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Extractos - Osho

¿Qué es la meditación?

Por Osho
Osho

Observar es meditación. Lo que observes es irrelevante. Puedes observar los árboles, puedes observar un río, puedes observar las nubes, puedes observar a unos niños jugando a tu alrededor. Observar es meditación. Lo que observes no es importante; el objeto no es la cuestión.

La naturaleza de la observación, la cualidad de ser consciente y estar alerta, eso es la meditación. Recuerda: meditación significa consciencia. Cualquier cosa que hagas con consciencia es meditación. No se trata de la acción en sí, sino de la cualidad que le imprimas a la acción. Andar puede ser meditación si lo haces estando alerta. Estar sentado puede ser meditación si estás sentado alerta. Escuchar a los pájaros puede ser meditación si escuchas con consciencia. Escuchar el sonido interno de tu mente puede ser meditación si permaneces alerta y vigilante.

Lo esencial es permanecer consciente. Entonces cualquier cosa que hagas será meditación.

Cuando no estás haciendo nada en absoluto ―ni corporalmente, ni mentalmente, ni a ningún otro nivel―, cuando toda actividad ha cesado en ti y simplemente eres, simplemente estás siendo, eso es meditación. No puedes hacerla, no puedes practicarla; solamente tienes que entenderla.

Siempre que puedas encontrar tiempo para solamente ser, abandona toda acción. Pensar también es hacer, la concentración también es hacer, la contemplación también es hacer. Aunque solo sea por un instante, si no estás haciendo nada y estás en tu centro, completamente relajado, eso es meditación. Y una vez le hayas cogido el truco, puedes permanecer en ese estado tanto tiempo como quieras, hasta que finalmente puedas permanecer en ese estado las veinticuatro horas del día.

Lentamente, cuando te hayas dado cuenta de cómo tu ser puede permanecer imperturbable, puedes entonces empezar a hacer cosas, manteniéndote atento a que tu ser no se altere. Esa es la segunda parte de la meditación. Primero aprender a ser, después aprender a llevar a cabo pequeñas acciones ―como limpiar el suelo o ducharse― pero manteniéndote centrado. Después podrás hacer cosas más complicadas. Por ejemplo, yo te estoy hablando, pero mi meditación no se interrumpe. Puedo seguir hablando, pero en mi propio centro ni siquiera hay un murmullo; solo silencio, un silencio absoluto.

Por tanto, la meditación no está en contra de la acción. No hay que huir de la vida. Simplemente te enseña una nueva forma de vivir, te conviertes en el centro del ciclón.

Tu vida prosigue, y en realidad lo hace más intensamente, con más alegría, más claridad, más creatividad, con mayor visión; sin embargo, estás por encima, eres solo un espectador que contempla desde la cima de la colina todo lo que está ocurriendo a tu alrededor.

Tú no eres el hacedor, eres el observador.

Ese es todo el secreto de la meditación, que te conviertes en observador.

El hacer continúa a su propio nivel, no hay problema en eso: cortar leña, sacar agua del pozo... Puedes hacer cualquier cosa, ya sea pequeña o grande; solo hay algo que no está permitido hacer – no debes perder tu centro.

Esa consciencia, esa observación, debe permanecer absolutamente clara e inmutable.

 

El primer paso para ser consciente es ser sumamente observador de tu propio cuerpo. Poco a poco uno toma consciencia de cada gesto, de cada movimiento. Y a medida que te vas volviendo consciente empieza a ocurrir un milagro: muchas cosas que solías hacer antes simplemente desaparecen, tu cuerpo se vuelve más relajado, más armónico, una profunda paz empieza a reinar en tu cuerpo, una música sutil vibra en tu cuerpo.

Después, empiezas a darte cuenta de tus pensamientos; el mismo proceso ha de seguirse con los pensamientos. Son más sutiles que el cuerpo y, desde luego, más peligrosos. Cuando seas consciente de tus pensamientos, te sorprenderá descubrir lo que está sucediendo dentro de ti. Si escribes lo que está sucediendo en tu mente a cada momento, te llevarás una gran sorpresa. No creerás lo que está ocurriendo en tu interior. Durante diez minutos ponte a escribir. Cierra con llave las puertas y las ventanas para que no pueda entrar nadie y puedas ser totalmente honesto. Después lo podrás echar al fuego, ¡para que nadie más lo lea! Y sé totalmente honesto; escribe todo lo que se te pase por la mente. No lo interpretes, no lo cambies, no lo edites. Ponlo en el papel tan desnudo y exacto tal cual sea.

Pasados unos 10 minutos, léelo: ¡verás que hay un loco dentro de ti! Al no darnos cuenta, toda esa locura nos arrastra como una corriente de fondo. Afecta a todo lo que haces y a todo lo que no haces; afecta a todo.

¡Y la suma total de ello es lo que será tu vida! Por tanto, hay que transformar a este loco. Y el milagro de la consciencia es que no necesitas hacer nada excepto ser consciente.

El propio fenómeno de observar lo cambia todo. Poco a poco la locura desaparece, poco a poco los pensamientos empiezan a encajar dentro de una pauta; ya no hay más caos, se convierte en un cosmos. Entonces, prevalece una paz más profunda. Cuando tu cuerpo y tu mente estén en paz, verás que están en armonía el uno con la otra, que hay un puente. Ya no corren en direcciones distintas, no cabalgan sobre caballos distintos. Por primera vez hay acuerdo, y ese acuerdo es de una ayuda inmensa para trabajar en la tercera etapa, que consiste en ser consciente de tus sentimientos, emociones y estados de ánimo.

Esta es la etapa más sutil y la más difícil, pero si puedes ser consciente de los pensamientos, solo es un paso más. Se necesita una consciencia más profunda para empezar a reflejar tus estados de ánimo, emociones y sentimientos. Una vez seas consciente de estas tres cosas, todas ellas se unen en un mismo fenómeno. Y cuando estas tres cosas sean una, funcionando juntas perfectamente, en armonía, podrás sentir su música: se han convertido en una orquesta. Entonces se llega a la cuarta etapa, y lograrla no está en tus manos. Ocurre por sí misma. Es un regalo, una recompensa para aquellos que han recorrido las tres etapas anteriores.

La cuarta etapa es la consciencia suprema que le convierte a uno en un ser despierto. Uno se vuelve consciente de su propia consciencia. Esta es la cuarta etapa, lo que hace que uno sea un buda, el que está despierto. Solo en ese despertar se llega a saber lo que es el estado de beatitud.

El cuerpo conoce el placer, la mente conoce la alegría, el corazón conoce la felicidad. El que alcanza la cuarta etapa conoce la beatitud. Esa dicha suprema es la meta de sannyas, de ser un buscador, y la consciencia es el camino para ello.

La meditación es ir más allá del tiempo. El tiempo es mente. La mente consiste en el pasado y el futuro; no tiene experiencia del presente. Se piensa que el tiempo tiene tres momentos: pasado, presente y futuro. Yo no estoy de acuerdo, mi propia experiencia es totalmente diferente: el tiempo se compone de solamente dos momentos: pasado y futuro. El presente no es parte del tiempo, el presente es parte dela eternidad. Es algo totalmente diferente. El pasado y el futuro son horizontales y el presente es vertical.

La mente vive horizontalmente, la meditación es un fenómeno vertical. Cuando te sales del pasado y el futuro, de repente entras en el presente y este está más allá del tiempo. Este es el comienzo de la divinidad, de la verdad, el comienzo de aquello que es.

Toda la ciencia de la meditación está para ayudarte a librarte del pasado y del futuro; de hecho, no es demasiada tarea porque el pasado ya no existe y el futuro no existe todavía, de modo que te estás librando de algo que no es todavía, lo cual no supone una gran tarea. Y te estás librando de algo que ya no existe; eso tampoco lo es. Estás entrando en aquello que es y que siempre es. Por eso la meditación es simple, solo hace falta una comprensión correcta.