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Libros - Wei Wu Wei

escritos póstumos

Escritos póstumos

"Wei Wu Wei no nos ha abandonado. Felizmente, su yo empírico seguirá elaborando sus últimos trabajos mientras que, siendo no nacido, su yo esencial difícilmente podría morir. En cualquier caso, una vez expresadas, sus brillantes intuiciones han quedado para siempre recogidas en letra impresa.
Eso no significa, no obstante, que sus ideas vayan a acabar fosilizadas. De igual modo que son nuestros padres quienes nos transmiten el amor a la libertad, las palabras de Wei Wu Wei también constituyen un desafío para nuestra mente. Muchos de nosotros estamos en profunda deuda con el autor. Con frecuencia, sus inspiraciones son como las chispas que dejan escapar las ruedas de un enorme tren, pudiendo provocar un fuego incontrolable que todo lo consume y que incluso es capaz de transformar la ignorancia en comprensión."

The Middle Way

"Éste no es un libro sencillo y, por eso, ha de ser pensado y saboreado muy lentamente. Como ocurre con la mayoría de obras de esta clase, al principio su lectura puede recordarnos al desconcertante estilo de las obras de Lewis Carol, las cuales sólo van cobrando su profundo sentido en la medida que son meditadas en silencio. El sinsentido de Wei Wu Wei es el sentido del infinito."

Sunday Standard, Bombay
Swami Satyananda

Terence Gray, que firmaba sus obras con el pseudónimo de Wei Wu Wei, estudió en la Universidad de Oxford. Durante la década de los años 20, se dedicó a la producción artística. Cuando se cansó del teatro vanguardista, giró su interés hacia la filosofía y la metafísica. Eso le llevó a un periodo de muchos viajes a través e Asia que incluyen estancias en el Ashram de Ramana Maharsi situado a los pies del monte sagrado Arunachala, en Tiruvannamalai, India.
A los 63 años publica su primer libro con el sobrenombre de Wei Wu Wei. Sólo después de su muerte se desveló su verdadera identidad en los círculos espirituales.
Sus escritos demuestran que estudió con profundidad tanto la filosofía y Metafísica de oriente como las de occidente. / más info

Detalles del libro:
  • Nº de páginas: 248
  • Encuadernación: Rústica
  • Formato: 14 x 20.7
  • ISBN: 978-8495496569

Prefacio

Cuando cobramos clara conciencia de la diferencia existente
entre la aprehensión directa de la Mente-total
y la comprensión relativa del razonamiento
que tiene lugar en la mente escindida en sujeto-y-objeto,
se desvanecen todos los aparentes misterios.
Y lo que descubrimos en tal caso es la clave
que abre de par en par las puertas de la incomprensión.

La ilusión suprema
I

¿Quién está presente para que pueda nacer, vivir o morir?
¿Qué hay que pueda ser traído a la existencia o sacado de ella?
¿Dónde se ubica el "espacio" en el que se extiende nuestra existencia objetiva?
¿Cuándo hay un "tiempo" en el que la existencia objetiva pueda perdurar?

Por más que sean experimentadas de un modo real y tangible todas estas dudosas nociones son propias de las personas que nunca han reflexionado lo suficiente como para comprender que dichas asunciones ―tan cómodas como condicionadas― no son sino imágenes conceptuales de nuestra mente cuya supuesta realidad es tan imaginaria como la de los espejismos, las alucinaciones y los sueños.

Pero, por sí solas, las nociones de "nacimiento", "vida" y muerte" no constituyen la ilusión esencial sino que ésta consiste en nuestra creencia en que existe una entidad objetiva que experimenta tales eventos conceptuales.

Por su parte, la ilusión derivada consiste en creer en la existencia real de la extensión espacio-temporal de la que depende nuestra ilusión esencial de "entidad" y, en ausencia de la cual, es imposible que aparezca "entidad" alguna que sufra y experimente.

II

En ausencia de los conceptos conectados e interdependientes de "espacio" y "tiempo", no podemos concebir, conocer o experimentar ningún elemento de nuestro universo aparente y, de igual modo, tampoco es posible imaginar a "entidad" alguna capaz de conocer o experimentar a alguno de esos factores.

Por consiguiente, no existe ninguna entidad real que "nazca", "viva" o "muera", ni ningún objeto real que pueda ser llevado a la existencia o sacado de ella.

Se deduce de lo anterior que los fenómenos tan sólo son apariencias mentales que nuestra mente percibe y conoce a través de la división dual en sujeto y objeto, dando lugar al consiguiente proceso de razonamiento y conceptualización basado en la comparación de conceptos contrarios, aunque mutuamente dependientes.

III

Sin embargo, la Unidad implicada ―o la totalidad de la mente indivisa― también es un concepto resultante de esta actividad divisora o dual ya que, relativamente hablando ―y dado que la relatividad sólo es relativa para sí misma―, no puede ser concebida o conocida en modo alguno.

Todo lo que podemos llegar a conocer a este respecto es sencillamente que el Absoluto está desprovisto necesariamente de cualquier tipo de existencia objetiva puesto que trasciende la totalidad de los posibles fenómenos que constituyen su apariencia relativa.

IV

A lo largo de los dos milenios y medio en que existen registros históricos los sabios no han sido capaces de transmitir una imagen más completa de lo que somos los seres sensibles aparentes con relación al universo aparente en el que parecemos extendernos espacio-temporalmente. Por su parte, por más reconfortantes que puedan resultarnos las complejas racionalizaciones que efectúan las religiones de su propio fundamento metafísico, de hecho no consiguen más que confundir el tema. Pero eso no significa que, relativamente consideradas, esas explicaciones sean más o menos falsas o verídicas que cualesquiera otras especulaciones similares, sino tan sólo que no logran ir más allá ―por más espirituales que nos parezcan― del universo conceptual del que forman parte.

Esta comprensión debe bastar para despejar el camino que conduce a la aprehensión directa de lo que somos todos y cada uno de nosotros en tanto que seres sensibles aparentes. Y es que, a falta de esa imprescindible clarificación ―que es la negación de todas las aseveraciones absurdas que nos mantienen confinados en nuestra supuesta "esclavitud"―, somos como niños perdidos en el bosque conceptual de nuestras propias fantasías.

Probablemente, son muy pocas las personas que lean estas líneas que no estén buscando, al mismo tiempo, algún tipo de satisfacción, pero ésta no puede ser buscada ya que la búsqueda sólo contribuye a alimentar nuestra aparente insatisfacción. Sin embargo, una vez que despejamos el bosque imaginario, sólo tenemos que ver para cobrar conciencia de que, más allá de cualquier tiempo o lugar, lo que somos es incognoscible puesto que es el "YO SOY" no-nacido, no-vivo y no-muerto, que es aquí, ahora y siempre.


No-ser

Sin extensión conceptual en el "espacio",
sin proyección conceptual en el "tiempo",
sin forma ni duración,
no-nacido e imperecedero:
es lo que soy eternamente en tanto que "yo".

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