Extractos - Javier Alvarado
Una Introducción al Vedanta Advaita
Por Javier Alvarado ― Parte 2 de 4
4. El "yo soy" como testigo o la paradoja del método
¿Cómo dejar de ser la rata en el laberinto? ¿Cómo acceder al interior del corazón (hridaya)? El Chhandogya Upanishad (3,14,3) explica que el Ser, la Consciencia Brahma, reside en el centro vital del ser humano que, simbólicamente, se ubica en el ventrículo más pequeño (guhâ) del corazón (hridaya), pues su verdadera ubicación no está sometida a la condición espacial. Por eso se explica que Âtmâ, cuando toma el dominio de la existencia individual, es Jivâtmâ (jiva= vida, o sea, la vida de Âtmâ) y que es más sutil o "pequeño" que un grano de mostaza. Pero ese pequeño grano es más grande que la tierra (dominio de la manifestación física), más grande que la atmósfera (dominio de la manifestación sutil), más grande que el cielo (dominio de la manifestación informal) y más grande que todos estos mundos juntos (más allá de toda manifestación, puesto que es incondicionado).
Sin embargo, aparentemente, la Consciencia universal se ha identificado con un cuerpo individual de modo que, mientras esta identificación persista, sólo pensaremos en beneficiar a esta pseudo-personalidad. Inicialmente basta con comprender, aunque solo sea intelectualmente, que uno no está ni en el cuerpo ni en la mente, aunque sea consciente (presenciador) de ambos y que, por tanto, siendo la consciencia individual una consciencia falsa o ilusoria, prestando "atención" a esa forma de consciencia individual y limitada que sentimos ser «yo», acabaremos descubriendo que no es más que un reflejo distorsionado de la consciencia real e ilimitada «Yo soy», que es Dios. Así, cuando se comprende que todo lo que vemos es sólo el funcionamiento de la Consciencia universal y que no hay realmente ninguna entidad individual, desaparece el problema de la liberación, del nacimiento o de la muerte e, incluso, el del hacedor que hace algo (Sri Nisargadatta, Antes de la Consciencia, p. 250). De hecho, la mera comprensión intelectual implica que uno ya está más allá. Aceptar que todo ello es un concepto implica que se ha rebasado el mero nivel conceptual. No obstante, no hay que detenerse allí, porque la convicción es solo un estado mental. "Eso" está más allá de la mente.
Insiste el Advaita en que los métodos para estimular o potenciar la concentración en la "yo soidad" no van dirigidos a adquirir nada. Por tanto, hay que censurar por falsos esos planteamientos que incitan a aumentar el "foco de consciencia" (?) o a crecer espiritualmente (?) que convierten el Âtmân en un objeto móvil sometido a todo tipo de condicionamientos. De entrada, el Advaita insiste en algo evidente: no somos más o menos Ser o "espíritu" porque Eso no se adquiere; ya lo somos.
En tal caso, ¿para qué sirve la práctica meditativa? Los maestros del Advaita concuerdan en afirmar que ningún método puede llevar a la verdad o al Sí mismo. A lo más, el método puede contribuir a disciplinar la mente durante un cierto periodo. Sri Ramana enseñaba que la realización del Sí mismo no admite progreso porque si ello fuera algo a obtener en el futuro, habría la misma posibilidad de que se pudiera perder. La verdadera finalidad de la práctica no se encamina, por tanto, a tomar consciencia del Ser que ya somos, sino a desenmascarar a quien no somos, a desalojar o desprenderse de las adherencias genéticas y culturales (vasanas). La paradoja de todo esto es que la propia práctica ya forma parte del "yo soy" y puede convertirse en un apego más o vasana. Por eso se dice que la práctica puede producir atletas o campeones de la beatitud cegados de orgullo espiritual. Y por eso también se dice que, en última instancia, el objetivo de la práctica reside en rendirse a la evidencia de que ningún esfuerzo te acerca a Eso y que, por tanto, la práctica solo se mueve en el ámbito de la dualidad, que es el de "Yo soy".
En efecto, una de las convicciones más importantes que sobrevienen tras la incesante práctica meditativa consiste en comprender quién es el que busca y qué es lo que se busca. En palabras de David Carse, "Luchamos instintivamente y creemos que eso sirve de ayuda, cuando en realidad es esa lucha, en sí misma, lo que constituye el problema. La lucha, la búsqueda, no es más que el sentido de yo individual intentando perpetuar su historia. No hay nada que buscar. La ilusión es la apariencia de separación, no hay nada que esté separado, nada. Solo hay Uno, no-dos, y Eso Es. Y todo lo demás, no es" (Perfecta Brillante Quietud, p. 110). Por tanto, ¿hasta qué punto nuestra búsqueda no está motivada por la necesidad de experimentar supuestos estados superiores de consciencia? ¿Hasta qué extremo la práctica de rituales, meditaciones, plegarias... buscan alimentar el ego? La liberación real parte de aceptar que, como individuo, somos nada y que, por tanto, el punto de vista de un hacedor individual es mera sugestión o espejismo que recrea constantemente los eventos de la vida otorgándoles una imaginaria causalidad. La conclusión es que ningún esfuerzo lleva a la realización... aunque ayuda a aquietar la mente.
5. Finalidad de la práctica meditativa
Son diversos los métodos y técnicas que se proponen para la experiencia de la no-dualidad, aunque todos ellos coinciden en la necesidad de sosegar la mente y desapegarse de los pensamientos para que la realidad que está detrás de ellos se haga evidente.
El principal método para experimentar la no-dualidad es la meditación. Como decía Sri Nisargadatta, "la meditación es un intento deliberado de penetrar en los estados más altos de la consciencia y finalmente ir más allá de ella" (Yo Soy Eso, p. 450). El Vedanta Advaita previene al buscador del culto excesivo a los métodos de meditación. Lo que debería ser una ayuda o muleta para el principiante, puede convertirse en un fardo insuperable. Y es que, cuando se practica la meditación, conviene preguntarse ¿quién medita? El Sí Mismo, el Yo, Âtmân, no necesita meditar; es la mente agitada la que se embarca en esa actividad buscando sensaciones. Ciertamente, la meditación ayuda a los estratos "inconscientes" de nuestro psiquismo a aflorar, aceptar y superar antiguos recuerdos y frustraciones reprimidas proporcionando un cierto alivio, preparando la base sobre la que practicar la auto-indagación (Nisargadatta, Yo Soy Eso, p. 519). Comprender estas esenciales reglas del juego (Lîla) de Mâyâ ayuda a no albergar falsas expectativas cuando no se obtienen los resultados deseados.
De entre los diversos medios para favorecer la atención, uno de los más sencillos es la concentración sobre un único objeto. El objetivo del meditador se encamina a arrinconar los pensamientos y ampliar el espacio-tiempo de autoconsciencia mediante la atención sostenida. Ahora bien, puesto que mantener la atención es tan difícil como lograr que el humo de un bastoncillo de incienso se detenga, la experiencia milenaria de la India, ha desarrollado ciertas técnicas para facilitar la capacidad de mantener la atención en uno mismo; el ayuno (yama), la disciplina del cuerpo (àsana), el ritmo de la respiración (prânâyâma), la privación sensorial (pratyâhâra), la concentración (dhàranâ, de la raíz dhr, "mantener apretado" en el sentido de "fijación del pensamiento en un único punto" (Yoga Sutras (2) III, 1), etc. Así, por ejemplo, la concentración sobre un objeto único (ekàgratâ), sea un objeto físico (el entrecejo, la punta de la nariz, una fuente luminosa, etc.) o un pensamiento (una verdad metafísica o versículo sacado de un texto sagrado) o Dios, tiene por finalidad la suspensión momentánea de la actividad de los sentidos (índriya), la actividad del subconsciente (samskâra) y de los pensamientos. Al concentrarse o adherirse a un único pensamiento, se facilita el alejamiento de los demás pensamientos y poco a poco la mente deviene más atenta. Igualmente, por la disciplina de la respiración o prânâyâma, el hombre profano deja de respirar de una manera arrítmica y se concentra en un determinado ritmo de notables efectos psicomentales (Brhadàranyaka-Úpanishad, por ejemplo, I, 5, 23) (3). Parejamente, la repetición incesante del nombre de Dios o de palabras sagradas (mantra-japa), por ejemplo, AUM (Maitrî-Úpanishad VI, 5 y 23), ayuda a controlar la mente, sobre todo si son practicadas con devoción y convicción. En la India son especialmente venerados los cuatro mahavakyas o "grandes dichos" contenidos en cada uno de los cuatro Vedas. El mahavakya del Rig Veda es «prajñanam brahma», es decir, «la consciencia pura es brahman» (Aitareya Upanishad 3. 3), el del Yajur Veda es «aham brahmasmi», que significa «yo soy brahman» (Brihadaranyaka Upanishad 1. 4. 10), el del Sama Veda es «tat tvam asi», que significa «eso [brahman] tú eres» (Chandogya Upanishad 6. 8. 7), y el del Atharva Veda es «ayam Âtmâ brahma» que significa «este sí mismo es brahman» (Mandukya Upanishad 2). Por otra parte, con esta y otras técnicas, muchos sadhakas pretenden activar la kundalini, los chakras, etc. con el fin de obtener poderes o cierto tipo de ventajas psíquicas o mentales. Pero todo ello son cero, nada (Sri Nisargadatta, Semillas de Conciencia, p. 132), pues como explica Sri Ramana, los poderes llamados parapsicológicos no otorgan la paz o la felicidad sino que, por el contrario, nos harán completamente miserables; "Además, ¿para qué sirven estos poderes? El presunto mago (siddha) desea exhibir los siddhis (poderes) para que otros le aprecien. Busca reconocimiento, y si el aprecio no viene, no será feliz. Debe haber otros que le aprecien. Y hasta puede encontrar a otro que posea más poderes. Eso le pondrá celoso y generará infelicidad" (Conversaciones I, p. 37). Resulta evidente que la experiencia de la no-dualidad no puede basarse en presupuestos que aceptan la dualidad; "quiero poderes para ser admirado". Pero ¿quién hay sino Brahma?, ¿quién quiere poderes sino el ego? ¿ante quién quiere exhibirse? El sadhaka debe rechazar esos "espejismos mágicos", "sólo deseables para los ignorantes".
En todo caso, las técnicas, aunque solo provocan una inmersión temporal de la mente, ayudan a experimentar el gozo de morar en el estado de consciencia libre de pensamientos y, por tanto, ceban la mente para que continúe con su práctica de auto-anonadamiento.
6. La meditación en "yo soy"
Una de las principales revelaciones de la práctica meditativa es que cuando prestamos atención a los objetos externos, tal atención adopta la forma de «pensamientos», pero cuando prestamos atención a la "sensación de ser", la atención permanece como ser (M. James, La felicidad y el arte de ser, p. 245). Ciertamente, este hecho no debe ser un «pensar» en nosotros, sino un prestar atención a «yo soy» que provoca que la mente se desenrolle como un calcetín hasta que podamos observar el asombroso hecho de que nuestro pensamiento cesa y permanece en el estado de solo ser. Mientras que en la meditación convencional se requiere de un objeto sobre el cual meditar, en la meditación "yo soy" hay solo el sujeto sin el objeto. O, si se prefiere, el sujeto hace de sí mismo su objeto de observación hasta que, paulatinamente, experimenta que no hay sujeto ni objeto, sino solo observación impersonal.
El punto de partida es nuestra constatación de que somos-existimos o, dicho en otros términos, nuestra sensación de presencia consciente. La meditación es, nada más y nada menos, que prestar atención a esa sensación de presencia que está obstruida por una cortina de pensamientos. La "meditación es rechazar toda experiencia, y ser en el estado sin experiencia" (Sri Nisargadatta, Semillas de Conciencia, p. 237). Es importante insistir en que la atención a esa sensación de sí mismo ha de ser efectuada de forma paciente y sosegada eliminando cualquier sobre esfuerzo o violencia. Es atención sin tensión. Cualquier esfuerzo físico o intelectual en este sentido lo es siempre del cuerpo-mente. La verdadera meditación, como la verdadera presenciación, es siempre sin esfuerzo. Por tanto, no se trata de combatir los pensamientos, sino de no prestarles atención. Enfrentarlos sería como querer apagar un fuego con gasolina; si se les combate, eso mismo les da vida. Simplemente basta con darse cuenta, cada vez con mayor frecuencia, de que acontezca lo que acontezca, acontece debido a que "yo soy". No es necesario dejar de pensar, sino dejar de estar interesado en los pensamientos. Y ello solo se consigue al experimentar que somos consciencia que está más allá presenciando los pensamientos. Es el desapego a los objetos externos, es decir, a los pensamientos, lo que proporciona la fuerza y convicción necesarias para recorrer la vía metafísica. A la pregunta ¿es útil el pensamiento «yo soy Dios»? Ramana respondía que no, "porque «Yo soy lo que yo soy». «Yo soy» es Dios, no pensar «yo soy Dios». Realice «yo soy» y no piense «yo soy». Está escrito «Sabe que yo soy Dios», y no «Piensa que yo soy Dios» (Sri Ramana Maharshi Conversaciones I, p. 105).
¿Cómo mantener sin esfuerzo la atención en "yo soy"? Sri Ramana recomendaba mantener o recuperar la atención preguntándonos insistentemente ¿a quién?; "si surgen otros pensamientos, debemos investigar a quién le han acontecido. Por muchos pensamientos que surjan, ¿qué importa? Tan pronto como aparece cada pensamiento, si investigamos vigilantemente a quién ha acontecido, «a mí» será claro. Si investigamos «¿quién soy yo?», es decir, si volvemos nuestra atención hacia nosotros mismos y la mantenemos fijada firme y atentamente en nuestro ser auto-consciente esencial para descubrir qué es realmente este «mí», la mente vuelve a su lugar de nacimiento y puesto que con ello nos abstenemos de prestarle atención, el pensamiento que había surgido también se sumerge" (párrafo seis de Nan Yar?). (4)
Afirma el vedanta advaita que siendo el Sí mismo (Espíritu) la única realidad existente, el «yo» individual que creemos que somos es una entidad errónea que asume una falsa identidad al apropiarse de los objetos. Como «yo» no es más que otro pensamiento (de hecho, es el primer pensamiento), cuando surgen otros pensamientos, el pensamiento «yo» se apropia de ellos y asume que «yo pienso», «yo hago», «yo quiero», recreando una historia personal hecha de apropiaciones de recuerdos y expectativas. Pero dado que realmente no hay ningún «yo» individual que exista de manera independiente de los objetos, si separamos el sujeto «yo» de los objetos, dado que el pensamiento «yo» no puede existir sin objetos, entonces el «yo» individual se desvanecerá dejando paso al Sí mismo (el Ser).
Explicaba Ramana que el mejor método para aislar el «yo» era la auto-atención. Por supuesto que no desautorizaba las diversas técnicas previas de concentración o de meditación. Pero siempre teniendo en cuenta que, como todas ellas se mantienen en la dualidad sujeto-objeto, deben ser abandonadas en algún momento de la práctica, pues "la meditación requiere un objeto sobre el cual meditar, mientras que en la auto-atención (vichara) hay solo el sujeto sin el objeto" (Sea lo que usted es, p. 88).
¿Cómo se practica o en qué consiste el método de la auto-atención (vichara)? El lector encontrará la mejor exposición de tal método en la segunda parte de la recopilación sistematizada de las enseñanzas de Sri Ramana publicadas bajo el título de Sea lo que usted es. Allí se explica que el practicante ha de poner su atención sobre la sensación de ser todo el tiempo que sea posible. Para solventar las continuas distracciones provocadas por los pensamientos, Sri Ramana proponía un sencillo método auxiliar que consistía en preguntarse a uno mismo "¿a quién le ha venido ahora mismo este pensamiento?" tantas veces como hiciera falta para volver a centrar la atención en la sensación «yo»; "¿Qué importa si surgen muchos pensamientos? En el momento mismo en que cada pensamiento surge, si uno indaga vigilantemente «¿A quién ha surgido?», se sabrá «A mí». Si uno indaga entonces «¿Quién soy yo?», la mente se volverá hacia su fuente [el Sí mismo] y el pensamiento que había surgido también se sumergirá. ... Si usted está vigilante y hace un esfuerzo para rechazar cada pensamiento cuando surge, pronto encontrará que usted profundiza cada vez más dentro del propio Sí Mismo interno hasta que ya no es necesario hacer ningún esfuerzo para rechazar los pensamientos" (Sea lo que usted es, p. 95-96).
Puede que en los primeros momento de la práctica, la atención a la sensación «yo» tome la forma de una actividad mental en la que la atención se centre en el pensamiento «yo», pero paulatinamente, los pensamientos irán cediendo hasta dejar paso a la experiencia de la auto-atención sin pensamientos, es decir, a una consciencia de ser natural y sin esfuerzo, pues vichara no es una actividad intelectual, sino, por el contrario, un método para transcender o aislar la mente y recuperar la paz o pureza primigenia. Como afirmaba Sri Ramana, los grandes dichos como «yo soy Brahman [aham Brahmasmi]» no estaban hechos para "pensar «yo soy Brahman», pues Aham [«yo»] es conocido de todos. Brahman mora como aham en cada uno. Encuentre el «yo». El «yo» es ya Brah-man. Usted no necesita pensarlo. Simplemente encuentre el «yo» y todo estará resuelto" (Sea lo que usted es, p. 117). Y este sencillo método de auto-atención es compatible con los quehaceres diarios pues "no hay necesidad de renunciar a la vida de acción. Si usted medita durante una hora o dos cada día puede entonces continuar con sus deberes. Si usted medita de la manera correcta entonces la corriente de mente inducida continuará fluyendo incluso en medio de su trabajo... En la medida en que usted lo haga encontrará que su actitud hacia las gentes, los aconteceres y los objetos cambia gradualmente. Sus acciones tenderán a seguir a sus meditaciones por sí solas..." (Sea lo que usted es, p. 97).
Expliquemos este proceso más detenidamente.