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Extractos - Ilie Cioara

La Meditación

Por Ilie Cioara
El silencio de la mente

No se puede encasillar en patrones ni modelos.
Desde el primer instante, es simplicidad, más allá de la imaginación.
El pensamiento no la puede concebir, ni definirla
valiéndose de métodos y sistemas, practicados con
un determinado propósito u objetivo.

La meditación es la fusión de nuestro ser en la integridad de la vida,
una con el ritmo del universo y su vibración natural.
Es vivir en el presente, unidos a lo que es "ahora",
cuando el pasado está ausente y la memoria
se ha convertido en cenizas.

Cuando nos observamos a nosotros mismos
atentamente, el ser entero se relaja.
Igual que el agua de un río que fluye,
en total armonía, lo abrazamos todo con naturalidad
y la alegría nos abre a la verdadera experiencia de la comprensión.

Integrados en lo Infinito, somos amor espontáneo,
no estamos separados de la cualidad santificadora de lo Sublime.
En la práctica, la meditación es posible en
todas las circunstancias de la vida,
no está condicionada por una expectativa determinada.

 

En ciertos sistemas, la meditación es un método que, desde el primer momento, nos aprisiona en un determinado patrón y nos tranquiliza asegurándonos que obtendremos cierto resultado, proyectado de antemano en una imagen seductora. Promete avances y realización en un nivel espiritual.

Este tipo de meditación depende de un determinado ambiente o atmósfera. El practicante ha de aislarse del mundo, sentarse en cierta postura, realizar unos ejercicios respiratorios y de relajación programados, etc.

Lo que describo en este poema no tiene nada en común con una experiencia de ese tipo, que está y estará siempre confinada dentro de los límites de lo conocido. Todo lo que ocurre en ese espacio es implícitamente creación de la ignorancia y los engaños del ego.

La meditación a la que me refiero brota de la necesidad inmediata ―que nos impone nuestra existencia misma― de ver directamente lo que somos y nuestra manera errónea de funcionar, y de abrazar la vida en su devenir. Para comprender lo que es la meditación ―eso que aparece como un destello―, es imprescindible que nos liberemos completamente de toda la escoria del pasado, pues sólo una mente inocente puede abrazar y comprender la novedad absoluta que el flujo de la vitalidad pone en nuestro camino.

Ante esta necesidad inexorable, sobreviene una pregunta natural: ¿cómo hallar ese maravilloso silencio cuando, en realidad, estamos dominados por un proceso automático de pensamiento que irrumpe en el presente con sus juicios y evaluaciones egocéntricos?

El propio estado de meditación puede responder a esta pregunta. Consiste en escuchar y observar ―con plena atención― toda reacción del pensar, que se manifiesta como reacción al presente. En la sencillez de este encuentro, no tenemos ningún propósito, ningún deseo de obtener un resultado o de alcanzar un ideal, ninguna expectativa..., y la mente se queda en silencio absoluto.

En este estado de silencio, gozamos de una Conciencia Pura, lúcida y clara que nos une a la Gran Energía Cósmica. De hecho, el silencio permite que lo Sagrado que existe en cada uno de nosotros se manifieste en todo su esplendor e infinitud divina.

Gracias a estos encuentros, la vasija de la conciencia, repleta de los residuos que las energías egocéntricas han ido dejando, empieza a vaciarse. La simple presencia de lo divino que mora en nosotros aniquila su existencia, sin que sea precisa la menor intervención del practicante.

El estado de meditación que aquí menciono puede realizarse en cualquier circunstancia. No es necesario retirarse a una habitación aislada, ni escapar del mundo, ni buscar un ambiente y un entorno apropiados. Al contrario, si se practica de la manera correcta, cualquier entorno es favorable para la meditación. El contacto con nosotros mismos es real y efectivo sólo si es espontáneo. Apegarnos y desapegarnos de nuestras reacciones es un acto que sucede espontánea y súbitamente, por sí mismo, sin intervención alguna de la voluntad o la fuerza. Hacemos uso constante de la atención global en cada encuentro con "lo que es" en ese momento dado, y esa atención garantiza la autenticidad de la experiencia.

Este es el único modo de vencer la condición humana: integrándonos en la universalidad, donde encontramos el manantial de la dicha libre de motivaciones, del Amor Absoluto y la creación, que operan transformaciones radicales en la estructura del ser humano contemporáneo, el llamado Homo sapiens.