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Angel Largo Méndez

La libertad no está en el individuo

Por Ángel Largo Méndez 7 de junio de 2014
Angel Largo Méndez

Quizás esta sea la consigna más difícil de aceptar, y a la vez, la más liberadora y conmovedora de todas. Criados desde pequeños, en cualquier parte del mundo, con el mandato de valernos solos en esta tierra donde no hay en quien confiar, la sola idea de ser parte de una sola Esencia que nos resta la independencia tan preciada por la cual hemos combatido desde que nacimos, asusta, ya que estamos abocados casi inconscientemente a una lucha por la "libertad" que cada ser libra en su vida como meta inalcanzable, ya que al final, todos dependemos de algo.

Lo que busca el ser humano con tantas ansias está a la vuelta de la esquina, en un simple, pero contundente, cambio de perspectiva. Krishnamurti lo dijo un día "la libertad no es un fin, es el inicio", y con esas palabras desbarató por completo el plan de una sociedad confusa y violenta, rasgos que se nutren de aquella búsqueda implacable para resaltar, separar, ir a la vanguardia de los demás, llegar a "ser libre", a pesar de no tener claro lo que significa esa expresión.

Libertad es la potestad de ser sin ataduras, sin máscaras, sin ninguna forma, objeto o sujeto que pueda tener control o sobreponerse a nuestra intención. Libertad es SER. Está justamente retratado en la frase antes nombrada, "ser libre". No necesita de nada más el ser humano, ya que su condición de expresión manifiesta del Punto Original, Consciencia, del Ser, le da por antonomasia libertad, siempre y cuando, reconozca esta cualidad a través del conocimiento completo y total de su realidad.

Y reconocer esta realidad, es el paso inicial hacia la libertad. El humano vive atado a las formas, a su cuerpo, a su mente, a las imágenes que crea su mente, a las modas que viste su cuerpo, a las ideas que la mente de otro moldea sobre libertad. Sale y busca libertad entre los grilletes que la encarcelan, busca libertad entre las sombras que la ocultan, busca libertad entre los efectos del desconocimiento de que la causa de ella es uno mismo, y nada más.

La libertad pasa entonces por el conocimiento primero, del individuo. En su concepto etimológico, individuo es aquel que no se puede dividir, y que representa una unidad independiente de otras unidades, siendo la suma de muchas partes, que no pueden ser por sí mismas. El hombre contiene en sí varias partes: un cuerpo físico, un cuerpo psíquico, un yo o alma, todas ellas expresiones manifiestas de la Consciencia. En la unión de estas formas, surge el humano como figura objetiva, observada y tangible símbolo de la unidad.

Las mismas partes que conforman un individuo son las que lo diferencia "del otro". Las millones de formas posibles en que la Consciencia se expresa definen las características distintas que cada unidad asume y que lo identifica hacia el exterior. Elementos indispensables para la interacción, ya que permite llevar al límite la probabilidad de experiencias que el Ser puede vivir dentro de la Manifestación.

Pero es en este vaivén de olas que el humano olvida que es el océano. Ninguna ola es igual a la otra, pero su origen y sustancia es la misma, agua, donde nacen y mueren una y otra vez, continuamente. Una tras otra se manifiestan, con distintas características y de manera individual, pero todas llevan en sí la huella inconfundible de su esencia primaria, aquella inmensa masa que las crea, abraza, acoge y recibe.

Como las olas, el humano aparece en millones de presentaciones distintas bajo una sola esencia, la Consciencia, en el océano del movimiento continuo. El Ser que es indivisible y que no depende de partes para su constitución. Es así que la figura del hombre es individual, pero su "realidad" abarca una totalidad que encierra y asume a ese individuo. Desde el punto de vista humano, llaman aquello "sociedad", y si suman a la vida manifiesta, le llaman "Tierra".

En el océano del universo, de la Tierra, de la sociedad humana, nuestro origen no dual nos lleva a recrear una manifestación interconectada, donde el individuo es parte de una red que tiene una sola central de poder. Nuestra libertad está sujeta a comprender que no somos el individuo, sino la fuente de donde proviene, y que necesita para su materialización una relación con el resto de unidades que lo componen. A esto llamamos interdependencia, la comprensión total de que dependemos de lo que nos rodea para el desarrollo de nuestro potencial y el de todos.

Esta no es una mera concepción de social, sino una realidad sujeta a la mecánica de lo existente. Dentro del movimiento de lo manifestado, todas las formas que surgen de ella deben armonía al proceso fundamental para su expresión. La transición por el movimiento cíclico no tiene por qué ser definido por la irregularidad de sus fenómenos, sino más bien, ser asimilado desde la constancia y uniformidad de su generador.

Ser libre es la cuestión, y en el reconocimiento del Ser está la clave. Un Ser que se expresa en formas individuales que son dependientes entre sí para la experimentación. La independencia que proclama la libertad de los hombres es contraproducente en sí misma, ya que fomenta la separación que sólo puede traer confusión, a la vez que proclama a las formas excluyentes de su fondo. Como si el hombre pudiera ser sin la luz de la Consciencia, como si la ola pudiera ser sin el océano. Si queremos ser libres, tendremos que partir de la esencia que no depende de nada para ser, y ese es nuestro centro. El Punto Original es la libertad total, única y está presente en cada forma de vida. Nuestro principio es la libertad, y en el círculo de la vida, nuestro final también. Las formas que cada uno adquiere en ese redescubrimiento de su realidad, no pueden modificar ese axioma.

Está en el conocimiento del trasfondo común de todo, de que Todos somos Uno, el potencial para disfrutar de la experiencia del vivir sin estar atado a los resultados, los cuales pueden ser infinitamente diferentes. No olvidemos que de la paz partimos y a la paz volvemos, luego del movimiento constante al cual todo está adherido. Seamos individuos que asumen la interdependencia como el estado natural en el Movimiento, a través del conocimiento profundo de nuestra realidad. Sólo así, a través de la auto-indagación, nos despojamos de todas las cadenas que tienen preso al hombre, ya que reconociendo nuestro estado real, la libertad es en sí misma, lo único que hay.