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Extractos - Nirmala

¿Qué hacer cuando no hay hacedor?

Por Nirmala
Nirmala

Las enseñanzas espirituales sugieren que no hay un hacedor, o yo separado, que sea la fuente de nuestras acciones. Esta enseñanza causa mucha confusión, ya que es contraria a nuestra experiencia. Pareciera que hay un hacedor y ese soy yo: Yo me levanto por la mañana, yo paseo al perro y yo conduzco al trabajo. ¿Cómo suceden estas cosas cuando no hay hacedor? ¿Y si no hay un hacedor, entonces qué hago? ¿Cómo vivo mi vida si no hay nadie para vivirla? ¿Qué hago si no hay un hacedor?

Esta confusión existe porque las enseñanzas espirituales señalan a algo que no existe en el modo habitual. La naturaleza de la realidad no puede ser descrita con palabras, ni puede ser percibida mediante los sentidos ordinarios. Al hablar sobre algo de lo cual no se puede hablar, con frecuencia la estrategia más fácil es recurrir a la negación. Si no puede hablar directamente sobre algo, entonces solo queda decir lo que no es.

Así que las enseñanzas espirituales contienen mucha negación: no hay un yo, no hay hacedor. El mundo es una ilusión. Ni eso, ni aquello. La negación puede ser un modo eficiente de señalar un camino contrario al de las ilusiones, tal como la idea de un yo, y otras ideas falsas o erradas. Si toma un momento para mirarse a sí mismo, descubre que no hay un yo individual. El "yo" es sólo una idea. Por tanto en ese sentido, es correcto decir que no hay un yo ni un hacedor.

Sin embargo, la mente no puede concebir ni incluso experimentar realmente la nada. Si está experimentando algo, entonces eso es por definición no-nada. Así que cuando la mente señala a nada o a la ausencia de un yo o hacedor, crea una imagen o concepto de la nada y piensa sobre eso. Si se nos dice que no hay hacedor, la mente crea una imagen de la ausencia de alguien, algo así como una silla vacía o una escoba barriendo sola.

De nuevo, esto contradice nuestra experiencia actual: Hay algo en la silla cuando me siento en ella. La escoba sólo barre cuando la levanto y comienzo a barrer. Por tanto, obviamente hay una distorsión o error en la estrategia de negación. Mientras que la negación evoca cierta experiencia de vacío que puede ser espaciosa o aquietante, no captura la realidad en su totalidad. Deja fuera nuestra experiencia actual del mundo real.

Otra estrategia es la opuesta: En lugar de decir que no hay un yo, ni un mundo, ni un hacedor, podemos decir que sólo hay el Ser (o el Sí-mismo); el mundo es todo uno y es esta totalidad de la existencia la que hace todo. En otras palabras, (el) todo barre el piso y se sienta en la silla. Si miramos profundamente en nuestra experiencia, podemos ver que hay algo de verdad en este punto de vista. Si rastreamos todas las causas detrás de una acción, vemos que hay un sin número de influencias o causas tras incluso la acción más simple.

Por ejemplo, puede barrer porque su madre le enseñó a mantener la casa limpia y su padre le enseñó a ser responsable, por no mencionar todos los otros mensajes que recibió de la cultura y sociedad sobre la higiene y la responsabilidad. Añada a eso las otras personas que influyeron en su madre y su padre, y todas las demás personas que alguna vez tuvieron un impacto sobre usted. Y ¿qué hay de todos los factores que condujeron a la evolución que le dio esos dedos oponibles que le permiten usar una escoba? Si incluye todos los factores que entran en juego cuando recoge una escoba y barre, puede ver cómo cobra sentido decir que todos y todo esta barriendo. Hay un hacedor, pero no es usted; es (el) todo. Por cierto, todos estos factores entran en juego si usted no barre el piso. No hacer algo, simplemente es otra cosa que hacemos.

Este enfoque de incluir más y más, en lugar de negarlo todo también es una herramienta de enseñanza útil. Evoca una sensación de unidad y riqueza de la vida. Pero una vez más, no captura la experiencia en sí de una acción como barrer. Ojalá que (el) todo barriese mi piso, así yo podría tomar un descanso. Hablar del todo como el "hacedor" de todo lo que se hace no captura la sensación de no-yo que se experimenta cuando buscamos en nuestro interior utilizando prácticas espirituales como la auto-indagación.

Así que si no es preciso decir que no hay un hacedor, y si no es completo decir que (el) todo es el hacedor, ¿qué tiene de malo simplemente decir que yo barro el piso, y ya está? Para fines puramente prácticos, decir "yo" hago algo es suficiente; pero como ya hemos indicado, decir "yo" deja de lado las múltiples ricas y complejas causas de nuestras acciones, y deja de lado la ausencia de un yo separado que descubrimos cuando realizamos una búsqueda interna. Tampoco sugiere que haya más, en relación a esta realidad, de aquello que se ve a simple vista.

Por tanto, nos queda el dilema: es incompleto decir que no hay hacedor; es incompleto decir que todo es el hacedor, y es incompleto decir que yo soy el hacedor. ¡Es como un test con múltiples opciones en el cual todas las respuestas están mal! Pero, ¿qué se siente al no tener una respuesta? ¿Qué se siente mantener ese cuestionamiento, aun cuando ha agotado todas las posibles respuestas?

La pregunta ¿qué está sucediendo aquí?, ¿qué es esta experiencia de hacer? puede ser una rica experiencia en sí misma. Tal pregunta puede ponernos más en contacto con nuestra propia experiencia que cualquier otra. La pregunta invita a percibir directamente los varios niveles de nuestra experiencia. Mientras la escoba se mueve de un lado a otro, ¿es posible simultáneamente experimentar la vacuidad interior, la riqueza de la unidad de todas las cosas, y las acciones personales de nuestro cuerpo en particular? ¿Por qué tenemos que elegir uno?

Y qué pasa con la pregunta original, "¿Qué hago?" ¿Podría ser esta también una rica oportunidad de explorar todas las dimensiones de la existencia? ¿Por qué tiene que haber una respuesta correcta? ¿Puede la pregunta por sí misma evocar una percepción más profunda de vida y una voluntad inagotable de cuestionar una y otra vez? ¿Qué hago ahora? Y ¿qué hay de ahora? El regalo podría estar en la pregunta misma, no en una respuesta final. La vida se desarrolla de nuevas y distintas maneras, así que tal vez solamente en cada nuevo momento podemos descubrir lo que el todo y la nada que somos va a hacer a continuación.

Algunos suponen que las enseñanzas espirituales deben traer respuestas espirituales, que en algún momento hallaremos. Pero ¿qué tal si el punto de esta jornada espiritual está en el viaje mismo?¿Qué tal si las respuestas son verdaderas y relevantes cuando surgen, pero luego pasan a ser irrelevantes en el próximo aliento? Entonces, tal vez la pregunta de qué hacer no está destinada a ser hecha o respondida por completo. Abandonar la idea de una respuesta correcta o final, puede hacer que la pregunta cobre vida en este preciso momento. ¿Qué está haciendo ahora mismo? ¿Qué es lo mas real de hacer ahora? Y luego, ¿qué tal ahora? Siempre es el momento de replantear la pregunta porque siempre hay un nuevo ahora.

Solo por este momento, averigue qué sucede si simplemente se permite no tener las respuestas. Cuando indaga de modo profundo, ¿hay mayor o menor compulsión por actuar? Surge una curiosidad natural y sentido de maravilla, que lo pone en contacto con todos los elementos misteriosos que componen este momento particular. Esta curiosidad, ¿le lleva a tomar decisiones tontas e impulsivas, o permite que sus impulsos e intuiciones surjan desde un lugar más profundo de su ser? Si sabe cada vez menos sobre el hacer, ¿que sucede luego?

El regalo de las preguntas espirituales surge en el día a día. Preguntar, "¿Qué hago ahora?" puede llevarlo a una exploración sin límites, y el viaje solo puede comenzar aquí y ahora. Con frecuencia, lo que nos limita son nuestras conclusiones. El antídoto más sencillo es plantear otra pregunta: "¿Qué hago cuando no hay un hacedor, cuando el todo es el hacedor y cuando también depende de mí hacer algo?"