Extractos - Amoda Maa Jeevan
¿Muere el ego?
Por Amoda MaaEn el despertar verdadero, no hay muerte ni trascendencia del ego. En cambio, la ubicación del yo se libera de su enredo con el ego inconsciente (en otras palabras, del conglomerado de respuestas condicionadas, mentales, físicas y emocionales). Liberado de la prisión de la identificación egoica, el sentido de "yoidad" comienza a deslocalizarse y desapegarse. Después de haber reconocido el despertar como la naturaleza inherente de todo lo que es (incluido el yo), el yo se convierte en un "yo despierto", indefinido, sin restricciones de la realidad relativa.
Otra manera de decir esto es que el yo se experimenta a sí mismo como inseparable de la totalidad de la existencia. Mientras ciertos impulsos basados en la supervivencia continúan (protegiendo el cuerpo del peligro, el impulso de comer cuando se tiene hambre, beber cuando se tiene sed, o descansar cuando se está cansado, etc.), estos impulsos ahora se producen sin interferencia. Simplemente suceden como una reacción natural e inteligente de la vida hacia lo que necesita atención mientras la forma está viva. El "yo despierto" es, por tanto, libre de responder de manera inteligente y creativa al momento, y esto le da acceso a un poder que es uno con la vida misma.
¿Qué le sucede al ego, entonces? Desde un punto de vista, nada cambia. El ego continúa operando, para mantener la forma viva. Desde otra perspectiva, todo cambia. En el proceso de liberación, el inconsciente ego anterior, se transmuta en un ego evolucionado o "consciente" al servicio del "yo despierto". En otras palabras, el ego deja de ser el amo y se inclina ante este despertar.
Por tanto, sí, en el despertar hay una muerte. Hay una muerte de la identidad propia envuelta en el ego. Pero también hay un nacimiento de un ser humano integrado que incluye tanto el sentido superficial del yo como una entidad separada (el yo que nace y luego muere) y a un nivel más profundo el ser indiferenciado (el yo que nunca nació y nunca puede morir).
El Despertar abraza la paradoja del yo y del no-yo. No hay ningún conflicto en esta aparente dualidad. Si bien la mente considera esto intolerable, el corazón permanece en una insondable aceptación. Cuando el misterio silencioso de la amplia aceptación se vuelve fundamentalmente preferible a la lucha habitual de dar sentido a todo, la búsqueda de un estado mítico de iluminación llega a su fin. Sin embargo, la profundización contínua del auténtico despertar, nunca se detiene.