidad de la energía desde dimensiones más allá de la capacidad perceptiva de nuestros sentidos. Así considerado, el "nacimiento" se convierte en un punto arbitrario en un proceso de crecimiento.

Cuando este proceso alcanza una cierta etapa de desarrollo, el factor energizante parece retirarse, lo que genera la disolución de la materialización tridimensional en los constituyentes químicos a partir de los cuales se construyó. Este incidente es conocido como "muerte".

Pero solo somos conscientes del aspecto tridimensional de este fenómeno conocido como "vida", que se nos presenta en serie nuestros sentidos en el Tiempo. Los segmentos tridimensionales, que son todo lo que podemos ver de nuestra totalidad de cuatro dimensiones (que se compone de todo lo que el "ser viviente" ha sido desde el "nacimiento" más todo lo que será hasta la "muerte"), deben existir simultáneamente y formar una "entidad". Además, en la dimensión posterior, en ángulos rectos, cada momento de esa "vida", al ser una intersección del Tiempo y de la Eternidad, existe eternamente. Por lo tanto, no puede haber un final para la "vida", cada momento de la cual debería existir simultáneamente y para siempre.

Si otros sentidos nos permitieran tomar conciencia de otros aspectos del universo, podríamos esperar percibir individuos de todos los géneros, asociados de tal manera que recuerda a las hojas de un árbol: todas "creciendo" en una rama, todas unidas a un tronco, todas nutridas por las mismas raíces. Quizás, por eso, los gatos son gatos, todos y siempre gatos, y por qué todos los hombres tienen percepciones aproximadamente idénticas de todo lo que pueden saber del universo.

Toda conciencia es subjetiva. La similitud en las percepciones de los individuos dentro de un género puede deberse a una identidad básica.

La realidad objetiva del universo, si se supone que existe tal cosa, siempre debe ser desconocida tanto para el hombre como para el microbio.

 

Es el sexto sentido del hombre, la conciencia de su propia mente, y solo ese, lo que lo diferencia de los animales, y le otorga la superioridad técnica que reclama.