Artículos - Rafael Pavía
Presente y futuro de la Conciencia Integral
Por Rafael Pavía29 de enero de 2021Indudablemente nos encontramos en un momento clave para la humanidad, actualmente se esperan cambios trascendentales en nuestra historia, lo particular de este cambio que se espera sea una gran revolución, es que este afectará a todo el colectivo humano, aunque el tránsito hacia esa revolución de la conciencia será controvertido, esperanzador para unos y agónico para otros; esta controversia se debe a que unos priorizan las tradiciones y otros el progreso. Quienes viven anclados en el pasado se sujetan en las tradiciones y su postura es etnocéntrica, mientras que los que aspiran a un avance progresivo vislumbran una conciencia mundicéntrica.
La revolución de la conciencia consiste en integrar tradición y progresión, actualmente existe una lucha al respecto que está surgiendo en el tapete político entre globalistas y anti-globalistas. Los globalistas pretenden un gobierno mundicéntrico donde encontrar soluciones a todos los problemas que se presentan actualmente, su varita mágica para solucionar los problemas es la ciencia, en particular la tecnología (interesante son los planteamientos que hace el historiador Yuval Noah Harari), mientras que los anti-globalitas defienden lo establecido, lo tradicional, arraigándose en su patria desde una visión etnocentrica (un ejemplo de anti-globalismo es D. Trump y sus ideólogos). Los anti-globalistas se oponen a un gobierno mundial que minimice su poder tradicional arraigado en su patria, en su nación, temen que un poder supranacional mengue su dominio nacional y se enfrentan a los nuevos y poderosos ricos que dominan las tecnologías, para ello han creado el “relato conspirativo” donde un gobierno mundial nos dominará y manipulará sin que nada podamos hacer al respecto. Mientras los globalistas siguen su avance imparable con el dominio de la tecnología donde se parapetan para dar solución a todo.
Ante el panorama actual se necesita de una “ética global” que tenga en cuenta no solo el avance imparable de la ciencia y la tecnología, también hay que ver los múltiples factores que tenemos en juego toda la humanidad, el cambio climático, la desigualdad económica entre ricos y pobres, pandemias, conflictos raciales, inmigración, etc. etc. Así se requiere una Ética nueva con mayúsculas, ya que la globalización imparable tiene un sentido, una dirección que hay que aprovechar por el bien común, con esto, la prioridad se encuentra en nuestra misma conciencia que debe adaptarse a una visión integral donde pasado, tradición y futuro deben conciliarse en una visión clara de lo que acontece actualmente, cuestión esta que nos apremia ya que el tiempo corre en nuestra contra, si algo hemos aprendido de las altas pretensiones de las tradiciones espirituales es que nuestra individualidad o yo personal se supedita a la conciencia colectiva o integral, siendo la compasión universal la meta. Lamentablemente las tradiciones espirituales en su mayoría viven ancladas en su pasado, sin poder discernir o encontrar una vía lucida para afrontar nuestro presente y futuro, por ello urge una conciliación entre ciencia y conciencia.
La conciencia colectiva se enfrenta a una revolución sin precedentes, es inevitable un cambio capaz de asumir que lo etnocéntrico con su patriotismo se adapte a una perspectiva global, nuestro “yo tradicional” debe conseguir la perspectiva mundicéntrica situándonos en el “nosotros-colectivo-global”, para ello debemos humanizar la globalización. El arraigo a nuestro “yo” o individualidad pierde sentido ante lo global-colectivo, salvarnos espiritualmente nos lleva a que nuestra individualidad se torne compasiva y ecuánime trascendiendo los formatos sociales y religiosos tradicionales rescatando los propios valores esenciales de lo netamente espiritual, donde hallaremos la ética necesaria que trasciende lo temporal. Todo formato social, político, religioso, económico, educativo, etc. requiere de una continua transformación y adaptación frente a los acontecimientos actuales, estas transformaciones y adaptaciones han sido un hecho a lo largo de nuestra historia, y ahora la adaptación es urgente.
Pasado, presente y futuro deben afrontarse con la mayor lucidez y eso solo es viable si tomamos conciencia de “sí mismos”, lo que implica una revolución de nuestra misma conciencia. Al indagar con profundidad y amplitud sobre nuestra conciencia vemos que está no tiene fronteras, ni separaciones, ni divisiones; la conciencia humana lo abarca todo y a todos, es un dicho tradicional apelar al: “Hombre conócete a ti mismo y conocerás al universo”, ya que la conciencia en sí misma en su esencia es indivisible, la conciencia lo impregna todo unificando al observador y lo observado, de modo que toda visión parcelada, limitada o etnocéntrica se diluye ante lo universal.
Si es cierto, que bien avanzamos o retrocedemos dependiendo de nuestra actitud o posicionamiento, y frente al estancamiento o el avance solo tenemos la alternativa de la adaptación, siendo nuestro “ego” quien debe sufrir la adaptación asumiendo una revolución donde deberá integrarse a las nuevas condiciones. La globalización está presente en nuestra actualidad, esta es nuestra nueva condición, o nos abrimos a las nuevas condiciones o retrocedemos, pero tal adaptación implica revolución, cambio, transformación y ahora viene el “cómo adaptarnos”. Los grandes agentes tecnológicos de la “inteligencia artificial” están solicitando a los filósofos una ética que conduzca sus avances hacia una acertada dirección que compagine y concilie lo humano y lo tecnológico, tal conciliación no puede ser parcial o solo para unos pocos he ahí el gran dilema actual, por ello la necesidad de incentivar una conciencia integral.
La conciencia integral asume al unísono lo inmanente (lo conocido, establecido, la tradición) y lo trascendente (lo desconocido, el progreso, lo nuevo) siendo la ética el elemento unificador, esta es la clave que nos permitirá cesar la batalla dual entre globalistas y anti-globalistas, aunque para ello nuestro “ego” debe experimentar una revolución integral, donde la unidad no-dual permita ver pasado y futuro en el mismo presente.
Nuestras raíces y nuestro fruto se hermanan en el presente, y aludiendo a José Ignacio Latorre catedrático de física cuántica (autor de “una ética para las maquinas”) nos dice que este siglo XXI será el siglo de la ética humana. Así, ciencia y conciencia deben hermanarse en un bien común.
© Rafael PavíaAutor del libro Conciencia Integral.
Director del Centro de Investigación de la Conciencia Integral (CICI).