Extractos - Philip T. Mistlberger
Nisargadatta Maharaj -- Tigre apasionado
Por Philip T. MistlbergerNisargadatta Maharaj genera un contraste interesante con el gran sabio discutido anteriormente: Ramana Maharshi (*). Esto se debe a que aunque esencialmente enseñaban lo mismo ―las más altas verdades de la gran tradición de sabiduría conocida como Advaita― eran expresiones notablemente diferentes de esa verdad. En algunos aspectos Nisargadatta y Ramana eran opuestos, como se podía percibir en incluso muchas fotos de ellos. Ramana era gentil, reservado y silenciosamente poderoso, Nisargadatta era intenso y de voz fuerte. Ramana era rural (vivía cerca de una montaña); Nisargadatta era urbano, enseñaba en un pequeño hogar en una enorme metrópolis (Bombay ahora conocida como Mumbai) rodeado de millones de personas. Ramana era desapegado y poco mundano, Nisargadatta era comprometido y "ordinario"; estaba casado, criaba una familia y trabajó muchos años para mantenerlos por medio de una tienda (vendía bienes de uso doméstico, principalmente cigarrillos hindúes). Toda su vida, Ramana la dedicó a vivir y enseñar desde el estado de auto-realización (despertó apenas tenía 16 años), Nisargadatta no se convirtió en buscador hasta la edad de 36, y tuvo su despertar pocos años después. Ramana no tuvo un maestro humano, Nisargadatta sí (el gurú Siddharameshwar Maharaj, 1888-1936), y luego atribuyó el crédito de su despertar a simplemente seguir las instrucciones de su gurú. (Aunque Nisargadatta no hablaba mucho de ello, en sus últimos años sí afirmó que él era parte de un linaje de enseñanza a través de su gurú, linaje conocido como Navnath Sampradaya, un linaje semi-mitológico de místicos hindúes).
Según el reconocido discípulo de Nisargadatta, Ramesh Balsekar, Nisargadatta se negaba a dar información biográfica de su vida. Una vez, con su franqueza habitual le remarcó a Ramesh: "En vez de perder tu tiempo con búsquedas tan inútiles, ¿ por qué no vas a la raíz del asunto e indagas la naturaleza misma del tiempo?". Tal vez por esa razón poco se sabe de sus primeros años. Como ocurre con muchos sabios hindúes no se daba a conocer por su nombre de nacimiento. Nació con el nombre de Maruti Shivrampant Kambli, el 17 de abril de 1897 en Bombay. Uno de seis hermanos nacidos de una devota familia hindú (1). Maruti fue criado en el campo, en una pequeña aldea. Cuando tenía 18 años, su padre, un granjero, murió; luego Maruti se trasladó a Bombay siguiendo a su hermano mayor para trabajar y ayudar a mantener su familia.
Mientras crecía, Maruti había trabajado con su padre en la granja y no había recibido una educación tradicional, a pesar de que era brillante y curioso. Su primera influencia espiritual fue un amigo de su padre, un devoto Brahmin que con frecuencia entablaba conversaciones con Maruti acerca de cuestiones filosóficas y religiosas. Esta semilla, plantada en su infancia, florecería más tarde en una dedicación apasionada a las elevadas verdades de la vida. Mientras tanto sus responsabilidades se encontraban en otra parte. Después de llegar a Bombay, trabajó como empleado, pero aparentemente odiaba el trabajo y renunció después de unos poco meses. Es posible que tuviera una naturaleza obstinada y necesitaba ser su propio jefe. Esto es muy probable ya que pronto comenzó su propio negocio, vendiendo ropa de niños y cigarrillos hindúes (generalmente llamados "beedies" ― lo cual explicaba el apodo informal que luego tuvo y por el que a veces se lo describía, "Beedie Baba").
El negocio de Maruti prosperó y eventualmente pudo abrir otras tiendas. La relativa estabilidad económica que esto le trajo, le permitió asentare. A la edad de 27 se casó con una mujer llamada Sumatibai y luego tuvieron 4 hijos (tres hijas y un hijo). Su vida hasta la mitad de su treintena era rutinaria y típica de un hombre trabajador de la ciudad. Sin embargo, sí tenía un amigo que era fuera de lo común: un dedicado buscador espiritual quien resultó ser discípulo de un gurú hindú poco conocido llamado Siddharameshwar Maharaj. (Hay que tener en cuenta que los "gurús" son muy comunes en India; prácticamente cada aldea tiene su sabio local, y las grandes ciudades tienen muchos sacerdotes religiosos, maestros espirituales y místicos errantes de todos los niveles imaginables de calidad. Son pocos, sin embargo, los que puede decirse que están profundamente realizados).
Un día fatídico de 1933, Maruti fue a ver a el gurú con su amigo y fue impactado fuertemente. Uno podría preguntarse si esto se debió a la calidad del gurú o al hecho de que Maruti había estado buscando algo inconscientemente y le urgía salirse de su rutina psicológica, hacia una consciencia más elevada. Probablemente, las dos son ciertas. Independientemente de la disposición de Maruti, Siddharameshwar Mahara lo impresionó lo suficiente como para seguir obedientemente las instrucciones del gurú espiritual, que consistían en un mantra y una guía para buscar su verdadero Ser. Esto tomó la forma de un constante recuerdo del pensamiento-sentimiento "yo soy". (En esencia muy similar al "recuerdo de sí mismo" que enseñaba el famoso sabio greco-armenio G.I. Gurdjieff a principios del siglo veinte).
El gurú le había dicho a Maruti: "No eres lo que tú crees que eres". Ese es el indicador final hacia la verdad más elevada y el animoso pedido de los místicos genuinos y sabios auto-realizados. Es lo que sacude al buscador, o al potencial buscador, fuera del sueño convencional de la vida típica, en la cual (notablemente) damos por hecho la mediocridad de que de alguna manera tenemos que estar satisfechos con lo que se nos ha puesto en frente.
Los buscadores de la verdad a lo largo de la historia, han tenido que trabajar en contra de lo convencional y frecuentemente en contra de un tabú de no desafiar estas convenciones, la mayoría de las cuales parecen ser un acuerdo consensuado de que eres lo que crees que eres. Tal vez pueda decirse confiadamente que ningún acercamiento hacia la realidad se puede lograr hasta que empecemos a desafiar esa suposición. Yo no soy lo que creo que soy es el comienzo del despertar, el primer vislumbre de luz en un nublado paisaje interior.
Recibir una guía de calidad o instrucciones específicas de un maestro espiritual razonablemente digno no es poco común. Lo que es poco común, sin embargo, es proponerse seguir esas instrucciones con gran determinación y fe en la guía del maestro. Y eso es exactamente lo que Maruti hizo. En eso mostró su cualidad latente, de una manera que inmediatamente lo separa de la vasta mayoría de buscadores espirituales. Porque, aunque Maruti tenía un trabajo y responsabilidades familiares, aún dedicaba tiempo cada mañana para retirarse a una pequeña habitación que había preparado en su casa, para practicar las instrucciones de su maestro con gran compromiso.
Maruti no estuvo mucho tiempo con su gurú, sólo cerca de treinta meses. Siddharameshwar murió en 1936, dejando a su enérgico discípulo que completara su realización por su cuenta. Maruti siguió la práctica de permanecer enfocado en la conciencia "yo soy" con firmeza, y esto le trajo claros resultados. Despertó profundamente a la verdadera naturaleza de sí mismo (Self) y Después decidió adoptar un nombre espiritual ― "Nisargadatta"― que significa "el que mora en el estado natural". El segundo nombre, "Maharaj", es un honorífico que significa "gran rey", el cual le sería afectuosamente dado por sus discípulos años después. Durante la mayor parte de sus últimos años de enseñanza siempre se le refirió como "Maharaj".
Es interesante observar que poco después de su despertar Nisargadatta dejó temporalmente a su familia y a su trabajo para deambular como un mendigo por la India. Hizo esto cerca de un año, a la edad de 40, antes de darse cuenta de que la vida de un místico sadhu vagabundo no era para él. Entonces retornó a Bombay y a su familia, y retomó su trabajo como dueño de tienda. Y allí permanecería los últimos cuarenta años de su vida.
La esposa de Nisargadatta falleció en 1942, y él se pasó la siguiente década trabajando y completando los deberes de criar a sus hijos. No empezó a impartir enseñanzas y a tomar discípulos formalmente hasta la edad de 54. El hecho de que se pasó quince años siendo un sabio realizado, pero sin tomar discípulos ni seguidores, es un testamento de su humildad. Demasiados maestros (especialmente en Occidente en los tiempos modernos) asumen la función de maestro con un mínimo de tiempo de maduración de su espíritu después de un despertar inicial (o incluso sin uno). Nunca es difícil encontrar discípulos o seguidores de una persona lo suficientemente carismática (y con suerte despierta). Es mucho menos común encontrar una persona que ha despertado que pase muchos años viviendo tranquila y responsablemente, perfeccionando lentamente su entendimiento, antes de asumir un rol de maestro.
Con sus hijos ya adultos e independientes, Nisargadatta comenzó su enseñanza formal en 1951 (que fue al año siguiente de la muerte de Ramana ― así como un gran maestro se fue, apareció otro). Enseñaba en un pequeño cuarto en el piso de arriba de su casa en Bombay, donde enseñó por treinta años. Sus primeros quince años continuó administrando su tienda. Se retiró de su trabajo hacia fines de sus sesenta años, pero continuó enseñando hasta su muerte, debida al cáncer, el 8 de septiembre de 1981, a la edad de 84 años.
Enseñanzas
Nisargadatta no enseñaba el camino a la iluminación del hombre perezoso. Era un duro maestro que tenía más en común con los antiguos maestros Zen Rinsai chinos y japoneses, y el sendero del "despertar repentino". El hecho de que él mismo había obtenido la auto-realización en un periodo relativamente corto (después de tres años de una intensa práctica meditativa) sin duda moldeó su estilo de enseñanza. Hay muchas historias acerca de su abordaje pasional, su aspereza, su poca piedad y su aparente falta de paciencia con los buscadores o discípulos perezosos quienes meramente eran "turistas espirituales" que iban a ver al gurú más reciente. Todo esto está lo suficientemente claro en los vídeos que quedaron de sus charlas e interacciones con discípulos. Uno puede ver en estos vídeos, la mayoría filmados cuando Nisargadatta estaba en sus ochenta, su fiereza así como su obvia pasión. Su manera era diametralmente opuesta a la serenidad de Ramana Maharshi.
El discípulo de Nisargadatta, Maurice Frydman, un judío polaco, que una vez vivió en el ashram de Mahatma Ghandi, grabó una serie de charlas de Nisargadatta, las tradujo del idioma Marathi (Nisargadatta no hablaba inglés) y las publicó en 1973 como el libro Yo Soy Eso. Este libro logró alcanzar el estatus de clásico, teniendo una fuerte influencia en los jóvenes buscadores occidentales de los setenta y los ochenta. La cualidad principal del libro es la contundencia directa de la presencia de Nisargadatta y la sólida claridad de sus respuestas. Un número de buscadores a lo largo de los años relataban que tuvieron profundas aperturas e incluso experiencias directas de despertar con sólo leer el libro. Más de un buscador declaró que el libro mismo era una transmisión espiritual legítima. (Como cualquier texto, si viene de una persona con una consciencia despierta y es leído por un lector receptivo y preparado. Como una divertida nota aparte, una vez estaba yo en una tienda de libros y vi un libro atribuido a Ramana, titulado ¿Quién eres Tú?, y justo al lado y apropiadamente "contestado" estaba Yo Soy Eso de Nisargadatta).
En la sobrecubierta de Yo Soy Eso está la línea: "Lo real no muere y lo irreal nunca vivió". Podemos contrastar eso con la reconocida línea del texto místico Un curso de milagros: "Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe". Éste uno de los clásicos refranes de la enseñanza Advaita y era el eje central al que Nisargadatta volvía una y otra vez durante treinta años de enseñanza. Cuando su gurú le dijo: "No eres lo que crees que eres", estaba preparando a Nisargadatta para esa realización esencial, que terminó por convertirse en la principal herramienta de su enseñanza.
De manera similar a Ramana, Nisargadatta no enseñaba exclusivamente el auto-recordar o la auto-indagación, los cuales son parte del sendero del jnana yoga (realización de lo Divino a través de la disciplina mental y el profundo entendimiento). Si el sentía que el temperamento de un buscador lo justificaba, le aconsejaba que siguiese un camino de devoción (bhakti yoga). Sin importar el camino elegido, Nisargadatta enseñaba (paradójicamente) que en el nivel último no hay tal cosa como "libre albedrío" o un "hacedor". Decía que la mente y el cuerpo, creados por interminables factores causales, son meramente mecánicos. La mente tiene la habilidad de crear la ilusión de ser un "hacedor" o un "elector", pero de hecho es "hacer" y "elegir" basados puramente en causas pasadas. El verdadero Ser en realidad no hace nada, meramente es un testigo silencioso de todo lo que surge en el campo de la consciencia.
Por consiguiente, hay "hacer" pero no hay "hacedor". Hay caminar, pero no caminante, hay leer, comer y dormir, pero no hay lector, comensal, o durmiente, etc. Ver directamente dentro de la ilusión del "hacedor con voluntad" es lo mismo que ver dentro de la ilusión del falso ser, la personalidad separada. Siempre hay un funcionar ocurriendo, pero no hay una entidad concreta detrás de la escena moviendo palancas para que la cosas ocurran. Porque en realidad no hay hacedor. Las cuestiones de "esclavitud" y "liberación" quedan, por lo tanto, sin significado. Porque, ¿quién esta ahí para ser esclavizado? y ¿quién esta ahí para ser liberado? Toda la idea de la iluminación, o cualquier tipo de "camino espiritual" pierde significado una vez que captamos la verdad esencial: que no hay una entidad "yo" que pueda obtener tal cosa, y tampoco hay ninguna entidad "yo" que sufra miserablemente. Sufrimos sólo porque estamos atrapados en una profunda ilusión en la cual parece que existimos como entidades separadas.
Como fue tratado en el último capítulo todas estas ideas han sido reconocidas entre los sinceros buscadores occidentales en años recientes, especialmente aquellos que han estudiado algo de Advaita (o Budismo). Todas ellas son fáciles de malinterpretar y de usarse mal. La idea de que no hay "hacedor" es extremadamente susceptible a una interpretación confusa y a ser usada por el ego. Siempre se necesita tener en mente que cuando sabios como Nisargadatta o Ramana hablan de que no hay una personalidad real, o que no hay realmente un hacedor, hablan desde una perspectiva de alguien que ha hecho enormes esfuerzos para alcanzar esa realización. Ramana tal vez haya despertado después de una intensa ráfaga de treinta minutos de concentración y anhelo por la verdad, pero posteriormente pasó muchos años sentado en solitaria meditación; a veces en oscuras y miserables criptas, casi matando de hambre su cuerpo, perfeccionando su claridad y su sabiduría. Nisargadatta pasó cerca de tres años meditando durante muchas horas ―"todo mi tiempo disponible" como él dijo― sin falta, realizando estupendos esfuerzos de concentración.
Así que, si bien estos sabios finalmente vieron la ilusión del yo personal y el libre albedrío, sólo llegaron a ese lugar de claridad después de profundos esfuerzos ― y un esfuerzo que estaba, sobre todo, lleno de una ardiente pasión por la verdad. No menos se requiere de nosotros para obtener la misma realización. No hay una pase gratis al despertar. Meramente "saber" que no hay un yo separado, o un hacedor con voluntad y sin embargo no intentar realizar esto de manera directa ―y no convocar ningún esfuerzo o ardiente pasión para verdaderamente ver y saber esto― es más que inútil porque corremos el riesgo de soñar que estamos despiertos, o abortar nuestro propio despertar, o peor, confundir a otros con una actitud cínica :" Ya he escuchado esas ideas antes y no funcionaron".
Nisargadatta poseía unos puntos de vista interesantes acerca del "tiempo". En concordancia con la mayoría de los sabios, hablaba de la ilusión esencial del tiempo de la manera que generalmente lo experimentamos. Sin embargo, añadió una parte más profunda, que no sólo el "pasado" y el "futuro" son nada más que una construcción de la mente, también lo es el "presente". Como el lo dijo, el presente nunca es verdaderamente presente porque nunca está quieto. Él más bien apuntaba a un elemento más profundo dentro de la consciencia pura, que Ramesh Balsekar tradujo como "intemporalidad" (ausencia de tiempo). Nisargadatta entonces añadió que la manera en que experimentamos nuestra existencia, nosotros somos tiempo ― es decir, existimos enteramente como seres separados ilusorios al definirnos dentro del campo del tiempo ilusorio.
No se requiere pensar mucho para poder ver esto. Normalmente nos definimos basándonos en nuestra memoria, nuestra experiencia de vida acumulada. Cosas como la "madurez" o la "sabiduría", en el sentido convencional, están basadas enteramente en la memoria acumulada. La manera en que nos conocemos a nosotros mismos, en el sentido habitual, está basado todo en la memoria. Así que, nuestra identidad básica ―literalmente "quién soy yo" (en el sentido convencional)― es en esencia nada más que el tiempo mismo.
Una señal de un sabio profundamente despierto es que con frecuencia sorprenderá a los buscadores diciendo las cosas con gran originalidad o de manera inesperada. Nisargadatta era famoso por esto. A continuación hay un extracto de Yo Soy Eso:
P: ¿Son la conciencia y el amor una y la misma cosa ?
Nisargadatta: Por supuesto. La conciencia es dinámica, el amor es ser. La conciencia es el amor en acción. Por sí misma la mente puede actualizar cualquier número de posibilidades, pero a menos que sean impulsadas por el amor, no tienen ningún valor. El amor precede a la creación. Sin amor sólo hay caos.
El comentario "la conciencia es el amor en acción" puede parecer extraño a simple vista; no estamos acostumbrados a asociar "conciencia" con acción. Predeciblemente, el discípulo se pregunta acerca de esto y es "golpeado" con una vara Zen por Nisargadatta.
P: ¿Donde está la acción en la conciencia?
Nisargadatta: ¡Es usted tan incurablemente operacional! A menos que haya movimiento, inquietud, agitación, usted no lo llama acción. El caos es movimiento por el movimiento mismo. La verdadera acción no desplaza, transforma. Un cambio de posición es meramente un traslado; un cambio de actitud es acción. Sólo recuerda que nada perceptible es real. La actividad no es acción. La acción es oculta, desconocida, incognoscible. Sólo se puede conocer su fruto.
La enseñanza aquí es profunda y especialmente relevante para nuestros tiempos modernos frenéticos. La vida de la mayoría de las persona está llena de actividades vacías; movimiento inquieto que logra poco. Nisargadatta señala que la "verdadera actividad" surge desde dentro, como una función de la consciencia, de la presencia, de la atención plena.
P: ¿No es Dios el hacedor de todo?
Nisargadatta: ¿Por qué introduce un hacedor externo? El mundo se recrea a sí mismo. Es un proceso sin fin, lo transitorio generando lo transitorio. Es su ego el que le hace pensar que debe haber un hacedor. Usted crea un dios a su propia imagen, por triste que sea esa imagen. A través de la película de la mente usted proyecta un mundo y también un Dios para darle causa y propósito. Todo es imaginación ― sálgase de ello. (2)
Y aquí Nisargadatta hace eco de la sabiduría de todos los sabios: que todo el universo perceptible surge en el campo de nuestra conciencia y es interdependiente de ella. Lo que normalmente tomamos como real es en realidad una función de nuestra mente y sus proyecciones. Nuestra tarea es buscar lo Real, y esto se hace penetrando en el misterio de "Yo Soy".
Aunque como la mayoría de los sabios del Advaita Nisargadatta enseñaba que nuestra verdadera naturaleza ya es total y completa, no enseñaba una aceptación pasiva de esto. Él enseñaba que hasta que uno realice su verdadera naturaleza, uno debería continuar con la sadhana (práctica espiritual) hasta estar libre del engaño de que uno todavía no está iluminado. Este es, por supuesto, un punto sutil y se usa mal con facilidad. Nuestra tarea como buscadores sinceros es responder totalmente al sabio consejo de un maestro como NIsargadatta y continuar nuestras prácticas sin expectativas o apego a los resultados.