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Artículos - José Díez Faixat

Singularidad No-Dual

José Díez Faixat 25 de octubre 2019
Singularidad No-dual

Toda la realidad manifestada aparece, inexorablemente, en forma de dualidades. No es posible ninguna expresión fuera del juego de los opuestos. No cabe encontrar sonido sin silencio, ni objeto sin sujeto, ni fuera sin dentro. Todos los contrarios son mutuamente dependientes, y, por tanto, podemos entenderlos como manifestaciones polares de una realidad que los trasciende, y que es "previa" a esa dualización.

El universo surgió en un polo de máxima energía (y prácticamente nula consciencia) y se dirige hacia otro polo de máxima consciencia (y prácticamente nula energía). Los físicos hablan de una energía potencial infinita en el vacío cuántico original, y los sabios hablan de una consciencia diáfana infinita en el vacío místico final. Nuestra propuesta es que esos dos vacíos son la misma y única Vacuidad, percibida por los físicos de forma objetiva y por los contemplativos de forma subjetiva, pero que, en sí, no es objetiva ni subjetiva, sino "previa" a esa perspectiva dual. Y lo más fascinante de todo es que esa Vacuidad no es una realidad metafísica lejana, sino la simple y pura Autoevidencia de cada instante, la innegable Certeza-de-Ser siempre presente.

Pues bien, como en esa Autoevidencia no hay separación de sujeto y objeto, no es posible verla, porque no es "algo" que pueda ser visto por "alguien", pero tampoco es "nada", porque, de hecho, todas las cosas del universo ―objetivas o subjetivas― no son sino formas parciales y relativas de esa Autoevidencia. Y aunque es, por tanto, inefable, podemos apuntar hacia Ella, hablando de plenitud vacía y autoluminosa.

Para "verse" la Autoevidencia necesita polarizarse, al menos aparentemente, en sujeto y objeto, como el 0 puede dualizarse en +1 y –1 sin cambiar, más que formalmente, su valor absoluto. Decimos esto, porque nuestra propuesta última es que la Autoevidencia, para contemplarse, se desdobla aparentemente en los polos original (básicamente de energía) y final (básicamente de consciencia), generando una distancia espacio-temporal ilusoria entre ambos, que al vibrar ―como una cuerda de guitarra― da lugar a toda una gama de armónicos, que son precisamente los niveles de estabilidad que ocasionan los peldaños básicos de la evolución y sus transiciones esporádicas y canalizan de forma armoniosa el llamado juego del azar.

La hipótesis que planteamos es muy sencilla: al igual que, en cualquier instrumento musical, los sucesivos segundos armónicos (1/3 de la unidad vibrante) van generando las novedades sonoras, en el conjunto de la dinámica universal, esos mismos segundos armónicos son los generadores de todas las grandes novedades evolutivas. Es decir, la evolución, lejos de ser un proceso azaroso, recorre ordenadamente, una tras otra, las sucesivas notas del llamado círculo (o espiral) de quintas. Resulta realmente sorprendente que una propuesta tan simple, tenga la precisión y rotundidad que encontramos al cotejarla con los datos históricos.

Ajustando nuestra hipótesis evolutiva con las fechas de aparición de la materia ―Big Bang― y de la vida orgánica, observamos que se van marcando, con gran precisión, todos los momentos de surgimiento de los sucesivos grados taxonómicos de la filogenia humana: ¡Reino: animal, Filum: cordado, Clase: mamífero, Orden: primate, Superfamilia: hominoide, Familia: homínido y Género: homo! Y, a continuación, sucede lo propio con todas las fases de maduración de nuestros primitivos ancestros: ¡h. hábilis, h. erectus, arcaico h. sapiens, h. sapiens y h. sapiens sapiens! Y, una vez más, se vuelve a repetir la precisión de nuestra hipótesis con las sucesivas transformaciones vividas por la humanidad en su historia más reciente: ¡Neolítico, Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna y la emergente Edad Posmoderna! Si, tal como vemos, todas estas etapas se ajustan de forma rotunda con las previsiones de la "tabla periódica" de ritmos que hemos planteado, resulta más que probable que nuestra hipótesis puede darnos también la clave para vislumbrar las sucesivas fases que se desplegarán, en los próximos años, en un proceso progresivamente acelerado que habrá de conducir, finalmente, hacia un instante de creatividad infinita ―Omega― dentro de un par de siglos.

(Por cuestión de espacio, no nos resulta posible incluir aquí los detalles de estas comprobaciones de las que estamos hablando. Por eso, invitamos a los lectores interesados en esta investigación a consultar nuestro artículo Beyond Darwin: The hidden rhythm of evolution, que pueden encontrar en http://byebyedarwin.blogspot.com con versiones en español y en inglés, con PDF opcional en ambos idiomas).

La aceleración tecnológica que percibimos a nuestro alrededor en estas últimas décadas tiene, según nuestra propuesta, raíces muy profundas que llegan hasta el mismo instante del Big Bang. Resumiendo, podemos decir que el universo surgió en una violenta Singularidad ―básicamente de energía― generadora de vertiginosas transformaciones. Posteriormente, debido al enfriamiento, la emergencia de novedades se fue ralentizando de forma paulatina. Tras la formación del sistema solar y el posterior surgimiento de la vida en nuestro planeta, el ritmo de las transformaciones creativas comenzó a aumentar de forma progresiva, primero a través de la evolución biológica y, más tarde, a través del desarrollo humano y la expansión de las civilizaciones. Actualmente, la emergencia de las novedades resulta otra vez vertiginosa y todo parece indicar que nos estamos acercando aceleradamente hacia otra inminente Singularidad ―básicamente de consciencia― de creatividad infinita.

Según nuestro planteamiento, ambas Singularidades ―A y Ω― no son sino la expresión polar del Vacío no-dual siempre presente, "previo" a su aparente dualización como energía y consciencia. Las Singularidades inicial y final no serían, de esta forma, sino los puntos de salida y entrada desde y hacia esa Vacuidad eternamente autoevidente que, instante tras instante, se manifiesta en y como el mundo de las formas.

Decía Alan Watts que "la corriente no empezará a fluir desde el extremo positivo de un cable hasta que la terminal negativa se haya establecido". Esa es la idea. El universo de las formas no habría surgido del Vacío a través de la Singularidad originaria ―A― del Big Bang si no hubiera estado simultáneamente presente la Singularidad final ―Ω―. Esto resulta posible porque, tal como hemos planteado anteriormente, A y Ω no son sino la apariencia polar de la Vacuidad fundamental siempre presente ―la Autoevidencia― y, por tanto, la distancia temporal que separa ambas Singularidades es ilusoria. Todo sucede Ahora.

Según nuestra hipótesis, la clave de los saltos creativos desplegados a lo largo de la evolución y de la historia está en las ondas estacionarias que se generan, en el mismo instante originario, a partir del sonido fundamental. La causa de estas ondas estacionarias está en que los extremos de la unidad vibrante están fijos y, por tanto, limitan las posibilidades de oscilación, generando, así, todo el espectro cuántico de armónicos musicales. Estos armónicos no son sino los arquetipos potenciales que, uno tras otro, se actualizan en y como los sucesivos peldaños de la evolución y de la historia.

La clave de todo el proceso evolutivo radica, pues, en sus polos originario y final. El universo no habría surgido sin la presencia simultánea de las singularidades A y Ω, salida y entrada desde y hacia la Vacuidad plena. La Singularidad final hacia la que nos dirigimos es, pues, nada menos que la antagonista de la Singularidad originaria. Desde nuestro punto de vista, se trata de un polo del mismo calibre que lo fue el instante inicial del Big Bang. Si este polo originario consistió, básicamente, en una explosión en el ámbito de la "energía", el polo final hacia el que nos dirigimos vertiginosamente consistirá, fundamentalmente, en una implosión en el ámbito de la "consciencia". Pero, fijémonos bien, como dijimos anteriormente, ambas facetas ―la "energía" y la "consciencia"― no son dos realidades diferentes, sino aspectos polares de la misma y única Vacuidad, las facetas objetiva y subjetiva de la simple y plena Autoevidencia siempre presente. De ahí que, desde nuestra perspectiva, en ese próximo instante final se desvelará definitivamente el "misterio" de la evolución y de la historia: todo el trayecto recorrido desde el Big Bang hasta hoy, ha sucedido en ese eterno Ahora que en realidad somos. Se descubrirá, por tanto, que nuestra vida no ha sido un mero fragmento fugaz en medio de un proceso interminable, sino que, verdaderamente, siempre hemos sido la pura Autoevidencia atemporal en la que han acontecido, acontecen y acontecerán todos los mundos. No ha habido "antes". No habrá "después". Sólo hay Ahora. ¿No es autoevidente?

 

José Díez Faixat (1952, Gijón-España) es un filósofo e investigador de la consciencia. Arquitecto de formación, participó en la creación de la comunidad rural de Mas Roger, España, proponiendo una forma de vida alternativa, no violenta, ecológica, simple y espiritual. Sus estudios de investigación combinan las grandes tradiciones de sabiduría con la física teórica. Como resultado de todo esto, escribe dos libros en español: Entre la evolución y la eternidad (Barcelona, 1996), y Siendo nada, soy todo (Madrid, 2007). Acaba de terminar su primer manuscrito en inglés, Nondual Evolution (Evolución No-Dual), en el que completa y actualiza su larga investigación. / Más información