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Artículos - Rupert Spira

Rupert Spira

La esencia de la no-dualidad

3. Introducción a la meditación-yoga

Por Rupert Spira

Muchas personas que tienen una comprensión clara de que su naturaleza esencial es la conciencia, la consciencia o el conocer siempre presente e ilimitado, siguen sintiendo que se encuentran dentro del cuerpo y que comparten sus límites y su destino.

Es como el viejo maestro zen que, cuando le preguntaron en su lecho de muerte cómo se encontraba, respondió: «Todo está bien, pero a mi cuerpo le cuesta seguir el ritmo». Aunque su mente era espaciosa y clara, todavía había algún aspecto de su experiencia que no había sido totalmente colonizado por su comprensión.

Del mismo modo, para muchas personas que llevan años, si no décadas, en un camino espiritual, a menudo existe una discrepancia entre su comprensión y la forma en que sienten el cuerpo y perciben el mundo. A pesar de que comprendemos que la realidad es un todo único, infinito e indivisible, hecho de conciencia pura, vacía y luminosa, seguimos sintiendo que nuestro cuerpo es algo sólido, denso, limitado y localizado, y que el mundo es algo distinto de nosotros mismos, a distancia de nosotros mismos, hecho de una materia sólida, densa e inerte llamada materia.

El propósito de las meditaciones-yoga, o el camino hacia el exterior, es realinear la forma en que sentimos el cuerpo y percibimos el mundo con nuestra nueva comprensión no-dual. Este realineamiento de nuestra experiencia ocurre naturalmente con el tiempo, pero el propósito de estas meditaciones-yoga es cooperar con ese proceso.

En esta exploración sólo nos interesa la experiencia sentida del cuerpo ―no la idea, la imagen o el recuerdo del cuerpo― y la experiencia real del mundo ―es decir, ver, oír, tocar, saborear y oler.

Para muchas personas, su sensación del cuerpo está tan profundamente filtrada por su idea o imagen del cuerpo que parece ajustarse a ella. Así que en estas contemplaciones nos adentramos profundamente en la experiencia cruda del cuerpo, saboreándolo desde dentro, liberándolo de la tiranía de los conceptos y las imágenes, experimentándolo tal y como es ―transparente, vacío, luminoso, ingrávido, libre― sin el menor rechazo a ningún aspecto de la experiencia.

Del mismo modo, aprendemos a percibir el mundo de un modo coherente con la comprensión no-dual, a saber, que todo es la actividad o vibración de la consciencia, la cual, filtrada a través de las limitaciones de nuestra propia mente, aparece como una multiplicidad y diversidad de objetos y yoes.

Esta es la visión del mundo que presentan los grandes poetas y artistas. Son los librepensadores para quienes la unidad del ser no ha sido eclipsada por la aparente multiplicidad y diversidad de objetos y seres, cada uno separado y distinto del otro. Como dijo la poeta alemana Lisel Mueller, «no volveré a un universo de objetos que no se conocen entre sí, como si las islas no fueran los hijos perdidos de un gran continente».

Los artistas son aquellos que son lo suficientemente libres y humildes como para no confundir las limitaciones de su propia mente con la realidad, sino que se dan cuenta de que lo que vemos no es más que una visión parcial de la realidad. Por eso William Blake dijo: «El árbol que hace llorar de alegría a algunos, a los ojos de otros no es más que una cosa verde que se interpone en el camino». El mundo no es lo que vemos, sino cómo lo vemos.

Consideremos la posibilidad de que la naturaleza o la realidad sea la imaginación o la actividad de una consciencia universal que adopta la forma de cada una de nuestras mentes, a través de las cuales se refracta en una aparente multiplicidad y diversidad de objetos y yoes.

William Blake, de nuevo, dijo: «Cada pájaro que corta el camino aéreo es un inmenso mundo de deleite encerrado por los cinco sentidos». En otras palabras, el puro deleite o gozo que acompaña al conocimiento del simple hecho de ser ―es decir, el conocimiento que la conciencia tiene de sí misma― se refracta a través de las limitadas facultades del pensamiento y la percepción sensorial y aparece ante sí misma como una experiencia objetiva, sin ser ni convertirse nunca en otra cosa que su propio ser infinito e indivisible. Como dicen los sufíes en lenguaje religioso: «Dondequiera que mires, allí está el rostro de Dios».

Rilke expresó la misma idea en sus Sonetos a Orfeo: «Atrévete a decir lo que es verdaderamente la “manzana”. Esta dulzura que al principio se siente espesa, oscura, densa; luego, exquisitamente elevada en tu gusto, crece clarificada, despierta y luminosa, de doble sentido, soleada, terenal, real ―Oh conocimiento, placer― inagotable».

A través de estas meditaciones-yoga, intentamos sentir el cuerpo y percibir el mundo de un modo coherente con la comprensión de que el universo es la actividad de un todo único, infinito e indivisible, hecho de consciencia pura, vacía y luminosa. Son los medios por los que sentimos y vivimos la comprensión no-dual en todos los niveles de nuestra experiencia.