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Extractos - Swami Vivekananda

Yo soy eso que soy

Por Swami Vivekananda
Swami Vivekananda

Las personas son realmente el Espíritu omnipresente

El Atman, el Espíritu morador, no tiene figura ni forma, y lo que carece de figura o forma debe ser omnipresente. Como el Espíritu sin forma está más allá de la mente, tiene que estar más allá del tiempo, el espacio y la causa. Pero si está más allá del tiempo, el espacio y la causa, debe ser infinito. Esto nos conduce a la mayor especulación de nuestra filosofía: el Infinito no puede estar formado por dos. Si el Espíritu es infinito, sólo puede haber uno, y los conceptos de espíritus varios (uno tuyo, otro mío, etc.) no pueden ser reales. La Persona de verdad, por tanto, es una e infinita, el único Espíritu omnipresente. Y la persona ficticia sólo es una limitación de esa Persona verdadera. En ese sentido, las mitologías tienen razón cuando dicen que la persona ilusoria, por muy grande que sea, no es más que un tenue reflejo de la Persona verdadera, que está más allá. Por tanto, al estar más allá de la causa y el efecto, la Persona verdadera (el Espíritu), no limitada por el tiempo o el espacio, debe ser libre. La Persona verdadera no ha estado limitada jamás y no podría estarlo. La persona ficticia, el reflejo, está limitada por el tiempo, el espacio y la causa, por lo que está atada. En el lenguaje de algunos de nuestros filósofos, la Persona verdadera parece estar limitada, pero en realidad no lo está. Esta omnipresencia, esta naturaleza espiritual, esta infinidad, es la realidad de nuestras almas.

La Persona verdadera no es el cuerpo; tampoco la mente, pues ésta se deteriora y desaparece. El Espíritu subyacente es lo único que vive para siempre. El cuerpo y la mente están cambiando continuamente y, de hecho, sólo son los nombres de una serie de fenómenos cambiantes; es como los ríos, que, aunque parezcan corrientes constantes, están compuestos por aguas en un continuo estado de flujo. Todas las partículas de este cuerpo están cambiando constantemente y, sin embargo, consideramos que son el mismo cuerpo. Lo mismo sucede con la mente: en un momento dado está feliz, en otro infeliz; en un momento está fuerte, en otro débil; es un remolino siempre cambiante. El Espíritu, que es infinito, no puede ser eso.

La gente se asusta al escuchar que son el Ser universal, omnipresente y todopoderoso. Les preocupa perder su individualidad. ¿Pero qué es la individualidad? Me gustaría verla. Si la individualidad estuviera en el cuerpo, si perdiera un ojo o una mano entonces perdería una parte de ella. Según eso, un borracho no podría dejar de beber, pues perdería gran parte de su individualidad. Esta noción de la individualidad es muy limitada.

No existe individualidad alguna excepto el Infinito. Ese es el único estado que no cambia. Todo lo demás se encuentra en estado cambiante. Nosotros aún no somos individuos. Nos esforzamos por alcanzar la individualidad, que es el Infinito. Esa es la verdadera naturaleza de la humanidad. Solo viven los que lo hacen en la totalidad del universo; cuanto más concentremos nuestra vida en cosas limitadas, más rápido llegaremos a la muerte. Vivimos realmente cuando lo hacemos en el universo, dando la vida por los demás. Vivir esta pequeña vida egoísta es la muerte.

Un antiguo filósofo sánscrito decía: "El Espíritu es el único individuo, porque es infinito". La infinidad no puede ser dividida; no puede romperse en pedazos. Es la única Existencia, eternamente indivisible, y es el único Individuo verdadero, la Persona verdadera. La persona ficticia es una mera lucha por expresar y manifestar esta individualidad, que es el Espíritu.

Los cambios que ocurren, como cuando los malos se vuelven buenos, no suceden en el Espíritu. Son la evolución de la naturaleza, y una mayor manifestación del Espíritu. Imaginad que una pantalla me ocultase de vosotros, y que esta pantalla tuviese un pequeño agujero que me dejase ver algunos de los rostros que tuviera enfrente, sólo unos pocos. Imaginad ahora que el agujero empezase a agrandarse y a agrandarse y que, según fuera creciendo, desvelara una parte cada vez más grande de la escena que tuviese delante; cuando desapareciera toda la pantalla, al final me encontraría delante de vosotros. Vosotros no habríais cambiado en absoluto; el agujero habría ido evolucionando y vosotros os habríais ido manifestando gradualmente. Es lo que pasa con el Espíritu. No llegarás a ninguna perfección. Tú, el Espíritu Infinito, ya eres libre y perfecto.

Yo soy eso que soy

Todo es sustancia más nombre y forma. El nombre y la forma vienen y van, pero la sustancia es eterna. Toda la aparente diferenciación de la sustancia es el resultado de la ilusión del nombre y la forma. El nombre y la forma no son reales, porque con el tiempo se desvanecen, se disuelven en sustancia. Lo que denominamos naturaleza no es sustancia, porque la naturaleza cambia permanentemente y puede destruirse. La naturaleza es tiempo, espacio y causa. La naturaleza es Maya.

Maya es la ilusión del nombre y la forma, en la que todo se proyecta. Maya no es real. Si fuese real, no podríamos destrozarla ni cambiarla. La sustancia es el Espíritu, la única Realidad que subyace en todos los fenómenos temporales. Maya constituye simplemente los fenómenos temporales. Existe un "yo" real, el Espíritu, que no puede ser destruido por nada, y un "yo" fenomenológico, que cambia y desaparece constantemente.

Todo lo que existe tiene dos aspectos: el Espíritu invariable e indestructible y el fenómeno siempre cambiante y destructible. La verdadera naturaleza de todos los hombres y mujeres es la sustancia, el Espíritu Eterno. El Espíritu no cambia nunca y no se destruye jamás; pero cuando se manifiesta en las cosas y los seres del universo, aparece disfrazado con una forma y se asocia a un nombre. Estas formas y estos nombres cambian continuamente y al cabo del tiempo se destruyen y regresan a la sustancia. Sin embargo, la gente busca inútilmente la seguridad y la paz en sus aspectos cambiantes, en el cuerpo y la mente.

¿Cuál es la relación entre la naturaleza y mi yo? Mientras la naturaleza vaya unida a un nombre y a una forma, o al tiempo, el espacio y la causalidad, yo no formaré parte de la naturaleza, porque yo soy libre, invariable e infinito. Sin embargo, cuando el alma se confina al molde del nombre y la forma, se queda limitada de inmediato, en contraste con su libertad previa. Y, sin embargo, su naturaleza original está siempre ahí. Por eso dice: "Yo soy libre; a pesar de esta limitación, yo soy libre». Y no lo olvida nunca.

Así que cuando el alma queda limitada, la naturaleza tira de las cuerdas y se ve obligada a danzar a voluntad de la naturaleza. Tú y yo hemos danzado de esta forma a lo largo de los años. Todas las cosas que vemos, hacemos, sentimos y sabemos; todos nuestros pensamientos y acciones, no hacen más que danzar siguiendo los dictados de la naturaleza. En todo esto no hay libertad alguna, porque nada de esto se refiere a nuestro verdadero Ser, el Espíritu.

Denominamos vida al proceso por el cual el alma se despierta de su limitación y a sus esfuerzos por ponerse de pie y afirmarse a sí misma. El éxito de esta lucha se denomina evolución. El triunfo final, cuando desaparece toda esclavitud, recibe el nombre de salvación, nirvana, libertad. Todo lo que existe en el universo lucha por la libertad. Cuando la naturaleza me limita con el nombre y la forma, el tiempo, el espacio y la causalidad, no sé quién soy realmente. Pero a pesar de esta limitación, mi Espíritu no se pierde del todo. Yo tiro de las ataduras, éstas se rompen una a una y me hago consciente de mi grandeza innata. Entonces alcanzo la liberación. Llego a la conciencia más clara y plena de mi mismo: sé que soy el Espíritu Infinito, el dueño de la naturaleza, no su esclavo. Más allá de toda diferenciación y combinación, más allá del espacio, el tiempo y la causa, yo soy eso que soy.