Juan Armas
De la misma forma
Por Juan Armas 4 de diciembre de 2021De la misma forma en que nuestros sentidos nos muestran como realidad incuestionable el hecho de que el Sol recorre cada día la bóveda celeste desde el amanecer hasta el atardecer (aun sabiendo intelectualmente que esta percepción es ilusoria y que la Tierra es la que orbita alrededor del Sol).
De la misma forma en que nuestros sentidos nos muestran como realidad incuestionable el hecho de que el agua de los ríos, mares y océanos es azul (aun sabiendo intelectualmente que el agua es transparente).
De la misma forma en que nuestros sentidos nos muestran como realidad incuestionable el hecho de que el horizonte que alcanza nuestra vista se pierde en una línea recta que separa el cielo y la tierra (aun sabiendo intelectualmente que la Tierra es redonda y que la aparente línea que limita el horizonte es como un espejismo que no tiene fin).
De la misma forma en que nuestros sentidos sensoriales perciben como realidad incuestionable el hecho de que somos cuerpos individuales, aislados unos de otros (aun sabiendo por constatación científica que toda la manifestación física es en esencia vacío y vibración).
De la misma forma en que vivimos creyendo en realidades que sabemos no son tales... ¿Quién puede afirmar que esta realidad de identidades, materia y objetos ―la que tocamos y sentimos cada día al despertarnos―, no es sino un estado de ensueño que continúa tras el aparente despertar del sueño nocturno?
De la misma forma en que la percepción es como un ensueño, pues nada es lo que parece, ¿quién puede afirmar entonces que cada uno de nosotros no sea algo distinto al cuerpo que creemos ser, y cuyo destino, como bien sabemos, es transitar el ciclo de vida hasta su disgregación?
De la misma forma en que todo nace y muere en este inabarcable universo, ¿quién puede afirmar que no compartamos una esencia inmortal, aparentemente oculta en la manifestación cíclica de las formas?
De la misma forma en que este paso por la vida es un camino manifiesto de sufrimientos y placeres, de alegrías y tristezas, de luces y sombras ―de dualidades contradictorias―, ¿quién puede afirmar que la temida muerte y su negro manto no sea, en vez del trágico fin de nuestra existencia, el reencuentro consciente con esa sustancia inmortal?
Esa sustancia inmortal es el substrato de todo lo que existe: Eternidad siempre presente tras el velo de las formas. Eso Somos. Eso Soy.