Extractos - Enrique Martínez Lozano
El presente es plenitud
Por Enrique Martínez LozanoEn cierto modo, podría decirse que el único aprendizaje que hemos de realizar en toda nuestra vida es este: vivir en el presente. Porque presente es sinónimo de plenitud. El presente es el único lugar ―quizás mejor, el no-lugar― de la vida, donde todo está bien. Por tanto, espiritualidad es sinónimo de ahora, y vida espiritual es conciencia permanente de presencia. En rigor, no se puede ser espiritual fuera del momento presente, donde apenas se vegeta, sobrevive o malvive.
No es necesario decir que presente no hace referencia a un espacio temporal entre el pasado y el futuro; eso sería un concepto o pensamiento. Presente es el no-tiempo, la atemporalidad y, por tanto, la conciencia desnuda y la plenitud sin margen de sombra.
Espiritualidad es plenitud de vida, porque es un modo de vida marcado por la vivencia del momento presente.
El presente es plenitud
Partamos de una constatación inicial: somos capaces d afrontar cualquier cosa que nos ocurra..., siempre que permanezcamos en el presente. Si nos anclamos en él, podremos vivir incluso lo más difícil y doloroso, conectados sencillamente con la respiración consciente, como un modo eficaz de no huir y de no enredarnos en cavilaciones mentales.
En el presente, no hay historias mentales; la mente, en lugar de recurrir a sus habituales etiquetas, queda silenciada. Gracias a ello, la persona se enfrenta al hecho objetivo, desnudo de interpretaciones, y es capaz de dejar que las cosas sean. Sin añadidos mentales, en el presente solamente hay aceptación y rendición a lo que es.
La explicación es simple: en el presente, la mente abandona su lugar protagónico de enjuiciadora de todo lo que ocurre y el ego deja de poner etiquetas, que constituyen resistencias a lo que es. Cuando mente y ego dejan de llevar la iniciativa, emerge otra sabiduría mayor y, con ella, una nueva percepción de nuestra verdadera identidad. Con todo ello, venimos a reconocer que, ahí, todo está bien, todo es pleno... Hemos sido llevados al no-lugar de los mil nombres ―todos aproximados, ninguno exacto, porque son solo aproximaciones mentales a una realidad transmental: conciencia, presencia, quietud, vacío, plenitud, silencio, ecuanimidad, gozo, amor...―, el no-lugar de la no-duatidad.
La mente se caracteriza por vivir fuera del presente y dentro del reino de la dualidad. Incapaz de estar en el aquí y ahora, donde automáticamente se silencia, fractura todo lo que existe, como si de objetos separados y enfrentados se tratara. Identificados con ella, considerando la razón como la forma suprema de conocimiento, terminamos creyendo que la separación es la naturaleza de lo real.
Por su parte, el ego solamente vive aferrado a la mente y, como ella, vuelto al pasado o proyectado en el futuro. Ego y presente son realidades mutuamente excluyentes.
Por eso, en la medida en que nos ejercitamos en estar en el presente, la mente se silencia y el ego se diluye. Experimentamos un descanso liberador, a la vez que se nos regala una nueva comprensión: las características de lo real no son las que la mente nos hacía creer, sino exactamente las opuestas: la auténtica realidad es presencia y no-dualidad. Es la plenitud, a la que nos conduce la espiritualidad.