Extractos - John Martin Sahayananda
El árbol del bien y del mal
Por John Martin SahayanandaEl árbol del bien y del mal es el árbol donde hay fragmentación de la verdad. En el primer nivel las hojas no reconocen su dependencia de las ramas. Cada hoja quiere ser una autoridad por sí misma, quiere vivir por sí misma. La conciencia humana cae en un individualismo extremo. Aquí la verdad se reduce al individualismo. El hinduismo lo llama kali yuga, donde la verdad camina con un solo pie. Cada hoja quiere relacionarse directamente con la raíz, obviando las ramas y el tronco; incluso puede negar la existencia de la raíz.
En el segundo nivel, cada hoja reconoce la existencia de las ramas, y su dependencia de ellas. Algunas hojas están tan apegadas a su rama que piensan que esta rama posee la verdad absoluta. No reconocen la verdad que hay en otras ramas, solo ven el mal en ellas. Aquí la verdad se reduce a ideales, o conciencia colectiva. Los individuos se guían por ideales y personas ideales. Aquí la verdad camina con dos piernas, y el hinduismo lo denomina dwapara yuga: dwapara significa dos. Es el tiempo de la dualidad. Cada rama intenta relacionarse con la raíz directamente, salvando el tronco.
En el tercer nivel, las hojas se dan cuenta que las ramas dependen del tronco, que este sostiene a todas las ramas y las hojas juntos, y les nutre con la savia que recibe de la raíz. La conciencia se extiende al tronco, que media entre la raíz por un lado y las ramas y hojas por otro. Aquí la verdad camina con tres patas, el hinduismo lo denomina treta (tres) yuga. Es el tiempo de la mente universal. En el cuarto nivel, la conciencia humana entra en las raíces y se da cuenta de su unidad con Dios. Aquí la verdad camina sobre cuatro patas, es la plenitud de la verdad, y el hinduismo lo llama sathya yuga, la era de la verdad (sathya).
En el kali yuga y el dwapara yuga los humanos mantienen una relación dualista con Dios, considerándose criaturas de Dios. En el treta yuga los humanos se sienten como hijos e hijas de Dios. Tienen la experiencia de la morada interna de Dios. En el sathya yuga, los humanos se dan cuenta que son uno con Dios. La persona puede decir: "yo y Dios somos uno", o "solo Dios es". Dios es el árbol en su totalidad, la raíz, el tronco, las ramas y las hojas. Dios es todo.
Comer la fruta del árbol del bien y del mal es caer desde la unidad a la dualidad, de la integridad a la fragmentación, de la plenitud al vacío, de la bondad absoluta al bien y el mal relativos, de la libertad a la libertad condicionada, de una verdad a muchas verdades, de un camino a muchos caminos, de la paz al conflicto, de la alegría al sufrimiento. Comer la fruta del árbol de la vida supone revertir este proceso. Es desplazarse desde la dualidad a la no-dualidad, de la fragmentación a la integridad, de la bondad y maldad relativa a la bondad absoluta, del libre albedrío condicionado a la libertad del libre albedrío, de muchas verdades a una verdad, de muchos caminos a un camino, del conflicto y la violencia a la paz, del sufrimiento a la alegría.
En la tradición bíblica el episodio del jardín del Edén describe el proceso evolutivo de la conciencia humana, pero no lo completa. El autor que lo escribió lo hizo con una concepción dualista. Jesús completó la explicación de este proceso en la parábola del hijo pródigo. Jesús vivía en una conciencia no-dual. Por consiguiente la evolución espiritual de la conciencia humana es desde la unidad inconsciente a la unidad consciente, del libre albedrío a la libertad. En la tradición bíblica, Jesucristo es la guía de esta evolución espiritual, que todos los humanos están invitados a hacer efectiva en su viaje vital espiritual.
El camino de un árbol
Un árbol tiene hojas, ramas, tronco y raíces. Las hojas representan nuestras identidades individuales. Las ramas las identidades colectivas, el tronco nuestra identidad universal y las raíces nuestra identidad divina. En el nivel de las hojas mantenemos relaciones variadas con Dios: es el individualismo plural. En el nivel de las ramas tenemos variadas estructuras de creencias: es el pluralismo religioso. En en nivel del tronco tenemos la unidad esencial de la humanidad, en el que trascendemos el pluralismo de individuos y el pluralismo religioso. En el nivel de las raíces tenemos nuestra unidad con Dios. El árbol representa toda la verdad. Al nivel de las hojas la verdad se fragmenta en individuos; en el nivel de las ramas se fragmenta en estructuras de creencias; en el nivel del tronco ocurre la fragmentación del creador y la creación. En el nivel de la raíz, todo queda comprendido. Vemos una verdad, un camino y una vida. Cuando Jesús dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" se refería a que él personificó la plenitud de la Verdad. Era el árbol en su totalidad, conteniendo dentro de sí todos los niveles de verdad. Él era el comienzo y el final, el alfa y el omega. Invitó a todo el mundo a crecer desde la verdad fragmentada hacia la plenitud de la Verdad. Es un viaje de muchos a uno, de la diversidad a la unidad.
El camino integrador de Cristo
Como conclusión, el camino de Jesús no es un camino entre otros muchos caminos hacia Dios. No es el único camino que excluye a los demás caminos hacia Dios; tampoco es el camino perfecto, diferenciado de otros caminos imperfectos. Es el camino, que incluye o abarca todos los demás caminos hacia Dios, de manera dinámica. Incluye todos los caminos individuales hacia Dios (las hojas, el individualismo plural) pero les invita a reconocer la necesidad de las ramas, los caminos colectivos.
Incluye todos los caminos colectivos (las ramas, el pluralismo religioso) pero les invita a reconocer la necesidad de un tronco, un camino universal. El camino universal es el final de los caminos individuales y caminos colectivos.
Por ultimo, este camino invita a todo el mundo a desplazarse más allá del camino universal, al camino divino, donde la persona dice: "Dios es el único camino, la única verdad y la única vida". Este es el camino del árbol.
Este camino no solo es ascendente hacia la unidad sino también descendente, y regresa a la diversidad. No se trata solo de alcanzar la cima de la montaña sino también retornar a su base. No es solo ir hacia las raíces sino también regresar a las hojas. No es solo un crecimiento vertical sino horizontal. Supone crecer en el amor radical a Dios y el amor radical al prójimo. A medida que crecemos hacia el amor a Dios, también nos expandimos en el amor al prójimo.
Hasta ahora el cristianismo ha interpretado el mensaje de Cristo de manera muy exclusiva. Esta interpretación no hace justicia a su mensaje universal e integrador. El cristianismo actual tiene que redescubrir el mensaje integrador de Cristo y de esta manera contribuir a la búsqueda de la paz en el mundo.