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Artículos - Jean Gebser

La Conciencia Integral

Por Jean Gebser
Jean Gebser

Este artículo, publicado poco después de la muerte de Gebser en 1973, apareció en la edición de enero-febrero de 1974 de la revista ya desaparecida Main Currents in Modern Thought. Por esa razón, tal vez tiene un toque distintivo de finalidad. "La Conciencia Integral" trata de resumir, en pocas palabras (si eso fuera posible) el contenido de su principal obra The Ever-Present Origin (publicada originalmente en alemán bajo el título Ursprung und Gegenwart). Los recientes acontecimientos mundiales sugieren que las percepciones de Gebser de hace más de medio siglo siguen siendo convincentes, y tal vez sólo ahora se están haciendo realidad.

 

El desarrollo de una nueva conciencia integral es importante, incluso decisivo, para nuestros tiempos, ya que es un tema de alcance universal, que abarca a toda la humanidad. Como tal, merece ser tratado como un todo coherente, ya que el destino común de Asia y Occidente depende en gran medida del grado en que esta nueva conciencia sea realizada. La singularidad de la conciencia integral radica en el hecho de que de ninguna manera se basa en el aumento del conocimiento intelectual, que puede ser mal interpretado o mal aplicado. La nueva conciencia no tiene nada que ver con ese conocimiento; su carácter se deriva de valores espirituales, no de valores puramente intelectuales. Puede, sin embargo, aclararnos eso que ha sido hasta ahora incomprensible, incluso impensable, y explicar relaciones que han sido, a lo sumo, simplemente materias de conjetura.

Es debido precisamente a que Asia y Occidente no son opuestos mutuamente excluyentes, sino que son polos complementarios entre sí (que pueden muy bien algún día redescubrir sus raíces comunes), que es importante que esta conciencia sea explorada coherente y plenamente. Esto ahora se vuelve todavía más necesario en vista del hecho de que mis publicaciones anteriores se han ocupado principalmente de proporcionar pruebas del nacimiento de la conciencia Integral y de las formas que ha adoptado en Occidente en las últimas décadas, y no se ha abordado lo suficiente el carácter único de esta nueva constelación de conciencia.

Es difícil encontrar el nombre adecuado ―la designación más conveniente y apropiada― para algo nuevo. Sri Aurobindo y Deisetz Teitaro Suzuki, por ejemplo, han dado cada uno un nombre diferente a lo que es esencialmente el mismo fenómeno: la nueva conciencia. Nosotros la hemos llamado "integral" y "a-racional", y, por otra parte, hemos hecho hincapié en que está sobre todo "libre del tiempo", una designación que está en consonancia con la terminología occidental.

Consideremos entonces lo que se entiende por esta descripción de una "conciencia integral a-racional, libre del tiempo". Muchas personas dirán que estas son nociones difíciles, incluso incomprensibles, y que si entendemos su significado, al fin y al cabo, no importará en absoluto. Pero cualquiera que crea que a veces es bueno, así como constructivo, enfrentarse con un problema que afecta a los fundamentos mismos de nuestra vida cotidiana (por no hablar del futuro que está ayudando a dar forma a nuestro presente) estará de acuerdo que un problema concerniente a nuestra conciencia vale la pena tenerlo en cuenta.

Nuestra concepción de lo que llamamos realidad depende de nuestro modo de conciencia. Por ejemplo, la realidad, como es entendida por muchos asiáticos, africanos, indios americanos y otros pueblos no europeos, no es la misma que para los occidentales, porque no ven el mundo como el correlato de su propio ego. Nosotros, por el contrario, consideramos todo desde el punto de vista de nuestra conciencia del ego. Para nosotros, el mundo es una realidad tangible que nos confronta: Aquí estoy yo, ahí está el mundo. Creemos que somos capaces de gestionar este mundo por medio de técnicas externas, porque estamos firmemente conscientes de nuestra posición en el espacio y el tiempo ― debemos ser conscientes de nuestra posición, ya que sin este conocimiento consciente seríamos sin ego, realmente atemporales, como son los representantes de esas culturas no europeas que acabamos de mencionar. Su conciencia es en cierta medida como un sueño; sabe poco del ego o del tiempo. Lo mismo podría haberse dicho también de los europeos hace varios miles de años, antes de que despertásemos a una conciencia del yo en el mundo, y con ello aprendimos a considerar el tiempo y el espacio como valores tangibles. Gracias a esta conciencia de vigilia mental y egocéntrica fuimos capaces de dar forma a nuestra realidad de nuevo: Veíamos la realidad como el objetivo de nosotros mismos como sujetos, y de este modo creamos la ciencia e hicimos posible la tecnología.

Sin embargo, a pesar de todo el llamado progreso que hemos alcanzado, a pesar de todos nuestros logros, estamos amenazados por un peligro que se hace mayor y más evidente día a día y que no puede ser subestimado: el peligro de que nuestra identificación con la ego puede llegar a ser demasiado fuerte ― que puede endurecerse y degenerar en egocentrismo, hasta el punto de perder la capacidad de fructificar las relaciones humanas conscientes e incluso pueden, con el tiempo, convertirse en inhumanas. Muchas personas hoy sienten que el desarrollo del ego está dando lugar a un desequilibrio fatal, incluso hasta el punto de amenazar nuestra cultura occidental en general. La amenaza surge del hecho de que el exceso de egocentrismo, que se asocia con la posesividad desenfrenada y el ansia de poder, se traduce en un materialismo corrosivo y una indiferencia despiadada por la cualidad esencial de la vida humana. Esto lleva finalmente a la pérdida de la capacidad de aprehender esos valores trascendentes que Asia todavía conoce mejor que nosotros.

Hoy en día, muchos se esfuerzan por escapar de estas consecuencias, tratando de volver a un estado de atemporalidad y de ausencia de ego sin que, sin embargo, sean conscientes de que lo están haciendo. Ellos buscan ayuda en la (mal comprendida) formación de yoga, o se unen a comunidades orientales cuyos propósitos son poco entendidos en Europa. En éstas, sin embargo, sólo los maestros (que son considerados como santos) y la propia comunidad tienen importancia, y por lo tanto los que buscan refugio en esas tradiciones por fuerza pierden su ego. De nuevo, si la intercesión de Aldous Huxley, en nombre de la mescalina fue una primera falsificación de la experiencia de felicidad, el "experimento psicodélico" ha sido un crimen contra nuestra gente joven, cuyos verdaderos anhelos de evitar las corrupciones del materialismo fueron engañados con falsas promesas y medios fatales. Se ha sugerido que el LSD y otras drogas pueden provocar las mismas sensaciones de auto-liberación, felicidad y escape del mundo como, por ejemplo, las que se describen en el Libro Tibetano de los Muertos. Equiparar las alucinaciones generadas artificialmente por los productos químicos con las experiencias conseguidas sólo después de décadas de entrenamiento espiritual es someterse a una ilusión basada sobre el más burdo pensamiento materialista. Lo que se quiere lograr sólo mediante la aplicación mental y la disciplina espiritual conduce, como consecuencia de la falta de disciplina psíquica, a la ruina en lugar de a la iluminación; el resultado es regresión, un debilitamiento o reducción de la conciencia en lugar de su necesaria e integrada intensificación. Estos intentos negativos de dominar nuestra situación no son una superación, sino una recaída, porque los que actúan de este modo están por debajo de las posibilidades de la conciencia despierta, que hemos adquirido a través de miles de años de esfuerzo.

Hay sin embargo otra manera de superación del egoísmo que conduce a la libertad del ego. Es decir, conduce a una verdadera conciencia despierta recién desplegada, libre tanto del apego a la "egoidad" como a la "no-egoidad" ― una conciencia que integra deliberadamente los dos estados. Cuando esto es logrado por el individuo, algo muy significativo ―realmente, salvador― sucede. Su conciencia, y por lo tanto su realidad, adquieren una riqueza y abundancia de vida que hasta el momento no creía posible. Una persona que tiene esta conciencia Integral ya no depende de su ego: Su ego, con todas sus pasiones, ya no lo domina; más bien, él gobierna su ego. Entonces el mundo como un correlato del ego ― un mundo que nos confronta con todas sus condiciones de tiempo y espacio, se convierte en un mundo compartido, un mundo de participación en el que, al igual que lo divino o espiritual, no está ligado al tiempo y al espacio porque es, por su propia naturaleza, sin tiempo y sin espacio. Si tenemos éxito en la superación tanto de la egoidad como de la no-egoidad mediante la integración consciente de ambos, nuestra conciencia despierta mental egocéntrica se transforma en una conciencia Integral completamente despierta, libre del tiempo y del ego. Por este medio superamos el peligro mortal que amenaza a nuestra cultura de hoy ― el peligro de que podemos morir de ego-endurecimiento y caer en un completo materialismo.

Este concepto de una conciencia Integral libre del tiempo no es utópica ni ilusoria; tampoco es una forma de quimera. Por el contrario, representa y da forma a una realidad más rica. El amanecer de esta nueva conciencia, con su nueva concepción de la realidad, está hoy día haciéndose visible en los ámbitos más diversos, tanto en Occidente como en Oriente. Como todo lo nuevo, en un primer momento nos impacta como algo extremadamente extraño, a pesar de que no es más que una intensificación de las posibilidades de nuestra conciencia. Es un proceso espiritual que, aunque doloroso, trae consigo la seguridad de que si se puede lograr conscientemente, nosotros mismos, el mundo, y de hecho toda la humanidad avanzará hacia una realidad nueva y positiva.

Pensar en este logro, incluso como una posibilidad, no será una tarea fácil para todos. Con el fin de poder verlo claramente ― nosotros en la época actual, tan llena de catástrofes inminentes, exige que uno deba desechar todos los prejuicios y romper los viejos y anticuadas hábitos de pensamiento. Una condición para ello es que tenemos que llegar a estar tan bien informados de nosotros mismos que lleguemos a ser "auto-transparentes" ― que aceptemos los roles activos de las estructuras Arcaica, Mágica y Mítica que ayudan a constituirnos, y no atribuir validez exclusiva a la estructura Mental-Racional (*). Con el fin de lograr la lucidez que nos permita reconocer la eficacia de todas estas estructuras sin volver a caer en la superstición o encantamiento mágico, o hundirnos en el sueño mítico o la irracionalidad, lo que se requiere de nosotros es únicamente eso que nadie particularmente está dispuesto a emprender ― el trabajo sobre uno mismo. El mundo y su humanidad no cambiará de ninguna manera predicando un mundo mejor; los aspirantes a "reformadores", en sus esfuerzos por lograr un mundo mejor, a menudo demandan a los demás lo que no exigen para ellos mismos.

Por supuesto, esta transformación no será fácil para los que todavía tratan de dar forma y dominar sus vidas enteramente en función de la actitud mental-racional. Será mucho más fácil para la generación más joven darse cuenta de las dimensiones de la nueva conciencia que hemos denominado "aperspectivista", así como "a-racional" e "integral". Estos términos diferentes, aunque apunta a una y la misma cosa, se derivan de las diferentes esferas de la experiencia en la que la nueva forma de conciencia ya se está revelando. Porque esta generación ha nacido en un clima de cambio, en el que la nueva conciencia se está abriendo paso hacia la luz.

La idea de que la generación más joven ha nacido en el clima de una nueva estructura de conciencia es difícil de aceptar si no pensamos en el concepto de la evolución cultural en términos algo diferentes, ya que requiere la aceptación del hecho de que la nueva conciencia se manifiesta por su propia cuenta, es decir, surge de manera natural y espontánea en el hombre, en el mundo y en el tiempo, llegando a ser "transparente" en ellos. Siempre y cuando no seamos capaces de liberarnos de las rutinas convencionales del pensamiento que se han convertido ahora en un anacronismo y, por lo tanto erróneas, pensaremos en la evolución cultural como un proceso que nos impulsa hacia una meta en una progresión lineal. Mientras atribuyamos validez exclusiva a una definición de progreso pragmáticamente estrecha por acrecentamiento, la suposición de que una generación pueda "nacer en" una nueva conciencia es imposible.

Si no somos capaces de liberarnos de una visión estrecha y unilateral de la evolución, que no incluye otras perspectivas de tiempo y transformación, permanecemos fijados dentro de los límites racionalmente postulados de los acontecimientos y por lo tanto no saldremos del callejón sin salida racional. Fue por esta razón por la que llamamos a la primera parte de Ursprung und Gegenwart "Una Contribución a la Historia del Despertar de la Conciencia". No había ninguna mención a la evolución de la conciencia, porque si bien la historia es un proceso activo, la evolución es sólo una visión parcial de este proceso y sus limitaciones una visión que surge desde la perspectiva de la Estructura Mental-Racional. La manifestación de la nueva conciencia no es un hito en el camino hacia un supuesto desarrollo superior; es más bien, por un lado, un enriquecimiento e intensificación de la conciencia humana y, por otro, nuestra respuesta consciente a la Estructura Integral del mundo, que por medio de nosotros se vuelve transparente. Este proceso invisible activa en nosotros la nueva conciencia que siempre ha estado latente en nosotros. La evolución, desde este punto de vista, es la evolución (e = de, volvere = procedimiento, formación) de las posibilidades de la conciencia hasta ahora latentes del hombre, que son liberadas por una correspondiente "involución" suplementaria del componente Integral de la conciencia del mundo: esa involución (in = hacia adentro) en la esfera terrestre es replicada por su otro polo, el despertar ― nuestra disponibilidad en un momento determinado para la conciencia Integral y atemporal; evolucionar desde dentro de nosotros.

Quien haya ennoblecido, intensificado y preparado su conciencia, de modo que consiga un enriquecimiento de la conciencia Integral, vive en un estado de participación en el mundo como un todo. Esta participación, que está condicionada por la conciencia Integral y que, incluso ahora, se encuentra en individuos en todas partes del mundo, tiene la posibilidad de sanar el mundo. Esto dependerá de los pocos que ya se están dando cuenta conscientemente de este proceso y que están, por lo tanto, permitiendo que las nuevas fuerzas surtan efecto en el individuo, el mundo y la humanidad.

* Véase especialmente las páginas 86 a 88, que describen las Estructuras Mágica, Mítica, Mental/Racional e Integral de la Conciencia y la Cultura en Main Currentes 29, 2.

Jean Gebser fue desde 1967 Profesor Honorario de Estudios Comparativos de las Civilizaciones de la Universidad de Salzburgo. El documento anterior nos fue dado por el Prof. Gebser antes de su muerte.
Fuente: The Jean Gebser Society