Extractos - Lester Levenson
¿Qué soy yo?
Por Lester LevensonComo he dicho antes, describo el objetivo último de cada ser como una felicidad total y completa, sin ninguna mancha de dolor en absoluto. Todos estamos luchando por esto en cada acto, pero, de algún modo, la mayoría de nosotros seguimos sin conseguir el objetivo. En mi opinión, la razón por la que no lo logramos es que no tenemos una visión clara de él y, por lo tanto, vamos a ciegas. Y, mientras vamos a ciegas, seguimos ciegos y, nunca podemos alcanzar el objetivo de la perfecta felicidad.
Entonces, alguien se presenta y dice: «¡Atención! ¡Te has pasado muchas vidas mirando en la dirección equivocada! ¡Deja de mirar afuera y mira adentro! ¡Solo allí encontrarás lo que llevas buscando vida tras vida!» Te encuentras con alguien como Lester que te dice: «Busca tu propio Ser. Ahí reside tu completa felicidad. Deja de buscar la felicidad en las personas y en las cosas. Cuando buscas la felicidad fuera de ti, solo eliminas el dolor del deseo de alguna cosa, sustituyéndolo por el alivio que te causa alguna otra cosa, y llamas placer a esta sustitución. Pero el placer es efímero porque el deseo no ha sido eliminado. Solo ha sido transferido a otro objeto, y por lo tanto, en cuanto la persona parece darse la vuelta o cambia, o cuando las circunstancias permiten que vuelva a emerger el dolor del deseo, continúa mordisqueándote.
No obstante, el punto de partida eres tú. Puedes emprender el camino que lleva a descubrirte. Y, por supuesto, solo tú puedes hacerlo. No aceptes nada a menos que puedas probarlo por ti mismo. Pruébalo y es tuyo. Pruébalo y entonces puedes usarlo.
La ciencia de todas las ciencias
La singularidad de esta ciencia, y algún día lo verás, es que es la ciencia de todas las ciencias. Es una ciencia subjetiva. Tenemos que buscar dentro; no podemos ponerlo fuera, sobre una mesa delante de nosotros, y examinarlo. Solo podemos examinarlo dentro de nuestra propia mente, o, mejor, dentro de nuestro propio ser. Asimismo, el intelecto no nos lo brinda. El intelecto puede orientarnos en la dirección correcta para encontrarlo. La dirección correcta es volverse hacia dentro, aquietar la mente y experimentar esta verdad, este conocimiento. Solo mediante la experiencia podemos llegar a conocerlo.
Los métodos son numerosos, pero el método más elevado es el que todo el mundo usa al final, y consiste en encontrar la respuesta a la pregunta: «¿Qué soy yo?» Esta búsqueda debe mantenerse en marcha en todo momento, no solo durante la meditación, sino a lo largo del día. Mientras trabajamos, independientemente de lo que estemos haciendo, en el fondo de nuestra mente siempre podemos mantener esa pregunta: «¿Qué soy yo?», hasta que la respuesta se haga evidente para nosotros.
Sin embargo, la respuesta no puede venir de la mente. Cualquier respuesta que pueda dar la mente debe necesariamente no ser ello, porque la mente es un instrumento de limitación. Todos los pensamientos están condicionados; todos los pensamientos son limitados. De modo que cualquier respuesta que dé la mente no puede ser correcta. La respuesta simplemente viene cuando nos quitamos de en medio. La respuesta viene dejando que se deshaga la ceguera que nos hemos impuesto a nosotros mismos al asumir los pensamientos. Cuando los pensamientos están aquietados, el Ser ilimitado se hace evidente. Brilla por sí mismo. Está allí en todo momento. Solo está recubierto de conceptos mentales, cada uno de los cuales es limitado.
Por tanto, el modo de descubrirlo es plantear la pregunta: «¿Qué soy yo?» y esperar silenciosamente la respuesta. Entrarán otros pensamientos, y la mayor dificultad consiste en acallarlos. Cuando entran otros pensamientos, si planteamos la pregunta: «¿De quién son estos pensamientos?», la respuesta es: «Son míos.» Entonces, «¿Qué soy yo?» nos vuelve a poner inmediatamente sobre la pista. De esta manera podemos mantener continuamente nuestra atención en «¿Qué soy yo?»
Comentario: Como Lester sugiere, puedes emplear la pregunta «¿Qué soy yo?» Sin embargo, resulta útil recordar que Lester estaba buscando la felicidad y se dio cuenta de que él era verdaderamente feliz cuando era amoroso. También se dio cuenta de que es imposible cambiar nuestro pasado, sin embargo podemos cambiar nuestra actitud hacia el pasado adoptando una actitud amorosa. A partir de ese punto, Lester se dedicó a transformar todo su pasado en Amor. Encontró la respuesta a la pregunta «¿Qué soy yo?» cuando halló la Libertad. Solo la Libertad puede darnos esta respuesta.
No seas el hacedor
Además de plantearnos esta pregunta hasta obtener la respuesta, una buena práctica en nuestra vida diaria consiste en no ser el hacedor, en no ser el que hace. ¡Sé solo el testigo! Adquiere la actitud «No soy yo, sino el Padre que actúa a través de mí». Deberíamos esforzarnos por tener esta forma de comportamiento. En la vida, cuanto más somos el testigo, más nos desapegamos del cuerpo, y más somos nuestro verdadero Ser.
De modo que estoy sugiriendo dos cosas, una es la indagación «¿Qué soy yo?», y la segunda es: «Mientras vives la vida, no seas el hacedor; sé el testigo. Deja que las cosas ocurran; permite que la vida sea.» Así es como somos en el estado cumbre, y el mejor comportamiento en la vida es el característico del estado cumbre.
Hay muchas otras cosas de las que estoy seguro que sois conscientes: humildad, bondad, amabilidad, honestidad, etc. Todas estas cosas ayudan, pero la más importante es que no seas el hacedor; sé el testigo.
La aparición del ser
Ahora bien, cuando nuestro Ser se presenta ante nosotros, ¡esa es una experiencia tremenda! Y es muy difícil de contener. ¡Sentimos que vamos a estallar porque reconocemos nuestra omnipotencia, omnisciencia y omnipresencia! Pero verlo una vez no nos establece en ese estado. No obstante, una vez que lo hemos experimentado, nunca abandonaremos hasta restablecerlo. Seguiremos intentándolo, y deberíamos seguir intentando volver a ese estado. La próxima vez durará un poco más, la tercera vez todavía un poco más, hasta que finalmente estemos en él veinticuatro horas al día.
Cuando alcanzamos este estado máximo, no somos zombis, sino que lo sabemos todo y estamos presentes por doquier. Todo se alinea perfectamente. Nos movemos en el mundo tal como se mueve cualquier otra persona, pero la diferencia es que vemos un mundo completamente distinto del que ven los demás. Observamos nuestro cuerpo moviéndose por la vida como un autómata. Dejamos que siga su camino. Y como en realidad no somos este cuerpo, nada de lo que le ocurra puede afectarnos. Aunque fuera aplastado, eso no significaría mucho para nosotros, porque sabemos plenamente que no somos este cuerpo. ¡Conocemos nuestra Eseidad eterna y seguimos siendo Eso!
Así, el que ha alcanzado el estado cumbre es difícil de distinguir de cualquier otra persona. Él o ella hace los mismos movimientos vitales, y es posible que continúe haciendo lo que hacía antes. Pero su perspectiva sobre la vida es completamente distinta. Está totalmente libres de ego, y no le preocupa su propio cuerpo. Se interesa por los demás y no por sí mismo; le interesa toda la humanidad. Haga lo que haga, no tiene ninguna motivación egoísta. Su cuerpo continuará viviendo su periodo de vida normal, y generalmente se irá, a los ojos de los que no saben, al igual que se van todos los demás cuerpos a través de lo que llamamos la muerte y el ataúd. Pero el que estaba conectado originalmente con ese cuerpo nunca conoce la muerte. Ve todo este mundo y su propio cuerpo como una ilusión que fue creada mentalmente, tal como nosotros creamos escenas, ciudades y mundos en nuestros sueños nocturnos. Al despertar, nos damos cuenta de que esas cosas nunca existieron. Del mismo modo, cuando despertamos de este estado de vigilia, vemos que todo ha sido un sueño y que en realidad nunca existió. La única cosa que fue alguna vez fue mi Ser, la Realidad absoluta, el ser que es todo eseidad, infinita, completamente perfecta, omnisciente, todopoderosa, omnipresente.
Así, reiterando, los dos puntos principales que quiero sacar a la luz es que el método más elevado es la indagación: «¿Qué soy yo?» A medida que te plantees esta pregunta en estado de quietud, cuando vengan otros pensamientos, pregúntate: «¿A quién atañen estos pensamientos?» La respuesta es: «A mí.» «Bien, entonces, ¿qué soy yo?», y volvemos a estar sobre la pista, hasta que conseguimos la respuesta total. El segundo punto es ser el testigo, no el hacedor. Creo que esto resume lo que he estado tratando de transmitir hasta ahora.