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Extractos - Haridas Chaudhuri

El objetivo del Yoga Integral

Por Haridas Chaudhuri
Haridas Chaudhuri

Sri Krishna afirma, en la Bhagavad Gita, que el verdadero yogui es aquel cuya acción se funde dinámicamente con lo Divino. En este sentido, el yogui es superior al asceta, al contemplativo y al ritualista.

El yoga constituye, fundamentalmente, una ofrenda al objetivo cósmico de la existencia, el destino espiritual de la vida, una actitud que el Yoga Integral (purna yoga) ha llevado hasta sus últimas consecuencias lógicas. La visión integral de la verdad transforma completamente al ser humano, le convierte en un creador de nuevos valores y le induce a participar en la vida con un ímpetu y un sentido renovado. Así pues, cuando un ser humano alcanza esa unión, o fusión existencial integral ―es decir, equilibrada y completa― con el Ser, su vida entera sufre un cambio radical y se transforma en una personalidad dinámica.

Podríamos definir el Yoga Integral como el arte de vivir armónica y creativamente. Para ello subraya la necesidad de fomentar el crecimiento equilibrado de la personalidad, desarrollar constructivamente las posibilidades latentes en nuestra naturaleza y utilizarlas al servicio de la humanidad y de valores tales como la verdad, la justicia, la libertad, la paz y el progreso, advirtiéndonos también, por otra parte, de los peligros que acompañan a los extremismos desproporcionados.

Hay quienes desarrollan los músculos a expensas de su cerebro; hay otros que ejercitan exageradamente su cerebro en desmedro de su cuerpo; otros están tan empeñados en la búsqueda del alma que menosprecian su cuerpo y su mente; unos están tan preocupados por su propio desarrollo que descuidan los valores sociales y humanos de la vida mientras que otros, por su parte, están tan comprometidos con las actividades sociales que desatienden sus conflictos emocionales hasta que éstos terminan minando su bienestar personal y la eficacia de su actividad social; hay quienes siguen la voz de Dios dejando de lado el mundo mientras que otros, por el contrario, están tan implicados en las cuestiones del mundo que desdeñan su dimensión eterna.

El Yoga Integral, por su parte, afirma la necesidad de que el ser humano desarrolle plenamente su individualidad como centro dinámico del espíritu universal, del poder del Ser, y para ello hace hincapié en la integración armónica de los aspectos físicos, emocionales, intelectuales, éticos y religiosos de la personalidad.

La vida y el yoga

Toda nuestra vida es una lucha por la actualización de los valores superiores, aquellos valores que constituyen el tesoro del Ser, sus potencialidades más dinámicas. La vida surge de las profundidades del Ser y nos impulsa hacia la realización plena de todo su potencial. Seamos o no conscientes de ello, la vida es, desde este punto de vista, un proceso yóguico de desarrollo del objetivo creativo del Ser y nuestra evolución consiste en la toma de conciencia de ese objetivo. De este modo, cuanto más evoluciona una persona más profunda es su comprensión del propósito cósmico del Ser y de todas sus potencialidades ocultas.

En sentido estricto, la práctica del yoga supone el compromiso con los valores espirituales superiores y la firme determinación de permitir que el poder del Ser se manifieste cada vez más espontáneamente. La vida cotidiana es un lento y tortuoso movimiento inconsciente determinado por el poder cósmico. Desde este punto de vista, el yoga coopera inteligentemente con ese poder y produce una especie de revolución copernicana en nuestra conciencia que acelera el ritmo de ese proceso vital y nos permite pasar de la visión egocéntrica a la cosmocéntrica.

Ahora bien, existen diferentes modalidades de aprehensión de la totalidad cósmica, diferentes niveles de conciencia cósmica. Se ha dicho muy correctamente que "el Ser es uno aunque los sabios lo denominen de muy diferentes modos". Pero la unidad del Ser no es una unidad vacía desprovista de rasgos distintivos sino una unidad multiforme, diversa y plena de contenidos que se manifiesta bajo formas, aspectos y modalidades muy diferentes. Los distintos buscadores de la verdad se han aproximado a ella desde perspectivas, motivaciones y aptitudes muy diferentes. Algunos la han considerado como un Dios personal, otros la han percibido como la Verdad impersonal; unos la han conocido como el espíritu de la Naturaleza mientras que otros la han vislumbrado como la realidad de la Supranaturaleza; para unos ha sido el Hecho total, otros, en cambio, la han contemplado como el Valor supremo; algunos la han definido como Igualdad mientras que otros se han referido a ella en términos de Libertad.

Según el Yoga Integral, todas esas facetas son importantes porque representan diferentes aspectos del Ser, cada una arroja luz sobre ciertos aspectos del Ser, cada una, en fin, es útil para ciertas personas en determinados momentos. A pesar de ello, sin embargo, el Yoga Integral subraya también que ningún sistema de pensamiento o esquema de valores agota la plenitud concreta del Ser y, por ello, ninguna nos permite apresar la verdad de modo completo y definitivo. Sucede aquí, en cierto modo, lo que en aquel cuento del elefante que un ciego describía como una columna después de palpar sus patas mientras que quienes habían tocado su cuerpo, su trompa y su oreja lo describían como un muro, una serpiente y un abanico. Las percepciones táctiles son limitadas y, por lo tanto, ningún ciego puede hacerse una idea cabal del elefante porque para ello sería necesario ver globalmente al animal. De la misma manera, no hay ideología ni sistema de valores que nos permita aprehender la multiforme plenitud del Ser.

La historia de la cultura hindú está plagada de experimentos con la verdad en la esfera del vivir. La India ha experimentado todos los caminos concebibles para develar la naturaleza y el objetivo del Ser. El Hatha Yoga, el Raja Yoga, el Karma Yoga, el Jñana Yoga, el Bhakti Yoga, el Vedanta, el Vaishnava, el Tantra (tanto Shakta como Shivaíta), y el Budismo Hinayana y Mahayana son tan sólo los más notables de esos experimentos espirituales cuyo nombre genérico es el de yoga, el arte de vivir en armonía con la verdad fundamental de la existencia. Desde esta perspectiva, bien podríamos llamar yoguis a los verdaderos místicos de cualquier parte del mundo y afirmar que los neoplatónicos, los taoístas, los místicos judíos y cristianos, los sufíes, los budistas zen, etc., en su búsqueda de ese principio de integración cósmica, han seguido el camino del yoga con excelentes resultados y han profundizado en su comprensión del fundamento mismo de la existencia.

Hoy en día es de capital importancia presentar, de una forma práctica y dinámica, el conocimiento ontológico acumulado por los más eminentes buscadores de la humanidad. De este modo, cualquier persona interesada podrá comprender el trasfondo común de las distintas tradiciones y descubrir cuál puede ser su mejor y más sincera contribución al logro del destino común de toda la humanidad. La solución de los problemas más acuciantes del ser humano, los problemas relativos a la unidad, la paz y el progreso de la humanidad, requieren la movilización de todos nuestros recursos espirituales. El Yoga Integral, que se ocupa de esta cooperación y movilización espiritual, constituye un llamamiento al impulso religioso del ser humano, una convocatoria a su participación activa en la evolución sobre la base de una integración equilibrada de todo su ser.

La unión dinámica con el ser

Un rasgo característico del Yoga Integral es el concepto de unión dinámica con el Ser, la integración activa y consciente con el sustrato último de la existencia.

El misticismo tradicional siempre ha insistido en la noción de unión inmediata con lo eterno ―un concepto denominado samadhi por el Hinduismo, nirvana por el Budismo y "conciencia unitiva" o "conciencia cósmica" por el Cristianismo místico― descrito usualmente como un estado de exaltación de la conciencia en la que el místico pierde el contacto con el mundo externo y descubre la irrealidad del mundo material y del orden natural.

Para el Yoga Integral, en cambio, la negación del mundo físico tan propia de la visión mística tradicional no constituye más que una fase transitoria de la búsqueda espiritual ya que, tras la asimilación completa del contenido de esta comprensión trascendental, desaparecen todas las fronteras anteriormente existentes entre lo físico y lo espiritual, y el místico accede a lo que podría llamarse "unión despierta con lo Divino". La unión integral con el Ser nos revela que lo material y lo natural también constituyen expresiones de la creatividad del Ser. En ese estado desaparece toda frontera entre lo natural y lo sobrenatural y la serenidad del samadhi se convierte en una especie de segunda naturaleza que nos permite conservar la paz y el equilibrio interno en medio de actividades tan cotidianas como comer, caminar, hablar, etc., y expresar la sabiduría y el gozo de lo trascendente en el mundo físico.

La unión mística integral es una unión dinámica que transforma al místico en una personalidad creativa a la que no le basta con haber alcanzado la paz y la alegría interna sino que, para actualizar los valores más elevados, debe comprometerse en la participación activa en la aventura creativa de la vida y de la evolución. Tal persona se halla internamente asentada en el sustrato mismo de la existencia mientras que externamente participa en actividades que promueven el bienestar y el progreso de la humanidad. Se trata de alguien que puede mantener la calma y el equilibrio perfectos aun cuando tenga que luchar contra las fuerzas del mal, el despotismo, la tiranía, la injusticia social, el prejuicio racial, etc. Esta unión dinámica con el sustrato de la existencia, que capacita al individuo para actuar amorosamente en la vida como instrumento de la verdad y de la justicia, constituye un poderoso agente de la auto-realización completa que permite el flujo libre y espontáneo de la realización interna del objeto cósmico de la existencia.

La liberación colectiva de la humanidad

Yoga Integral

Otro rasgo distintivo del Yoga Integral estriba en el concepto de liberación colectiva de la humanidad. Desde este punto de vista, el trabajo espiritual no tiene como objeto el logro de la salvación personal ya que ésta constituye tan sólo un medio para alcanzar un fin más elevado todavía, la transformación y liberación de la sociedad, "el florecimiento de lo Divino en la colectividad humana". Para conseguirlo, el Yoga Integral no duda en movilizar todos aquellos recursos espirituales de la personalidad humana que fomentan la coexistencia pacífica, la cooperación constructiva y la realización progresiva de los valores superiores.

Muchas personas siguen el camino espiritual con el fin de obtener la salvación personal y, una vez que lo han logrado, se retiran, parcial o totalmente, a vivir en soledad. De este modo, sin embargo, terminan desvinculándose de la evolución social e histórica de la humanidad y, en el mejor de los casos, su actividad se reduce a brindar consuelo y guía espiritual a sus semejantes. Este es el ideal del ermitaño, del peregrino solitario del infinito, conocido en el Budismo como Pratyekabuddha, una figura cuya única aspiración consiste en buscar su propia iluminación.

Sin embargo, existe un ideal espiritual superior cuyo objetivo consiste en la liberación colectiva de la humanidad, lo que el Vedanta denomina sarva-mukti. Desde este punto de vista, todos los seres humanos estamos estrechamente interrelacionados, todos somos interdependientes, todos pertenecemos a la misma totalidad cósmica, la familia humana, y ningún individuo, por más iluminado y perfeccionado internamente que se halle, podrá liberarse por completo de las cadenas que le atan al proceso cósmico mientras la humanidad entera no se encuentre en condiciones de alcanzarla. Por consiguiente, hasta que llegue ese momento supremo de redención colectiva los individuos espiritualmente iluminados deben seguir trabajando para el bien de la humanidad...