Extractos - Ramesh Balsekar
La consciencia, el único "capital"
Por Ramesh BalsekarLa consciencia es el único "capital" con el que nace el ser sensible. Esta es la situación aparente. Sin embargo, la situación real es que lo que nace es consciencia, una consciencia que necesita de un organismo para manifestarse en él, y ese organismo es el cuerpo físico.
¿Qué es lo que da a un cuerpo sensible su sensibilidad, su capacidad de tener sensaciones, de reaccionar a los estímulos? ¿Qué es lo que distingue a una persona viva de una muerta? Se trata, naturalmente, del sentido de ser, del conocimiento de estar presente, de la consciencia, del espíritu activador que anima la estructura física que es el cuerpo.
Es la consciencia, en efecto, lo que se manifiesta en las formas individuales y les da existencia aparente. En los seres humanos surge de dicha manifestación el concepto de un "yo" separado. En cada individuo lo Absoluto se refleja como conciencia, y así la Conciencia pura se convierte en auto-conciencia o consciencia.
El universo objetivo se encuentra en flujo continuo, proyecta y disuelve constantemente formas innumerables. Siempre que se crea una forma y recibe una infusión de vida (prāna), aparece de manera simultánea y automática la consciencia (caitanya) por el reflejo de la Conciencia Absoluta en la materia. Debemos entender claramente que la consciencia es un reflejo de lo Absoluto sobre la superficie de la materia, lo cual produce una sensación de dualidad. A diferencia de la consciencia, la Conciencia o Estado Absoluto carece de principio y de fin, sin necesitar ningún apoyo más que sí mismo. La Conciencia sólo se convierte en consciencia cuando dispone de un objeto en que reflejarse. Entre la Conciencia pura y la conciencia reflejada en forma de consciencia hay un abismo que no puede atravesar la mente. ¡El reflejo del sol en una gota de rocío no es el sol! [...]
¿Cuál es la sustancia real de esta consciencia animadora? Evidentemente, debe ser la materia física, pues no puede sobrevivir en ausencia de la forma física. La consciencia manifestada sólo puede existir mientras su residencia, el cuerpo, se mantenga en un estado sano y habitable. Si bien la consciencia es un reflejo de lo Absoluto, esta limitada en el tiempo y sólo puede ser sustentada por el alimento material, compuesto de los cinco elementos, que es el cuerpo físico. La consciencia reside en un cuerpo sano y lo abandona cuando éste está deteriorado y moribundo. El reflejo del sol sólo se puede ver en una gota de rocío limpia, nunca en una de agua turbia.
Podemos observar la naturaleza y la función de la consciencia en nuestros estados cotidianos habituales del sueño, los ensueños y la vigilia. En el sueño profundo, la consciencia se retira a un estado de reposo, por así decirlo. Cuando está ausente la consciencia, no tenemos sentido de nuestra propia existencia, ni de presencia, ni mucho menos de la existencia del mundo y sus habitantes, ni de ninguna idea de esclavitud ni de liberación. Esto es así porque está ausente el concepto mismo "yo". En el estado en que se tienen los sueños empieza a agitarse una mota de consciencia; no estamos plenamente despiertos, pero en una fracción de segundo se crea a partir de esa mota de consciencia todo un mundo de montañas y valles, de ríos y lagos, de ciudades y pueblos con edificios y personas de diversas edades, entre ellas el propio soñador. Y, lo que es más importante: ¡el soñador no tiene ningún control sobre lo que hacen los personajes soñados! Dicho de otra palabra, se crea un nuevo mundo vivo en una fracción de segundo, pergeñado a partir de la memoria y de la imaginación por un mero movimiento de esa mota de consciencia. "Imaginaos, por tanto —dice Maharaj—, el poder extraordinario de esta consciencia, en vista de que una sola mota suya puede contener y proyectar un universo entero. Cuando se despierta el durmiente, desaparecen el mundo de los sueños y los personajes soñados".
¿Qué sucede cuando terminan tanto el sueño profundo como el estado de sueño y vuelve a aparecer de nuevo la consciencia? La sensación inmediata es entonces de existencia y presencia: no de la presencia de "mi", sino de la presencia como tal. Sin embargo, en seguida se hace cargo la mente y crea el "concepto de yo" y la consciencia del cuerpo.
Estamos tan acostumbrados a concebirnos como cuerpos dotados de consciencia que nos resulta muy difícil aceptar o comprender siquiera la situación real. En realidad, es la consciencia lo que se manifiesta en cuerpos innumerables. Es esencial, por tanto, percatarse de que el nacimiento y la muerte no son más que el comienzo y el fin de una serie de movimientos de la consciencia, que se interpretan como eventos en el espacio-tiempo. Si somos capaces de darnos cuenta de ello, nos daremos cuenta también de que somos puro ser-conciencia-bienaventuranza en nuestro estado original y prístino, y que cuando estamos en contacto con la consciencia no somos más que testigos (completamente separados) de los diversos movimientos de la consciencia. Éste es un hecho indiscutible, pues es evidente que no podemos ser lo que percibimos; el perceptor ha de ser distinto de lo que percibe.
Lo manifestado y lo inmanifestado son uno
Todo el universo manifestado existe únicamente en la consciencia. Una conceptualización del proceso sería la siguiente: la consciencia brota en el Ser Puro, sin más causa o motivo que el hecho de que es su naturaleza surgir así, como surgen las olas en la superficie del mar. En la consciencia, el mundo aparece y desaparece, y todos nosotros tenemos derecho a decir: Todo lo que hay es Yo; todo lo que hay es mío; antes de todo comienzo, después de todo final... Yo estoy aquí para ser testigo de todo lo que suceda. "Tú", "yo" y "él" no son más que apariencias en la consciencia; todas son básicamente "Yo".
No es que el mundo no exista. Como apariencia en la consciencia, el mundo es la totalidad de lo conocido en el potencial de lo desconocido. Se puede decir que el mundo aparece, pero no que es. Como es natural, la duración de las apariencias variará en función de las diversas escalas temporales. Aparte del hecho de que el mundo desaparece en el sueño profundo y reaparece en el estado de vigilia, la duración de su aparición variaría en virtud del plazo de tiempo que nos ha sido otorgado de vida: ¡pocas horas para un insecto, y eones para la trinidad de Brahmā, Vishnū y Maheśvara! En última instancia, sin embargo, todo lo que es apariencia en la consciencia debe tener fin y no puede tener realidad alguna. [...]
Es necesario tener clara la diferencia, por teórica que sea, entre la conciencia de lo Absoluto y la consciencia en la cual aparece el universo. Una es reflejo de la otra. Pero el reflejo del sol en la gota de rocío no es el sol. En ausencia de la objetivación, como ocurre en el sueño profundo, el universo aparente no es, pero nosotros somos. Esto es así porque somos lo que es el universo aparente y viceversa: duales en la presencia, no-duales en la ausencia; separados irreconciliablemente en concepto, unidos indisolublemente antes de ser concebidos.
El conocimiento básico
El conocimiento "Yo soy" o consciencia es el único "capital" que tiene el ser sensible. De hecho, si no tuviera consciencia, no tendría sensibilidad alguna.
Cuando esta cualidad "Yo soy" no está presente, como sucede en el sueño profundo, no hay cuerpo, no hay mundo exterior y no hay "Dios". Es evidente que una mota minúscula de esta consciencia contiene todo el universo.
Sin embargo, no puede existir la consciencia sin un cuerpo físico, y dado que la existencia del cuerpo es temporal, la consciencia también debe ser temporal.
Por último, si la consciencia está limitada en el tiempo y no es eterna, cualquier conocimiento que se adquiera por medio de la consciencia no puede ser la verdad y, por tanto, debe rechazarse en última instancia o, como he dicho, ofrecerse a Brahman a modo de oblación, entendiendo por Brahman la consciencia, el ser, la cualidad de "Yo soy", o Īśvara o Dios, o como queráis llamarlo. Dicho de otro modo, los opuestos relacionados entre sí, tanto el conocimiento como la ignorancia, están en el terreno de lo conocido y, en consecuencia, no de la verdad; la verdad se encuentra sólo en lo desconocido. Cuando esto se ha comprendido claramente, no queda ya nada por hacer. De hecho, en realidad no existe "entidad" que pueda hacer algo.
Conciencia y consciencia
¿En qué se diferencia "conciencia" de "consciencia" (1), si es que se diferencian en algo?"...
... La conciencia es de lo Absoluto y, por tanto, está más allá de los tres gunas (gunatīta), mientras que la consciencia es algo alimentado y limitado por el cuerpo de alimentos. Cuando se destruye el cuerpo de alimentos, también desaparece la consciencia. Atención: no muere nadie; el cuerpo, constituido por los cinco elementos, se mezcla con los elementos cuando se encuentra sin vida, y la consciencia, que está sujeta a los tres gunas, se libera de los gunas. La conciencia es el estado original primitivo, anterior al concepto de espacio-tiempo, y no necesita causa ni apoyo. Simplemente es. No obstante, en el momento en que surge el concepto de consciencia en este estado original de unicidad, surge el sentido de "Yo soy", provocando un estado de dualidad. La consciencia, en tanto que tiene una forma, es un reflejo de la conciencia sobre la superficie de la materia. No es posible pensar en la consciencia como cosa separada de la conciencia; no puede haber un reflejo del sol sin el sol. Pero si puede haber conciencia sin consciencia. En el sueño profundo, por ejemplo, no hay consciencia (está en reposo), pero desde luego que si hay conciencia porque, al despertarse, uno es consciente de haber dormido; pero sólo al despertarse.
No olvidemos nunca que sólo la consciencia es nuestra compañera constante, y que la continua atención a nuestro propio flujo de la consciencia nos lleva a la Conciencia: a la existencia básica, a eso-que-es-vida-amor-dicha. La consciencia misma de ser consciente ya es de suyo un movimiento hacia la Conciencia. La mente, por su naturaleza misma, es extrovertida, siempre tiende a buscar el origen de las cosas dentro de las cosas mismas. Cuando se dirige hacia su propia fuente interior, es casi como el inicio de una nueva vida. La Conciencia reemplaza la consciencia. Cesa el "Yo soy", que es un pensamiento en la consciencía. En la conciencia no hay pensamiento. La conciencia es la fuente de la consciencia. (Maharaj recomienda como ejercicio espiritual excelente el sentarse en silencio y observar lo que aflora a la superficie de la mente). Lo que llamamos "pensamientos" son como ondas en la superficie del agua. Los pensamientos conducen siempre a la identificación o a la condena; son fruto de ideas preconcebidas y presentan un obstáculo en el camino que conduce a la verdadera comprensión. Del mismo modo que el agua está serena cuando no tiene ondas, también está serena la mente cuando está libre de pensamientos, cuando está pasiva y receptiva por completo.
Aparecerán todo tipo de imágenes en el espejo de tu mente, se quedarán allí un rato y desaparecerán después. Observa tranquilamente cómo van y vienen. Debes estar alerta, pero sin sentir atracción ni repulsión. Es importante no involucrarse. Esta actitud de testigo silencioso tendrá el efecto gradual de expulsar todos los pensamientos inútiles, como a huéspedes indeseados a los que no se hace caso. Estando así dentro de ti mismo, es decir, en el estado de "Yo soy", contemplando el flujo de la mente sin intervenir ni juzgar, como testigo imparcial, lo desconocido "profundo" se animará a salir a la superficie de la consciencia y liberará sus energías no usadas para permitirte comprender el misterio del origen de la vida.