José Miguel Ruiz Valls
La tormenta perfecta
Por José Miguel Ruiz Valls 14 de junio de 2020Seguro has escuchado, alguna vez, aquello de que el aleteo de una mariposa bien puede ser el principio de un huracán, en otro lugar ―o en otro tiempo―... ¿Tienes presente que, cada hecho que haces, es como un aleteo de mariposa?.. La mayoría de los seres humanos no lo tienen presente, dicen que porque no pueden ser conscientes de ese otro lugar, de ese otro tiempo. Se sienten incapaces de tener consciencia de la infinitud, de la eternidad… ¿Cómo se puede prever la última consecuencia de un acto?.. ¿Quién puede observar cómo se va formando el huracán y establecer una relación causal entre sus insignificantes aleteos y el vendaval?.. Tal falta de consciencia les lleva a sentirse insignificantes granos de arena en un desierto arenal.
Pero, ¿quién quiere permanecer, por siempre, incomunicado, en el desierto?.. No es extraño pues que esos seres que se sienten insignificantes, se conviertan en formadores, en censores, en represores, en dictadores, pues eso les proporciona cierta sensación de control. Dominar el clima, la naturaleza en general. Dominar el cuerpo, el pensamiento. Dominarse a sí mismos y dominar a los demás. ¿Contradictorio? No, ¡Es que a nadie le gusta sentirse grano de arena!
Esos seres construyen represas, que dan forma al agua durante un tiempo, hasta que las rebasa y las destruye; porque el agua, aún empantanada, nunca pierde su fuerza, su libertad. Puedes retrasar su viaje pero ¿qué le importa el tiempo al que sabe que, tarde o temprano, toda el agua va a parar al mismo mar?.. Puedes empantanar el agua y puedes encerrar a la mariposa en un frasco de cristal, para que no provoque ningún viento con sus alas, pero entonces, serán los movimientos que has hecho para encerrarla los que lo provocarán. Es por eso que el sabio nunca tiene interés en controlar.
Controlar es pretender predecir el futuro, fabricando ese futuro que se pretende predecir. Es pretender suplir, de algún modo, esa falta de consciencia, haciendo trampa. Es negar, y por tanto perder, la libertad… ¿Quién querría hacer eso más que una mariposa tonta?.. La mariposa sabia no cambia su libertad por nada, porque sabe que no puede renunciar a su esencia, que aunque esté enfrascada, su pulsión siempre será aletear, volar en cualquier dirección y cambiar de dirección en cualquier momento. Pero la mariposa tonta ve eso como un vuelo caótico. Ella quiere ver vuelos rectilíneos pues así sigue alimentando la ilusión de que algo puede predecir, de que algo puede asegurar.
Las mariposas tontas renuncian a la libertad por tener algo de razón. Necesitan pues que un buen huracán les demuestre lo absurdo que es su pensamiento, y el huracán llega, tarde o temprano. La mariposa lista es consciente, de que nada de lo que planificó su mente resultó como su mente planificó. Lo sabe porque tiene presente cada hecho que hace. Un día dejó de planificar, y desde entonces disfruta, contemplando cómo todas las mariposas, lo sepan o no, van formando un verdadero huracán de amor pues ¿Quién quiere vivir, por siempre, en el desierto?