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José Miguel Ruiz Valls

La comprensión total

Por José Miguel Ruiz Valls 23 de marzo de 2016
Jose Miguel

De haber algún error, nunca puede estar en "lo que es" sino en nuestra limitada percepción de "lo que es", que se traduce en un entendimiento parcial, o lo que es lo mismo, en una falta de entendimiento total... No es difícil observar cómo nuestra mente, de manera automática, selecciona aquellas piezas que le gustan y rechaza aquellas que le disgustan. Su rechazo a encajar todas las piezas le impide completar el puzzle, por tanto, le impide percibir la misma imagen que ansía contemplar.

Pero podemos ampliar nuestra comprensión de dos maneras, que llamaremos introspección (o autoindagación) y debate (o indagación del otro). El debate presupone una comunicación entre, al menos dos "seres" y se fundamenta en la confrontación de sus percepciones, en el conflicto, siendo, por tanto, un método "violento", pero absolutamente necesario mientras "haya dos".

Cuando la intención del que debate es "ganar", el otro lo juzga como un ataque y adopta, automáticamente, una actitud defensiva, con lo que se establece, entre ambos, una relación de miedo que les impide superar su separación. Cuando la intención de los debatientes es aprender, no temen la confrontación y es su falta de miedo (su amor) lo que les lleva finalmente a rendir sus posiciones. En ese momento, pasan a "no ver dos", y por tanto, a comprender de manera no violenta, introspectiva. Así pues, bien podemos decir que los otros (y los conflictos que nos traen) existen en la medida en que nos resultan necesarios para nuestro propio aprendizaje y desaparecen cuando ya no lo son. Dicho de otro modo: Si ves a otro, es porque te hace falta otro... ¡para ver!

No haría falta decir todo esto, si no fuera porque, en esta sociedad, se nos ha educado para rehuir el debate. Es por ello que se considera "normal" que, cuando alguien se siente atacado en sus opiniones, se enfade y exija "respeto", que es como exigir que se respete su voluntad de permanecer separado. Quién exige eso, no se plantea aprender, sólo mantener, a cualquier precio, su opinión preexistente. Por tanto, seguirá viendo un "enemigo" enfrente y seguirá sin poder trascender la separación.

Es evidente que no se rehuye lo que no se teme. Es evidente que, en esta sociedad, se nos educa para tener miedo. Todo aquel que rehuye, en algún momento tendrá que reconocer que lo hace por miedo; que es el miedo lo que le inclina a adherirse a una espiritualidad de "bajo perfil", cuyo mantra es "huye de lo negativo y rodéate de lo positivo", y que no es más que una creencia que induce a etiquetar como "gente toxica" a cada maestro que se acerca pero, ¿Quién es tu maestro sino ese que tienes, ahora mismo, ante ti?

Es el miedo lo que evidencia que, eso que llamamos respeto, no es más que otro ardid de la mente para mantenernos separados. Es el miedo lo que nos lleva a aceptar de los otros, sólo aquello que concuerda con nuestra posición preestablecida y a rehusar todo lo que no concuerda. Es por ello que, tras leer ciertos escritos, pensamos con satisfacción ―¡Qué razón tiene el autor!― y le decimos al otro -¡Mira, este escritor piensa igual que yo!-, que es como decir -¡Tengo razón (y tú no)... Ahí tienes a un tipo importante que apoya mis posiciones, que avala mis creencias!-

No es difícil darse cuenta de que, quién coincide en todo, en nada amplía su comprensión, pues aquello en lo que se coincide es porque ya se sabía. Y eso nos indica que, para ampliar nuestra comprensión, tenemos que permitirnos observar justo aquello que nos enfada, aquello con lo que no estamos de acuerdo, aquello que nos disgusta, aquello que nos da miedo (que es como decir que tenemos que permitirnos observar nuestro ego). Solo así se pueden obtener todas las piezas y completar el puzzle. Solo así podremos trascender nuestra comprensión parcial, o lo que es lo mismo, alcanzar la comprensión total.

© José Miguel Ruiz Valls, 2016