Artículos - Ken Wilber
Espiritualidad y psicoterapia.
La verdad absoluta y la verdad relativa
(Segunda Parte)
Una entrevista con Ken Wilber Versión PDFSHAMBHALA SUN: Cualquier persona que haya practicado seriamente la contemplación estará de acuerdo con usted en que el desarrollo suele ser bastante desigual. Pero hay quienes dicen que las neurosis son verdaderas regresiones, que la persona que da un paso hacia adelante en el camino de la meditación se ve luego seducida por el samsara y queda atrapada en la neurosis samsárica. Otros, en cambio, dicen que la meditación pone de relieve las neurosis ocultas existentes en el practicante avanzado. ¿Cree usted que hay alguna verdad en todo ello o, por el contrario, su visión al respecto es diferente?
KEN WILBER: Creo que todo lo que usted acaba de mencionar puede ocurrir. Hay personas que realizan verdaderos progresos en la meditación, pero luego terminan abandonándola porque resulta una disciplina muy exigente y, en ese caso, el aumento de sensibilidad provoca el empeoramiento de sus «viejas» neurosis.
Y el otro caso también es bastante común, especialmente en los estadios avanzados de la meditación, cuando los complejos profundamente enterrados comienzan a aflorar a la superficie de la conciencia. Los practicantes avanzados pueden ser personas muy exageradas, porque ya han trabajado los problemas más sencillos y sólo les resta el karma más pesado ligado, por ejemplo, a la reencarnación en la que el sujeto asesinó a veinte monjas. Estoy bromeando, claro está, pero ¿entiende usted lo que quiero decir? La práctica avanzada puede hacer emerger problemas muy profundos, lo cual puede resultar muy confuso, porque eso no se parece en nada a un «progreso». Se trata de algo semejante a lo que ocurre con las personas congeladas que, al comienzo, no sienten nada porque ni siquiera creen tener un problema pero, cuando la zona congelada empieza a calentarse, duele terriblemente. Algo parecido ocurre en el caso de la meditación avanzada (una especie de calentamiento rápido), un Despertar que suele ser terriblemente doloroso.
SS: Y usted tiene algunas ideas sobre los «problemas» que pueden acompañar a la meditación.
KW: Así es. La cuestión, como estábamos diciendo, es que el proceso de desarrollo consiste en una serie de corrientes distintas que atraviesan diferentes estadios básicos u olas del desarrollo de la conciencia, y las grandes tradiciones de sabiduría tienden a centrarse en algunas de estas corrientes ―como la cognitiva (conciencia), la espiritual (y moral) y el afecto superior (amor y compasión)―, descuidando, al mismo tiempo, otras ―como la emocional, la interpersonal, la de las relaciones o las interacciones convencionales―.
De modo que, en la medida en que el sujeto avanza en algunas de estas corrientes, como la meditativo/cognitiva, pongamos por caso, pueden provocarse «desequilibrios» del desarrollo global porque, en este sentido, el descuido supone una atrofia. El psiquismo se convierte en un gigante rodeado de una docena de pigmeos, cuanto más avanzado se halle el sujeto, mayor será el desequilibrio. Entonces es cuando uno empieza a enrarecerse y le recomiendan que aumente su esfuerzo meditativo, con lo que todo termina rompiéndose por los descosidos como ocurre con un traje barato. ¿No le parece?
Por ello tengo tanto interés en articular una práctica integral, una práctica que incluya lo mejor de la sabiduría antigua con lo mejor del conocimiento moderno, y lo contemplativo con lo convencional. Y aunque sepa perfectamente que mis libros no ofrecen una respuesta definitiva a estos problemas, también considero que constituyen un buen punto de partida para entablar un diálogo de buena voluntad.
SS: Anteriormente dijo que los meditadores podrían «seguir meditando», pero ¿realmente cree que basta con eso?
KW: Lo cierto es que usted no me preguntó si creía que bastaba con la meditación. Usted me preguntó lo que le respondería a alguien que me dijera «¡Déjeme seguir meditando!», en cuyo caso, efectivamente, respondería: «¡Pues siga meditando!». No tengo el menor deseo de interferir en la vida de nadie. Si usted, en cambio, me hubiera preguntado: «¿Qué otras prácticas considera que podrían utilizar los meditadores para fomentar su proceso de desarrollo?», yo le hubiera respondido más o menos como acabo de hacerlo, es decir, diciéndole que, en mi opinión, el modo adecuado de proceder debería compaginar la visión contemplativa oriental con los enfoques psicodinámicos occidentales. Porque, en el caso de que usted quisiera una visión del mundo más comprehensiva que incluyera verdades absolutas y verdades relativas, podría beneficiarse de los numerosos descubrimientos realizados en este sentido por Occidente.
Nadie está obligado a participar de esta visión de las cosas, aunque todos, no obstante, estamos invitados, porque la visión integral, dicho sea de paso, deja manifiestamente patente la parcialidad de cualquier enfoque aislado. En mi opinión, la visión de Shambhala de Chógyam Trungpa constituye un abordaje secular e integral que ubica al Dharma en el contexto de las diversas corrientes culturales en que se halla inmerso. Breve historia de todas las cosas perfila muchas de esas corrientes y sugiere un modo de pensar en el Dharma que las enriquece al tiempo que es enriquecido por ellas. Así de sencillo.
SS: Muy bien. Quisiera ahora hacerle unas preguntas más bien técnicas. ¿Le parece bien?
KW: Adelante.
SS: Una de las cosas que más confunden a los practicantes de las tradiciones místicas orientales es el hecho de que, antes de la Ilustración, Occidente tenía una tradición milenaria basada en el cristianismo, una religión profundamente mística. En Sexo, ecología, espiritualidad usted se refiere a este punto diciendo que se trató de un milenio muy prometedor, pero que no cuajó en una disciplina auténticamente transcendente. ¿Por qué dice usted eso? ¿Cómo pudo equivocarse durante tanto tiempo toda una civilización cuando Platón, el Corpus Hermeticum, el neoplatonismo y el cristianismo místico, por ejemplo, hablaban ya con tanta claridad de ello?
KW: Suponga que el mismo día en que el Buda alcanzó la iluminación, hubiera sido colgado por ese mismo motivo. Suponga también que aquellos seguidores del Buda que afirmaran haber alcanzado la iluminación, también hubieran sido colgados. ¿No le parece un panorama un tanto desalentador?
Porque eso es, precisamente, lo que ocurrió con Jesús de Nazaret. «¿Por qué me apedreáis?», pregunta él en un determinado momento, a lo que la muchedumbre responde: «Porque siendo un hombre afirmas ser Dios». Al Atman individual no se le permite comprender que es uno con Brahman. Entre otras razones muy complejas, la afirmación de que «Yo y mi Padre somos Uno» acabó con la crucifixión de Cristo.
Pero, aunque las razones sean muy complejas, el hecho sigue siendo el mismo ya que, cuando el practicante comienza a acercarse a la realización de que Atman y Brahman son uno, de que nuestra mente es idéntica al Espíritu primordial, ocurren cosas muy graves. Nadie duda de que el neoplatonismo y otras corrientes occidentales encierren enseñanzas muy elevadas, pero hay que recordar que, en aquellos lugares en los que la Iglesia tuvo influencia política ―y no hay que olvidar que dominó la escena de Occidente durante más de un milenio―, resultaba muy peligroso caminar por la estrecha senda que une a Atman con Brahman. Juan de la Cruz y su amiga Teresa de Ávila fueron algunos de los que lo hicieron, pero tuvieron que borrar sus huellas tras un lenguaje tan escrupulosamente pío que, en ocasiones, resulta un tanto difícil de comprender. Meister Eckhart también lo hizo y de un modo más osado, pero la Iglesia condenó oficialmente su enseñanza y sus libros terminaron pudriéndose en el infierno. Giordano Bruno fue otro de los seguidores de ese camino y acabó en la hoguera. Así eran las cosas en esa época.
SS: Dice usted que las razones son complejas y estoy seguro de que lo son, pero ¿podría, al menos, mencionar algunas?
KW: Veamos una que tal vez sea la más interesante. La historia primitiva de la Iglesia estuvo dominada por los pneumáticos, «aquéllos en los que el Espíritu está vivo», personas que tenían una experiencia directa de la espiritualidad, de la conciencia crística («Deja que la conciencia esté en ti como lo estaba en Cristo»). En este sentido, podríamos decir que el Nirmanakaya de cada pneumático realizó el Dharmakaya de Cristo a través del Sambhogakaya del fuego transformador del Espíritu Santo. Lo cierto, en cualquier caso, es que se trataba de personas que experimentaban el Espíritu de un modo muy vivo, muy directo y muy inmediato.
Al cabo de varios cientos de años, sin embargo, con la codificación del Canon y el Credo de los Apóstoles, la experiencia real acabó viéndose sustituida por una serie de creencias. Pero los pneumáticos y los profetas no podían ser controlados y la Iglesia fue transformándose lentamente en la ekklesia, la asamblea gobernada por el obispo local, el detentador del «dogma correcto». A partir de entonces, la Iglesia dejó de ser la asamblea de los realizados y se convirtió en la asamblea de los obispos.
Esta situación acabó legalizándose con Tertuliano, y con Cipriano la espiritualidad quedó finalmente ligada a la oficina legal de la Iglesia. Entonces fue cuando el sacerdocio pasó de las manos de las personas despiertas a los simples funcionarios. El sacerdote ya no era el santo (sanctus) que había Despertado y alcanzado la iluminación, sino alguien designado por la burocracia oficial. Del mismo modo, la «salvación» ya no dependía del hecho de Despertar, sino de comulgar con los sacramentos legales. Como dijo Cipriano: «Quien no tiene a la Iglesia como Madre no puede tener a Dios como Padre».
Y esto complicó muchísimo las cosas porque, a partir de ese momento, los únicos gestores de la salvación pasaron a ser los burócratas. Y fueron ellos precisamente los que acabaron prohibiendo que cualquiera pudiera tornarse uno con Dios. ¡Se acabó esa historia de la Unidad!
SS: ¿Y eso por qué ocurrió?
KW: Simple y llanamente a causa del poder político. Porque, como usted sabe, la experiencia mística tiene la mala costumbre de no necesitar obispos ni intermediarios de ningún tipo. Como usted ve, el motivo es el mismo, a fin de cuentas, por el que las grandes empresas petrolíferas no parecen estar muy a gusto con la energía solar.
En tal caso, quien osara afirmar que estaba directamente conectado con Dios, no sólo era culpable de haber vulnerado las leyes de la Iglesia y de haber incurrido en una herejía religiosa (un pecado por el que su alma podría condenarse eternamente), sino también de traición política (un delito que podía ser castigado con el descuartizamiento).
Por todas estas razones el summum bonum del Despertar espiritual (la identidad suprema entre Atman y Brahman o entre la mente ordinaria y el Espíritu) acabó convirtiéndose oficialmente en uno de los tabúes de Occidente durante unos mil años. Es cierto que todas las corrientes mencionadas por usted, desde el neoplatonismo hasta el hermetismo, han seguido presentes, pero no lo es menos que han sido muy marginadas. Es por ello que Occidente ha producido tantos místicos del nivel sutil (Sambhogakaya), que afirmaban la posibilidad de la unión entre el alma y Dios, tan pocos del nivel causal (Dharmakaya) y menos todavía del nivel no dual (Svabhavikakaya), que no sólo hablaran de la unión sino de la identidad suprema entre el alma y Dios en la Divinidad pura, pues esa afirmación bien podía costarles la vida.
SS: ¿Cuál es, en su opinión, la relación existente entre el concepto de «reminiscencia» según Platón y la iluminación? Desde que leí el Menon he pensado que eran idénticos, pero lo cierto es que no lo tengo muy claro.
KW: Sí, yo creo que existe una relación muy estrecha entre ambas cuestiones. Si suponemos que cada ser sensible posee ya la mente del Buda y si estamos de acuerdo en que la iluminación no consiste tanto en alcanzar esa mente como en reconocerla, deberíamos afirmar que la iluminación se basa en el reconocimiento de la mente de Buda o en el recuerdo de la Vacuidad pura.
Dicho en otras palabras, resulta tan imposible alcanzar la naturaleza de Buda como alcanzar nuestros pies. Lo único que nosotros podemos hacer es mirar hacia abajo y darnos cuenta ―o mejor dicho, recordar― que ya tenemos pies, para lo cual, en ocasiones, resulta de gran utilidad que alguien nos los señale. En este sentido, los maestros zen están muy dispuestos a ayudarnos ya que, cuando alguien dice «Yo no tengo ningún pie», el maestro no dudará en pisarle e increparle diciéndole: «De modo que no tenías pies ¿eh?».
El «ejercicio capital» no apunta hacia algo de lo que carecemos y debamos conseguir, sino que señala hacia algo que se halla total y completamente presente ahora mismo, pero de lo que tal vez nos hayamos olvidado. La acepción más básica de la iluminación se refiere a este simple recuerdo, reconocimiento o percepción que nos lleva a advertir que nuestra conciencia simple, clara y omnipresente, tal cual es, es ya la Pureza primordial. En ese sentido, el Despertar no es más que un simple recuerdo.
SS: ¿Y usted cree que Platón estaba realmente implicado en ese tipo de reconocimiento?
KW: Por supuesto que sí. Y ello resulta evidente en los maestros neoplatónicos que le sucedieron. Además, no hay que olvidar que las manzanas rara vez caen lejos del manzano. El mismo Platón afirma que una vez fuimos plenos, pero que la amnesis, un «error del recuerdo», nos hizo perder esa totalidad. Y la «recomposición» sólo será posible cuando recordemos quiénes somos realmente. En este sentido, Platón es muy concreto cuando dice, por ejemplo: «No es algo que puede expresarse con palabras como otras ramas de aprendizaje; sólo después de una larga pertenencia a una comunidad [contemplativa] podrá la verdad resplandecer sobre el alma, como la chispa que hace prender la llama»... La iluminación súbita. Luego agrega (y esto es muy importante): «No es posible, ni nunca lo será, escribir un tratado a este respecto».
SS: Porque es sencillamente inefable.
KW: Eso es lo que yo opino. Se trata de «una transmisión especial que va más allá de las escrituras, no depende en absoluto de las palabras y apunta directamente hacia la mente para ver nuestra propia naturaleza y reconocer la budeidad». Debemos ser muy cuidadosos con las comparaciones, pero creo honestamente que almas del calibre de Parménides, Platón y Plotino recordaron quiénes eran. Se trata, efectivamente, de una experiencia que se asemeja muchísimo al recuerdo, como cuando uno mira al espejo y exclama: «¡Oh!». Como Filosofía dijo a Boecio en su infortunio: «Has olvidado quién eres».
SS: Quisiera formularle una última pregunta en torno a la relación existente entre la verdad relativa y la verdad última. Según usted, las enseñanzas del Buda son completamente adecuadas para la realización de la Verdad Última, pero sus manifestaciones relativas cambian de continuo porque «la Vacuidad asume numerosas formas». Pero eso es precisamente lo que afirman las enseñanzas budistas, eso es lo que los tantras del Ati denominan rigpa, algo idéntico a vipashyana o prajña. ¿Está usted de acuerdo con la existencia de esa única inteligencia? ¿Se trata de la misma inteligencia que comprende el cálculo, que descubre las leyes de la física cuántica y que utilizan los microbiólogos para cartografiar el mapa del genoma humano?
KW: ¿Por qué pregunta eso?
SS: Se supone que no existe más que una sola inteligencia, pero los descubrimientos científicos y filosóficos de Occidente ilustran verdades relativas que no fueron descubiertas en Oriente, que, por su parte, parece haberse especializado en el redescubrimiento de la Vacuidad. ¿Existe o no una única inteligencia?, dicho de otro modo, ¿por qué no descubrió el rigpa el cálculo, la física cuántica o el ADN humano?
KW: Porque no existe una única inteligencia; no, al menos, en ese sentido. Recuerde que el Madhyamika ―que nos habla de la doctrina de las Dos Verdades― se refiere a dos modalidades de conocimiento, samvritti (que se ocupa de las verdades de la ciencia y la filosofía) y paramartha (que se centra en el reconocimiento de la Vacuidad pura). Cualquier manifestación relativa es iluminada o activada por rigpa, la única inteligencia de todo el Universo. Pero dentro del espacio absoluto de la Vacuidad/rigpa, emergen todo tipo de verdades relativas, de objetos relativos y de conocimientos relativos. Rigpa no elige esto sobre aquello ni se decanta por algo en particular, porque nada se halla fuera de él.
SS: ¿Y cómo resumiría usted todo esto?
KW: Existe una sola inteligencia que resplandece de modos muy diversos. Como dijeron los místicos cristianos, todos disponemos de un ojo de la carne, de un ojo de la mente y de un ojo de la contemplación, todos los cuales dependen de rigpa, la única inteligencia, la Gran Mente. Pero cada una de esas modalidades tiene su propio ámbito de aplicación, sus propias verdades y sus propios conocimientos y, lo que es más importante, el hecho de dominar un ojo no necesariamente significa dominar los demás. Como ya he dicho, se trata de aspectos relativamente independientes.
SS: De modo que el ojo de la contemplación se ocupa de la verdad absoluta o Vacuidad, mientras que el ojo de la mente y el ojo de la carne se centran en las verdades relativas y en las realidades convencionales.
KW: Sí, ése me parece un resumen muy adecuado de estas cuestiones tan complejas.
La metáfora tradicionalmente utilizada para explicar estas cuestiones es el océano y sus olas, una analogía un tanto monótona, pero sumamente fructífera. Desde este punto de vista, la humedad del agua es la Talidad (o Espíritu) y todas las olas poseen el mismo grado de humedad. Una ola no está más húmeda que las demás, de modo que, cuando descubra la humedad de cualquier ola, habré descubierto la humedad de todas ellas. Cuando reconozca directamente, aquí y ahora, la Talidad o Vacuidad ―la humedad, por así decirlo, de mi propio ser―, habré descubierto la verdad última de todas las olas. La Vacuidad no es una ola muy grande que se halle separada de las olas pequeñas, sino la humedad que se halla igualmente presente en todas las olas, altas o bajas, grandes o pequeñas, sagradas o profanas. Y es por ello que la Vacuidad no puede ser utilizada para elegir una ola sobre las demás.
La iluminación no consiste en elegir una ola muy grande, sino en darse cuenta de la humedad que se halla presente en cualquiera de las olas que ya soy. Entonces es cuando me libero radicalmente de la identificación con esta pequeña ola llamada yo, porque yo soy fundamentalmente uno con todas las demás olas y ninguna humedad me es ajena. Yo soy literalmente Un Solo Sabor con todo el océano y con todas sus olas. Y ese sabor es la humedad, la Talidad, la Vacuidad, la transparencia absoluta de la Gran Perfección.
Pero no olvide que nunca podrá conocer todos los detalles relativos a todas las olas, su altura, su peso, su número, etcétera. Eso es algo que deberá ir descubriendo ola tras ola. No existe ―ni nunca podrá existir― ningún Sutra de la humedad.
Como he dicho, basta con la contemplación para alcanzar la verdad última, porque la contemplación le mostrará la humedad de todas las olas, la esencia radical de todos los fenómenos, la Vacuidad que alienta en el Corazón del Kosmos, la pureza primordial que es su conciencia intrínseca en este mismo momento, y en éste y también en éste. Pero la meditación no pretende ―ni nunca podrá― proporcionarle todos los detalles de todas las olas que continuamente emergen en el despliegue incesante de la Vacuidad y de la luminosidad espontánea. Como usted dice, la meditación no le enseñará automáticamente el cálculo, el mapa del genoma humano ni la física cuántica. Y el hecho de que históricamente no lo haya hecho debería darnos que pensar a este respecto.
SS: Tengo una pregunta en torno a la Gran Cadena del Ser ya que se me antoja que la Gran Cadena podría estar directamente relacionada con lo que usted está diciendo acerca de la manifestación y de la verdad relativa.
KW: Sí, se trata de nociones muy similares. Dicho en otras palabras, todos los grandes teóricos de la Gran Cadena, desde Yogachara y el Vedanta en Oriente hasta el neoplatonismo y la Cábala en Occidente, sostienen que la Vacuidad (o el «Uno», es decir, lo no dual) se manifiesta a través de una serie de dimensiones, niveles, koshas, vijnanas u «ondas u olas» que configuran un espectro de ser y de conciencia. El espectro de los niveles es la verdad manifiesta o relativa, y la inmensa amplitud de la que emanan es la Vacuidad o la verdad absoluta. Finalmente lo absoluto y lo relativo son «no dos», porque la Vacuidad no es una cosa separada de las demás sino la talidad de todas las cosas, la humedad de todas las olas. Y rigpa es el destello, el reconocimiento de la esencia no dual, la simplicidad de su conciencia, clara, presente y ordinaria, la apertura o claro de la que emana el Universo, sólo Eso.
Obviamente, no estoy hablando ahora de un mero concepto abstracto. Un Solo Sabor es el reconocimiento simple, directo y claro en el que resulta absolutamente evidente que usted no ve el cielo, sino que es el cielo; que usted no toca la tierra, sino que usted es la tierra; que el viento no sopla sobre usted sino que sopla dentro de usted. En Un Solo Sabor, usted puede beberse el océano Pacífico de un solo trago y devorar el Universo entero. Las supernovas nacen y mueren dentro de su corazón y las galaxias se arremolinan por toda la eternidad en donde usted pensó que se hallaba su cabeza, y todo es tan simple como el canto del petirrojo en una madrugada transparente y cristalina.
SS: Diferentes formas de la Vacuidad, diferentes olas de la Gran Perfección.
KW: Sí, en el mundo relativo continuamente están apareciendo nuevas verdades; verdades que emergen en la Vacuidad, en esa apertura resplandeciente que es su conciencia en este mismo instante. Y lo que emerge en la inmensa amplitud de su conciencia primordial ahora mismo (el cálculo, la física, la alfarería o el proceso de fabricación de la manteca de yak), dependerá de mil variables relativas que emergen en la simple, clara, omnipresente y transparente conciencia o humedad de su Ser, gestos de la Gran Perfección o Vacuidad que no pueden equipararse individualmente con la Vacuidad.
De modo que, dentro de esa «única inteligencia» o «Gran Mente» emergen multitud de mentes pequeñas o inteligencias locales ―la Gran Cadena del Ser―, y esas verdades relativas, como las nubes en el cielo y las olas en el océano, tienen una cita con su karma relativo en donde encontrarán su propio destino.
Occidente y Oriente tienen sus propias verdades relativas. Y creo que el hecho de que Oriente disponga de una comprensión más clara de la verdad absoluta explica el hecho de que la hoguera no aguardase a quienes osaban emprender ese camino. Mi opinión, en suma, es que la adecuada combinación de las verdades relativas proporcionadas por Oriente y Occidente en el contexto primordial de la Vacuidad, puede proporcionarnos un abordaje muy sensato a la condición humana.