Extractos - Wolter Keers
Wolter Keers sobre Ramana Maharshi
Por Wolter KeersWolter A. Keers fue un maestro y escritor holandés que dio conferencias extensamente por toda Europa durante los años 1970 y 1980, sobre el Yoga y el Advaita.
He traído una gran cantidad de samskaras espirituales en esta vida. Nací en una familia de eclesiásticos. Todos los intereses en nuestro hogar estaban centrados en cuestiones religiosas. Debieron de enseñarme a rezar casi antes de que pudiera hablar. Durante una fase de desesperación de mi vida, leí el libro Jnana Yoga de Swami Vivekananda. Esto causó una especie de explosión dentro de mí. Allí, en esas páginas, finalmente encontré a alguien que había sido capaz de poner en palabras lo que había estado sintiendo intuitivamente. Fue un alivio descubrir que un sinnúmero de buscadores, a lo largo de los siglos, habían compartido mi propio problema y hambre espiritual.
No mucho tiempo después, me encontré con El Sendero Secreto de Paul Brunton. Cuando leí, en esas páginas, que había un sabio vivo en la India con el que se podía hablar, el color azul volvió a aparecer en mi cielo. Había una foto de Bhagavan en el libro. Solía centrarme en ella durante mi meditación y también empecé a concentrarme en el centro del corazón que Bhagavan había dicho que estaba en la parte derecha del pecho. Me costó mucho esfuerzo y práctica llegar a estar totalmente absorto en estos objetos de meditación, pero perseveré porque en ese momento sentía que se trataban de herramientas que me habían sido dadas por Bhagavan.
Me concentraba en Bhagavan cada vez más. A veces, casi me peleaba con él, rogándole que me ayudara en mis esfuerzos para ir a verle. Sé que suena absurdo hacer tal afirmación, pero llegó un momento en que podría decir con confianza "yo gané". Un día, miré a la foto de Bhagavan y sabía con una certeza inquebrantable y serena que yo viajaría a la India. Y la oportunidad llegó al comienzo de 1950.
Roda Maclver, una devota de Bombay que había estado viviendo cerca de Bhagavan durante varios años, me llevó al Ashram y me indicó a Bhagavan. La mera visión de él hizo temblar todo mi ser porque me encontraba cara a cara con lo divino. Este reconocimiento me afectó tanto que mi cuerpo se estremeció involuntariamente. Mientras miraba a Bhagavan, sentí que estaba viendo a Dios mismo sentado allí.
Cuando era muy joven, creía que Dios era algún ser magnífico que tenía una forma humana que irradiaba luz y bondad. Ha pasado mucho tiempo desde que abandoné esta creencia de la niñez, creyendo que era un cuento de hadas que se les contaba sólo a los niños crédulos. Sin embargo, ahora, esta creencia infantil ha resultado ser cierta. Aquí, delante de mí, había una forma humana que parecía estar hecha de la luz misma. Dios se había manifestado ante mis ojos anunciándome su presencia irradiando una flamante y penetrante luz – una luz que me atravesaba como si fuera rayos-x.
Cuando tuve tiempo para reflexionar sobre este primer darshan, parecía increíble que semejante aire de normalidad pudiera prevalecer alrededor de alguien que irradiaba tanta luz y energía. Tal vez otras personas no estaban viendo y sintiendo lo que yo estaba experimentando. Le pregunté a Roda sobre esto más tarde ese día. Ella se echó a reír y dijo: "Muchas personas tienen experiencias especiales cuando ven a Bhagavan. Durante la mayor parte del tiempo todos nosotros lo vemos como una persona normal, anciana sentada en un sofá, pero de vez en cuando nos deleita con una experiencia, como la que tuviste hoy, que nos convence de su grandeza y su divinidad".
Había un poder y energía radiante en presencia de Bhagavan que penetraba sin esfuerzo tanto la mente como la materia. Su gracia silenciaba mi mente, colmaba mi corazón, y me transportaba a reinos que estaban mucho más allá de lo fenoménico. La luz que irradiaba Bhagavan llenaba mi ser, arrastrando toda mi oscuridad de un solo golpe. El esfuerzo parecía redundante cuando su sola presencia era suficiente para evaporar el habitual flujo mental de pensamientos, ideas y problemas.
Para mí, la presencia inmediata de Bhagavan era abrumadoramente potente y nada podía distraerme o molestarme allí. Sin embargo, empecé a notar que el estado exaltado de experiencia en su presencia gradualmente desaparecía, cuando volvía a mi pequeña casa frente al Ashram. Sentado en presencia de Bhagavan sentía una tranquila lucidez. Todos los pensamientos y problemas eran barridos, quemados en el fuego ardiente de su potente presencia. Pero después de unas horas de estar solo en mi habitación, me daba cuenta de que estos estados eran sólo temporales porque mis viejos pensamientos y problemas finalmente regresaban. Sentía que tenía que enfrentarme a Bhagavan con este problema. Yo no había venido a él para tener experiencias felices, había venido a buscar un fin permanente a mi mente y todos sus problemas.
Ese día, cuando pasaba frente a él, una rápida sonrisa se dibujó en su rostro. De alguna manera sentí que él sabía lo que había ido a buscar. ¿Estaba sonriendo por la audacia de mi demanda? Me senté entre el público, cerca de Bhagavan, y comencé a bombardearlo con pensamientos. Con toda la energía mental que podía reunir, le disparé mi queja a él: "Bhagavan, ¿de qué sirve todo tu resplandor hacia mí si no puedo resolver estos problemas mentales en el momento que me alejo de ti?" Esto, con pequeñas variaciones, repetía una y otra vez. Bhagavan no hacía caso. Él continuaba llevando a cabo su rutina diaria. Frustrado, me concentré en él aún más. Traté de sacudir su indiferencia hacia mis pensamientos. Sentí que estaba sacudiéndole de la forma como sacudiría a un árbol para conseguir que su fruta caiga. Toda la fuerza de mi voluntad se centraba en un pensamiento, "debo tener una respuesta; debo tener una respuesta". Finalmente, mi persistencia mental, valió la pena. Se volvió hacia mí y me miró con una sonrisa de asombro en su rostro. Entonces su expresión cambió y su nueva configuración exclamó: "¡Estás buscando tus gafas y se encuentran en tu nariz!" Ninguna palabra salió de sus labios, pero el mensaje vino a mí con una claridad increíble. No había ninguna duda o conjetura o imaginación. Bhagavan continuó mirándome. Quizás estaba esperando algún tipo de respuesta.
De repente, sus ojos emitían luz y escupían fuego hacia mí. No se me ocurre ninguna otra manera de describir la explosión repentina en su mirada. Su poderosa mirada se dirigía directamente hacia mí, taladrando a distancia todo lo que me hacía pensar que yo era diferente y separado de él. Sentí que el corazón del lado derecho se estaba calentando mientras seguía mirándome, hasta que lo sentía como si fuera una pelota caliente, ardiente brillando dentro de mí. Sentía como si él estuviera cargándolo con alguna inmensamente poderosa electricidad espiritual porque, mientras seguía mirándome tenía la sensación inequívoca de que mi centro del corazón era una especie de dinamo espiritual que emitía destellos de luz y energía. Sentía como si un aparato eléctrico enormemente potente había sido trasplantado de repente en mi pecho.
Me quedé sentado rígido y recto, con los ojos clavados en los suyos. El fuego que fluía de sus brillantes ojos perforaban el centro de mi ser. ¿Cuánto tiempo duró esta transmisión?, no puedo decir. El tiempo y el espacio no tenían sentido en ese momento interminable cuando nuestros ojos estaban acoplados entre sí. En algún momento, me di cuenta de que mi cuerpo ya no podía soportar la tensión. El fuego en mi pecho se había expandido hasta el punto en que sentía que estaba a punto de explotar. Mentalmente, le pregunté a Bhagavan que me dejara ir.
Había recibido lo que había ido a buscar. Hubo una transformación completa, dentro y fuera, y todo ocurrió sin que se pronunciara ni una palabra. Semejante comunicación a través del silencio era más clara y más directa que cualquier explicación que se pudiera dar en palabras.
Después de haber recibido las bendiciones y la iniciación, dejé mi lugar en la multitud para los que podrían aún estar buscando su propia bendición final. De regreso en Bombay, donde estaba hospedado en el apartamento de un amigo, me quedé sorprendido al descubrir hasta qué punto los cambios se habían producido. Algo había transformado de forma clara y demostrable mi mente y mi entendimiento.
Mi estancia de dos meses con Bhagavan me había vuelto del revés y dado la vuelta. Mi mente y mi corazón habían sido iluminados por su gracia, pero también sabía que el tiempo que pasé con él había sido demasiado corto para eliminar todos los obstáculos. Estar con Bhagavan me había dado la convicción inquebrantable de que él estaba cuidándome. Sabía que él estaba supervisando mi bienestar espiritual. También sabía que su guía no cesaría simplemente porque él hubiera dejado su cuerpo. Tres meses después de su partida física, tuve una visión de Bhagavan que justificaba sobradamente mi fe de que continuaba guiándome.
Solía imaginarme a mí mismo hablando con él en la sala de estar. Durante uno de estos ejercicios imaginarios, de repente me encontré transportado de regreso a Sri Ramanasramam, y una vez más estaba sentado frente a él. Él me sonreía. ¿Cómo puede jamás describirse esa sonrisa? Contenía todo el mundo. En esta ocasión me sentí que estaba siendo bañado en una luz radiante de amor y luz. Yo le pregunté qué debía hacer con respecto a los diversos problemas mentales. Él me dijo que pasara el tiempo con otro maestro venerable cuyo nombre me fue dado mentalmente. Pasé varios años con este hombre hasta que sentí que todos mis problemas habían sido superados.
Todavía me encuentro a mí mismo estando con Bhagavan. A veces es con forma y otras veces es sin forma. Es una especie de visitación profunda que me conmueve y abruma cuando desciende repentinamente. Cuando la presencia de Bhagavan se me da a conocer, siento que las lágrimas comienzan a fluir. Surgen emociones profundas. Resplandezco de felicidad y mi corazón salta hacia el cielo.
La primera vez que vi a Bhagavan, inmediatamente reconocí que este era el ser que había estado buscando toda mi vida. Mis experiencias inmediatas en su presencia cimentaron esa convicción. El problema que siempre encuentro cuando empiezo a hablar o escribir acerca de Bhagavan es que el verdadero Ramana Maharshi es inimaginable y, por tanto, indescriptible. ¿Quién, por ejemplo, puede realmente describir la felicidad? Mi experiencia de Bhagavan era pura felicidad. El puro resplandor de su estado real, sin ego es inimaginable, más allá de cualquier descripción verbal.
Me inclinaría a compararlo con Jesús o Buda. Pero eran imágenes en mi cabeza, formadas por las creencias con las que me había criado y las historias que más tarde oí y leí. Sri Ramana Maharshi, desde el instante que lo vi, era cualquier cosa menos una imagen en mi cabeza. Era una bomba que explotó el mito de mi vida. Su mirada demolió años de ideas equivocadas acumuladas.
En su presencia, la realidad se manifestó a sí misma, revelándome lo estúpido que había sido toda mi vida. Había venido a Bhagavan para que me ayudara a escalar una montaña, pero después de reírse de mi idea de ayuda, me mostró que no existía la montaña. Me consideré a mí mismo como un pobre hombre que necesita ayuda, y él me reveló que yo era más que un millonario. Me mostró que yo era la fuente de todas las cosas. Hizo posible que realizara el intemporal, el inimaginable, el impensable "Yo Soy".
Simplemente morando en su estado natural luminoso, me hizo experimentar a mí mismo como luz. No voy a decir que en su presencia mi sentido del "yo" se desvaneciera por completo; sino que simplemente disminuyó en importancia. Me llevó tres o cuatro años para que el impacto total del silencio de Bhagavan se estableciera en mí y llegara a ser, si se me permite usar esa frase, "el mio propio".
Bhagavan nos animaba a examinar, por medio de la auto-indagación, preguntas tales como, "¿Quién quiere realizarse? ¿Quién se siente exaltado o miserable? ¿Quién se siente enojado, deseoso, o rechazado?" El propósito de esto no es para localizar a la persona que tiene estos sentimientos o emociones; sino para descubrir que tal persona no existe ni ha existido nunca.
Al sentarse en la presencia de Bhagavan había una confrontación entre la ilusión y la verdad, y en esa confrontación la ilusión no podía sostenerse. Cualquiera que fuera la transformación que tuvo lugar en su presencia sucedió por su propia cuenta, no porque él lo deseara o quisiera. La oscuridad fue expuesta a la luz y dejó de ser oscura. La luz no lo orquestó de ninguna manera. Simplemente expresó su naturaleza inherente. Si me preguntas cómo se produjo todo esto, mi respuesta es: "No lo sé".