Ruta de Sección: Inicio > Colaboraciones > Artículo

Esperanza Galindo Ocaña

Dungchen

Sobre budismo, música y meditación

Por Esperanza Galindo Ocaña 10 de enero de 2025

Así como la música es una pero tiene multitud de manifestaciones, la mística también. Por tanto, en este artículo abordaré un acercamiento personal al budismo y al budismo zen, a partir de mi búsqueda de manifestaciones estéticas, musicales y místicas.

Siendo el budismo un fenómeno múltiple, extenso en el tiempo y en el espacio, teniendo en cuenta que no hay un budismo, sino muchas corrientes y que no se puede hablar en términos absolutos y que no soy una experta, me acercaré a este mundo de pensamiento y vida llena del respetuoso temor del ignorante y desde la perspectiva del arte y del interés por el mundo de la meditación.

El hilo que enlaza mis temas creativos, así como mis reflexiones es la música y la meditación.

Pero, al toparme con el budismo, me encuentro con que este movimiento simboliza y refleja para mí el lugar del silencio en la música.

Música, silencio y budismo zen

En el budismo, al menos en algunas de sus corrientes, la música es la gran ausente.
Estamos ante una tradición en la que sus monjes y monjas juran (séptimo precepto) abstenerse de «cantar, danzar, la música y los entretenimientos». Algunos de sus textos más antiguos se expresan contra la música.
Hasta a los laicos se les sugiere evitar festivales donde hay danzas, canto, música, palmadas, tambores...

La teoría más extendida es que, en origen, el budista comprometido rehuía la excitación sensorial de esta clase de espectáculos, que estaban mal vistos por los sabios.

Ya fuera en la corte de un rey o en la verbena de un pueblo, la música y la danza eran entendidas como artes mundanas, sensuales, embriagadoras, que, curiosamente, suelen aparecer a cargo de mujeres. (1)

Por otra parte, en el budismo zen la práctica de zazen o sentada (meditación), el kin-hin (la práctica del caminar) o samu (la práctica en la vida cotidiana mediante una tarea manual realizada con plena atención) también se realizan en silencio. Y las sesiones o retiros se realizan en pleno silencio.

Este protagonismo del silencio me recuerda que algunos artistas contemporáneos han destacado la importancia del elemento más humilde de la música: el silencio.

A mediados del siglo XX, el compositor americano John Cage escribió una pieza para piano que, según las notas del compositor, podía ser tocada con cualquier instrumento, por cualquier instrumentista o grupo de instrumentistas. La obra tiene tres movimientos, cada uno presentado por medio de cifras romanas (I, II & III) y anunciando TACET («él se calla» en latín).
En esta obra más que una figura de la ausencia, el silencio tiene el estatuto de presencia real. Cuando el silencio es entendido no como ausencia sino como lugar o vacío el silencio se vuelve un grado de percepción auditiva.

¿Qué percibo en el silencio? ¿Quizá mis propios acúfenos o mi corazón latir...?

¿Es el silencio la ausencia de sonido? ¿Podría plantearse que ya que el tiempo es la única característica común al sonido y al silencio, la estructura de la música debería basarse en este parámetro?

Lo que es admitido por todos es que sin los silencios no hay música. El ritmo, la percusión también se apoyan en los silencios. Gracias al silencio el sonido adquiere significación.
El silencio en cuanto ausencia de vibraciones podría relacionarse con el vacío, con las zonas huecas de los instrumentos, de un vaso o un cuenco. El silencio está contenido como un vacío en un espacio y un tiempo determinados.

Cuando busco cómo expresarme acerca de un mundo tan rico en este sentido se me vienen estas palabras de Chuang-Tzu:

«El propósito de las palabras es transmitir ideas.
Cuando las ideas se han comprendido
las palabras se olvidan.
¿Dónde puedo encontrar un hombre que haya olvidado las palabras?
Con ese me gustaría hablar».

Cuando se ha hablado y leído tanto y se ha comulgado con ello uno siente que lo ha olvidado todo y que no sabe nada. Me he propuesto expresar lo que siento acerca del tema, porque es la base de mi obra creativa. Porque he meditado con el silencio, en muchas sesiones de zazen; porque he tenido la suerte de aprender con una maestra zen, aunque no puedo denominarme discípula suya, por mi inconstancia y mi inquietud hacia muchas otras formas de meditación no dual.

Me gustaría copiar aquí todas sus enseñanzas sobre zen, pero voy a citar su web para el que tenga interés en aprender más sobre el zen y para no repetir lo que está ya escrito. Se trata de la escuela a la que pertenece Carmen Monske, según la cual:

«El Zen es un camino espiritual que, aunque proviene del budismo, no está ligado a ninguna religión concreta. Se dice que «el Zen es una transmisión fuera de toda doctrina; no se basa en palabras ni escritos». Por eso es adecuado para cualquier persona que busque encontrar respuestas a las preguntas existenciales de la vida.
El Zen es una práctica a través de la cual tratamos de alcanzar la experiencia del despertar a la Realidad verdadera y, con ello, a nuestro verdadero Ser, desde donde brota la fuerza que sostiene la vida cotidiana. Esta experiencia ―satori (iluminación)― es una experiencia humana universal, transcendente y transreligiosa, que nos lleva a la paz, la sabiduría y la transformación».

Budismo tibetano y música

Sin embargo, si visitamos las fonotecas de las músicas del mundo se puede comprobar que en todos los lugares del Asia budista, desde Sri Lanka hasta Japón, existen formas musicales que se presentan como budistas. Pero estas músicas han sido entendidas por los eruditos como una concesión a las emociones de las masas, cuando no una degeneración de unas formas de culto más dignificadas.

En el libro El monje y el filósofo en el que dialogan Jean François Rêvel y su hijo Matthieu Ricard hay un momento en que hablan de ritos y de música, monje budista en el monasterio Shechen Tennyi Dargyeling de Nepal, asesor personal y traductor del Dalái Lama y «el hombre más feliz del mundo» (como se ha reconocido por unos estudios sobre su cerebro por los científicos de la Universidad de Wisconsin), responde al filósofo occidental:

«El sentido de las palabras que se pronuncian en los cánticos es siempre un llamamiento a la contemplación. Esto es particularmente cierto en el caso del budismo tibetano. Cuando nos volvemos hacia el contenido mismo del rito, hacia los textos que son recitados, encontramos como si fuera una guía, los distintos elementos de la meditación budista: la vacuidad, el amor y la compasión. Un rito es una práctica espiritual realizada en el marco inspirador de un monasterio, en una atmósfera de serenidad reforzada por la música sacra, que no aspira a exacerbar las emociones, sino más bien a calmarlas o a favorecer el recogimiento. Esta música se concibe como una ofrenda y no como una expresión artística. Algunos ritos se prolongan sin interrupción, día y noche, durante más de una semana. Su objetivo es conseguir que los participantes se entreguen en común a un periodo de práctica intensa. Al meditar sobre un mandala se enfatizan las técnicas de concentración y se convoca un simbolismo muy rico». (2)

Trompas tibetanas

Los monjes tibetanos usan distintos instrumentos como la trompa o trompeta tibetana (Dungchen). Normalmente se utilizan a duo y suelen dar la bienvenida a otros monjes. Su extensión varia de tamaño, pudiendo alcanzar hasta los 7 metros de largo. Cada una de las trompetas consta de un tubo cónico de cobre dividido en tres secciones que encajan a manera de telescopio. La superficie está cubierta en su totalidad por relieves o tallados con motivos abstractos y fito-zoomorfos.

No puedo sino acordarme de los didyeridú australianos. Por su sonido largo, profundo, zumbador, y evocador lamento que te lleva a algún lugar más allá, la música tibetana refleja la herencia cultural de la región transhimalaya, cuyo centro es el Tíbet, aunque también comprende aquellos otros grupos étnicos tibetanos diseminados en India o Nepal. La música tibetana es ante todo religiosa y muestra la profunda influencia del chamanismo.

Una de las manifestaciones musicales más interesantes es el canto de mantras. Se dice que la palabra mantra viene de una raíz que significa «lo que protege a la mente». En la meditación budista se pueden emplear distintas cosas como objetos de concentración, como «protectores de la mente»: atención a la respiración, cuando nos concentramos en las sensaciones al andar, el desarrollo de amor y bondad, al enfocarnos en las emociones o en la práctica de la visualización utilizando imágenes visuales (como los mandalas).

Así los mantras son sonidos (palabras o frases) que se usan como un objeto de concentración.
Los sonidos se pueden cantar en voz alta o pueden escucharse internamente. Los mantras se pueden asociar con determinadas figuras históricas o arquetípicas o quizá no tengan ninguna relación con ellas. El sonido es una forma de vibración. De hecho, todo en el universo vibra a cierta frecuencia. Por lo tanto, al repetir un mantra, introducimos la frecuencia vibratoria de ese mantra en nosotros mismos, para que nosotros también comencemos a resonar con las palabras y la vibración del mantra.

Al decir un mantra, te sintonizas literalmente para resonar a la misma frecuencia vibratoria que Dios, o la deidad específica asociada con ese mantra, o el poder sanador o la intención de ese mantra.

Se piensa que los mantras permiten conectarnos a energías arquetípicas desde hace miles de años por medio de la repetición del practicante. Al decir un mantra, te estás conectando con el campo de energía de todos aquellos que usaron ese mantra. Sirve, por ejemplo, para reemplazar pensamientos negativos con un mantra, de manera que se puede romper el flujo negativo habitual y también crear y reforzar un nuevo flujo beneficioso y positivo, cosa que hoy está comprobado por la neurociencia. Igualmente, la psicología reconoce la utilidad de la práctica de mantras cuando uno se encuentra atrapado en una espiral emocional descendente; un mantra puede romper el patrón emocional habitual y reemplazarlo con la emoción positiva.

Entre los distintos tipos de cantos budistas se encuentran los sutras que los monjes que viven en el templo entonan en los servicios religiosos diarios.

El mantra de Prajnaparamita (Gate gate paragate parasamgate bodhi svaha) no se asocia con una figura iluminada sino con un cuerpo de textos conocidos como los sutras de la Perfección de la Sabiduría (Prajnaparamita). Otro de los más populares es el Om mani padme hum. (3)

Como he dicho antes, he practicado la meditación zen y también meditación con mantras. Reconozco que el camino del zen es más duro pero muy eficaz. Y que meditar con mantras ayuda sobre todo en momentos en que cuesta despejar la mente; para mí el apoyo de la música me ayuda a crear vacío y desapego.

En la meditación con el Poema de la fe en el espíritu, un texto fundamental del budismo zen, te invito a practicar el vacío aprendiendo del maestro Kanchi Sosan.

Notas:
  1. Ver el trabajo de Óscar Carrera que escribió una tesis sobre la música y la danza en la literatura pali (textos sagrados del budismo theravada): La música en el budismo temprano. Este autor conoce en profundidad las regiones budistas del sur y del sudeste asiático y ha publicado varios títulos sobre música y sobre religiones, que se pueden consultar en: Academia.edu
  2. Jean François Rêvel y su hijo Matthieu Ricard: El monje y el filósofo, Ed. Urano. 1998, p. 242.
  3. Para consultar y saber más: https://www.budismo.com/
© 2025, Esperanza Galindo Ocaña