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Artículos - Rafael Pavía

La seguridad espiritual no existe

Por Rafael Pavía3 de julio de 2021

“El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.”
(Juan 3:8)

Rafael Pavía

Uno de los juegos ilusorios que sufre nuestra conciencia, es la dualidad entre materia y espíritu. Por ello, se plantea en la mayoría de tradiciones espirituales la renuncia del mundo material en pos del mundo espiritual. Así, aquellos que se implican en el proceso espiritual buscan la certeza o verificación de la realidad espiritual, y algunos buscan un cielo, una divinidad, un nirvana o que su conciencia se sumerja en una conciencia cósmica o universal, etc. Siendo evidente, como cita Ken Wilber, el hecho de que en las tradiciones espirituales se encuentran estados de conciencia superiores, ya sean de índole psíquico, sutil, no-dual, etc. sin embargo, nos encontramos con el hecho, de que, la batalla entre lo material-tangible y lo espiritual-abstracto persiste, siendo por ello que nos aferremos a la Fe apoyándonos en las múltiples y diferentes experiencias ya sean personales o que la tradición cita.

San Juan de la Cruz nos habla de la “nadidad”, el maestro Eckhart del “desasimiento”, en el yoga se aplica la renuncia y en el budismo se enseña el desapego, siendo obvio que cuando se inicia el proceso espiritual el neófito se siente muy identificado con la vida externa y material. La experiencia fecunda en la meditación contemplativa nos permite observar con mayor claridad el embate entre materia y espíritu, siendo que la contemplación nos introduce en una conciencia no-dual que nos permite cesar la batalla entre materia y espíritu. Más, la conciencia no cesa de indagar con el propósito de verificar la realidad o verdad del espíritu, y en esa incesante indagación encontramos las sutiles contradicciones entre lo material y lo espiritual. Entre esas sutiles trampas del proceso espiritual, encontramos el hecho de buscar una afirmación, una certeza, una prueba irrefutable de la realidad espiritual, en definitiva, buscamos la seguridad convincente de que hemos obtenido la gracia divina, un aposento en el nirvana o hemos obtenido un mérito espiritual, etc.

Es un error grave pretender una seguridad en lo que se refiere a lo espiritual. La seguridad es un mal habito que hemos desarrollado en nuestra vida material, por ello queremos coches seguros, casas seguras, un trabajo y una economía segura, etc. Siendo un error aún más grave pretender una seguridad en el ámbito espiritual. Quien busca una seguridad es nuestro temor, nuestro propio miedo, y este miedo es el que nos convierte la vida material en un continuo desasosiego, aferrándonos a todo lo que creemos poseer. Por ello no podemos trasladar una pretendida seguridad al mundo espiritual, ya que dicha búsqueda de seguridad se fundamenta en el mal habito de la seguridad que promueve nuestro temor. Si pretendemos una seguridad espiritual el desasosiego y el miedo quebrantarán la misma realidad espiritual.

Cuestionar nuestros dogmas y creencias es un ejercicio ineludible en el proceso espiritual, ya que la conciencia busca la verdad. Por tanto, nuestra Fe debe seguir su camino abandonando el miedo y toda inseguridad. Pretender algo fijo, estable, seguro, cierto en el mundo espiritual, es como dice el dicho: montar castillos en el aire. Recordemos lo que Jesucristo dijo a Nicodemo: “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.” (Juan 3:8). Es decir, no hay donde fijarse, ni estabilizarse, ni asegurarse, lo que Jesucristo pretendía decir es que en el mundo del espíritu el miedo o búsqueda de seguridad es un error por no decir una idiotez.

Todas las teorías, creencias, dogmas espirituales de las diferentes tradiciones espirituales, aunque necesarias para los neófitos en un principio, se convierten en escollos cuando inquirimos, investigamos y nos sumergimos en la naturaleza propia del espíritu. Precisamente es el miedo y la búsqueda de seguridad la que nos impide sumergirnos en la verdad del espíritu. En el espíritu no existen dogmas, ni creencias ni teorías, ni especulaciones, pues como dijo un gran maestro: “la verdad es lo desconocido de instante en instante”.

En el budismo se habla del “vacío” como una contraparte de la forma o materia, sobre este vacío-espíritu se ha especulado mucho. Mientras que la experiencia contemplativa nos revela que no hay diferencia entre materia y espíritu, esto significa que, si la seguridad material es efímera e ilusoria, mucho más efímera e ilusoria es la realidad espiritual, y eso es lo que los neófitos en el proceso espiritual no acaban de entender, pues en su equivocada pretensión quieren sustituir una seguridad material por una seguridad espiritual. No existe tal seguridad ni en el mundo de la materia ni en el mundo del espíritu, lo que sí existe lamentablemente es el miedo. Los que nacen en la realidad espiritual cesan en sus temores y dejan de aferrarse a sus dogmas, creencias, teorías y especulaciones, dejando de montar castillos en el aire.

Algo que descubre el contemplativo es que lo que nos permite avanzar en el camino espiritual más que las certezas son los interrogantes, quiero decir, que las certezas son cerradas o cerraduras que nos cierran nuestra visión, mientras que los interrogantes nos abren otros espacios por descubrir. En la vía contemplativa no hay certeza y sí un manantial continuo de observación, claridad y descubrimientos. En la vía contemplativa se permite que nuestra conciencia cese en su temor emocional y racional, permitiendo que nuestra mente se abra a una incesante apertura incondicional, donde el espíritu experimenta en el océano de la vida libre en su movimiento.

Atentamente,
Rafael Pavía

© Rafael Pavía
Autor del libro Conciencia Integral.
Director del Centro de Investigación de la Conciencia Integral (CICI).