Ruta de Sección: Inicio > Colaboraciones > Artículo

Marco Antonio de la Rosa Ruiz Esparza

Mundo nuevo

¿Qué es la experiencia?

Por Marco Antonio de la Rosa Ruiz Esparza 20 de agosto de 2023

De forma general se puede y debe afirmar que la experiencia es un conocimiento que tiene la propiedad de la inmediatez, es decir, un conocimiento que llega a nosotros desde la realidad misma sin ningún intermediario. En este sentido la experiencia se distingue del conocimiento adquirido mediante el discurso o pensamiento, aceptado por obediencia a la autoridad (dogmas) o comunicado mediante la tradición, si bien ninguno de ellos se opone a ser también objeto de experiencia. (1)

La experiencia de «lo divino»

La experiencia de «lo divino» como fuerza profunda, nuclear, de todo cuanto existe se da fundamentalmente de dos formas: unas veces se revela como fuerza directamente cósmica: la fuerza que aparece a través de la flor, de la brizna de musgo, de la luz de la vidriera, del «tono» del chelo de Casals y lleva al éxtasis. El sujeto se siente «fundido con el Universo» y desaparece el «pequeño yo» que imposibilitaba esta vivencia de la Totalidad al encerrar al hombre en «su» mundo y hacerle ver ese «su» pequeño y estrecho mundo como el Todo. A través de esa experiencia el hombre entra en la «Conciencia Cósmica». Esta es la experiencia central de las místicas monistas [no-duales] en las que la vivencia religiosa equivale a vivencia de «unidad» más allá de la aparente e ilusoria diferencia entre los seres. Otras veces la fuerza-energía del Ser fundante de toda experiencia (Dios) se revela como una fuerza directamente personal (que no hay que identificar con individual o particular) es decir, como un Tú (aunque un Tú más allá de todo concepto e imagen). Esta es la experiencia central de las místicas y religiones monoteístas. El «Cántico espiritual» de san Juan de la Cruz representa una unión entre ambas formas de presencia (la cósmica y la personal) al ver al «amado» formando una unidad con el Universo: «Mi Amado las montañas... los valles solitarios, nemorosos... las ínsulas extrañas... (2)

No podemos tener experiencia de Dios directamente, sino tan solo en las vivencias, en los acontecimientos, en los encuentros con otras personas, en las voces de nuestra alma, en las imágenes de nuestros sueños. Toda experiencia, incluida la experiencia de Dios, pasa por los sentidos. Pero con los sentidos no podemos captar directamente a Dios. La manera en que queramos interpretar y comprender lo que experimentamos con los sentidos depende de nosotros. Y en nosotros está decidir si queremos experimentar lo que hay detrás de lo que nos ha pasado. Los encuentros con las personas, el contacto con la creación y las vivencias que tenemos en el viaje de nuestra vida nos introducen después en el misterio de Dios. No podemos demostrar la existencia de Dios con experimentos; pero podemos examinar el fondo de aquello que vivimos y ver lo que se trasluce en ello. Y después ―algunas veces, no siempre― es posible que Dios mismo se nos muestre. (3)

La experiencia religiosa cristiana

La experiencia cristiana no es sólo la experiencia de «lo divino» o numinoso del cosmos, como en las religiones y místicas monistas, en las que lo divino y lo cósmico se identifican. La experiencia cristiana lo es de «Dios» como el Tú al que hacíamos referencia hace un momento. Un Tú trascendente-inmanente, no más trascendente que inmanente ni viceversa: el Dios «que trasciende todo y lo penetra todo» (san Pablo). Hasta aquí la experiencia cristiana coincide fundamentalmente con la experiencia monoteísta.

Pero el Tú divino inmanente-trascendente se revela y se deja identificar sólo en Jesús, según la fe cristiana. En ése, el Ser, la Realidad última, la profundidad de las cosas o como prefiera llamarse, es gracia, amor gratuito, y por ello precisamente Realidad eminentemente personal. La experiencia religiosa cristiana, o lo que es lo mismo, la experiencia religiosa cristiana de Dios no es la experiencia de una persona, por más divina que se la conciba, sino la experiencia del fundamento uno e interior de todas las cosas como gracia y amor, y por tanto como realidad personal frente a lo numinoso impersonal en las místicas monistas o de identidad. Estas pueden ser un buen aviso para no confundir lo personal de Dios con Dios como realidad individual (que es una ilegítima antropomorfización de Dios con consecuencias alarmantes), mientras la experiencia cristiana de Dios como amor y gracia libera a la fuerza o alma universal del mundo de la que hablan dichas místicas de una no menos ilegítima despersonalización. (4)

Sólo en una experiencia de Dios como amor personal puede darse una auténtica experiencia de la oración, y sólo ella puede engendrar un compromiso social que no se reduzca a una lucha por la justicia, sino que sea movido además por el afán de hacer presente en las relaciones humanas y sociales el amor gratuito de Dios, que exige, ciertamente, una justicia entre los hombres, pero que además y sobre todo hace de cada hombre un servidor fraternal e incondicional de los demás: no el ser todos iguales, sino ser cada uno el último si quiere ser el primero, es lo característico del que quiere hacer la experiencia de Dios en su relación con los demás. Una experiencia que no tiene que ser necesariamente extática, sino que con frecuencia será una experiencia de calvario y noche oscura: una experiencia de Dios en pura fe. Es ésta otra esencial diferencia de la experiencia cristiana de «Dios» que se hace presente en la cruz y abandono de Jesús frente a la identificación que en las místicas monistas se hace entre experiencia de «lo divino» y experiencia extática del mundo. Sólo se experimenta cristianamente a Dios cuando se vive el amor incondicionado e incondicional. Esa es también la experiencia de Dios que Jesús vivió y nos transmitió. Por ella es Jesús el Hijo de Dios en un sentido existencial y por ella somos en Dios, y Dios en él (1 Jn 4,16). El que no ama no conoce a Dios (Ibíd 4, 8). Toda otra pretendida experiencia de Dios es cristianamente sospechosa, más aún, puramente ilusoria y alienante. (5)

Marco Antonio de la Rosa

Marco Antonio de la Rosa Ruiz Esparza, M.G. (Misionero de Guadalupe). Nacido en Aguascalientes, Ags., (Méx.). Estudió filosofía en la Universidad Iberoamericana y teología en la Universidad Intercontinental, obteniendo el título de licenciado en teología. Ordenado sacerdote en 1983. Reside en Japón desde 1986. Párroco de Sukugawa, Pref. Fukushima (1992-1996). Representante de los Misioneros de Guadalupe ante el Consejo Diocesano de Pastoral de la Diócesis de Sendai, noroeste de Japón (1993-97) y del 2004 a la fecha miembro del Consejo Presbiteral y en ausencia del obispo del Consejo de Gobierno de la misma. Trabajo de Pastoral de Conjunto en la región de Aizu, Prefectura de Fukushima (1996-2004), donde fue director de dos grupos de contemplación Sadhana y Moderador de la misma (2002-2004). Practicó zazen con los Maestros Zen, Drs. Sato Kenko y Klaus Riesenhuber, S.J., y continúa bajo la asesoría del último. Desde febrero 2005 formará parte del Consejo Regional de la Misión de Japón de los Misioneros de Guadadalupe para el período 2005-2009. Actualmente reside en la catedral de Sendai.

Notas:
  1. Para el concepto de experiencia cfr. MIETH D., Hacia una definición de la experiencia. CONCILIUM 133 (1978) 354-371; FERRATER MORA J., Experiencia. En: Diccionario de filosofía. Madrid 1980, págs. 1094- 1101. Citado por GUERRA S., O.C.D., Experiencia de Dios en la Historia. Dimensión religiosa de la experiencia. I. Parte. En: CHECA R., O.C.D. (Coord.), Experiencia de Dios y sus mediaciones. CEVHAC, PROGRESO. México, D.F., 1989, pág. 11 nota 1.
  2. La moderna psicología transpersonal quiere ser hoy la traducción secularizada de las clásicas místicas cósmicas. Puede verse entre otros muchos MASLOW A., et al, Más allá del ego, textos de psicología transpersonal. Kairós. Barcelona 1985, 209 págs. Citado por Idem pág. 18 nota 7.
  3. GRÜN A., La experiencia de Dios a través de los sentidos. Col. El Pozo de Siquem 266. Sal Terrae. Santander. 2010, págs. 15-16.
  4. Para la relación entre experiencia y revelación cristiana cfr. SCHILLEBECKX E., Revelación y experiencia, en: Cristo y los cristianos. Madrid. Ediciones Cristiandad. 1983, págs. 33-57. Por lo demás, todo este voluminoso libro (871 págs.) es un análisis exhaustivo de la experiencia cristiana partiendo de la experiencia neotestamentaria. Otra obra muy completa sobre el mismo tema es la de PIKAZA X., Experiencia religiosa y cristianismo. Introducción al misterio de Dios. Sígueme. Salamanca. 1981, 512 págs. Citado por Ibíd pág. 19 nota 8.
  5. GUERRA S., Experiencia de Dios en la Historia. Dimensión religiosa de la experiencia. I. Parte, op. cit., págs. 16-19.
Fuente: La experiencia de vacío como experiencia de Dios. Revista Lindaraja, 31 de agosto de 2012. Número 34.