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Artículos - Michael N. Nagler

Las Upanishad

(Segunda Parte)
Por Michael N. Nagler Versión PDFRevista PDF

¿Cuál es pues la enseñanza de las Upanishad? Sus autores, cuya experiencia de meditación sentó las bases de la civilización india, no trataban de crear una filosofía sistemática. Al contrario, su objetivo era totalmente práctico: rescatar a la humanidad de lo ilusorio. En el desarrollo de este proyecto, descubrieron sin embargo principios que subyacen en casi cualquier especulación filosófica:

El primer descubrimiento místico fundamental fue acerca de la realidad de lo Divino. Entendieron que Brahman, el Dios principal, es la Consciencia. Esto es una intuición revolucionaria. En lugar de un concepto antropomórfico de la imagen de Dios... los sabios indios entendieron en profundidad a la Divinidad como consciencia.

Aun siendo tan profunda esta percepción interior de lo Divino,... había más que saber. La Consciencia Divina externa a nosotros estaba también presente en el interior de los espacios secretos del corazón en el Atman eterno, el Yo... Este Yo es Brahman... La realidad transcendente del exterior es la misma realidad que en lo más profundo del corazón, en lo oculto de la subjetividad. (Teasdale 1995, p. 27)

«Este Yo es Brahman», ayam âtmâ brahma (Mand. 2) es una de las cuatro mahâvâkyas, «grandes declaraciones», que resumen el mensaje de las Upanishad en la forma en que las fórmulas matemáticas resumen el sistema que conocemos como ciencia. Teasdale empezaba el texto antes citado con otra: prajgnam brahma, «Brahman (la Realidad fundamental) es la consciencia». Algunos filósofos anteriores a Platón, como Heráclito (al que pudieron influir las Upanishad), lucharon para crear un término para «consciencia», y para la ciencia, hasta la fecha, sigue siendo difícil enfrentarse a la consciencia. Como señala Fr. Teasdale, los sabios han logrado darse cuenta de que no puede haber barreras entre la consciencia que ha puesto en juego todos los fenómenos y la consciencia por la cual los percibimos: nosotros mismos ―todas nuestras penas y nuestras pasiones― no somos sino fenómenos pasajeros y no nuestro yo real. Toda separación entre el observador y lo observado, todo cambio de estado o de circunstancia no es verdaderamente real. Uno de los pasajes más conocidos de las Upanishad expresa esto de una forma muy característica y personal:

Como los ríos que fluyen
     al este y al oeste
se funden en el mar
     y se vuelven uno con él,
olvidando que fueron una vez
     ríos separados,
así pierden todas las criaturas
     su separación,
cuando se funden al final
     en el Ser puro.
No hay nada
     que no venga de él.
De todo,
     él es el yo más interno.
Él es la verdad:
     él es el Yo supremo.
Tú eres eso, Shvetaketu;
     tú eres eso.

― (Chand. V1.10.1-3)

El estribillo de este famoso pasaje, tat tvam así, «tú eres eso», es la mejor conocida de las «grandes declaraciones».

El poder real de estas declaraciones no reside tanto en su estructura (todas tienen la estructura «A = B»), sino en sus mismos términos. Ya hemos indicado que tener una palabra para «consciencia» (realmente, tienen varias) hizo posible expresar sutiles conceptos místicos. (8) Otros tres términos, brahman, âtman, y prâna, pueden servir como una introducción básica al Vedanta.

Originariamente, en la era védica, la palabra Brahman había significado algo así como la energía ilimitada y sagrada del universo, especialmente cuando esa energía era canalizada por un sacerdote inspirado mediante la repetición de una oración (a ambos se les llama «brahman» en diferentes contextos). En las Upanishad, Brahman es la Realidad suprema, transcendente; así lo describe Muhyiddin Ibn 'Arabi, con un lenguaje que podría proceder directamente de las Upanishad:

Cuando el secreto de un solo átomo... llegue a ser conocido, los secretos de todo el universo visible e invisible serán revelados. Entonces no verás nada sino a Allâh, en este mundo y en el más allá... Verás a Allâh creando nada para siempre.
En todo momento Él se manifiesta a Sí mismo en otro estado glorioso.

― (Ibn 'Arabi 1992, p. 36)

Brahman puede ser conocido, pero no descrito; en el momento en que un concepto se forme en tu mente, Brahman te ha esquivado. Uno está tentado de comparar esto a lo que Heisenberg llamó el «colapso de la función de onda», ese proceso extraño y diario por el cual el Universo, que es por naturaleza «no local» (todas las cosas y todos los eventos están conectados), se encoge en un mundo exterior de medidas finitas siempre que lo miramos. (9) Nuestros idiomas, nuestras mentes, no son adecuadas para abarcar esa realidad que tanto el Vedanta como los físicos modernos descubrieron siguiendo sus respectivas vías.

Nada se puede decir sobre Brahman, pero las Upanishad dicen mucho de las personas que experimentan a Brahman. Esas personas alcanzan la culminación de todos sus deseos:

Como un hombre
     en los brazos de su amada
no es consciente de lo que está fuera
     y de lo que está dentro,
así una persona en unión con el Yo
no es consciente de lo que está fuera
     y de lo que está dentro,
pues en ese estado de unidad
     todos los deseos
     hallan su perfecta satisfacción.

― (Brihad. IVi.21)

Una persona así es libre en el sentido más profundo de este término: «Soy libre, y por tanto, no preciso de nadie más para mi felicidad. Estoy solo por la eternidad, porque era libre, soy libre, y permaneceré libre por siempre» (Chetananda 1996, p. 139) (10)). Se ha dado cuenta de la unidad última de todo lo que existe, y ni el miedo ni la ira pueden volver a surgir; «entonces nunca retrocederá» (Isha 6). Según avanza hacia esa consciencia, la persona se expande más y más en la alegría (Taitt. II.8).

La palabra Atman, sin embargo, es la clave del sistema de las Upanishad. Esencialmente, la palabra es tan simple que parece no requerir más descripción, simplemente significa «yo», pero ese es precisamente su poder. Expresa esa idea genial que llevó a los autores a darse cuenta de que la clave de toda cuestión no es lo investigado sino el que investiga, no es lo buscado sino el buscador mismo. Los sabios convirtieron «Atman», que no es sino un mero pronombre gramatical, en una de las herramientas más poderosas de la filosofía. Lo usaron esencialmente para representar el Yo supremo, nuestro ser más íntimo, aquello de lo que todos procedemos y que es la razón por la que somos irrevocablemente uno ―la Realidad esencial, no distinta de Brahman. Lo usaron luego, con sutileza psicológica, para representar nuestra consciencia de nosotros mismos, lo que pensamos que somos. La oscuridad de la condición humana es precisamente que confundimos el yo con el Yo; y así, el uso de la misma palabra para ambos, da una autenticidad indudable a la mayoría de lo que se dice en las Upanishad.

El descubrimiento del prâna, una energía vital que procede de la consciencia, establece de alguna forma un vínculo entre el macrocosmos de Brahman y el microcosmos de Atman. El prâna, término derivado de una raíz que probablemente significa «aliento» o «soplar», llegó a convertirse en nada menos que una teoría de la vida tanto en el nivel biológico como en el espiritual. Con nuestro intelecto, somos incapaces de mantener la materia y la consciencia en la misma página; por ejemplo, no nos damos cuenta de la influencia mutua entre la mente y el cuerpo (de modo que negamos frecuentemente la existencia de dicho vínculo). Para las Upanishad, sin embargo, la mente y el cuerpo son extremos de un todo continuo, y una forma de explicar esto es que prâna no es exactamente ni mente ni cuerpo; llega a ser material con uno de sus poderes, y mental con otro. Al igual que el Atman, es una vez más una conexión sutil entre todas las cosas que viven (prânis).

La visión que el Vedanta tiene del mundo deja a un lado los dioses védicos y no los reemplaza por un Dios transcendente y personal como Jesús o Krishna. No debe sin embargo pensarse, ni por un momento, que esta visión del mundo es «impersonal» en el sentido en que lo es la cultura moderna, crecientemente impersonal y alienante; por el contrario, cuando uno se da cuenta de la Consciencia Única, uno no puede sino dirigirse a cada criatura individual con ternura e intimidad. En el momento en que el gran sabio Yajnavalkya se dispone a partir para llevar una vida de renuncia, su mujer Maitreyi, a quien no interesan los bienes que le está dejando, le pregunta por Brahman. Con un pie por así decir en el camino, Yajnavalkya explica que darse cuenta de Dios es amar a cada criatura mucho más intensamente, pero al mismo tiempo, en perfecta libertad. Esta es la explicación:

No es por el marido, amada mía,
     por lo que se quiere al marido,
     sino por el Yo.
No es por la esposa, amada mía,
     por lo que se quiere a la esposa,
     sino por el Yo.
No es por los hijos, amada mía,
     por lo que se quiere a los hijos,
     sino por el Yo.
El Yo, Mattreyi, debe conocerse.
     Aprende sobre él, reflexiona sobre él,
     medita sobre él.
Al conocer al Yo, amada mía,
      ...uno llega a conocer todas las cosas.

― (Brihad II.iv.5; Prabhavananda y Manchester)
.

«El Yo debe conocerse»: esta afirmación sigue su camino a través de esta sección del Brihadaranyika y es la tarea que plantean todas las demás secciones. Shankara afirmó que la breve expresión âtmetyevopâsîta, «medita sólo sobre el Yo», encontrada en un libro anterior (Brihad. Liv.7), resume toda la enseñanza de las Upanishad.

Pues en última instancia, su afirmación final no es ninguna de las grandes declaraciones, sino una exhortación que deriva de ellas, que el Ser es percibido a través de las tres grandes etapas que Yajnavalkya explica a Maitreyi: sravanam, mananam y nididhyâsanam ―aprender la verdad, reflexionar sobre su significado para uno mismo y conducirla hasta lo más profundo de la consciencia a través de la meditación. La vida vivida a un nivel superficial es un asunto carente de gozo; los sabios se dieron cuenta de esto infinitamente antes de que nosotros lleguemos a vivirlo hasta sus últimas conclusiones: «No hay gozo en lo finito; sólo hay gozo en lo infinito» (Chand. VII.23.1). Si tomamos como real lo fenoménico, vivimos «como extranjeros en un país extraño, caminando sobre un tesoro oculto» sin llegar a saber nunca quiénes somos (Chand. VIII.i1i.2).

Los héroes de las Upanishad no son por tanto hombres religiosos beatos, atados a las convenciones, sino adolescentes rebeldes como Naciketa, u otros que han despertado a la verdad, independientemente de su casta o de su rango social. Un brahmán vanidoso llamado Gargya va a ver al Rey Ajatashatru y le ofrece «instruirle sobre Brahman». Al principio pensamos que esto va a ser una conversación normal, pero cada vez que Gargya presenta su versión absolutamente tradicional de la realidad, el rey le grita: No, no! ¡No hables [así] de Brahman!», y da una interpretación mucho más profunda. Finalmente, Gargya admite la derrota y pide ser instruido. El rey acepta, pero le espeta no sin ironía: «Es poco habitual que un brahmán venga a ver un kshatriya (casta de príncipes y guerreros) y le pida «instrúyeme sobre Brahman» (Brihad. II.i.1-15). Coge a Gargya de la mano y le lleva ante un hombre dormido. Ajatashatru se dirige al durmiente en términos conmovedores: «¡Oh Soma, el de la túnica blancal» pero por supuesto éste no responde. El rey le despierta entonces de un codazo, y a partir de este hecho común y cotidiano, extrae profundas lecciones sobre los estados de consciencia, que pasamos por alto cada día de nuestras vidas:

Cuando estaba dormido, su persona consistente en consciencia, ¿adónde fue? ¿Desde dónde retornó?... En ese momento, estaba retirado en el Espacio dentro del corazón [el Yo], y se había llevado con él todas las facultades ―prâna, habla, vista, oído, mente.

...Del mismo modo en que un rey toma a su gente y la mueve según desea en sus propios dominios, así tomó su Yo el prâna y lo movió según su voluntad en su propio cuerpo.

Del modo en que la telaraña procede de la araña, y del fuego las sutiles chispas, proceden del Yo todas las facultades, todos los mundos, todos los dioses, todos los seres. Su upanisad es la realidad de lo que es real.

― (Ibid. II.i.16-20)

Sucesivas generaciones han vuelto una y otra vez, primero en la India, después en el resto del mundo, a la firme sabiduría de las Upanishad, pues es realmente ineludible. No somos entidades finitas y limitadas, condenadas a pelear contra los demás y contra nuestro propio entorno durante esta breve vida:

Escuchad, ¡oh hijos
     de la bienaventuranza inmortal!
nacisteis para estar unidos
     con el Señor.

― (Shvet. 11.5)

Sí que estamos condenados a luchar inútilmente unos contra otros hasta que, como dice la Upanishad Mundaka (Mund. II.ii.3):

Tomemos el gran arco
     de las sagradas escrituras,
coloquemos en él
     la flecha de la devoción;
tensemos después
     la cuerda de la meditación
y apuntemos al objetivo,
     el Señor del Amor.

Notas
  1. «Nosotros los misioneros... no podemos movernos libre y alegremente en nuestra propia religión, porque no tenemos suficientes modos y formas de expresión con los que describir los aspectos más inmanentes de la cristiandad. Un paso muy útil sería el reconocimiento de ciertos libros y pasajes de la literatura del Vedânta..». Radhakrishnan (1953), 19n.
  2. Esto fue llamado más tarde «de alguna manera» mâyâ, «apariencia». Es curioso observar que la raíz de esta palabra es , «medir»; los físicos cuánticos han identificado la medida como el atributo fundamental de la experiencia fenoménica, como opuesto a lo verdaderamente inmensurable que es la Realidad; llaman a esta diferencia inexplicable el «problema de la medida cuántica».
  3. En cierta ocasión (el 25 de marzo de 1900), Vivekananda no se presentó para dar una conferencia en San Francisco. Su anfitrión, Thomas Allan, vio finalmente al santón que se dirigía pausadamente hacia la sala de conferencias, con más de media hora de retraso. Intentó quejarse, pero Vivekananda no se alteró en absoluto: «Señor Allan, yo nunca llego tarde. Tengo todo el tiempo del mundo. Todo el tiempo es mío». Chetanananda (1996), p. 133.
Referencias
  • ―Basham, A.L. 1967. The Wonder That Was India. Calcutta: Rupa Co.
  • ―Chetanananda, Swami Vivekananda. 1995. East Meets West. St. Louis: Vedanta Society.
  • ―Deussen, P. 1905. Sechsig Upanishads des Veda. Leipzig,
  • ―Easwaran, E. « Nagler, M. 1987. The Upanishads. Petaluma, CA: Nilgiri Press.
  • ―Hayward, J. W. 1987. Shifting Worlds, Changing Minds: Where Science and Buddhism Meet. Boston: New Science Libraty: Shambala.
  • ―Ibn 'Arabi. 1992. What the Seeker Needs. Putney, Vt: Threshold Books.
  • ―Jitatmananda, Swami. 1986. Modern Physics and Vedanta. Bombay: Bharatiya Vidya Bhavan.
  • ―Prabhavananda, Swami « Manchester, E 1957. The Upanishads: Breath of the Eternal. New York: New American Library, Mentor.
  • ―Prabhu, R.K. € U.R. Rao. 1960. The Mind of Mahatma Gandhi. Alhmedabad: Navajivan.
  • ―Radhakrishnan, S. 1953. The Principle Upanishad. London: George Allen Unwin.
  • ―Rawson, J.N. 1934. The Katha Upanishad. Oxford: Oxford University Press.
  • ―Teasdale, Brother Wayne. 1995. «Upanishadic Mysticism and Meister Eckhart: Some Parallels.» Bulletin of Monastic Interreligions Dialogue 54: 27-28