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Extractos - Enrique Martínez Lozano

El modelo no-dual de cognición

(Segunda Parte)
Por Enrique Martínez Lozano
Enrique Martínez Lozano

El modelo no-dual nos abre a un conocer holístico, que reconoce la no-separación de todo, al descubrir que la supuesta separación es solo una ficción mental.

Todo es Uno, han dicho siempre los sabios, y proclaman ahora los físicos que experimentan con partículas subatómicas (1). Y el Uno es Todo, porque solo puede haber un Todo. Las diferencias no niegan la unidad. Justamente, no-dualidad es la unidad en la diferencia, como abrazo integrador de lo diferente en una unidad mayor.

Ahora mismo, detén la mente y deja que todo sea tal como es en este momento. Contempla la Belleza de Lo que Es. Aquieta la mente y sal del bucle en el que ella se instala. Notarás que el presente es completo y que puedes descansar confiadamente en él.

Si somos capaces de ver la realidad sin el filtro del ego (de la mente o de la personalidad), advertiremos la Belleza del Todo, la Vida que se expresa en cada forma, por diminuta, "fea" o "injusta" que a nuestra mente le parezca.

Como ha escrito Consuelo Martín, "mientras estoy pensando creo que veo la verdad de las cosas pero lo único que hago es barajar interpretaciones escuchadas a otros. No descubro sino por serena observación que ver no es pensar". (2)

Todas las tradiciones de sabiduría han hablado siempre de un Principio único o de un único "Yo Soy". Pero esto no es una creencia, ni un supuesto teórico que haya que aceptar a partir de las enseñanzas de algún maestro. Se trata de un conocer experiencial al que todos tenemos acceso.

Pedagógicamente, puede haber varios "caminos" de indagación. Quizás el más sencillo ―a no ser que se produzca una experiencia espontánea de "iluminación"― sea el de adentrarse en la búsqueda de la propia identidad: ¿quién soy yo?

Con este método ―en el que tanto insistía Ramana Maharshi―, vamos descartando todas aquellas respuestas que constituyen "objetos" observables. Porque es claro que nada de lo que pueda observar constituye mi auténtica identidad. Todo lo que observe no son sino contenidos dentro del campo de consciencia. Pueden formar parte de mí, pero no soy yo. No encajan en la consciencia que tengo como Sujeto.

Cuerpo, mente, pensamientos, sentimientos, emociones, mi propio "yo"... Todos ellos son objetos observables e impermanentes. Todo ello ha cambiado profundamente a lo largo de mi existencia como individuo. ¿Qué es aquello que observa y no puedo observar? ¿Aquello que permanece siempre, en medio de todos los cambios?

Sólo una cosa: la Consciencia de ser, que se puede expresar en forma de "Yo Soy". Y aquí se manifiesta también la belleza, coherencia y elegancia del modelo no-dual, que hace que todo encaje como piezas de un puzzle bien armado. Indagando en la propia identidad (¿quién soy yo?), somos conducidos al Principio único, a Lo que Es, que en todo se expresa.

Mi identidad última no puede ser distinta de ese único Principio: esta es la afirmación básica de la no-dualidad.

De este modo también, superada la estrechez del modelo mental, que reducía mi identidad a un objeto ―el yo como mera estructura psicosomática, o "personaje"―, el modelo no-dual me hace reconocer mi identidad de "Yo Soy" universal, la única en la que realmente puedo re-conocerme adecuadamente. Frente al yo mental, caracterizado por la sensación de carencia, insatisfacción y desconexión, descubro que soy Plenitud, participando de la Plenitud de Lo que Es. El modelo no-dual me permite experimentar mi verdadera identidad, a la que el modelo mental era incapaz de acceder.

El "Yo Soy" es una identidad compartida o no-dual. Eso significa, en la práctica, que todo es reflejo de todo. Todo rostro refleja mi rostro, y me veo en todo lo que miro. Porque, en último término, todo lo manifiesto es expresión y despliegue del Misterio que es. [...]

 

El modelo no-dual nos introduce en la sabiduría del Presente. La mente nos hace creer que estamos fuera del presente, y esa es la sensación que percibimos al hacernos conscientes: que nos habíamos alejado de él. En realidad, esto mismo es ya un engaño, en cuanto nunca podemos escaparnos del presente, porque no hay nada que no sea él. Todo lo que existe es presente; incluso cuando recordamos o nos evadimos en proyecciones futuras, lo hacemos en el presente.

Lo que ocurre, en realidad, es que "desconectamos" de él, porque "cae" nuestra consciencia. Y aquí se produce una significativa paradoja: no podemos estar nunca fuera del presente, pero habitualmente vivimos sin consciencia de él. [...]

Cuando vemos la realidad sin el filtro de la mente, todo se nos muestra pleno y lleno de sentido, unificado e integrado. Es solo la identificación con la mente la que nos saca, al mismo tiempo, del presente y de la no-dualidad.

Pero no todo acaba ahí. Cuando venimos al presente de una manera consciente ―lo cual requiere silenciar la mente y el yo―, descubrimos que nuestra identidad es Presencia. Más allá de la forma individual que se expresa en un yo particular, somos Presencia ilimitada y plena, "Yo Soy" atemporal y eterno. El modelo no-dual nos ha traído hasta nuestra identidad más profunda. [...]

El modelo no-dual nos introduce en la sabiduría de la Unidad. La mente fragmenta, separa y absolutiza las partes. Y el ego vive en el individualismo y la egocentración.

La no-dualidad, por el contrario, significa la primacía del Todo sobre las partes, en una Unidad que no niega las diferencias que la constituyen. Aprecia las diferencias que existen entre las olas, pero percibe, en todas ellas, la misma y única agua que en todas se expresa. [...]

El modelo no-dual nos introduce en la sabiduría de la aceptación y de la Rendición a Lo que Es. Para la mente, todo es imperfecto. El yo, constituido en la carencia, ve imperfección en todo. Porque, sean las cosas como sean, nunca estará satisfecho. Y creerá que la culpa está fuera de él, en los otros, en el mundo... Y llegará a pensar que no le queda otra alternativa que esforzarse en cambiar las cosas y a los otros.

Sin embargo, si dejamos de ver las cosas a través del filtro del yo, sabremos apreciar que la primera actitud sabia es la aceptación de lo que es. La resistencia no hace sino generar sufrimiento inútil, el sufrimiento que supone ir en contra de lo que es.

No solo eso: ¿cómo puede la mente estar tan segura de que las cosas deberían ser como ella desea? ¿No es arrogancia ignorante pensar que una pequeña parte del todo ―la mente― pueda ser más sabia que la Sabiduría que conduce todo el proceso? [...]

Desde el modelo no-dual, las cosas se ven de otro modo. Si todo está interrelacionado, cada una de las infinitas formas que apreciamos en el mundo de lo manifestado no son sino expresiones particulares que adopta el Todo. Y cada una de ellas es como es porque así lo decide el Todo. Las ideas (mentales) de causalidad se quiebran y somos conducidos a otro modo de ver, según el cual el Todo es el único autor verdadero de todo lo que sucede. Y, a partir de ahí, no podemos sino reconocer que todo es perfecto, y todo es lo que tiene que ser.

De acuerdo con ese planteamiento, no cabe otra actitud que la aceptación y la rendición ante la realidad, en sus dos caras: lo que pasa y Lo que Es. No pasa absolutamente nada que no sea expresión del Todo. Dicho en lenguaje religioso: no sucede absolutamente nada sin que Dios esté en ello. De ahí que pueda afirmarse con rigor que todo lo que ocurre, sin excepción, es un disfraz de Dios. Y Dios ―Lo que Es― es perfección. [...]

El modelo no-dual nos introduce en la sabiduría del no-pensamiento (del "no saber"). Indudablemente, pensar es una riqueza; pero es sin duda otra mayor la de poder vivir en el no-pensamiento o ―como decían los místicos medievales― en el "no saber", en una atención plena que, porque puede dejar caer todos los contenidos mentales, adquiere una comprensión infinitamente mayor de la realidad. [...]

Es comprensible que, cuando se le sugiere que permanezca en el no-pensamiento a una persona que se inicia en la práctica meditativa, experimente sensaciones de incomodidad e incluso de frustración. Sin embargo, progresivamente, lo que en un primer momento parecía únicamente oscuridad y vacío inútil, nos va introduciendo en la sabiduría que, trascendiendo todo pensamiento, nos hace lúcidos y nos permite descansar ecuánimes y gozosos en lo que es. La sabiduría auténtica ancla sus raíces, paradójicamente, en el "no-saber". [...]

Desde el modelo no-dual, en cuanto tomamos distancia de la mente, descubrimos que la verdad está justamente en las afirmaciones contrarias: ni yo soy mis pensamientos, ni los pensamientos son la realidad. Los pensamientos son, simplemente, objetos que aparecen y desaparecen en mi campo de consciencia, pero que en ningún caso me definen ni, mucho menos, constituyen mi identidad. Del mismo modo, los pensamientos no describen una realidad objetiva, sino que son únicamente lecturas que la mente hace de la realidad tal como le llega a ella y mediada por los condicionamientos que ella misma arrastra. [...]

El modelo no-dual nos introduce en la sabiduría de la Plenitud. El presente, decía más arriba, es pleno. Y nosotros mismos somos, en lo profundo, Plenitud. De hecho, si no lo fuéramos, no sufriríamos la carencia ―ni el vacío existencial consecuente―, sino que nos hubiéramos adaptado a ella.

El Todo es pleno. Y el Todo es también nuestra identidad última, como lo es de todo lo real. No hace falta otra cosa que reconocer-nos en la Plenitud que somos y vivir-nos en conexión con ella.

Si me pienso, me veré como un yo individual y separado: es el modelo mental o dualista; si mantengo una atención sin pensamiento, me experimentaré como Plenitud: es el modelo no-dual. Desde el primero, veré la realidad como si yo mismo fuera una "ola" inconsistente y permanentemente amenazada; desde el segundo, la veré como el "océano" que se expresa en el incesante nacimiento de las olas.

El reconocimiento de nuestra identidad como Plenitud es la fuente de todo gozo. Dejas de buscarte "dentro" del cuerpo como un yo separado, y "te" percibes "ocupando" todo, sin ningún yo que se encuentre allí. [...]

El modelo no-dual es camino de sabiduría. [...] Mi identidad no es un supuesto teórico, sino una evidencia inmediata, una Presencia ontológica real: "YO SOY", identidad universal y compartida, en la belleza y la sabiduría de la no-dualidad.