Extractos - Rupert Spira
El Eterno Ahora
Por Rupert SpiraEl descubrimiento de que la paz, la felicidad y el amor están siempre presentes en el interior de nuestro ser y completamente disponibles a cada momento de la experiencia en todas las circunstancias es el descubrimiento más importante que uno puede hacer.
Normalmente nos consideramos a nosotros mismos entidades limitadas y separadas, un cuerpo y una mente nacidos en un mundo que ya existía; pensamos que nos movemos hacia delante en el tiempo, negociando las circunstancias en un intento de obtener la paz, la felicidad y el amor que anhelamos, mientras envejecemos continuamente y estamos destinados, al final, a morir.
Sin embargo, nuestra naturaleza esencial es, ella misma, puro ser, pura presencia consciente, que ni reside en el cuerpo ni en la mente ni depende de ellos. No va ni viene; no nació ni va a morir. Está eternamente presente ahora, y la paz, la felicidad y el amor son su mismísima naturaleza.
En la paz y la felicidad conocemos nuestro yo como absolutamente independiente de todas las manifestaciones aparentes del cuerpo, la mente y el mundo; así reconocemos nuestra libertad innata. En el amor nos conocemos como íntimamente uno con todas estas manifestaciones.
La libertad lo es respecto a estas manifestaciones aparentes; el amor tiene lugar dentro de ellas.
Y ¿quién ha llevado a cabo este descubrimiento sobre nuestro yo? Nadie distinto de nuestro yo. Este descubrimiento proviene de nuestra propia experiencia íntima de nuestro yo, de su conocimiento íntimo de si mismo.
En otras palabras, el solo conocimiento de nuestro propio ser tal como es constituye una verdad evidente por sí misma que no requiere de confirmación por parte de ninguna otra fuente. Por supuesto, es el pensamiento el que está formulando este descubrimiento, pero el descubrimiento mismo no proviene del pensamiento.
Las implicaciones de este descubrimiento son a la vez simples y profundas: en cada uno de nosotros, la paz, la felicidad y el amor que son nuestra naturaleza esencial están siempre presentes y disponibles. Es decir, aquello que verdaderamente anhelamos en la vida está disponible a cada momento, en cualquier circunstancia, en el sencillo conocimiento de nuestro ser tal como realmente es.
Si miramos de cerca y honestamente la gran mayoría de nuestros pensamientos y actividades, veremos que están orientados a obtener la paz, la felicidad y el amor por medio de la manipulación de las circunstancias o la adquisición de objetos y relaciones en el futuro.
Esta proyección de la paz, la felicidad y el amor en un futuro imaginario vela la paz, la felicidad y el amor que residen en el núcleo de toda experiencia.
El yo interior e imaginario se crea cuando esta paz, felicidad y amor resultan velados, y, una vez que ha sido creado o imaginado, se ve condenado a una búsqueda incesante; y busca, en un futuro que no existe, algo que, por definición, no puede encontrarse allí.
Esta es la tragedia y la comedia de la condición humana.
El Eterno Ahora
Toda experiencia tiene lugar ahora.
El ahora es concebido normalmente como una fracción de tiempo intercalada entre dos lapsos inacabables, el pasado y el futuro. En otras palabras, el ahora es considerado un momento que dura un instante ―de ahí la expresión "el momento presente"― que se mueve a lo largo de una línea de tiempo.
El ahora es sin duda conocido o experimentado. Pero ¿y el tiempo?
El tiempo es la duración entre dos eventos. Por ejemplo, aparentemente transcurren veinticuatro horas entre el desayuno de hoy y el de mañana. Pero ¿cuál es en realidad nuestra experiencia de esta duración? ¿Cuál es nuestra experiencia del desayuno que hemos tomado esta mañana en este momento?
Es solamente un pensamiento o una imagen. Y el desayuno de mañana es también solamente un pensamiento o una imagen. Todos los pensamientos e imágenes tienen lugar ahora; nunca en un pasado o en un futuro. Esto es, no tenemos ninguna experiencia real del desayuno de hoy o del de mañana. Experimentamos pensamientos o imágenes del desayuno, pero estos tienen lugar ahora.
El tiempo en el cual creemos que el desayuno de hoy ha tenido lugar y el tiempo en el cual el desayuno de mañana se cree que tendrá lugar son imaginados. Nunca son experimentados.
Cuando tiene lugar la experiencia real del desayuno es ahora. Y cuando tiene lugar el pensamiento sobre el desayuno también es ahora.
Así pues, lo único que conocemos verdaderamente es el ahora; en realidad nunca conocemos el pasado o el futuro. Y si no conocemos el pasado ni el futuro, ¿cómo podemos conocer el tiempo? ¡Es imposible!
Del mismo modo, si no conocemos el tiempo, ¿cómo sabemos que el ahora en el que está teniendo lugar la experiencia actual no es el mismo ahora en el que tiene lugar toda experiencia? ¿Cómo sabemos que el ahora en el que tuvimos nuestra primera experiencia como recién nacidos no es el mismo ahora en el que están apareciendo estas palabras?
Es tan solo un pensamiento el que nos dice que este ahora es diferente de aquel ahora. Y dicho pensamiento está manifestándose en este momento. Sencillamente, ¡no podemos evitar el ahora! No está presente ningún otro tiempo en el que pueda existir otro ahora.
Intenta salir del ahora e ir al pasado durante un segundo. ¿Puedes hacerlo? A continuación, trata de ir al futuro durante otro segundo. ¿Adónde has ido? ¿Adónde puedes ir?
De hecho, si permanecemos cerca de nuestra experiencia, nos encontramos con que este ahora es el único ahora que siempre tiene lugar. Es un ahora eterno.
Este ahora no va a ningún lugar en el tiempo. No existe ningún tiempo en el que pueda viajar hacia delante ni hacia atrás. Y es que el ahora no es un momento en el tiempo. No tiene nada que ver con el tiempo. No está hecho de tiempo.
¿De qué está hecho el ahora? El ahora está siempre presente y por lo tanto solo puede estar hecho de algo que esté también siempre presente. Y ¿qué es lo que, en nuestra experiencia, está siempre presente? ¿La mente, el cuerpo, el mundo? No; ¡solo nuestro yo!
El ahora es nuestro yo. No estamos presentes en el ahora. Somos el ahora. El ahora no es un contenedor que comprende nuestro yo junto con todo lo demás. Es nuestro yo, nuestra eterna presencia.