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Extractos - Karsten Ramser

El Tao del siglo 21

La sabiduría del Tao actualizada

Por Karsten Ramser

Existe algo antes que todo.
Antes que Dios o el big bang.
Antes que el tiempo y el espacio.
Vacío y eternamente presente.
Está en nosotros, en ti, en mi, en las estrellas, las piedras, las plantas, los animales...
en absolutamente todo.
No hay palabras que lo puedan describir y a falta de ellas,
lo llamamos Tao.



Tao del siglo 21

El espejo no puede verse a sí mismo.
El Tao no puede conocerse a sí mismo.
A través de la contemplación el Tao
puede ser consciente de sí mismo.
El Tao es Uno y se divide en dos,
de esa dualidad nace el mundo.
La dualidad es comparación y diferenciación,
a través de ellas la realidad es conocida.

Vemos la belleza porque conocemos la fealdad.
Lo bueno y lo malo se apoyan mutuamente.
No hay corto sin largo.
Sólo podemos perder lo que tenemos.
La muerte existe porque existe la vida.

Sufrimos por el apego a una parte de la dualidad.
Queremos lo imposible;
felicidad sin dolor,
éxito sin fracaso,
salud sin enfermedad, vivir sin morir.

La comprensión adecuada,
que surge de la experiencia del Tao,
es la libertad del apego a la dualidad. Comparación y diferenciación
pueden ser utilizadas por razones prácticas, el juicio es necesario.

El fluir del Tao sucede
sin necesidad de esfuerzo o control
cuando aceptamos las dos partes de la dualidad.
En este fluir, actuamos sin hacer,
enseñamos sin hablar.

Las cosas vienen y van,
tenemos pero no poseemos,
nunca sabemos qué nos lleva a qué.
Permanece sereno, descansa en el Tao y deja que fluya.

 

El Tao no tiene principio ni fin.
Su naturaleza es el fluir constante.
Nunca se agota ni se satura.
Es el eterno vacío lleno de todo lo posible.

Nunca pierde su infinita generosidad y nutre a toda la existencia.
Nada lo puede destruir.
Nada se resiste al Tao.

Su naturaleza es como el agua.
Quien vive en el conocimiento del Tao también es como el agua.

Al reconocer nuestra naturaleza atemporal
podemos actuar en consecuencia,
viendo la unidad de todo en todo.
La experiencia del Tao no puede ser transmitida,
ya que está siempre presente.

 

La naturaleza del Tao es vacuidad.
De esta vacuidad emerge la dualidad.
Bueno y malo, blanco y negro, cielo y tierra.

Este es el mundo que conocemos.
Todo está en constante cambio.
Lo que es bueno hoy, puede ser malo mañana,
lo que amas hoy, puedes no amararlo mañana.

Sólo aquello que está vacío puede llenarse.
Quédate en el vacío y encontrarás la plenitud.
Las acciones que nacen del Tao
no tienen intención, ni centro, ni objetivo final.
Al actuar de esta manera,
encontrarás bondad y compasión en tu corazón.
Lo que hagas será espontáneo y libre de apego.

Este vacío es la experiencia no-dual del Tao.

 

Como un lago en la montaña,
una mente contemplativa es
serena, calmada y transparente.

Actúa cuando es necesario.
La acción sucede espontáneamente.
La quietud y la energía
dan lugar al mundo de las formas y la acción.
Ambas están omnipresentes en toda existencia.

Una mente contemplativa es no-dual, no hay ningún juicio,
ninguna comparación ni diferenciación.

La contemplación es la puerta de entrada a la unidad de la existencia.
Somos uno en esta conciencia.

 

El Tao está más allá del tiempo,
nunca nació,
y nunca puede morir.
Más allá del espacio,
infinito y vacío.
Omnipresente en toda existencia.

Aquel que vive conscientemente en el Tao, no tiene necesidad de buscarlo.
Todo conocimiento que podemos alcanzar es selectivo y dual,
nace de la percepción sensorial
y de la mente-pensante.
Darse cuenta de esto es el desapego de la dualidad.

Ver el mundo como uno,
ver todos los objetos como uno,
ver todos los seres como uno.
Cuando veas todo como uno,
veras el Tao,
vacío de existencia inherente,
infinito y eterno.