María Luisa

Ante la dificultad que se presenta cada vez que introducimos el libro que escribimos con R.Malak, Resplandor No-dual, y al ver que este título no es entendido por la mayoría de nuestros amigos y la gente que nos pregunta, hemos estado conversando acerca de cómo se puede plantear al completo neófito qué señala esta frase. De manera que a ti, si nunca has escuchado acerca de los conceptos "no dualidad" o "no dual", te explico cómo lo veo tras dichas disertaciones con R.Malak.

Dualidad

Primero, ¿qué es la dualidad?

Cuando vemos las cosas, cuando consideramos algo, le damos características, como por ejemplo a un vaso, cuando decimos: este vaso es transparente. Un vaso es un vaso, sin embargo, al ponerle el adjetivo "transparente" implica que hay otros vasos opacos, de colores, de plástico. Eso es dualidad, un vaso y otro vaso. Un vaso y muchos otros vasos, uno contra los otros, por contraste se diferencian.

Otros ejemplos. Que una persona es mujer implica que no es un hombre. Que alguien es alto implica que no es bajo. Negro-blanco, oscuro-claro, bueno-malo, son pares de opuestos, extremos, características, que también son llamados atributos, o sea, lo que le atribuyes a algo. Son dualidad, dos características diferentes, contrastadas y que implican oposición.

La dualidad permite diferenciar cosas, personas, emociones, ideas y formas. La dualidad es un efecto de la mente, ya que la mente es la función de la conciencia que atribuye adjetivos y características, debido a su capacidad de clasificar conceptualmente según las formas y cualidades que apreciamos por medio de los sentidos. Atribuye, otorga, da. Por eso a estas características también se les dice "atributos", se refieren a lo atribuido, a lo dado. Lo que le agregamos a algo para referirnos a ello es un atributo.

La vida la vemos en forma dual, nuestra existencia contrastada con la existencia de los otros y del mundo donde estamos. Yo, tú, él, los demás y este mundo versus el mundo de más allá, y este universo versus los universos de más allá. También vemos en forma dual nuestras experiencias, porque las clasificamos básicamente en dos polaridades, dos extremos. O me gusta o no me gusta, o es placentera o es dolorosa, o es alegre o es triste. La acepto o no la acepto, me la creo o no me la creo. Así, te mueves por la vida aceptando y rechazando, buscando unas cosas y descartando otras.

Otra manera de la dualidad es el tiempo. Pasado y futuro son dos polaridades que estimamos mentalmente. Lo que recordamos es pasado y lo que imaginamos es futuro. De nuevo, dualidad es un efecto de la mente, es decir, de la memoria y la imaginación.

Esta característica de poder memorizar una vivencia que ha sido recogida como agradable o desagradable, es lo que convierte a la vivencia en experiencia. Y es en base a la comparación de experiencias que solemos movernos dual-mente –o lo que es lo mismo, mentalmente– en la vida, en este chorro constante de vivencias que llamamos vida. Queremos repetir las experiencias que catalogamos como agradables y rechazamos las que no nos gustaron. Eso es moverse en la dualidad a través del filtro de la mente. Esta situación nos hace estar pre-determinados, prejuiciados, acerca del acontecer, y es lo que suele impedir la apreciación –ojo: la captación o apreciación– de la vivencia, que siempre es inmediata y por ende no está en el pasado o en el futuro. La vivencia es una pura sensibilidad que puede ser filtrada muy rápidamente por nuestras previas conjeturas, o puede ser simplemente como es, inmediata, íntima, propia, pero no propia del ego, sino propia del Ser.

Básicamente, universalmente, a lo que todos aspiramos es a la felicidad. Esto sucede porque creemos que carecemos de ella, creencia que sucede al instante de la aparición del sujeto, del yo separado, surgimiento que acontece como un concepto también. La felicidad parece ausente, y esto se debe a que la suponemos bajo la forma de placer o satisfacción que serán experimentados por la entidad viva, por mi forma, por mi ego, de manera que la búsqueda para encontrarla, el recorrido de la vida por el laberinto de la identidad que busca completarse, comienza desde el momento en que adoptamos una personalidad, y proyectamos el cómo queremos ser o el cómo debe de ser la vida que hay que vivir. Así, vamos tras, ya sea contento por el mérito y el éxito, el placer por la satisfacción de los sentidos, tranquilidad por la ausencia de carencias materiales o sicológicas, contento por el logro de una amistad o de una buena relación, o por ser estimados y apreciados.

Son estas cosas las que busco al estar olvidada de lo real, que es felicidad ya, lo real que es ser felicidad como mi propio ser esencial. Y mi deseo entonces es: ¡Que no me falte nada! Salud, dinero y amor, y así brindamos. Todos queremos salud para el cuerpo, dinero para obtener lo que deseamos materialmente y amor bajo el aspecto de ser queridos. En base a todo esto establecemos nuestra autoestima y supeditamos el contento de la vida que vivimos, de las experiencias que tenemos. Nos movemos dando mucha importancia al cuerpo, la mente y las emociones, permitiendo que estos nos definan, nos clasifiquen, y por eso sucede el sufrimiento. ¿Por qué? Porque las cosas no suceden siempre como queremos. Entonces rechazamos las situaciones que no nos satisfacen o agradan. Y claro, si buscamos la felicidad en las cosas y en las situaciones, cuando éstas no llenan nuestros requisitos previos, nos frustramos y sufrimos.

La vida se mueve como un río entre dos orillas, una es el placer y otra es el dolor. Todos los organismos vivos se inclinan hacia el placer y se alejan del dolor. Es un mecanismo de supervivencia básico. En su inicio es eso, solo supervivencia. Luego, con nuestros deseos, lo hacemos más complejo, no bastando sobrevivir, sino satisfacer todos los requisitos que nos plantean nuestros deseos. En lo que es natural se sobre-impone la mente, el deseo basado en los juicios o prejuicios. Las ideas que tenemos de cómo queremos nuestras vivencias establecen criterios de hacia dónde dirigirnos, hacia dónde dirigir el hacer, la acción. Y esto es la dualidad, yo determinando lo que quiero y rechazando lo que no quiero.

No Dualidad

Ahora, ¿qué es la no dualidad?

Eres tú. Tú eres la no dualidad, lo único no dual. Tú y nadie más, tú sin atributos, tu ser íntimo, profundo, tu esencia real, que no es dos, ni hay dos, porque cuando te diferencias de los otros, ya te has identificado con la forma. La esencia es sin forma y sin nombre, tu fondo esencial. La esencia, el Sí mismo, es no dual. Esto necesita más explicación, así que sigamos.

En el hecho de que una planta gire sus hojas hacia la luz del sol y las retire de la oscuridad, no hay dualidad, solo hay movimiento. Un movimiento natural, puesto que no hay idea previa que lo determine, sino que su determinación viene dada por leyes naturales y por el ADN de la planta.

En retirar la mano del calor del fuego no hay dualidad, sino el mismo movimiento de supervivencia, de protección del organismo. En un abrazo amoroso no hay dualidad. En una sonrisa desinteresada no hay dualidad. En la respiración no hay dualidad. En ver, oír, oler, saborear o sentir no hay dualidad. En darse cuenta sin juzgar no hay dualidad. La naturaleza es no dual, el universo es no dual, Ser es no dual. Ser, universo y naturaleza son básicamente lo mismo: conciencia como contenido y como continente a la vez, conciencia de Sí mismo.

Antes de ser interpretada la vida es no dual. La vida es plena en sí misma. Con la aparición del ego, identidad o yo separado, vienen añadidas las ideas, los deseos de llegar a ser, los deseos de logro y de satisfacción de estos deseos. En una proyección hacia fuera de mi misma, establezco idealmente el movimiento del hacer. Asumiendo una carencia, me dirijo a buscar cómo satisfacerla. Así es básicamente como funciona el mecanismo de la dualidad.

Por otro lado, el verdadero enfoque de la no dualidad es hacia el descubrimiento de tu naturaleza esencial: Ser Conciencia Plenitud, y hacia descartar la creencia de ser un individuo de frente al universo. Necesariamente, después de confirmar esto como realidad, cuando surge la mente con sus dudas, planteamientos, deducciones y necesidad de nombrarlo todo, muchas veces se requiere comprender que así es este funcionamiento mental, y entonces podemos proceder a ordenar los conceptos, ya que si no, la mente sigue presionando para obtener respuestas. Entonces la mente misma se va ordenando y quedando cada vez más quieta en cuanto a la búsqueda de respuestas existenciales conceptuales. Esto suele ser fácil cuando se ha confirmado la realidad en cuanto a vivencia inmediata. De todas formas, de cara a la certeza que explota sin previo aviso cuando la realidad se hace evidente, las observaciones y dudas mentales empalidecen y en muchos casos simplemente se dejan de lado sin prestarles más atención.

Cuando señalamos la "no dualidad", estamos señalando la realidad sin juicios, sin la interferencia de la mente, sin diferencias egoístas, es decir, sin yo y tú como distintos, sino como una misma esencia que se da cuenta de ser esta esencia, más allá de asignarle un nombre. Y simultáneamente también se da cuenta de las diferencias que establece la función mental, diferencias que sirven para definir y contrastar los objetos y las experiencias que ella misma arma y desarma. Pues la mente no es un error, ni algo de lo que haya que deshacerse, ya que tan sólo consiste en un funcionamiento, una función de la conciencia.

Resplandor o Comprensión repentina de nuestra naturaleza no dual

Cuando nos damos cuenta de Ser, sin que haya juicios sobre lo que somos, es decir, cuando hay observación sin juicios, se muestra un darse cuenta en el que las vivencias ocurren como ocurren, plenas de sensibilidad pero sin afectar nuestra esencia. Al saberme en y como esta no afectación de sí mismo, esta no división, esta omniabarcante conciencia, y no carente de la plenitud de ser, no proyecto con los deseos la necesidad de moverme hacia el alcance de la felicidad, porque se reconoce que esa felicidad ya es… como el Sí mismo, no dual, sin atributos. Y a la repentina comprensión de esto, tal como siempre fue, es y será, lo llamamos Resplandor No dual.

Independientemente de esta comprensión, o incluso de residir en ella o como ella, la vida parece suceder dentro del tiempo y del espacio gracias a la mágica ilusión que nos produce esta sensación de ser aquí y ahora, e incluso la idea de ser yo, con muchos atributos, muchas variaciones y muchísimas experiencias que forman mis variadas historias personales. Así, no es cosa de eliminar a la persona, sino de comprenderla y amarla como reflejo de Sí mismo, y, por lo demás, comprender a todos como emanaciones de Sí mismo, amando todo como a Sí mismo, lo cual, a pesar de ser testigo silencioso e inafectado, no implica que presente insensibilidad o rechazo. Es… y es todo.