Extractos - Gina Lake
El juego divino
Por Gina LakeTodo lo que existe es una expresión del "único Ser". A este Ser se le asignan innumerables nombres: Dios, Unicidad, lo Divino, la Causa, el Sí Mismo y el Bien amado, entre muchos otros. Nosotros constituimos esta Unicidad, pero parece como si estuviésemos separados de ella. El ego es precisamente este sentimiento de ser un individuo separado; ego que algunos llaman el "falso yo" porque no es lo que realmente somos.
De hecho el ego no es otra cosa que un conjunto de ideas o percepciones al que le damos el nombre de yo. Pero, aparte de estas ideas o percepciones, ¿quién eres tú realmente? ¿Tu personalidad? Podrías decir que eres un cuerpo, pero está claro que ésta no sería una definición idónea. Cuando piensas en ti mismo, lo más seguro es que pienses en tu cuerpo; pero, sin duda alguna, serían tan sólo pensamientos acerca de tu cuerpo.
La Unicidad, el Si Mismo o nuestra verdadera naturaleza crean esta sensación de separación ―y de ser un yo― con el fin de explorar y participar en esta realidad física Tal como aseguran los místicos hindúes, este mundo es en su totalidad un juego divino ―lila, como ellos lo llaman―, el cual es una manera que tiene el Sí Mismo de experimentar lo que no podría experimentar de otro modo. El Sí Mismo se esconde de sí mismo en este mundo con la intención de encontrarse de nuevo. Queda, pues, totalmente inmerso en un estado ilusorio ―en un espejismo de ser un ente separado― para poder explorar así la vida bajo muchas formas individuales; algo que le permite tener una gama de experiencias enormemente extensa.
El sendero espiritual
La vida es como si el Sí Mismo jugara al escondite consigo mismo. Se esconde dentro de un estado ilusorio, de forma que él mismo pueda descubrirse de nuevo. Mientras tanto, y hasta que se acaba, disfruta del drama y de la interpretación de su estado ilusorio. El hecho de que se acabe no sólo depende del Sí Mismo, sino también del que está perdido en dicho estado. Antes que nada, tenemos que darnos cuenta de que estamos viviendo un espejismo y, a partir de aquí, comenzar a encontrar la forma de salir de él antes de que el Sí Mismo nos la muestre. Aquí entra en juego una cuestión de libre albedrío, aunque el escenario esté a menudo ya montado y el argumento escrito con los elementos necesarios para evocar el despertar. Insistamos: debemos estar dispuestos a cuestionar el estado ilusorio en el que nos encontramos.
La disposición a cuestionar el drama va a menudo acompañada por un cansancio del mismo, bien porque el sufrimiento se haya hecho demasiado grande, o bien porque haya perdido su atractivo. Las baratijas que el ego ofrece ya no logran satisfacer a un deseo más profundo de una felicidad más permanente. Se desarrolla un anhelo espiritual que imprime energía a la primera etapa del viaje a Casa.
El sendero espiritual es, en esencia, el que nos lleva al despertar, si bien el viaje de la consciencia no termina en él. Después del despertar, la consciencia continúa desarrollándose según su propia forma y su propio ritmo. Cada persona tiene una experiencia diferente en lo que se refiere al despertar y a lo que le sigue. No obstante, en este desarrollo de la consciencia se aprecian ciertos patrones comunes.
¿Quién eres en realidad?
El espejismo de ser un individuo ―un yo― es tan fuerte que, a menos que hayamos tenido una experiencia de lo que hay más allá de él, no habrá explicación alguna que nos convenza de que no somos quienes pensamos que somos. El ego constituye un estado ilusorio muy realista. Sin embargo, una vez que nos encontramos en el sendero espiritual y respondemos al deseo de descubrir quienes somos, el Sí Mismo empieza a integrarse en nuestra vida de una manera más palmaria. Antes de esto, el hecho de descubrir la Verdad daría probablemente lugar al miedo o a la confusión. De todos modos, una vez que comenzamos a buscarla la Verdad se revela por sí misma.
La Verdad sobre quien eres está en que tú lo eres todo. ¡Hay sólo un Ser, y ese Ser eres tú! La verdad es demasiado grande para que la mente la comprenda. Es necesario verla con algo que no sea la mente. Es necesario experimentarla.
Aun cuando la verdad se conozca a través de la experiencia, no es posible transmitírsela adecuadamente a aquellos que no la han experimentado. Por ello, su existencia es para algunos un acto de fe, mientras que para otros es una certeza contrastada. Sin embargo, el deseo de conocer la Verdad le prepara el camino a la experiencia. Este deseo, este anhelo por la Verdad, es característico de los buscadores espirituales y se siente cuando llega el momento de descubrirla.
¿De dónde procede este deseo, este anhelo? No es algo que tú ―el ego― puedas hacer que surja. Aparece de no sabemos dónde y anuncia una fase de búsqueda y descubrimiento. Tú no puedes desear saber la Verdad. En lugar de esto, este deseo te consume en un determinado punto, y tú eres su víctima. El deseo proviene del Sí Mismo cuando éste está preparado para encarnarse, y tú debes ser sacrificado para que esto ocurra.
El nuevo papel del ego
El ego nunca muere realmente. Continúa funcionando después del despertar y, aunque queda relegado a un papel subordinado, a veces incluso llega hasta a dominar. El ego ―sentimiento de ser un individuo separado― aún se necesita; y lo necesitamos porque seguimos funcionando en el mundo del estado ilusorio junto con otras personas que creen en él. Para defendernos en este mundo, donde el lenguaje coincide con el estado ilusorio, es necesario participar, hablar el mismo lenguaje y actuar como un individuo separado. Si no lo hacemos es muy probable que los otros nos hagan un cerco.
Sin embargo, después del despertar albergamos una idea más flexible de nosotros mismos. Sabemos que hay algo más, que la historia no está del todo completa, que para seguir adelante en este mundo tenemos que representar nuestro papel; exactamente igual que el actor (o la actriz) sabe que está interpretando un papel en una obra. Antes del despertar, sólo de vez en cuando nos dábamos cuenta de que estábamos actuando. Nos teníamos por auténticos, y ahora no. Sin embargo, en tanto en cuanto los demás nos tengan por auténticos, no nos queda otro remedio que interpretar un papel para poder interrelacionarnos con ellos; es entonces cuando nos percatamos de que sólo estamos fingiendo.
Dado que el ego está todavía presente y sabe muy bien como hacerlo, interpretar el papel no es difícil. No obstante, ahora el ego hará las ofertas del Sí Mismo y no las suyas propias, lo cual entraña una gran diferencia. Antes del despertar "mi voluntad" era la fuerza motriz, mientras que ahora es "Su voluntad". El ego se parece ahora más a una marioneta ―a un vestido o a un vehículo del Sí Mismo― que a una entidad independiente.
Después del despertar, el Sí Mismo comienza a vivir a través de nosotros. Todavía quedan algunos vestigios de nuestro condicionamiento, ya que éste es necesario para manejar la realidad física. No obstante, todo condicionamiento que dificulte la personificación (o encarnación) del Sí Mismo está llamado a derrumbarse, si bien este proceso puede durar años y nunca llegar a completarse. El derrumbamiento completo de nuestro condicionamiento depende de su fortalecimiento y de cuánta conciencia y aceptación le aportemos en el momento de surgir.
Después del despertarmiento, el Sí Mismo y el ego se alían para conseguir las metas del Sí Mismo en la Tierra; metas que no pudieron ser alcanzadas cuando el ego ejercía el control. Como consecuencia de esto, nuestra vida cambia a menudo de manera sustancial después de nuestro despertarmiento. Antes perseguíamos un conjunto de metas relacionadas con el condicionamiento y los deseos del ego; ahora nos movemos en un ámbito diferente en el que ―a menos que sirvan a los propósitos del Sí Mismo― importan poco las costumbres, los convencionalismos y cualquier otra manifestación condicionada.