Artículos - Wei Wu Wei
Yo no soy, pero el Universo es mi Yo
Por Wei Wu Wei"Yo no soy, pero el Universo es mi Yo"
- Shih T'ou, 700-790 d.C.
Análisis lógico de esa intuición
Los objetos sólo pueden ser conocidos como consecuencia de las reacciones sensoriales de los seres a una amplia variedad de estímulos.
Aunque esos estímulos parecen derivar de fuentes externas al mecanismo de reacción, no hay evidencia alguna de que sean independientes de dicho mecanismo reactivo.
Los objetos, por consiguiente, son una mera hipótesis, pues no tienen existencia demostrable con independencia del sujeto que los conoce.
Dado que, en sí mismo, no podemos conocer sensorialmente al sujeto como si fuese un objeto, el sujeto también es una mera hipótesis.
Puesto que es imposible demostrar la existencia real de sujeto y objeto, la existencia misma no es sino otra hipótesis conceptual que, metafísicamente, también resulta inaceptable.
Por consiguiente, no existe ninguna prueba válida que demuestre que el mundo existe con independencia de la consciencia que de él tenemos los seres sintientes ni de que, por consiguiente, sea algo más que nuestro conocimiento del mismo o, dicho de otro modo, que el mundo y los seres sintientes no seamos idénticos.
Pero tampoco existe ninguna evidencia objetiva de la existencia de los seres sintientes ―ya sea como sujeto o como objeto― y, por consiguiente, ambos son una mera deducción conceptual efectuada por la consciencia que los conoce.
Se deduce de ello que la "consciencia" también es una mera suposición conceptual sin existencia demostrable.
¿Qué significa, entonces, la aceptación de nuestra supuesta consciencia? Esa pregunta sólo puede ser respondida en términos metafísicos, según los cuales podemos considerar que la consciencia es el aspecto manifiesto de lo inmanifestado, que es tal vez el modo más apropiado de expresar mediante un concepto algo que, por definición, es inconcebible.
¿Por qué razón? Porque la fuente de los conceptos no reside en ellos, sino en eso que está más allá de los conceptos, porque eso que concibe objetivamente dimana de lo que no existe objetivamente y porque lo manifestado procede necesariamente de lo inmanifestado. Los conceptos no pueden concebirse u objetivizarse a sí mismos de igual modo que un ojo no puede verse a sí mismo en tanto que objeto.
Por eso, es posible afirmar que la consciencia es pura ausencia de conceptos. Y decimos que es "pura" porque no está contaminada por los conceptos ni por la ausencia de conceptos, lo cual significa que hay una completa ausencia de conceptos tanto negativos como positivos.
Al no existir en tanto que objeto ―ni siquiera conceptual― no puede haber ningún "eso" ni "cosa" alguna a la que asignar un nombre. Y, donde no hay objeto, también es imposible el sujeto, puesto que la completa ausencia de entidad se halla implícita de manera inevitable.
Todo lo que podemos hacer con respecto a lo que somos es considerar que "eso" ―que debemos objetivizar de algún modo para poder hablar de ello― es el noúmeno de los fenómenos. Pero, dado que ni el noúmeno ni el fenómeno tienen existencia objetiva, también podemos decir que "eso" es, fenoménicamente hablando, la ausencia última de la que dimana toda presencia.
Sin embargo, la consciencia o la "Mente" no "proyecta" el universo fenoménico, sino que ES el universo fenoménico el que se manifiesta como su propio yo.
La metafísica ―que sólo confía en la intuición o en la percepción directa― no nos dice mucho más al respecto y señala que ninguna palabra, como Absoluto, Logos, Dios o Tao, es más que un concepto carente, en sí mismo, de toda validez objetiva.
Lo-que-es, entonces, no puede ser ni sujeto ni objeto. No puede ser nombrado ni pensado y su realización ―que constituye el despertar último― sólo puede ser indicada con frases parecidas a la que encabeza y cierra la presente sección:
Yo no soy, pero el aparente universo es mi yo.