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Artículos - Joan Tollifson

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¿Elegir la libertad?

Aceptación y aspiración

Por Joan Tollifson 22 de diciembre de 2024

Eres perfecto tal y como eres, y se puede mejorar.
—Shunryu Suzuki

La curiosa paradoja es que cuando me acepto tal y como soy, entonces puedo cambiar.
—Carl Rogers

En el momento en que aceptas completamente tu no-paz, tu no-paz se transmuta en paz... Éste es el milagro de la rendición.
—Eckhart Tolle

La danza de la aceptación y la aspiración

En mi último artículo hablaba de aceptarme a mí misma y al mundo tal y como somos. Ese aceptar o estar bien es profundamente liberador y, paradójicamente, esa completa aceptación puede ser la base de la que surja la transformación genuina de la forma más fiable. Una vez oí decir a Gangaji a alguien que intentaba dejar de fumar y que claramente sentía que era un hábito terrible: «Cuando eres libre para fumar, entonces eres libre para dejarlo». Eso es en gran medida lo que Carl Rogers decía en la cita suya de más arriba. Aceptar lo que es, tal como es, parece abrir posibilidades que antes no estaban disponibles. La resistencia desaparece. Algo se relaja.

Por supuesto, algunos de nuestros llamados «malos hábitos» puede que nunca desaparezcan, así que el camino sin sendero del despertar aquí-ahora no consiste en llegar a una perfección humana idealizada. La espiritualidad no-dual que me interesa no consiste en ser limpiados y purificados de todos nuestros «defectos», sino que también reconoce que este todo insondable incluye el desarrollo evolutivo y la capacidad de identificar las cosas que provocan sufrimiento y de responder inteligentemente, al menos a veces, en lugar de reaccionar simplemente por hábito condicionado.

Esta capacidad de respuesta evolutiva (o capacidad de responder) es un proceso natural, al igual que la evolución de todo el universo. Nuestros aparentes impulsos, aspiraciones y elecciones forman parte de cómo ocurre todo esto. En la mayoría de nosotros existe un deseo natural de sanar, de arreglar lo que está roto y de deshacer los patrones que provocan sufrimiento. Pero a menudo lo hacemos de un modo que sólo refuerza el problema de raíz.

En mi último libro, Death: The End of Self-Improvement (La Muerte: El fin de la superación personal), dedico un capítulo a distinguir la superación personal y las fantasías curativas de la transformación genuina y la aspiración sana. La superación personal, como yo la llamo, está orientada a los resultados, al futuro y al pensamiento. Todo gira en torno a «mí», el personaje de la historia de mi vida, y supone que este personaje, que no es más que una imagen mental y un montón de pensamientos, tiene capacidad de acción y elección de una forma que en realidad no tiene. Este tipo de superación personal está arraigado en un sentimiento de carencia y deficiencia, un sentimiento de que lo que es no está bien y de que se necesita algo más, mejor o diferente. Como muchos de nosotros hemos descubierto, a menudo es el propio acto de buscar lo que creemos que nos falta lo que nos hace desgraciados.

Por otro lado, lo que yo llamo aspiración sana y transformación genuina está arraigado en la presencia (aquí-ahora-siendo) y en un sentido mucho más amplio de lo que soy y de lo que es todo este acontecer―es decir, ilimitado, sin fisuras, infinito, irresoluble, indefinible, evanescente, libre de cualquier cosa fija―en contraste con la perspectiva aparentemente separada, dividida, encapsulada, atada, limitada, definible y solidificada que subyace a la superación personal. La aspiración sana y la transformación auténtica comienzan con la aceptación total de lo que es, en lugar de con la resistencia y el rechazo. Se mueven desde la conciencia, más que desde el pensamiento, y reconocen la perfección del todo y la forma en que todo pertenece. La conciencia podría describirse como amor incondicional, porque acepta todo tal como es y no se aferra a nada. El pensamiento divide y abstrae; la conciencia es total e inmediata.

Por supuesto, como señalo en el libro, un cierto grado de insatisfacción con cómo son las cosas ahora, junto con alguna visión de cómo podrían ser mejores, es a menudo esencial. De lo contrario, no habríamos tenido un movimiento por los derechos civiles y nadie se molestaría en hacer fisioterapia para una lesión, buscar ayuda para recuperarse de una adicción o incluso tomar una aspirina para el dolor de cabeza. Pero en cualquier momento en que hagamos esas cosas, nuestra atención debe centrarse principalmente en el aquí y el ahora. La vida misma lo acepta todo incondicionalmente, incluidos los dolores de cabeza, las adicciones y las injusticias sociales, y también acepta las aspirinas, los programas de recuperación y los movimientos por el cambio social. Todo es lo que es.

Cuando hace unos años me sometí a un tratamiento contra el cáncer, no sentí que estuviera luchando contra el cáncer, como parecen sentir algunas personas. Sentía que tener este cáncer formaba parte de esta vida de alguna manera, y que la vida misma estaba respondiendo al cáncer con cirugía, quimioterapia y radiación. Durante los meses de tratamiento, la atención se centró principalmente en el aquí-ahora, disfrutando de mi relación con el personal médico y con los demás pacientes, disfrutando del trayecto de ir y venir a las sesiones de tratamiento, afrontando el dolor y otros retos de la forma que me sentía impulsada a hacerlo en cada momento―siendo todo el acontecer tal y como se desarrollaba.

Pensamos en el tiempo como algo lineal, pero podemos darnos cuenta de que en realidad es un momento sin fondo aquí-ahora. En otras palabras, sea cual sea la forma que adopte momentáneamente, se trata de toda esta presencia consciente que se muestra en una miríada infinita de formas diferentes.

Estoy profundamente agradecida de que el tratamiento contra el cáncer haya funcionado. Estoy profundamente agradecida por haber dejado las bebidas alcohólicas y el consumo de drogas casi mortales a principios de los años setenta. Estoy profundamente agradecida por haber estado con algunos profesores maravillosos, por haber podido hacer muchos retiros de silencio, por haber estudiado Feldenkrais y artes marciales, y por haber tenido algunos terapeutas estupendos. Medito, hago estiramientos y ejercicio todos los días porque ayuda a este cuerpo-mente a mantenerse sano, equilibrado y funcional, en el grado que sea y pueda ser.

Al mismo tiempo, no tengo la idea de que mi vida de embriaguez fuera «mala» y que mi vida sobria es «buena», o que el cáncer es algo «malo» y que estar libre de cáncer es «bueno». Veo TODAS estas formas que adopta la realidad como aspectos igualmente importantes e inseparables de la vida. No tengo la idea de que soy un fracaso espiritual porque mi compulsión de morderme los dedos y mi ira sigan apareciendo a veces. Todo está incluido en esta ola llamada Joan y en este universo ondulante.

Hay abundantes ejemplos de personas que eran muy despiertas en algunos aspectos y, sin embargo, seguían teniendo hábitos destructivos e imperfecciones humanas. Alan Watts era alcohólico. Nisargadatta era adicto al tabaco y gritaba con frecuencia a la gente. Peter Brown se describía a sí mismo como «neurótico». Chögyam Trungpa era alcohólico y tenía conductas sexuales inapropiadas con sus alumnos. Su sucesor, Ösel Tendzin, mantuvo relaciones sexuales sin protección con estudiantes sabiendo que era seropositivo. Nathan Gill sufría depresión y se suicidó. Y, por supuesto, muchos grandes sabios y maestros han muerto de cáncer.

¿Fueron estas personas iluminadas o no, buenas o malas, afortunadas o desafortunadas? En realidad no podemos decirlo, porque ninguna persona es la misma ni siquiera por un instante, ni existe ninguna persona independientemente del todo. Las personas son como olas o remolinos; no son estáticas ni autónomas. Los aspectos aparentemente buenos y aparentemente malos de cada uno de nosotros, y de la vida misma, van juntos de forma insondable e interdependiente como un todo indivisible. Como en el famoso cuento del viejo granjero chino, no podemos determinar qué es buena o mala fortuna. El alcoholismo de Watts y la mala conducta de Trungpa eran de algún modo inseparables de su sabiduría, del mismo modo que mi compulsión a morderme los dedos, mi ira y mi pasado de borrachera son todos inseparables de algún modo de cualquier sabiduría y compasión que aparezca ocasionalmente por aquí.

Eso no significa que no me interese dejar atrás ciertas cosas. Me gustaría mucho librarme de mi compulsión a morderme los dedos. También me gustaría poder hablar abiertamente con la gente con la que no estoy de acuerdo sin enfadarme y ponerme a la defensiva. Y a menudo fracaso. Me muerdo los dedos y pierdo los nervios. Sucede. He descubierto que no puedo hacer que desaparezca ninguno de estos comportamientos indeseables. Pero el interés y la aspiración están ahí para que desaparezcan siempre que sea posible. Y, al mismo tiempo, acepto que no siempre es posible. A veces estoy enfadada y a la defensiva y a veces soy generosa y compasiva, y hay un reconocimiento de que todo esto son circunstancias impersonales inseparables del todo. En ese sentido, todo es perfecto tal como es, incluidos los aparentes errores y horrores de la vida.

¿Podemos elegir la libertad?

Tu sufrimiento es tu propia actividad. Es algo que estás haciendo momento a momento: .... Seguirás buscando todo tipo de medios hasta que te des cuenta de que lo único que estás haciendo es pellizcarte a ti mismo. Cuando te des cuenta, retira la mano. No es nada complicado. Pero antes de eso, es un problema inmensamente complicado... El yo es como este puño cerrado. Relaja el puño y no hay nada dentro... En ningún momento estamos en el dilema que tememos estar.
―Adi Da

A lo largo de los años, he oído a varios maestros decir: «Elige la libertad». ¿Cómo respondemos a tal sugerencia? Si creemos que no existe el libre albedrío, o que nadie tiene libre albedrío, podríamos insistir en que esa elección no es posible. O, si creemos en el libre albedrío, podríamos insistir en que es posible. Pero, ¿y si abandonamos todas nuestras ideas preconcebidas, creencias y conclusiones y simplemente nos planteamos esto como una cuestión abierta para explorar de nuevo en cualquier momento en el que parezca que estamos atascados, limitados o atados? En ese momento, tal vez podamos preguntar abiertamente si es posible, justo ahora en este momento―no en cada momento por todo el tiempo, sino justo ahora en este momento―«retirar nuestra mano» como dice Adi Da, elegir la libertad, abrir y soltar?

En lugar de pensar en esta pregunta analíticamente y confiar en percepciones experienciales pasadas, experiencias o creencias, ¿qué tal si en lugar de eso la hacemos frescamente, en este momento, como una pregunta completamente nueva, sin saber cuál podría ser la respuesta, abiertos a ser sorprendidos? ¿Cómo nos afecta esta pregunta? ¿Qué posibilidades nos abre? ¿Qué responsabilidad (capacidad de respuesta, habilidad para responder) tenemos ahora mismo en este presente vital? ¿Cómo nos estamos pellizcando metafóricamente y es posible, ahora mismo, «retirar la mano», abrir y soltar?

Hay algo aquí que tiene la capacidad de actuar. Llamarlo «algo» es casi con toda seguridad engañoso, porque sea lo que sea «esto», no es ninguna cosa sólida, localizable o pinzable. Cuando miramos, no encontramos ninguna entidad dentro de nuestra cabeza sentada en un gigantesco panel de control tomando las decisiones. Y, sin embargo, parece que aquí mismo hay una capacidad innegable para actuar. Y parece que aquí hay capacidad para tomar decisiones.

A veces, parece que fuerzas opuestas o pensamientos contradictorios nos tiran en dos direcciones diferentes, cada uno reclamando ser «el verdadero yo». ¿Es «mi verdadero yo» el que se muerde los dedos o el que quiere parar? ¿O ambos son sólo pensamientos?

¿Todo nuestro comportamiento y pensamiento es puramente mecánico y condicionado, el resultado inevitable de infinitas causas y condiciones que no podrían ser de otro modo, o existe una dimensión incondicionada que es libre, una dimensión de potencial y posibilidad infinitos? ¿Todo se desarrolla en un tiempo lineal como parece ser, o todo sucede en un presente o presencia simultánea, y esta presencia esta ya acabada, o es una ola que rompe, un big bang a cada instante?

La elección implica consciencia, un alto grado de consciencia. Sin ella, no puedes elegir. La elección comienza en el momento en que te desidentificas de la mente y sus patrones condicionados, en el momento en que te haces presente. Hasta que llegas a ese punto, estás inconsciente, espiritualmente hablando. Esto significa que estás obligado a pensar, sentir y actuar de ciertas maneras según el condicionamiento de tu mente... La presencia es la clave. El Ahora es la clave.
―Eckhart Tolle

En otras palabras, el verdadero poder y la capacidad de respuesta no están en la mente pensante que se hace pasar por el «yo» imaginario. El verdadero poder está en la presencia-conciencia, que no es otra cosa que esta persona cuerpo-mente aquí mismo, pero que no está limitada a ella ni le pertenece. Y de hecho, cualquier idea o imagen mental que tengamos de «el cuerpo» o «la mente» o «la persona» es simplemente un concepto o una imaginación y no la realidad viviente.

Cuando alguien dice que «nuestro sufrimiento es nuestra propia actividad», o que «todo sufrimiento psicológico es completamente innecesario», como han dicho varios maestros y no-dualistas, ¿qué ocurre? Lo que he observado es que a menudo se produce una reacción inmediata en contra. Algo se siente amenazado por tal afirmación. Por eso plantearlo como una pregunta abierta puede ser a veces más eficaz y menos probable que provoque inmediatamente que la mente pensante identificada con el yo insista indignada: «¡Si pudiera elegir la libertad, lo haría! Pero no puedo». Podríamos preguntarnos, ¿quién está afirmando todo esto? ¿Quién se siente amenazado? ¿Qué se defiende? ¿Es la presencia consciente abierta o el pequeño yo contraído?

Es fascinante ver cómo la mente argumenta en contra de la posibilidad de soltar, cómo defiende y argumenta a favor de la necesidad y la inevitabilidad ineludible de nuestro sufrimiento y nuestra historia. He descubierto, para mi sorpresa, que, de alguna manera, a menudo estamos bastante apegados a nuestro sufrimiento y a las historias que lo provocan y sostienen. Forman parte de nuestra identidad. Nos son familiares. Son YO. El pensamiento de abrir el metafórico puño cerrado del yo y no encontrar nada en el centro puede dar miedo. Pero cuando ocurre de verdad, no asusta en absoluto. Es un gran alivio. Al menos, hasta que la mente de supervivencia entra en acción y empieza a emitir pensamientos de preocupación y a intentar controlarnos. Entonces volvemos corriendo a la aparente seguridad del mundo que creemos conocer. Y nada de esta apertura y cierre es personal―TODO es un despliegue del universo entero.

Así que estoy de acuerdo con Suzuki Roshi: somos perfectos tal y como somos, y podemos mejorar. Es una danza delicada entre la aceptación y la aspiración. Es enormemente liberador reconocer cómo hacemos nuestro sufrimiento, cómo nos pellizcamos, contemplándolo con conciencia, sin perdernos en juicios, vergüenzas, culpas y remordimientos. A la luz de la conciencia, los viejos hábitos pueden perder su agarre y acabar disolviéndose. Las cosas pueden abrirse. La sensibilidad y la perspicacia pueden crecer. Pero a veces el poder del hábito es muy fuerte y «elegir la libertad» no parece funcionar. En esos momentos, la capacidad no está ahí. Y en otros momentos, la capacidad está ahí. Y no podemos decir realmente cuál es el éxito y cuál es el fracaso. Van juntos como arriba y abajo y no pueden existir independientemente el uno del otro.

¿Podemos aprender todo esto de los maestros, las enseñanzas o las prácticas?

Según mi experiencia, sí. Pero eso no significa que nada de esto sea esencial. Esta realidad viva nunca deja de estar aquí. No podemos conseguir esto porque somos esto. Esto es todo lo que hay. Pero tendemos a pensar lo contrario. Confundimos nuestros mapas conceptuales con el territorio vivo de la experiencia. Imaginamos un mundo en el que «arriba» está en guerra con «abajo», y queremos que «arriba» triunfe y derrote permanentemente a «abajo». Estas ideas erróneas pueden ser expuestas y señaladas por buenos maestros y enseñanzas, y la realidad viviente no-dual puede ser descubierta, revelada y realizada de formas siempre nuevas a través de diversas prácticas o exploraciones.

Donde he encontrado verdadero valor en las enseñanzas, maestros o expresiones espirituales y no-duales es cuando apuntan implacablemente al aquí y ahora, y a la bondad de lo que es, tal como es; y/o cuando señalan y me ayudan a ver o experimentar aspectos, dimensiones o cualidades de este presente que no estaba viendo o experimentando plenamente; y/o cuando me ayudan a ver los patrones habituales de pensamiento que están creando sufrimiento innecesario. He tenido la suerte de contar con algunos maestros extraordinarios de este tipo, tanto en forma de personas como de libros.

Los maestros, las enseñanzas y las expresiones que más me han ayudado siempre han fomentado la exploración abierta―mirar por mí misma, atender a la experiencia directa más que a la ideología y la creencia, estar abierta a nuevos descubrimientos. Nunca pretendieron ser autoridades infalibles. Nunca me dieron la sensación de que me faltara algo, sino que me veían como una expresión perfecta de la vida, exactamente como soy. Y también reconocían que esta perfección presente no excluía en modo alguno la posibilidad de que yo pudiera aprender y crecer en sensibilidad, perspicacia, capacidad de respuesta, resistencia y fe en mí misma y en la totalidad. Espero que este sea el tipo de expresión que yo también ofrezco.

Con amor para todos...